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« en: 27 de Junio de 2007, 04:00:29 am »
LA BATALLA DE PIDNA ( I )
Exhaustos tras varias jornadas de agotadora marcha al galope, jinete y montura, bañados en sudor y con los arneses de combate ensangrentados, arribaron ante los centinelas de la Puerta de Zeus, la principal de la magnífica Muralla de Larissa.
Aprovechando las escasas fuerzas que aún restaban en el corazón de aquel bravo mensajero del monarca Jenofonte, exclamó con orgullo:
“... ¡VICTORIA, VICTORIA....... Jenofonte ha vencido a Jerjes!.... miles de persas yacen en las llanuras de Pidna! ....
La noticia, que con inquietante expectación aguardaba la polis de Larissa y el resto de polis integradas en la Alianza Sagrada, se extendió como una mancha de aceite entre las calles y las casas de la populosa ciudad, provocando un clamor de júbilo y entusiasmo entre la angustiada ciudadanía larissiana, carente de noticias desde hacía meses.
Nefermun, atenta al ajetreo y al entusiasmo de su pueblo, respiró aliviada tras noches interminables de angustia y añoranza de su amado, lejos de la patria y del amor de los dos retoños que ya, convertidos en atléticos adolescentes mostraban las nobles cualidades de su progenitor.
La Guardia Real lanzó al viento nada más conocerse la noticia, el esperado toque de Victoria en una fanfarria de trompetas y cuernas que sonaban a música celestial para los que, sobrecogidos por la emoción, las escuchaban y que, desde lo alto de las recias almenas de las murallas podían ser oídas a distancias extremadamente lejanas.
Jenofonte había conseguido atraer a la Alianza a la populosa Tebas, la de las Siete Puertas y a las ricas polis del Ática, de Megara, Maratón y Platea, y junto con los aliados farsalios y pidnos, unidos bajo la Gran Alianza Tesalia, había aportado el mayor número de fuerzas terrestres a la Alianza. La heroica Olinto, aliada asimismo de Larissa, había tenido que enfrentarse en solitario al Infame y a pesar del valor y heroísmo de sus hombres, no pudo impedir que fuera arrasada casi por completo por la horda de alimañas persas, antes de que la Falange Conjunta de la Alianza pudiera interceptar al ejército persa en las proximidades de Pidna.
En aquellas fértiles llanuras tesalias se produjo el esperado choque entre los verdaderos griegos que defendían su libertad y su honor frente a las alimañas invasoras del Infame Jerjes y los traidores malnacidos que otrora se llamaron griegos y que ahora apoyaban a los invasores contra sus hermanos, mancillando su nombre y haciéndose merecedores de la furia iracunda de los Dioses.
Doce mil griegos contra más de veinte mil persas y traidores por primera vez se vieron las caras en las llanuras de Tesalia; nunca antes la Historia había contemplado tal concentración de hombres dispuestos a morir por defender su común patria helena.
Los desgraciados sucesos de Olinto, habían reforzado el odio y las ansias de venganza de los griegos, en especial de los larissios, aliados de aquellos que hoy yacían como anónimos héroes en los extramuros de la arrasada polis, que había elegido el sacrificio con honor a la vergüenza y deshonra manifestada por Abidos y otras polis de la Jonia que interesadamente habían colaborado y reforzado al ejército persa.
Pella, la capital del reino bárbaro macedonio había unido sus fuerzas al persa, reforzando aún más si cabe su ya de por sí numerosa caballería.
Jenofonte ordenó la disposición táctica de sus tropas de modo que el grueso de los hoplitas griegos, en especial los espartanos y el Batallón Sagrado tebano, se dispusieran en el centro de la formación, mientras los peltastas y psilites ocupaban los flancos guarnecidos por la caballería larissia que además debía hostigar sin cesar las alas de las tropas persas, preparados para hacer mella en los jinetes enemigos, derribando a sus monturas y rematándolos a pié raso una vez descabalgados; los arqueros de Larissa, únicas unidades de proyectiles que albergaba la Falange conjunta de la Alianza, debían cubrir con sus flechas a las tropas auxiliares, contrarestando la carga de los jinetes persas.
El monarca larissio intuyó claramente las intenciones de Jerjes y eligió una disposición táctica que anularía, como así fue realmente, la superioridad numérica en unidades de caballería del Infame.
Al alba se inició el combate tras arengar Jenofonte a las tropas de esta forma:
“...!! ADELANTE, Hijos de Grecia, liberad nuestra patria, a vuestros hijos y mujeres, a los sagrados Templos de nuestros Dioses ancestrales, a las tumbas de nuestros antepasados... Recordad a los héroes de Olinto, que la generosidad y valentía que presidió sus acciones y la infausta suerte que corrió su ciudad a manos viles de las alimañas persas, exacerbe vuestro espíritu de lucha y os confiera la fuerza de titanes, pues ya es hora de defender todo aquello que amamos y que es nuestro por honor y herencia de nuestros mayores...
... ¡!! POR ARES y EL HONOR DE LOS HELENOS, A MUERTE!!!
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