Autor Tema: RELATOS - CONCURSO 3ª EDICION (postear solo los relatos)  (Leído 8300 veces)

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Moderno

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Re: RELATOS - CONCURSO 3ª EDICION (postear solo los relatos)
« Respuesta #15 en: 14 de Octubre de 2004, 05:41:50 pm »
Bueno, aqui va el mio. No he leido aun ninguno y seguro que es el peor. Pero me hacia ilusion presentar algo. Suerte a todos.

UN NUEVO LINAJE


El por que, y el como, Meldar cambio de nombre es algo, que si bien el conocía, pensaba que no merecía. Cada vez que cuenta la historia añade uno o dos matices que ya no se sabe son fruto del recuerdo o de su imaginación. Pero la realidad es que es una historia que merece ser contada.

A veces, lo que para el resto podría ser una mala decisión, se termina por convertir en una de las mayores hazañas. Pero es necesario conocer las peculiares características de Meldar para entenderle.

Desde pequeño Meldar era un enano de notable cabezonería, incluso para la media de los enanos, y gran corpulencia. Incluso de pequeño su altura superaba, y algo mas, a la de todos sus compañeros de clase. Eso si, cuando alguno de sus compañeros le insinuaba que si se ponía de puntillas podría parecer un larguirucho ya se encargaba Meldar de que dicha frase no se volviera a repetir. Una “amistosa” charla detrás de unos matorrales, lejos de miradas inoportunas, daba siempre el mismo resultado. El silencio mas absoluto del que había ofendido a Meldar y una tendencia moverse con mas dificultad durante algunos días.

Meldar era hijo de nobles. Su madre murió en un difícil parto en el que dio a luz a dos de los Enanos mas conocidos del reino de de los Khazâd-Dawi. El nombre de su hermano era Gildor y su oscuridad llego en la triste batalla del desfiladero que ahora lleva su nombre, pero eso es otra historia. El padre de ambos, Dorkâ Puño Encendido, tuvo que criarlos sin la compañía de su amada. Siempre dijo que el día del nacimiento de sus hijos fue el día más feliz y más triste de su vida.

Pero nuestra historia no es por ello triste. Meldar y Gildor tuvieron una infancia que mas de uno hubiera deseado. Su padre cumplía a la perfección la doble labor de padre y madre. De mayores muchas veces se reían recordando a su padre intentando enséñales a cocinar pan de los enanos. El recuerdo de Dorkâ con delantal, delante de un horno, lleno de harina de pies a la cabeza, y sus dos hijos tirados por el suelo mientras lloraban de risa, era algo que Dorkâ siempre hubiera preferido se hubiese mantenido en la intimidad de la familia.

Solo quien conocía bien a los dos hermanos era capaz de encontrar algún rasgo en común entre ellos. El tamaño de Meldar era lo primero que marcaba la diferencia. Y el hecho que de pequeños siempre fuese Gildor el que montaba a horcajadas sobre Meldar era una de las otras. Sus profesores también encontraron mas de una diferencia, sobre todo por que la silla de Meldar tenia una peculiar tendencia a mantenerse vacía, sobre todo en fechas de exámenes.

Aunque la historia de los dos hermanos merecería también la pena ser contada es de Meldar quien trata esta. Su padre, con gran esfuerzo bien lo sabe el, consiguió que Meldar terminara sus estudios, y tras la incorporación de Gildor en la academia de oficiales del ejercito, fue quien se encargo de dirigir sus tierras, minas y haciendas.

Para sorpresa de Dorkâ su hijo mostró durante este período una sorprendente cualidad a la hora de controlar a sus peones y mineros. Su extraña forma de conseguirlo fue algo que a Dorkâ no le importó. Meldar era capaz de dejar a un enano con varios huesos rotos tras lo que el llamaba “un toque de atención”, y por otro lado también se desvivía por ayudarles en todo lo que pudiera. Era normal ver por las tardes tras su trabajo a Meldar ayudando a sus empleados en sus casas con trabajos que casi ningún hijo de noble haría.

