Autor Tema: Relato Atlante 2. Autor  (Leído 2606 veces)

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Karnak

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Relato Atlante 2. Autor
« en: 21 de Noviembre de 2005, 07:23:33 pm »

   
     Anferes se desplazaba cuidadosamente por las ruinas de la ciudad. Esta era enorme, de una proporción como el mundo no había visto desde hacía siglos. Su objetivo era el templo, el lugar más sagrado de la urbe, según antiguos manuscritos en el se hallaba el afamado Báculo de Msina ,un arma de un poder sin igual. La destrucción había sido totalmente inesperada, la mayor parte de los edificios se encontraban aún en pie y los cadáveres se apiñaban en las zonas donde se habían encontrado reunidos.
   Después de atravesar una larga avenida guardada por estatuas de antiguos guerreros pudo ver ante el su objetivo. El edificio era soberbio, un cuadrado perfecto en cuyo centro se alzaba una cúpula semicircular. Todo el frontal se encontraba decorado con escenas del culto de este antiguo pueblo y con un simple vistazo pudo apreciar porque estos seres eran tan odiados y temidos. Aún en este tiempo su recuerdo se encontraba grabado de manera indeleble en la mayoría de las razas en forma de leyendas y canciones. El friso representaba a una larga columna de gente de todas las razas conocidas (enanos, elfos, humanos, orcos y demás) todos atados con pesadas cadenas, mientras a los laterales unos entes de apariencia humana embozados fustigaban sin cesar con látigos a estos pobres prisioneros. En el cielo unos seres con alas de murciélago, manos y pies terminados en garras y una gran cornamenta de carnero que les sobresalía del cráneo caían sobre las espaldas de sus victimas, sin embargo lo peor era su rostro, ya que este era deforme y sin rasgos concretos, solamente en una cosa se parecían todos ellos y era en sus ojos que transmitían una gran malignidad. Al final de la columna de prisioneros había una representación del templo, el parecido era magistral y la sensación que transmitía era que a pesar de los horrores del exterior lo peor se encontraba en su interior.
   Anferes penetró  en el templo a través de los grandes portones que antiguamente lo custodiaban pero que ahora se encontraban abiertos de par en par. Al entrar tuvo la sensación que todos los ojos de las paredes le observaban, tanto de victimas como de verdugos, y no pudo evitar un escalofrió a pesar de saber que era totalmente imposible.
   El interior del templo estaba formado por un mar de columnas que parecían no tener fin.. Lentamente y notando cada vez un mayor desasosiego Anferes avanzó. No se sabe si por la impresión que producía el lugar o por alguna otra causa, la marcha la realizaba con todo tipo de precauciones ocultándose entre las columnas y observando antes de dirigirse a la siguiente. Esta forma de avanzar seguramente le salvó la vida ya que en un recodo pudo ver una figura inmóvil. En un primer momento la confundió con una columna caída pero una comprobación adicional le permitió reconocerla como una gran sierpe. Lentamente comenzó a rodearla mientras con cuidado comenzaba a concentrar sus poderes.
   No se sabe que sentido hizo que la serpiente volviese a la vida y alzase su rostro hacía el, pero Anferes no se detuvo en averiguarlo y con su poder formó una lanza de puro hielo que lanzó con un gesto hacia el cuerpo de su rival. Un aullido como un chirrido salió de la boca del monstruo herido que intentó abalanzarse sobre él;, por suerte la lanza de hielo la mantenía fuertemente clavada al suelo por lo que su intento fue infructuoso ya que quedó corto. Anferes se alejó con rapidez ya que sabía que la lanza no duraría mucho y esperaba haber terminado antes de que esto sucediese, ya que debía reservar sus poderes por si surgían otras sorpresas.
   Los gritos de la serpiente le seguían mientras continuaba su camino, ya sin ningún rastro de prudencia, ya que el momento del sigilo había pasado. Después de unos momentos que le parecieron eternos vio ante él su objetivo, justo bajo el centro de la cúpula se alzaba un altar y clavada en su centro una larga vara de la que emanaba un rayo de luz. Rápidamente se dirigió hacia ella, pero cuando se encontraba ya a pocos metros sintió un fuerte dolor en la pierna. Al bajar la mirada pudo ver la causa, una pequeña y alargada serpiente había surgido de unos agujeros circulares que surcaban el suelo y le había mordido. El dolor era espantoso, el ser aunque pequeño tenía un gran numero de dientes, todos ellos afilados. Con un golpe seco de su vara consiguió apartarla de él, pero para su desesperación, vio que había infinidad de estos agujeros en la sala y de ellos surgían cada vez más de estas serpientes.
   Con rapidez, Anferes comenzó a lanzar ráfagas de agua a gran velocidad contra sus oponentes. Toda serpiente alcanzada por ellas era arrojada con gran fuerza contra alguna de las columnas donde era aplastada, sin embargo eran demasiadas, y poco a poco empezaron a rodearlo. Recibió dos nuevos y dolorosos mordiscos y su sangre empezó a teñir el agua de rojo. Con sus últimas fuerzas decidió jugárselo todo a una sola carta, concentrando una fuerte ráfaga de agua a sus espaldas se vio impulsado con fuerza hacia delante. El impacto fue tremendo y por un momento parecía que iba a perder la conciencia, concentrando los últimos jirones de su voluntad se alzó lentamente. Al parecer su plan había dado resultado y se encontraba junto al altar, sin embargo después de la sorpresa inicial, sus contrincantes parecían totalmente decididas a acabar el trabajo. Mirando rápidamente a su alrededor pudo ver que lo tenían totalmente rodeado, ningún resquicio se podía ver por donde huir. Con rapidez cogió aquello por lo que había venido aquí, nada más tenerlo entre sus manos pudo sentir su poder que parecía llenarlo como si no hubiese sido hasta entonces más que recipiente medio vacío. Podía pensar con mayor claridad que nunca antes y supo que sus poderes de hechicería eran ahora mucho mayores. Sin importarle que las serpientes siguiesen avanzando busco aquel punto en su interior donde se encontraba su el poder y llamándolo este respondió con fuerza permitiéndole realizar un nuevo y más poderoso conjuro.
   Ante su vista el agua empezó a alejarse rápidamente de el hasta formar una circunferencia de aire a su alrededor, por todos lados las serpientes caían  y se retorcían en el suelo ya que al ser criaturas marinas no sabían como desplazarse por el suelo.
              Anferes empezó a correr entre ellas esquivándolas con facilidad y poco tiempo después logró alcanzar la puerta del templo y salir de el.
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.