biografia de Radhell Thrandor (fiornwell)
- Radhell. ¡Ven aquí!
El sueño siempre empieza igual. La escena se repite desde hace más noches de las que quiero recordar.
En su mirada se percibe un incipiente nerviosismo que no refleja el resto de su rostro. Coge al niño con una vehemencia extraña en sus delicadas manos.
- Volvemos a casa.
- ¡Pero él todavía no ha venido!
- Hoy no va a venir. Se ha ido lejos y tardará mucho en volver.
Su rostro me es extraño y familiar a la vez. Me hace sentir en casa como nunca me he sentido en la vigilia.
En ese momento
- Mi Señora. El pueblo esta cercado y los caminos bloqueados. Los hombres de Lord Fyirell están entrando casa por casa en busca del muchacho. – El soldado no es joven. Sus ojos han vivido muchos y largos inviernos, como para templar su carácter. Aún así, en ellos se atisba el miedo.
- No permitiré que ese demonio le ponga las manos encima. ¿Dónde está Lord Danhil?- Sus manos aprietan al muchacho contra su pecho como si temiese que el mismismo aire se lo arrebatara.
-Estoy aquí, mi Señora.-
La misma escena cien veces vivida y aún así, no puedo evitar que parte de mi se estremezca.
-Lord Danhil. Ordenad a vuestros hombres que cojan sus armas. Vamos a salir de aquí. ¡Ahora!-
-Thráin tiene razón, mi Señora. No tenemos ninguna opción de escapar. A estas alturas medio pueblo debe estar en llamas y el otro medio lo estará antes de una hora. Los sabuesos de Fyirell ya deben saber nuestra localización exacta y no hay manera de despistarlos.-
-Sabéis lo que hará Fyirell si lo coge-
-Lo sé-
-Entonces no podéis permitirlo. Tiene que haber alguna manera. Sobornad a alguien, abrid una brecha en el cerco. Vos sois el más bravo caballero de los hombres del Rey-
-Me halagáis, mi Señora. Pero sabéis tan bien como yo que ni toda la guardia real podría atravesar ese cerco-
La desesperanza de la escena me arraiga en el mismo centro de mi alma y despierta sensaciones que luchan por alcanzar la superficie de mi conciencia sin esperanza de éxito. Como si una barrera traslúcida impidiese a mis recuerdos salir a la luz, mientras yo sólo atisbo a ver sus formas difusas.
-Hay una manera-
Su presencia inunda la pequeña sala y hasta la mismísima luz parece apartársele
-¡Vos! Debería mataros aquí mismo. Vos habéis dejado que esto suceda-
-Lord Danhil. Lamento que nuestro reencuentro deba ser en tan tristes circunstancias. Pero sabéis muy bien que yo no he tenido nada que ver con todo esto-
-Vos abandonasteis a vuestro Rey cuando más os necesitaba. Para mi no hay diferencia entre Fyirell y vos.-
-Y sin embargo yo seré quien le haga el mayor de los servicios. Tenía tanto aprecio por mi Rey como vos, Lord Danhil. Pero ignoró mi consejo, ninguno quisisteis escucharme, así que no tuve más remedio que proteger al Rey de la única manera que podía-
-Pues no habéis tenido mucho éxito en vuestra misión. –
-Puede que más del que creéis, mi Señora. Yo puedo sacar al muchacho de aquí-
- ¿Cómo? Eso es imposible. Ni con 300 de mis mejores hombres podríamos salir de aquí-
-Yo sólo he dicho que puedo sacar al muchacho. A nadie más-
-¿Y dejar a lady Fionna a merced de Fyirell?-
-Eso está fuera de mi alcance-
-No le hagáis caso, mi Señora. Reuniré a todos mis hombres a caballo y nos abriremos paso a golpe de espada-
Sus ojos oscuros ya no están nerviosos, sino calmados, resignados y profundamente tristes.