Todos sabía que Meldar no permitía que nadie intentara tomarle las  barbas  y que de intentarlo el resultado podría ser demoledor, en el sentido literal de la palabra, para el incauto que lo hubiera intentado. Pero también sabían que si necesitaban ayuda era el primero a quien debían dirigirse.

Cuando llego la hora de la oscuridad de Dorkâ su hijo Meldar se encontraba a su lado y la luz se le fue con la alegría de haber hecho de sus dos hijos grandes enanos.  Bueno, la verdad es que había uno mas grande que otro, pero como sabemos es un tema que no debemos recalcar con demasiada insistencia.

El tiempo hizo que Meldar y Gildor se hicieran famosos y respetados entre su pueblo. Gildor comandaba el recién formado ejercito del reino de los Dos Enanos y Meldar mejoraba la producción de todas las minas que su padre la había legado.  

Los territorios de su padre fueron durante mucho tiempo fronterizos y el contacto con Orcos u otras bestias que por allí moraban hicieron que Meldar fuese adquiriendo unas curiosas dotes militares. Descubrió que los movimientos envolventes, los flancos, la retaguardia y demás conceptos de la táctica tradicional estaban muy bien para aquellos que pudieran sacar provecho de ello. Pero este no era su caso. Por algún extraño motivo, cuando el capitaneaba una incursión de limpieza en los alrededores nunca encontraban la derrota. Algún estudioso de tácticas dijo que Meldar usaba a sus soldados como los hombres usan la caballería. Sus ataques frontales eran demoledores y rompían las defensas de cualquier enemigo.  Cuando un enano luchaba al lado de Meldar parecía que su fuerza se duplicaba y teniendo a Meldar a su lado siempre se encontraban seguros.

Cuando Gildor calló, en el ahora conocido como el desfiladero de Gildor-Dum, Meldar decidió que allí no debería volver a morir un solo enano y levanto, usando la fortuna familiar, una de las mas imponentes fortalezas que ahora defienden el reino.

El buen uzbad Kabol Hacha de Piedra, Dawi-Khuzûd-Uzbad, Rik-Dal-A-Redel, o como el lengua común se diría Señor del Reino de los Dos Enanos escuchó la historia de Meldar, sus hazañas, y su fortaleza, e hizo llamarle para ofrecerle ocupar el puesto de su hermano.

Meldar no tenia muy claro si eso de ser general iba mucho con el, pero como su padre le decía “Mejor no lleves la contraria a un Rey o acabaras plantando cebollinos en cualquier granja de una sórdida llanura”. El caso es que Meldar obtuvo el titulo de general y continuo la labor de su hermano.

Meldar no había sido nunca un gran estratega. Si bien tenia éxito en sus misiones y sus soldados estaba claro le apreciaban nunca se sintió del todo cómodo en el puesto. Por ello decidió, de vez en cuando, dejar el ejercito en manos que consideraba el mas capacitadas y emprender esporádicas exploraciones por terrenos lejanos y desconocidos. Su amigo Keldar, un explorador de renombre, le enseño los secretos de su profesión y en esta actividad encontró Meldar uno de sus mas entretenidos pasatiempos.

Y en este punto, mientras realizaba una de estas exploraciones por orden del Rey, por fin llegamos al momento que hizo cambiar el nombre de Meldar. Mejor que narrarla usaré la palabras que el propio Meldar utilizo cuando narro su peripecia a Kabol a su regreso a la ciudad de Karad-Zorn, y que fueron recogidas fielmente por el escriba real en el tercer volumen, tomo 17, capitulo 347 de las crónicas del buen Uzbad.


-Hospital de palacio. Ciclo 9, periodo admin.-

Mi buen Uzbad, perdone que no me levante, pero como verá las enfermeras no me lo permiten.

No se como pero creo que la historia de mi enfrentamiento con el dragón ha llegado antes que yo y creo que algo exageradas. No se como lech…, perdón mi buen Uzbad, narices ha pasado. Pero si lo de las trompetas a mi llegada ya era una exageración, lo mi imagen en oro y con el dragón en la puerta de la ciudad es demasiado. ¡Si hasta parezco mas alto que el dragón!.  

