Corría a lo largo del pasillo. Sus pasos resonaban bajo la luz de lámparas de aceite y cristales de luz que iluminaban las paredes y el suelo con una claridad parecida a la del día. Aunque llevaba dos minutos recorriéndolo la verdad es que aún le quedaba un largo trecho para llegar a la Sala.
Sus cortas piernas no le permitían ir más rápido pero en su cabeza bullían multitud de ideas y la principal de ellas es que pronto daría el paso fundamental para cruzar esa línea que separaba a un miembro de su raza de la niñez a la madurez.
A Iglitilmi siempre le habían interesado multitud de campos y temas por lo que no había llegado a especializarse en ninguno y los años le habían relegado a ese grupo de individuos que por una u otra razón no lograban resultados que los avalaran como miembros de la sociedad. Algunos, con animo peyorativo, les llamaban "Los Orcos" pero en general casi todo el mundo les trataba con cordialidad y paternalismo, como a quien, aunque alcance los ciento cincuenta años, sigue siendo un niño. Pero hoy Iglitilmi dejaría de pertenecer a esa casta. Sería un ciudadano.
Las puertas de la Sala eran iguales a la otra media docena de Salas que ese día tenían acontecimientos parecidos en sus tareas y la madera roja labrada que indicaba su título: "Vigesimo Sexta Sala" enmarcaba su corta estatura.
Iglitilmi se sentó en uno de los enormes bancos que recorrían esa parte del pasillo y que aparecían vacios. Repaso una vez más sus notas, en apretada escritura y volvió a desordenarlas mientras buscaba tal o cual cifra. Una campanita le sacó de su ensimismamiento devolviéndole a la realidad y la puerta se abrió mientras una espigada criatura salía de la sala con un rollo de papeles bajo sus brazos. Iglitilmi no pudo contener una expresión de asombro al ver la cara de satisfación de su predecesor, un silfo con aire realmente belicoso.
Aún con la sorpresa en su rostro una voz pronunció su nombre con gran solemnidad y Iglitilmi entró en la sala circular y con gradas que se elevaban hasta casi ocho alturas y que aparecían llenas de silfos y gnomos. La primera grada estaba reservada al Comité y como tal aparecía llena de silfos y gnomos, los primeros, normalmente aburridos pero obligados por la Traducción del Par*, parecían entusiasmados por la anterior exposición y apenas le prestaron atención, mientras que los segundos parecían repasar notas, comentar en voz baja lo sucedido o simplemente mirarle con detenimiento.
El pedestal estaba situado en el centro de la sala y para subir al mismo eran necesarios tres escalones que por algún mecanismo aparecían o se ocultaban siempre que el interesado precisaba de sus servicios.
Iglitilmi tropezó con ellos y sus papeles estuvieron a punto de cubrir el suelo pero logró apretarlos contra su cuerpo mientras la intensidad de la luz en la sala comenzaba a menguar salvo en la parte central donde se hacía si cabe más intensa.
El gnomo se concentró, preparó su garganta dando un largo trago a la jarra de hidromiel, tosió un par de veces con rigor y para satisfación de los amantes del Ritual de Presentación** y comenzó a hablar.
En el inicio su exposición fue lenta y deliberadamente sencilla. Los días variaban en su duración. Las tormentas eran frecuentes. Los hielos eternos crujían con tal o cual sonido. Los murciélagos habían cambiado la regular estación de apareo***. Un dragón verde había aparecido en el sur. Los humanos de Unidos Estados habían presenciado el ataque de un dragón rojo. Los insectos poblaban los bosques. Y así toda una retahila de frases y declaraciones de hechos que aunque desperaban algún comentario en el Comité parecían disparos realizados al azar.
A medida que desgranaba esos hechos, reflejos de sus múltiples y nunca profundos intereses, Iglitilmi se permitió ir hilando una visión general de los mismos, la que él tenía, pero que sus congéneres, preocupados en sus especializados estudios parecían haber descuidado.
Para contentar a los amantes de las cifras y las estadísticas desgranó una serie de mediciones tales como velocidades de vientos, rutas de migración de aves o frecuencias de apareamiento de determinadas especies.
Al cabo de cinco horas parecía que el público y el Comité estaban bastante perdidos y unas molestas tosecillas procedían a interrumpirlo cada vez más frecuentemente. Así que Iglitilmi decidió que había llegado el momento de su conclusión.
"Es evidente por tanto una razón común, un motor, un engranaje general, que provoca estos fenómenos y es evidente también que hemos permanecido ciegos a las evidencias sin ver el bosque, mirando cada rama y cada tronco, pero sin una visión general que explique estos acontecimientos."
Los siguientes parrafos y acotaciones de su exposición fueron pocos, los necesarios para exponer su teoría y el resultado de sus estudios.
Cuando Iglitilmi salió de la Vigesimo Sexta Sala un clamor le siguió mientras unos preguntaban, otros increpaban y algunos permanecian un un meditiabundo silencio. Era un ciudadano. Un gnomo de pleno derecho. Y su el más importante de los estudios acaecidos en la última era le esperaba.
*Tradición del Par: desde la unión de silfos y gnomos ha existido la costumbre, hecha luego ley, de tener igual o parecido número de representantes en las cámaras, sean del tema que sean.
**Ritual de Presentación: hecho que permite pasar a un gnomo a ser un miembro de su sociedad de pleno derecho y que consiste en la exposición de un estudio o investigación ante un Comité.
***Apareo de Murciélagos: es conocida la regularidad del mismo y su coincidencia con la Estación de los Crujidos del gran glaciar.
