Turcos Seljucidas
(Sunni Islam Bárbaro Nación Abierta)
Osman, Sultán de los Territorios del Este, Gran Jefe de los Turcos, Señor de Todas las Estepas.
Diplomacia: Scythia (PT), Chorasmia (PT), Samarkhand (F):
Tras el desastre de la "Batalla de Ghuzz" el temido ejército del sultanato estaba herido en su orgullo. Sabedor el Gran Sultán Osman de la presencia en las cercanías de los límites de su Imperio de la horda nómada de Saraba, sus acciones durante los últimos años del siglo XI de la era vulgar estuvieron destinadas a fortalecer las capacidades defensivas de sus regiones y ciudades, reservando alimentos tras los círculos amurallados con el fin de resistir mejor los asedios o aumentando el número de unidades que componían las milicias en las grandes urbes.
Las otras acciones defensivas del sultanato consistían en ataques preventivos sobre las regiones esteparias cercanas a sus fronteras para evitar el surgimiento de nuevas migraciones nómadas, así como el enriquecimiento del ya de por sí enorme ejército de su enemigo, el guerrero Tukeban Khan. Con tal objetivo se destinó al gran Tughrul-Beg, quien viajó acompañado por los generales Basut y Mir Said hasta la norteña región de Khirgiz donde, tras conquistar y saquear la región, pasó metódicamente a cuchillo a todos sus habitantes. Hombres, mujeres, niños... los mejores guerreros de la región se habían ido con Tukeban, así que el ejército del Príncipe Tughrul apenas sí sumó un total de 50 bajas, casi todas producidas durante los saqueos y las violaciones.
Mientras su ejército se daba a los pillajes, el Príncipe recibió las noticias de la desgraciada muerte del heredero Masud, el famoso padre del Gran Ulema. Convertido en heredero al sultanato, el Príncipe no podía abandonar su misión de limpieza en el norte para hacerse cargo de la pesada burocracia, de modo que, tras celebrar su nombramiento con una enorme borrachera de tres días, tomó de nuevo el mando del ejército y tras el genocidio de Khirguiz lo encaminó hasta la vecina región de Ob, con la pretensión de hacer allí lo mismo; por fortuna para sus habitantes, las amenazas de Tukeban habían calado entre ellos y la habían abandonado siguiendo al Khan en su huida hacia el lejano Este. Al encontrar una región deshabitada, el Príncipe Heredero quedó acampado allí sin más incidencias que la muerte causada por una enfermedad de las estepas del General Basut; Tughrul Beg permaneció atento a las órdenes del Sultán, pero estas habrían de llegar demasiado tarde.
El buen Príncipe Masud, padre del gran Acima y heredero al trono, había sido situado al frente de la administración en tanto el Gran Sultán Osman cabalgaba frente a sus tropas buscando el enfrentamiento contra Tukeban Khan. Quiso el Señor del Universo y del Tiempo llevárselo del mundo durante el año 1096 de la era vulgar, tras unos fuertes dolores en el pecho que lo sumieron en el sueño definitivo. Aunque el nombramiento del Príncipe Tughrul-Beg como nuevo heredero fue inmediato, el gran guerrero no podía dejar sus tareas en el norte para ocupar el puesto de Masud. A partir del año 1098, la falta de un timonel al control del rumbo del sultanato y la gestión de sus financias se hizo notar terriblemente: las provincias de Scythia, Chorasmia y Balkash se rebelaron, hartas de pagar impuestos sin recibir las contraprestaciones prometidas. El caso de Scythia fue particularmente doloroso para el Sultán, informado del asunto desde los campamentos móviles de su gran ejército: a esa región se había enviado toda suerte de misioneros y diplomáticos, logrando mejorar meses atrás las relaciones con sus líderes y el alcance de los tratados entre región y sultanato. Los misioneros hubieron de regresar sin mayores contratiempos cuando descubrieron que sus informes estaban obsoletos pues la región ya era, desde tiempo atrás, de confesión sunnita. Pues bien, ahora, a causa de la muerte inesperada de Masud, todos los esfuerzos diplomáticos habían ido al traste.
Poco después de recibir las noticias de las rebeliones, el Príncipe Tughrul-Beg dejó al general Mir Said al cargo de las tropas en Ob para poder viajar al sur con la intención de sofocar las revueltas. Sin muchos problemas ocupó Scythia, y aunque en Chorasmia se topó con un enorme movimiento popular contra el sultanato –más organizado de lo que nunca hubiera imaginado y que había movilizado a más de 12.000 hombres en armas–, tras perder unos 1.000 soldados (que fue un duro precio a pagar) finalmente aplacó la rebelión e hizo despedazar a los dirigentes, dando de comer sus restos a los perros de guerra. Ambas regiones fueron sometidas al fin.
Y mientras todo esto sucedía, el Gran Sultán Osman, antes de hacerse cargo del control del ejército principal del sultanato ya había viajado hasta la hermosa Samarkhand donde, con ayuda de una boda concertada que a todos agradaba, y unos cuantos regalos bien seleccionados, logró que finalmente la ciudad se incorporase de pleno al corpus del sultanato.
