Merlín está eufórico. Las puertas han sido abiertas, delante suyo centenares de engendros se abren paso dentro de la ciudad mientras que otros tantos esperan frente a las puertas, incluso sus congéneres servidores están situados en las inmediaciones de las puertas dispuestos a penetrar a sangre y fuego en la ciudad.
Encima de las murallas aún algunos arqueros disparan sus proyectiles y aunque su deseo sería poder usar sus artes contra alguno de los héroes enemigos decide hacer uso de su bastón y empuñándolo entona las palabras necesarias para que de inmediato proyecte un terrible rayo de fuego que cruza rápidamente hacia un grupo de arqueros pero las almenas desvían parte del impacto y los arqueros sobreviven al infierno ardiente que el mago había proyectado.
Mientras tanto algo ocurre a su espalda. Unos gritos de alarma de un grupo de exploradores llama su atención, dando media vuelta mira hacia donde señalan los avezados exploradores que prepararon el ataque por sorpresa contra los nómadas humanas y ahora contra los minotauros.
A pocos centenares de metros unas figuras avanzan rápidamente armas en mano. Su movimiento no es fluido pero la distancia se acorta rápidamente y se trata al menos de doscientos soldados ¿una trampa quizás? pero lo que está claro es que un nuevo enemigo parece participar en la batalla.
Los doscientos atacantes se dividen en dos grupos iendo cada uno hacia un grupo de armas de asedio, Merlín observa como el general mismo secundado por unas pocas unidades sale a hacer frente al enemigo mientras los lanceros retrasados para cubrir posibles problemas deciden intervenir.
Aún así los No Muertos no parecen atemorizados y continúan su camino sin inmutarse porque enemigo se ponga frente a ellos.
En la ciudad sin embargo nada de eso importa, los pocos arqueros y armas de asedio no trabados en combate tratan de apuntar sus armas y disparar al enemigo. Los disparos de los minotauros, algunos obligados por lo dificil de apuntar a tanto enemigo, a hacer fuego sobre unidades un poco más lejanas son certeros y varias docenas de engendros caen abatidos.
Sin embargo el cuerpo a cuerpo es claramente favorable a los atacantes. Muchos minotauros mueren en el puesto pero sin lograr detener a las oleadas de atacantes que se abalanzan sobre ellos, sin embargo y aunque medio centenar largo de minotauros caen luchando cuerpo a cuerpo la mayoría de las bajas las llevan los arqueros que son expulsados, cuando no muertos, en los muros por los engendros, y las ballistas que tras las puertas deberían haber hecho llover una primera descarga sobre un enemigo demasiado rápido.
Ragnar, al pié de los muros, destroza a todo engendro que se le acerca, mientras sostiene el Estandarte del Cuervo, un mítico objeto de veneración de los minotauros que los ánima a enfrentar la batalla y aunque es obvio que los engendros han logrado forzar las puertas y corren por las calles enfrentándose a cuanto minotauro se encuentran los defensores conocen su ciudad y usan los callejones y calles para rodear a cuantos enemigos pueden y obligarles a defenderse de múltiples ataques.