La guerra. En los habituales conflictos entre las ciudades griegas, casi todo obedecía a un ritual preestablecido que se repetía siempre de forma rutinaria. Las batallas entre las distintas ciudades griegas eran rápidas (apenas una mañana) y las campañas rara vez se prolongaban más allá de unas pocas semanas. No existían, por tanto, grandes problemas de avituallamiento, ni se precisaba una logística sofisticada. Las guerras solían tener lugar en el verano, justo antes de las cosechas. Así existía la posibilidad de conquistar las cosechas del enemigo, mientras las propias ya estaban aseguradas.
Se elegía el campo de batalla de mutuo acuerdo, de manera que no diera ventaja a ninguna de las partes. Antes de la batalla solían realizarse sacrificios a los dioses pidiendo de ellos apoyo, valor y fortuna en el combate. Luego ambas formaciones se colocaban una frente a otra y avanzaban, primero lentamente y luego a paso ligero. Se evitaba por todos los medios romper la formación, ni los escudos se separaban unos de otros. El ejército espartano avanzaba siempre en silencio y los únicos murmullos que salían de sus movimientos eran los producidos por las fricciones entre los escudos de bronce; este sonido casi insonoro, unido a la música austera de la flauta causaba una honda impresión en quienes no lo habían oído jamás. Era frecuente, en otras ciudades griegas, que el avance fuera acompañado por gritos de guerra, tambores y trompetas y salves a los dioses de la guerra.
Iniciado el combate, se trataba de que la totalidad de la falange presionara colectivamente. Las bajas producidas eran cubiertas con los soldados situados inmediatamente detrás. Los flancos estaban cerrados por tropas auxiliares (jabalineros, honderos) y se tendía solamente al ataque frontal. Las maniobras de envolvimiento y los ataques laterales apenas fueron utilizados. Se sabe, eso sí, que las falanges no avanzaban de manera completamente rectilínea. El peso del escudo, situado a la izquierda, les hacía adquirir una tendencia natural a avanzar hacia la derecha para compensar ese peso. Solamente existían dos posibilidades en la batalla. O bien se rompía el frente en el centro, o en los flancos. A medida que se perforaba el centro de la formación o una de sus alas, se trataba solamente de evitar que la brecha fuera taponada y conseguir una especie de efecto dominó en el cual el soldado enemigo muerto dejaba el flanco derecho de su compañero desprotegido y, a su vez, pasaba a ser vulnerable. Primero se combatía con la lanza y cuando la proximidad de las fuerzas enfrentadas la hacía inhábil para combatir, se desenfundaban las espadas que sobresalían entre las filas de escudos. La bajas podían llegar –y frecuentemente llegaban- al 15% de los efectivos entre los derrotados y al 5% entre los vencedores. Concluido el choque se construía un monumento a la batalla, habitualmente una torre de madera decorada con las armas y estandartes de los enemigos caídos. Mientras, ambas partes retiraban a sus muertos y realizaban sacrificios a los dioses.
No existen los ejércitos profesionales y permanentes. En caso de necesidad estos son reclutados en el momento. Solamente esparta mantiene una rígida disciplina militar entre sus habitantes masculinos, que se ve reflejada en la calidad de sus falanges. Los hoplitas (infantería pesada) son el núcleo de la falange. Está formada completamente por ciudadanos libres de la ciudad que cobran un sueldo diario simbólico y que deben comprarse sus propias armas, sustento y pagar el sueldo de sus escuderos o llevarse sus propios esclavos para que los atiendan en batalla. Servir en el ejército era un deber ciudadano y causa de mucha honra.
La caballería se fue incorporando progresivamente a la táctica falangista. La influencia de la caballería persa desde la batalla de Platea, hizo a los griegos incorporar jinetes al combate, si bien de manera poco importante. Nunca llegó la caballería a ser el elemento principal del ejército heleno, debido quizás a la escasez de pastos del paisaje griego, que no permitía mantener una cabaña caballar suficiente. Cuando se utilizaba, la caballería estaba dividida en tres cuerpos, llamados catafracta, griega y tarentina. Esta última era la más irregular y ligera, y se componía de arqueros o flecheros a caballo. La división cuantitativa no está clara: parece ser que existían tagmas de cuatrocientos caballos y drongos de dos mil, e ilas o escuadrones de sesenta y cuatro caballos al mando de un ilarca. Cuatro ilas componían la tarentinarquia, cuatro de estas la hiparquía o ephiparquia, y cuatro de éstas la epitagma de cuatro mil noventa y seis caballos, en correlación con la falange de infantería.