Azathoth
Ese último azogue amorfo de confusión superlativa que blasfema y barbotea en el centro de todo lo infinito, el sultán de los demonios desatado, Azathoth, cuyo nombre no hay labios que osen pronunciar en voz alta, que roe con avidez en inconcebibles estancias carentes de luz más allá del tiempo rodeado por el sofocado y enloquecedor ritmo de viles tambores y el atiplado y monótono lamento de flautas malditas. (HP Lovecraft; “En busca de la ciudad del sol poniente”)
Azathoth, deidad suprema de los mitos de Cthulhu, existe desde antes de la creación. Hay quien dice que echó una mano en el origen del universo. Habita más allá del espacio-tiempo normal, en el centro de toda existencia, donde su cuerpo amorfo se estremece sin cesar al compás marcado por el monótono quejido de una flauta. Dioses menores y servidores por igual, danzan enajenados en torno a Azathoth al son de esa misma música.
Azathoth es ciego e idiota, un “monstruoso caos nuclear”. Lo cierto es que su esencia forma parte de toda la materia física del multiverso, aunque también puede manifestarse como una visible masa amorfa.
Culto: otros dioses de los mitos veneran y adoran a Azathoth. Por poner un ejemplo, el gran Cthulhu es el sumo Sacerdote de Azathoth, aunque le sirve a distancia y solo cuando las estrellas son propicias. El brazo derecho de Azathoth es Nyarlathotep. Los apetitos de Azathoth son satisfechos de inmediato por obra y gracia del Caos reptante.
Raros son los mortales que rinden culto a Azathoth, puesto que este dios ofrece poco a cambio. Por lo general, Azathoth es invocado por accidente, y por tanto, su venida acarrea desastre y horror. Solo las mentes criminales más desquiciadas se postran a sabiendas ante un ser así. Empero, tales adoradores podrían poseer información privilegiada acerca de la naturaleza del universo, su origen, poderes y significado, información que tal vez sólo resulte comprensible para otros orates.
Los suplicantes más temerarios podrían querer convocar la manifestación de Azathoth, pese a los terribles riesgos que entraña esta acción, puesto que Azathoth podría irritarse ante la interrupción de la incesante música de camarilla interpretada por sus servidores.
Cthulhu
Un monstruo de perfil vagamente antropoide pero con una cabeza semejante a la de un pulpo, con el rostro convertido en una masa de cilios, cuerpo de aspecto gomoso recubierto de escamas, unas garras prodigiosas en las zarpas traseras y delanteras y largas y estrechas alas a la espalda. Este ser... presentaba una corpulencia abotargada... Apareció bamboleándose para estrujar su gelatinosa inmensidad verde a través del negro umbral... Era una montaña ambulante, tambaleante.(HP Lovecraft; “La Llamada de Cthulhu”)
El gran Cthulhu es una pesadilla hecha carne que supera con creces los 30 metros de altura. Su cabeza, semejante a la de un pulpo o calamar, está dotada de sinuosas cordadas de tentáculos que pueden extenderse hasta los 10 metros o más. Su cuerpo es una descomunal mole de carne embadurnada de babas, humanoide por lo general, salvo por su enorme tamaño y las terribles garras que rematan sus manos y pies. Las enormes alas membranosas crecen a su lomo y le permiten moverse tanto por el aire como por el agua.
Cthulhu mora en la ciudad fantasma de la primordial R’lyeh, hundida en las profundidades del Pacifico. Yace en un trance semejante a la muerte, pero algún día, la ciudad se alzará y él despertará. Cuando lo haga, que se lamente el mundo, pues su apetito es una entidad por sí y no conoce límites.
En la misma ciudad se encuentran enterradas otras criaturas de edad primordial, criaturas que probablemente pertenezcan a la raza de Cthulhu, aunque ninguna de ellas ha adoptado aspectos de deidad como él. El Gran Cthulhu es el sumo sacerdote y gobernador de todas ella y, con mucho, el más poderoso.
Culto: Cthulhu, pese a hallarse perdido en su sueño milenario, ha enviado sueños espeluznantes a los mortales, con los que ha provocado la locura de muchos. Tal vez sea este el motivo por el que el culto a Cthulhu sea el más extendido y popular de todos los primigenios en la Tierra. Esta secta cree que Cthulhu descendió de las estrellas junto a su raza para construir la gran ciudad de R’lyeh y conquistar el mundo. Cuando las estrellas cambiaron, su continente se hundió bajo las aguas.
La ciudad y sus habitantes se sumieron en un sueño semejante a la muerte en el que esperan a ser despertados por miembros de la secta de Cthulhu. Cuando R’lyeh emerja en el océano, los miembros de la secta estarán cerca para abrir la vasta cripta de ébano en la que sueña Cthulhu, momento en que despertará y destruirá el mundo, perdonando la vida a sus fieles para poder comienzo al nuevo orden mundial.
Existen tribus enteras que adoran a Cthulhu, desde los remotos inuitas hasta los degenerados habitantes de los pantanos de Luisiana. Parece gozar de especial calado entre las religiones de la gente del mar y los seres que habitan cerca de la orilla. Le sirven unos seres llamados profundos, al igual que las entidades octópodas conocidas como las semillas estelares de Cthulhu.
