Imperio del Japón
(Shintoismo Civilizado Nación Abierta)
Shirakawa, Emperador del Japón
Diplomacia: Nigata (F), Kanto (F), Akita (-4Yfc), Yamaguchi (F).
Fueron años tranquilos bajo el Sol del Emperador Shirakawa en los que todas las estructuras del imperio se permitieron crecer con moderado éxito mejorando las expectativas de futuro para el Japón.
Además de las muchas inversiones en diferentes campos, se acabaron las grandes obras civiles que dieron como consecuencia la reconstrucción de Nigata como nueva región apta para los cultivos. Para el Emperador Shirakawa, éxitos como aquél eran los que, pese a no sonar con estrépito en los mentideros de la corte, en el tiempo eran los que mejoraban tangiblemente las expectativas para el horizonte de un reino. Aprovechando la finalización de las obras en Nigata, Taira no Kiyomori concertó una larga serie de reuniones con los representantes locales que dieron fruto cuando se convenció a los habitantes y nobles de la región para que estrechasen aún más sus relaciones con el Imperio.
Otro de los grandes éxitos personales del Emperador Shirakawa fue la consecución de otro sueño de su padre, el gran Vaya-Shanjo: tras años de trabajos de preparación, en los que se fijaron los límites de las competencias que la nueva estructura había de asumir y se adquirieron terrenos y edificios que permitieran un crecimiento rápido, el Emperador decretó que el control del desarrollo de la religión Budista Shintoista, la definición de sus cultos y las puestas al día futuras, pasaría a partir de aquel momento a las manos de los monjes que la habrían de dirigir hacia la prosperidad. Aunque no se negaba la divinidad del Emperador, ni su preeminencia en el liderazgo del shintoismo, al mando absoluto de la nueva estructura religiosa situó a la Suma Sacerdotisa Akikonomu, quien habría de ser protegida de todo mal por el joven Príncipe Takeda, quien siempre se destacó por su gran don de gentes y un innegable carisma que le abría hasta las más recias puertas. La Suma Sacerdotisa Akikonomu se convirtió en la primera dirigente de la iglesia Budista Shintoista del Japón.
La primera consecuencia que dejó la creación de la nueva iglesia fue el nombramiento como nuevo Príncipe del Imperio del Japón del Señor de Kanto, en substitución del joven Takeda. De forma inmediata, la noticia causó una oleada de simpatías hacia el Emperador Shirakawa desde la región de Kanto, quien se integró de facto en el corpus del Imperio a finales del año 1093.
Las dos últimas noticias reseñables de aquellos años fueron de marcado carácter diplomático, y tuvieron un carácter agridulce.
El Emperador hacía tiempo que había perdido la confianza en Ky?goku dono, el Kampaku, Fujiwara no Morozane, a quien se le tenía por un hombre notablemente torpe que había ido empeorando relaciones y estropeando acuerdos desde que su inocente caminar desprovisto de toda suerte diera inicio en tierras del Japón. Pero la falta de confianza y los fracasos continuados habían dado como consecuencia que la influencia del importante clan de los Fujiwara disminuyera mucho en la corte, y teniendo en cuenta las grandes riquezas que aportaba el clan a la Corona y el elevado sentido del honor de todos los grandes clanes, no podía traer en el futuro nada bueno. Si Fujiwara no Morozane no tenía a bien morirse, el Emperador se esforzaría por facilitarle el trabajo en una nueva misión diplomática, a sabiendas de que si volvía a fracasar nada ya más podría hacer por el inútil líder de los Fujiwara ni en favor del honor del Clan.
Así pues, el noble fue destinado una vez más a comandar las conversaciones y relaciones con los líderes locales de Yamaguchi. Sus torpes esfuerzos de años pasados casi lo habían llevado a una muerte precipitada, y cuando los nobles de Yamaguchi conocieron la noticia de que Fujiwara no Morozane era de nuevo el enviado del Emperador comenzaron a pensar que un tuerto malintencionado había mirado a su región.
Pero en aquella ocasión, todo fue diferente.
Sin que el líder de los Fujiwara se percatase del hecho, los movimientos subterráneos en la región por parte de los agentes del Emperador fueron intensos y constantes durante aquel tiempo en la región de Yamaguchi. Esta vez, los regalos y sobornos fueron acertados y llegaron a quienes debían llegar; se apresó a los más recalcitrantes opositores de la figura de Fujiwara y se ejecutó a quienes estaban decididos a descabezarlo por el bien del todo el Imperio. Se adquirieron palanquines lujosos y se financiaron representaciones teatrales por toda la región que ensalzaban la figura del enviado del Emperador, y hasta dos de los legendarios monjes guerreros Sohei fueron destinados a su protección y compañía, despertando admiración por Fujiwara Morazane con su sola presencia silenciosa e imperturbable. Aunque el golpe definitivo al espíritu de la región lo dio el Príncipe Heredero Kaguyo, quien recorrió la región con su séquito a la búsqueda de una esposa que habría de acompañarlo en el futuro como emperatriz; si bien la presencia en la región del Heredero Imperial no parecía tener relación con las labores diplomáticas de Morazane, lo cierto es que el notablemente torpe noble logró al fin limpiar algo del honor manchado de los Fujiwara cuando a finales de 1093 se firmaron diversos acuerdos de cooperación con los representantes de Yamaguchi. Un enorme e inusitado éxito que alivió profundamente al Emperador.
Por el contrario, el aguerrido Príncipe Soma no Masakado, quien se había distinguido por el fracaso naval de las últimas campañas militares del Japón, fue enviado a Akita para acercar posiciones con los representantes locales. Sus rudos modales de corte militar, su afición por las ejecuciones de quienes lo defraudaban del modo más nimio y la gran fogosidad que ponía siempre en sus encuentros con las mujeres nobles de Akita, de entre las cuales prometía escoger una como nueva esposa, puso en su contra a todos los líderes de los clanes locales. Si el Príncipe "Panda" era intempestivo y fogoso en sus relaciones y conversaciones privadas, la nobleza local sabría reaccionar en consecuencia: a mediados de 1094, todas las puertas de Akita se habían cerrado para siempre para Soma no Masakado, y los correos imperiales llevaron a la corte las noticias de que ninguna noble flor de Akita contraería matrimonio con el maleducado y rudo Príncipe "Panda".