-Acabáis de decid que ni con 300 de vuestros mejores hombres podríamos conseguirlo.-
-¡Delirios de un anciano cobarde!-
-Nunca os tuve por un anciano, a pesar de vuestras canas, ni mucho menos por un cobarde. No, sabéis tan bien como yo que es la única solución.-
-No podemos demorarnos más o ya no estaré a tiempo de salvarlo, mi Señora. –
Con manos temblosas la dama deposita al muchacho en manos del hombre encapuchado, mientras regueros de lágrimas recorren sus mejillas.
-Cuidad de él. Es un chico muy especial-
El muchacho no comprende lo que está pasando, pero el miedo le atenaza la voz y sólo puede mirar a la dama mientras las lágrimas le recorren el rostro.
-Más de lo que podamos imaginar todos nosotros, me temo…-
Entonces la figura negra me envuelve con su oscuro manto y caigo en un pozo sin fondo. Caigo durante lo que me parecen horas, años, siglos. Caigo hasta el punto de que mis músculos se rebelan de dolor. Caigo para despertar en mi lecho empapado en un sudor frío y con las conciencias de miles de hombres sobre el peso de mis hombros…
Me levanto a pesar de todo, como cada día desde hace meses, y me dirijo a la cocina a preparar el desayuno.
Cuando llego Munin ya está levantado.
-¿Otra vez esa pesadilla?-
-Sí, pero esta vez ha sido peor-
-Peor ¿En qué sentido?-
-No sé, sólo peor. Cada vez tengo una sensación de urgencia y peligro mayor al despertarme-
-Eso es que duermes demasiado y estudias demasiado poco. Hoy te prepararé una infusión de drealth para que duermas sin pesadillas. Pero ahora a trabajar. Flint ya hace una hora que te espera en el campo de entrenamiento-
-Pero Munin ¿Para qué necesito aprender a manejar la espada? –
-¿Cómo? ¿Es que no te he enseñado a pensar en todos estos años? Sabes tan bien como yo que cada año que pasa la frontera es más insegura y los bandidos se hacen cada vez más audaces, por no mencionar a los orcos. Además, el conde Noor no se preocupa en absoluto por sus yermas tierras del sur. Sólo tiene ojos para sus preciosos puertos comerciales de la costa de las espadas y su flota.-
-Pero yo podría derribar a un grupo de orcos con sólo un hechizo-
-Pero sólo hace falta una flecha para matarte. Además, Flint no pararía de rechistar si no dejara que te enseñase las artes del combate-
-Tú no tienes espada ni sabes manejarla. -
-Ja! 15 años de estudio y ya te crees todo un archimago ¿eh? Te crees que ya lo has aprendido todo de este viejo, ¿no es eso? Pues aún podría enseñarte un par de trucos y dejarte bien sentado sobre tu pomposo ego. Y ahora vete, no quiero tener que oír a Flint quejarse todo el día porque te hago llegar tarde a sus clases. Además, hoy tengo cosas que hacer en el pueblo, así que llegaré tarde. Espero que tengas el laboratorio listo para mi regreso, hoy la dama entra en conjunción con el arquero y necesito el telescopio listo. Algo se está cociendo y quiero ver qué es antes de que me estalle en las narices.-
-Ese vejestorio se ha vuelto a perder. Estoy seguro.-
Sonrío ante el comentario. Flint sabe perfectamente que no hay nadie en este desolado lugar que sepa mejor los caminos, con la posible excepción de él mismo. Aún así no puedo dejar de preocuparme. Munin debería haber llegado hace dos días.
No sería la primera vez que se ausenta durante varios días sin dar explicaciones, pero algo me dice que esta vez es diferente.
Esta mañana he vuelto a tener el mismo sueño, a pesar de la infusión de drealth. En realidad el sueño tenía matices distintos. La dama del sueño era la misma de siempre y, sin embargo, era de alguna manera distinta. Sus rasgos parecían más estilizados, más “élficos” es la única palabra que se me ocurre para distinguirlos. Aún así, el mayor cambio ha sido ver a Munin en lugar del hombre de la capucha. Tal vez sea la preocupación por no tener noticias suyas.