Bueno, creo que quiere saber que ha pasado y creo que lo mejor es que aclaremos esto lo antes posible.

Sus ordenes fueron claras e intentaba cumplirlas. Efectivamente, como habíamos sospechado, las montañas estaban allí. Y por cierto, son preciosas.

 Una noche, y tras varios días de exploración en los que me deje llevar mas por mis pies que por otro sistema de orientación, acabe en una llanura entre las montañas.

Cuando desperté casi no me di cuenta. La belleza de esas montañas dejaría a cualquiera atontado un rato, y claro, que no advirtiera en el primer momento que era extraño que solo hubiera una nube, y que esta me tapara precisamente a mi, es algo que creo comprenderá. Tambien es cierto que los rugidos del dragón me podría haber avisado, pero espero que entienda que la noche anterior acampé tarde y no había cenado. Mis tripas suenan bastante fuertes cuando pasa eso.

Bueno, levante la vista y el bicho estaba allí tapándome el sol. El condenado era enorme. Creo que nunca había visto nada de ese tamaño que se moviera por si solo. Si algo me quedo claro es que el tipo listo que dijo que un Dragon Azul es el mas “pequeño” de todos esta claro que nunca ha tenido a uno delante. Se lo aseguro. ¡Era descomunal!. Si un Azul es así no se, ni quiero saber, como deben ser sus primos Blancos.

Lo peor no solo era eso, si no que el jodido era rápido. No se si hubiera podido salir corriendo, y mucho menos en ropa interior. Piense que me acababa de levantar.

Mire, me puse nerviosos, me vestí a toda velocidad y no se me ocurrió otra tontería que coger una flor y usar el sistema de “le ataco, no le ataco, le ataco…” para decidir que hacia. Mi padre siempre me decía que si no tienes tiempo la primera idea siempre es la mejor. Y esa fue la que se me vino a la cabeza.

El caso es que salio “le ataco”. Y menos mal que algo recordaba de mis clases de Alimañas, Bestias y Bichos. Estaba claro que sus garras y colmillos podrían destrozar a cualquiera y casi lo consigue. La cola del bicho no paraba de moverse y lo único que vi que parecía menos peligroso fueron sus alas.  Por eso cogí el martillo de Keldar, que todo sea dicho fue una suerte que partiera de viaje con el, y decidí intentar mantenerme en alguno de sus flancos tanto tiempo como pudiera y golpearle hasta que se diera por vencido o terminara con el.

La verdad es que no lo medite mucho, por que ahora que lo pienso creo que no se me ocurrió en ese momento que el que pudiera “terminar” allí fuera yo.

La explanada donde estábamos era preciosa, se lo aseguro, pero la verdad es que no es que fuera el mejor sitio para enfrentarse con la bestia. No encontré ni un arbusto, ni una roca y ni un árbol donde poder parapetarme o intentar conseguir una posición ventajosa.

El caso es que me lance como alma que persigue al diablo hacia el animal y creo que le dejé algo sorprendido en un principio. Si no me equivoco creo que pensó que tampoco le podría yo hacer mucho daño.

Tras mi primer golpe quedo claro que el dragón cambio de parecer, su rugido me lo dejo bastante clarito, y con un latigazo de su cola casi termina con migo cuando casi ni habíamos empezado.

Levantó el vuelo y se lanzo en picado contra mi una y otra vez, como esos pequeños pájaros que pescan en los ríos. Lo malo es que el pececito en ese caso era yo y me vi dando brincos de un lado a otro como un poseso intentando evitar sus acometidas.

Creo que se canso, por que al final decidió quedarse en el suelo. Ahí fue donde cometí mi primer error. Hasta el momento no me había rozado y al menos yo le había golpeado una primera vez, y le había cansado.

En tierra sus movimientos parecen mucho más lentos y torpes y un exceso de confianza me llevó a intentar golpearle en la cabeza con precipitación. El jubón de cuero me salvo de algo peor, pero sus garras cortan como cuchillas y me abrió tres cortes en el brazo que me hicieron perder más la concentración.