La secta de Cthulhu es prehistórica y presenta numerosas variantes. El propio Cthulhu posee muchos nombres, la mayoría de los cuales derivan de su forma original. Así, dos de tales nombres serían Tulu y Tluhluh.
Hastur el innombrable
Así, en cumplimiento de la tercera geas, entro en el palacio de las mil columnas de Haon-Dor. Extraños y silenciosos eran aquellos salones... En ellos había formas sin rostro de humo y niebla que oscilaban a la deriva, y esculturas de monstruos representadas con miríadas de cabezas. En las bóvedas del techo, como si estuvieran prendidas de la noche, ardían las lamparas con llamas invertidas que asemejaban a la combustión del hielo y la roca. Un gélido espíritu del mal, tan antiguo que escapaba a la compresión humana del término, campaba a sus anchas por aquellas estancias. El horror y el miedo reptaban por aquellos suelos como serpientes invisibles, escapadas del sueño. Surcando el laberinto de cámaras... llego a una habitación alta cuyas paredes describían un círculo roto tan solo por el único portal que había cruzado. La habitación adolecía de falta de mobiliario, que consistía nada más que en un asiento encumbrado sobre cinco pilares que se elevaba por los aires sin que se pudiera llegar a él por medio de escaleras ni de ninguna otra manera; era como si sólo un ser alado pudiera llegar hasta él. Mas el asiento estaba ocupado por una figura envuelta en densas sombras que portaba sobre su cabeza y sus rasgos un sudario de aborrecibles tinieblas.(Clark Asthon Smith; “Las siete geas”)
El aspecto de Hastur varía enormemente según quien provea la descripción. Hay quien afirma que es medio hermano del Gran Cthulhu y que es de tamaño y forma parecidos. Hay quien lo ha retratado como una enorme y feroz bestia bípeda. Algunos estudiosos, al reparar en la apariencia de los elegidos de Hastur cuando el dios los posee con parte de su esencia, elucubran con la posibilidad de que se trate de un gigante abotargado carente de huesos, mientras que algún testigo ha llegado a describirlo como una entidad octópoda dotada de un semblante inmensurablemente espantoso.
La única forma de Hastur de la que se puede dar fe es la de Rey de Amarillo, supuesto avatar de Aquel Que No Debe Ser Nombrado. El rey es pavorosamente alto (al menos 3 metros) y antinaturalmente escuálido, compuesto al parecer por completo de andrajos amarillos que ocultan el rostro de los que sea que acecha tras ellos.
Tal vez Hastur sea la figura más incomprendida de todos los grandes integrantes de los mitos. Hay quien afirma que se trata de la encarnación del principio de la entropía, la inevitable tendencia de todas las cosas a migrar del orden al desorden o al caos. Otros aseguran que está relacionado con el determinismo, su opuesto exacto, la idea de que todas las cosas se atienen a la mecánica de la causa y el efecto, donde no tiene cabida la libre voluntad ni la divergencia del curso predeterminado.
Un estudioso de los Mitos, al reparar en la naturaleza barroca de Carcosa y la popularidad del culto a Hastur entre las mentes creativas, expuso que la ciudad de Hastur es una entidad parasitaria que absorbe gentes y lugares y los transfiere a sí misma. La evidencia que refuerza esta última teoría estriba en el hecho de que las referencias más antiguas a Hastur aluden a un lugar, no a una entidad, lo que sugiere que el lugar es la entidad y que las demás manifestaciones son en realidad proyecciones de un emplazamiento genial particularmente poderosos.
De ser esto cierto, el mandamiento de no nombrar a Hastur provendría no de la creencia de que el primigenio podría oír su nombre y fulminar al infractor, sino de la idea que sostienen que el creado genera poder. Al nombrar, y por consiguiente, personificar a Hastur, la entidad abandonaría su potencial existencia para tornarse real.
Culto: Al igual que el Gran Cthulhu, Hastur es adorado por múltiples razas. Se cree que las llamadas semillas de Hastur son bestias octópodas que habitan el lago Hali. Los byakhee reciben a menudo el sobrenombre de Siervos de Aquel Que No Debe Ser Nombrado en los textos de los mitos, pero se desconoce si se trata de una raza que fue creada por Hastur o sencillamente, absorbida y esclavizada por él.
El culto a Hastur alcanzó una breve popularidad durante el renacimiento, pero no ha dejado de crecer paulatinamente desde el periodo de finales del siglo XIX, cuando hizo su aparición la esquiva pieza de teatro El rey de Amarillo. Los que se consagran a Hastur suelen pronunciar el Juramento Innombrable, permitiendo que Hastur posea sus cuerpos en cualquier fecha posterior a cambio de algún favor o ayuda en el presente. Una secta numerosa y activa, la Hermandad del Símbolo Amarillo, medra en la actualidad, no como un grupo marginal de lunáticos que se reúnen furtivamente en almacenes abandonados, sino como un cónclave de influyente y acaudalados hombres de negocios y lideres políticos. Si Tsathoggua es el dios del declive, Hastur es el de la ascendencia.