-Seguro que le ha surgido algún imprevisto. Ya sabes que nunca da explicaciones de sus ausencias.-
Mis palabras no suenan tan convincentes en mi cabeza. La sensación de urgencia de estas últimas semanas se ha acrecentado sin razón aparente.
-El viejo loco. Siempre yendo y viniendo sin nadie que le escolte. Cualquier día los bandidos le dejarán tirado a un lado del camino, desangrándose; o los orcos utilizarán sus viejos huesos para caldo.-
-Sabes muy bien que ni los unos, ni los otros tendrían nada que hacer-
De repente, atisbo un rápido movimiento por el rabillo del ojo. Rápidamente pivoto hacia la derecha mientras intento agacharme.
Un estallido de dolor recorre mi cabeza y baja por la espina dorsal.
-¡Ay! ¿A qué ha venido eso?-
A veces olvido lo rápido que es Flint. Más de un joven bravucón se ha dado cuenta demasiado tarde que bajo su aspecto delgado y sus canas, sigue teniendo la agilidad de un muchacho y la experiencia de un anciano.
-¡De qué te ha servido tu magia! ¿eh? Si fuera un puñal ahora estarías muerto, con todo tu poder mágico desparramándose por tu cogote. ¿Es que no has aprendido nada de lo que te he enseñado? Eres igual que Munin, piensas que tu magia te protegerá de todo. Conocí varios como tú, que pensaban igual y ahora son pasto de gusanos, a la mayoría los envié yo a su nueva residencia.-
-Pero ahora no había peligro-
-Siempre hay peligro, recuérdalo…-
-¡Arriba! Recoge todo lo que te sea imprescindible y deja el resto. Nos vamos-
Todavía con los recuerdos del sueño en mi cabeza, levanto la mirada hacia la puerta.
-¡Munin! ¿Dónde has estado? Llevas tres semanas fuera. -
-¿Es que no me has oído? Flint está preparando los caballos, así que date prisa-
En su mirada no invitaba a contradecir sus órdenes, pero en ese momento me fijé en su rostro, parecía profundamente cansado, como si hubiesen pasado años y no semanas desde que se fue. Sólo sus ojos mantenían el vigor del Munin que partió.
-¿Qué te ha pasado? -
-Haces demasiadas preguntas y yo no tengo tiempo para darte respuestas. Así que haz lo que te digo-
Y con eso desapareció por la puerta.
Llevábamos tres días cabalgando de noche y escondiéndonos de día. Flint y yo nos turnábamos para montar guardia, aunque yo sabía que él estaba bien atento durante la mía. Munin, parecía cada vez más cansado y siempre que acampábamos se retiraba durante horas para meditar. Nunca dejaba que ninguno lo acompañásemos, a pesar de las airadas protestas de Flint.
-¡Qué pasa si te sorprenden mientras lo haces! Yo podría acercarme dando palmas y tu no podrías hacer nada. ¿Crees que ellos serán tan escandalosos?-
Había aprendido que era inútil preguntar quiénes eran ellos, pero aún así…
-¿Queréis decirme quiénes son ellos? De paso no estaría mal que me contaseis de qué va todo esto y qué era ese fuego negro que quemó la hacienda.
-Cállate. Ahora no tenemos tiempo-
La misma respuesta de siempre. Empezaba a estar cansado, pero conocía bien a Munin para saber cuando dejar de insistir.