Fue un mal momento y la verdad es que tuve suerte de tropezar con algo y caerme al irme hacia atrás. Por que justo después de sus garras paso, por donde antes  estaba mi cabeza, su cola como un relámpago.

Todos dicen que tengo dura la cabeza, pero le aseguro que no tanto como para aguantar eso. No estaría aquí de no haberme caído, de eso estoy totalmente seguro.

La velocidad con la que lanzo su cola hacia mi le hizo que realizar un semi-giro que me dio algo de tiempo de reacción. Volví a levantarme y corrí a su costado. Durante un rato no intenté otra cosa que mantenerme allí mientras el pretendía hacerme un nuevo peinado.

Tras un rato que a mi se me hizo eterno recuperé algo las fuerzas y en una de sus dentelladas fallidas conseguí golpearle de nuevo en la cabeza. Y si mi cabeza es dura eso era puro granito. Hubiera tumbado a siete enanos en fila con ese golpe y el mal nacido aguanto de pie después de eso. Cuando vi que no caía pensé que había llegado mi final. Pero aunque no lo derribe el dragón había sentido el golpe.

Sus movimientos eran ahora más lentos e imprecisos y estaba claro que si no le había tumbado había faltado poco. Aprovechando el momento me acerque a una se sus alas y le volví a golpear con todas mis fuerzas.

No se imagina el salto y el rugido que metió el bicho. Creo que en esa zona donde le di deben tener  una piel mas suave y con mas nervios, por que su reacción fue como cuando a coges a un Orco y le atraviesas el pie con un clavo. Si, si, a ese salto histérico me refiero. Se alejo de mí y estuvo durante un rato dando vueltas rugidos y batiendo la otra ala durante un buen rato.

El caso es que creo que debió pensar que yo era poca comida para el y que le estaba costando demasiado conseguirla con lo que tras calmarse y mirarme de lejos durante unos minutos levanto el vuelo y se largo.

No le vi mas. Lo único que pude ver cuando de alejaba que su vuelo era extraño y que un par de veces acerco su cabeza para lamerse una de las alas.

Sabía que no podía quedarme allí. Pero claro, todos sabemos que los dragones suelen acumular oro e hice la segunda tontería del día.

Con la luz del día se veía claramente al fondo una gruta de grandes dimensiones que hasta ese momento no había visto. Estaba claro, sin contar el olor que note al acercarme, que era la guarida del dragón.

Y por segunda vez tuve suerte. Estaba llena de oro. Lo puse todo encima de mi capa de viaje y arrastrándolo me largue de allí tan rápido como pude. No me quedaba ni la más mínima gana de ver si regresaba.

No le negaré que la vuelta fue dura. El viajecito en eso que flota, y que a algún genio le ha dado por llamar barco, es algo que no le deseo a nadie. El resto del viaje poco tiene que contar, la verdad es que poca gloria creo yo que hay en verme medio desangrado arrastrando una pesada bolsa de oro por medio mundo.

Cuando andaba ya cerca de la ciudad ya me sorprendió que los niños se acercaran a mí y me gritaran “!!!Meldar Rompe Dragones¡¡¡”. Eso si cuando oí las trompetas y vi que en las puertas de las murallas había una imagen mía en oro con un dragón al lado creo que fue lo que terminó por vencerme.

A partir de ahí sabe usted mas que yo. Por lo que me han dicho las enfermeras me desplome como un saco de grava y lo único que recuerdo a partir de ahí es estar aquí siendo cuidado como, con perdón, si yo fuera el Rey

-Tomo 17, capitulo 347, volumen 3 –

Este es el relato que dio Meldar a Kabol del curioso acontecimiento que hizo cambiar su nombre de Meldar Puño Encendido a Meldar Rompe Dragones.

No todos los días un Enano consigue un nuevo nombre. La creación de un nuevo linaje es un honor que los poseedores de ella pocas veces reconocen.

Y aunque Meldar contó así su historia todos estamos seguros que demostró una valor muy superior a la de cualquiera.

Solo me queda decir: ¡Gloria y esperanza a Meldar Rompe Dragones, que sea larga su estirpe y su sangre sigua viva por muchas eras!.