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« en: 11 de Noviembre de 2006, 10:48:51 am »
Reverendo O'Sullivan
Después de desayunar, Sam O’Sullivan y su anfitrión, Peter Brown, acuden al garaje de éste último, y los dos sacerdotes se dirigen al domicilio del profesor Freeman.
El padre O’Sullivan, enfundado en un grueso abrigo para protegerse del frío de la mañana, aprovecha el trayecto para preguntar a su compañero las razones por las que estaba tan interesado en que se conocieran el sacerdote y el profesor.
- “Creí que sería buena idea.” – responde Peter – “Últimamente, las investigaciones de Freeman le estaban causando algunas inquietudes de orden moral. Aunque no entró en detalles en ningún momento, en repetidas ocasiones me consultó sobre temas doctrinales acerca del bien y del mal.”
- “Interesante. ¿Y no te dijo sobre qué estaba investigando?”
- “No. Y dado que sus consultas eran más bien espirituales, supuse que le vendría bien tratar sus problemas con un experto. Por eso te invité a venir. Pero ahora…”
Se produce un incómodo silencio en la conversación. El padre O’Sullivan, con los ojos cerrados, medita durante un momento, antes de concluir:
- “No me gusta nada este asunto. Tengo la impresión de que el tiempo apremia, si queremos que esto acabe felizmente. Puede que ya sea tarde.”
Al llegar a la residencia del profesor Freeman, y mientras esperan ser anunciados, el padre O’Sullivan se entretiene admirando la colección de extraños objetos que adornan las paredes y vitrinas. De vez en cuando, algo llama su atención, y el sacerdote lo contempla mientras emite gruñiditos de interés (“Humm… vaya… humm”), pero no hay nada en la decoración que le de alguna pista sobre la investigación del profesor.
Al fin, la señorita Sandy Freeman entra en la habitación. Peter se acerca a ella con los brazos extendidos, y una expresión de dolor en su rostro.
-“¡Mi querida niña! No sabes cuánto lo siento.”
El padre O’Sullivan espera a ser presentado.
-“Éste es Sam O’Sullivan, el sacerdote del que os hablé.”
-“Encantado de poder saludarla, señorita.” – dice el sacerdote, estrechando la mano de Sandy – “Aunque, por supuesto, desearía que las circunstancias hubieran sido distintas.”
Hechas las presentaciones, los tres se acomodan: Sandy y Peter en un sofá, con el sacerdote sosteniendo con ternura la mano de la joven, mientras que el padre O’Sullivan elige una silla cercana.
O’Sullivan deja que sea su compañero sacerdote el que haga las preguntas de rigor. Después de interesarse por el estado emocional de la joven, Peter pregunta a Sandy acerca de las circunstancias de la desaparición de su padre. Pero, por desgracia, la joven no puede dar ninguna información. Sandy no conoce ninguna razón por la que el profesor haya podido desaparecer, no tenía enemigos, ni problemas graves, que ella supiera. Al parecer, el profesor se esfumó en el aire sin más.
Al fin, y viendo que la conversación no lleva a ningún lado, el padre O’Sullivan interviene.
-“Señorita Freeman, está usted entre amigos. Tengo cierta experiencia en la resolución de casos… digamos “poco usuales”, y creo que éste es uno de ellos. Pero para poder ayudarla, necesito conocer en profundidad los detalles. Incluso los que usted pueda considerar triviales. Por favor, déjeme ayudarla a descubrir qué ha pasado con su padre.”
-“¡Pero yo no conozco en qué estaba trabajando mi padre!” – responde ella.
-“¿Y no hay nadie que pueda saberlo?”
-“No sé… tal vez el decano de la universidad. Él debería saber algo.”
Los sacerdotes se despiden de la muchacha, y Peter se entretiene un poco dándola ánimos.
-“No te preocupes, Sandy. Ya verás como pronto se soluciona todo.”
Al montar en el coche, el padre O’Sullivan mira fríamente a su compañero.
-“No deberías haberla dicho eso, Peter. Es posible que este asunto no acabe bien.”
-“Sandy necesitaba unas palabras de consuelo, Sam.” – responde Peter, con voz amarga – “Entonces, ¿vamos a la universidad?”
-“No. Yo voy a ir a la universidad. Tú vas a irte a tu casa, y no te vas a involucrar más en este asunto.”
-“¿Cómo?”
-“Haz lo que digo. Si me equivoco, y al final no es nada grave lo que ocurre, me disculparé contigo; pero si tengo razón… no quiero preocuparme por ti, además de por mi mismo.”