-.Al menos deja que te acompañe. Puedo ayudarte en cualquier cosa que estés haciendo. -
-He dicho que no. Puede que tengas la mayor capacidad para la magia que haya visto nunca, pero aún no posees la habilidad, ni la disciplina necesarias.-
-Despierta Radhell-
-¿Ya me toca la guardia?-
-No. Has de partir a la costa, sigue el camino, pero no vayas por él. Viaja de noche siempre. No confíes en nadie, no utilices tu nombre ni menciones los nuestros. Cuando llegues a un puerto, toma el primer barco hacía poniente. En las alforjas te he dejado varias monedas de oro, servirán para comprar el pasaje y para vivir durante un tiempo, pero no las despilfarres.-
-Pero, ¿Y vosotros?-
-Flint y yo despistaremos a los que nos persiguen. Querría que él fuese contigo, los dioses saben lo que necesitas protección, pero ha insistido en quedarse y cree que es mejor que tú vayas sólo. Tal vez tenga razón.-
-No lo entiendo. ¿Quiénes son ellos? ¿Por qué nos persiguen?...-
-Ahora no puedo contestar todo eso. Pero puedo devolverte los recuerdos. No será inmediato, cada día recordarás un poco, cosas, sensaciones, te parecerán extrañas o incoherentes. Tú deberás juntar las piezas, en eso no puedo ayudarte.-
-¿Recordar? ¿De qué estás hablando?-
-Lo siento chico. Siento mucho todo lo que te hecho pasar, pero quiero que recuerdes que siempre te he querido como a un hijo. Hice lo que hice porque debía hacerlo. Espero que algún día lo comprendas y puedas perdonar a este pobre viejo-
-Pero Munin….-
Las palabras no llegan a salir de mi boca. Coge mi cabeza con sus manos y de repente siento que mi conciencia se quiebra en mil pedazos. Un bombardeo continuo de imágenes inconexas pasa ante mis ojos. El dolor es insoportable. Los últimos resquicios de mi pensamiento coherente me empujan a apartarme de su presa, pero mis miembros no responden y sólo una pregunta golpea mi mente ¿Por qué?
-Lo siento mucho chico. De verdad que lo siento. Vamos Flint, acabemos con esto de una vez.-
Sus voces me llegan desde el confín de los tiempos, casi no puedo identificar quienes son, mis sentidos están embotados, mi conciencia pende de un fino hilo tan frágil como una rama seca.
-¿Es prudente dejarlo en este estado?-
-No te preocupes. En poco tiempo podrá andar-
-Le echaré de menos.-
Cabalgo hasta la entrada de las murallas de la ciudad. Es la primera vez que veo una, aunque por otra parte, de alguna manera sé que ya he estado en otras ciudades en otros sitios, en otra vida.
-Alto. Nombre y procedencia-
Curiosas preguntas. Hace dos días podría haberlas contestado sin vacilar, ahora ni siquiera estoy seguro.
-Hertyr y vengo de del Yermo-
-No pareces del Yermo, en fin, otro paleto de más no se notará.-
-¿Dónde puedo conseguir un pasaje para poniente?-
-Ve a los muelles, allí pregunta por el prefecto de comercio. Él te indicará qué barcos van a poniente y los que admiten pasaje-
-Gracias.-
Guío a mi caballo con las rodillas hasta el interior. Su trotar cansino refleja mi estado de ánimo. He perdido a la única familia que he conocido y parto hacia un destino incierto en una tierra desconocida, en busca de un pasado que no sabía que había perdido, en busca de unos orígenes que desconocía, con mi cabeza llena de imágenes y sensaciones vividas que no recuerdo ni puedo situar. Sólo con la esperanza de encontrar respuestas a mis preguntas.
-Cuidad de él. Es un chico muy especial-
El muchacho no comprende lo que está pasando, pero el miedo le atenaza la voz y sólo puede mirar a la dama mientras las lágrimas le recorren el rostro.
-Más de lo que podamos imaginar todos nosotros, me temo…-
Lady Fionna se arrodilla sobre el muchacho mientras lo acaricia canta en una lengua desconocida y antigua, que parece calmarlo.
-Mi pequeño…-
-Hemos de partir ya, mi Señora-
-Lo sé. Protegedlo Munin-
El hombre se retira la capucha de la cabeza, mientras se arrodilla ante el niño y lady Fionna.
-Lo cuidaré como si fuese mi hijo, mi Señora. Os prometo que algún día sabrá quién es. Pero por ahora…-
Sus manos cogen la cabeza del muchacho y la giran para enfrentar su mirada.
-OLVIDA…-