Una vez cerrado el importantísimo tema diplomático pudo hacerse a los caminos al fin junto al orgulloso ejército turco, situando su campamento en la región central de Otarsh con la intención de poder moverse con rapidez hacia allí donde apareciera su enemigo Tukeban Khan. Osman rezaba al Señor del Mundo porque aquel guerrero de las estepas le hiciera frente al fin, ahora que tenía a sus órdenes al cuerpo principal del ejército y que los turcos lo esperaban, preparados y alerta, lejos de las condiciones de sorpresa y desconcierto en que fueran vencidos por una horda nómada pocos años atrás en la "Batalla de Ghuzz".
Y el Señor del Universo, cuyo devenir es siempre desconcertante, tuvo a bien cumplir parcialmente con sus deseos. Y aunque entrado ya el año 1099 de la era vulgar su enemigo Tukeban Khan se encontraba ya lejos, asentando con cuidado a los suyos en las tierras de oriente, una horda nómada entraba en la región de Kashgar, ligada al sultanato por toda una suerte de acuerdos secretos.
El Sultán Osman reaccionó al instante, aún sin saber que aquella horda no era la de su enemigo Tukeban. El enorme ejército Turco del Sultán, compuesto por más de 17.000 guerreros escogidos entre los mejores de todo el sultanato, se movió con rapidez avanzando por la región de Ferghana y cruzando las montañas del sur para llegar cerca ya del invierno a Kashgar.
"Las Llanuras de Kashgar", donde Osman situó el campamento, eran amplias y llanas, un terreno perfecto para las maniobras de caballerías bien adiestradas. Osman fijó el campamento en la linde de unas montañas bajas, con el fin de protegerlo en una posición alta, e hizo formar a su ejército todas las mañanas durante casi una semana en las faldas de las mismas montañas. Finalmente, el sexto día, la marea de la horda comenzó a llenar la llanura casi por completo... y el Sultán quedó asombrado al contemplar el tamaño y alcance de la misma.
Aquella horda, para empezar, no era la horda de su enemigo Tukeban. Alguno de sus hombres más veteranos identificó la forma de los estandartes y el aspecto de los hombres de a pie, pertenecientes a la horda nómada de Gaochan que muchos años atrás había sido expulsada hacia el Este gracias a las amenazas del sultanato. Así, después de que aquellos nómadas de piel amarilleada hicieran un largo y difícil tránsito por todo oriente, los hombres de Kemal Khan regresaban al principio de todas las cosas, a las tierras ocupadas por los mismos hombres que años atrás los habían empujado hacia el Este.
Cuando Osman contempla la casi incomprensible marea humana que ha ocupado "Las Llanuras de Kashgar" ya es demasiado tarde para retirarse. De todos modos, como sabe bien todo su ejército, desde el primero de sus mandos hasta el último de los auxiliares, el Gran Sultán Osman jamás se retiraría ante una batalla campal en buenas condiciones al frente de lo más granado del ejército Turco, ni aun cuando su enemigo fueran todas las hordas del infierno unidas. En el momento en que la enorme horda de Kemal Khan ofrece aspecto de estar medianamente formada en orden de batalla, Osman desenvaina su largo y curvado sable y, dando un terrible alarido, ordena a sus tropas cargar contra los más de 75.000 hombres de la horda.
Pese a la clara inferioridad numérica, el ejército turco demuestra en Kashgar el por qué de su fama y los motivos de que sea temido en todo el mundo. Los jinetes turcos, rodeados en todas direcciones por incontables manos y metales nómadas, agitaban sus armas como abanicos chinos, cercenando y lacerando casi incansablemente y llevándose enemigos por delante con una facilidad pasmosa. Kemal Khan, sin poder contener el ímpetu de sus propias tropas comprendió, conforme su horda iba haciéndose con el control de la situación por pura fuerza de su superioridad numérica, lo costoso en pérdidas humanas que iba a resultarle vencer en aquella batalla. Sólo cuando las pérdidas en las filas turcas eran ya mucho más que inasumibles, el Gran Sultán, quien había combatido al frente de sus hombres desde el inicio del combate, cinco horas atrás, ordenó la retirada.
A finales del año de 1099 de la era vulgar los turcos del ejército del Gran Sultán Osman se replegaban hacia su campamento, vencidos en la batalla pero con su honor recuperado y sus ansias de sangre nómada más fuertes que nunca. Sin poder hacer un recuento claro de bajas, o reagrupar a las muchas tropas desgajadas del grupo principal hasta que entrara el nuevo año, el ejército del Sultán había perdido más de 13.000 guerreros entre muertos, heridos y desaparecidos.
Los nómadas de Gaochán habían tenido aún más bajas. En las mismas circunstancias de confusión, y sin poder iniciar el reagrupamiento de tropas, más de 16.000 hombres habían muerto o desaparecido.
Pero Kemal Khan sabía una cosa más allá de toda duda: aquel día, en las Llanuras de Kashgar, Gaochán había vencido.