Autor Tema: La Invasión de Drakonia  (Leído 27651 veces)

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Figor

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #45 en: 31 de Mayo de 2006, 02:39:07 pm »
Se puede saber cuanto queda de cada ejército?

Reptis I de Varania

dehm

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #46 en: 31 de Mayo de 2006, 02:50:13 pm »
Hombre... podaís poneros a contar unidades en el mapa... pero más o menos 20 unidades por un lado, 40 por otro.. más o menos.

dehm ::)
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Karnak

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #47 en: 31 de Mayo de 2006, 05:43:45 pm »

  Y las unidades raras que hay por ahí pululando a quien se las otorgamos?, a los Engendros-Servidores o al Minotauro?.

   Saludos
   Karnak. Gran Señor de la Horda.
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.

fartet

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #48 en: 31 de Mayo de 2006, 09:38:31 pm »
tambien habian "zombis", a no ser que hayan surjido mas "turistas" en viaje colectivo por la zona

dehm

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #49 en: 01 de Junio de 2006, 12:36:37 am »
El adarve estaba lleno de restos de proyectiles y cadáveres de minotauros. La zona había resultado muy castigada por los constantes lanzamientos de armas de asedio y arqueros de manera que a pesar de tener cuidado en pisar donde debía para no resbalar Oz apenas tenía enemigo alguno en docenas de metros.

Debajo suyo Ragnar combatía entre la torre y la muralla impidiendo el paso a los asaltantes mientras un poco más allá unas pocas unidades minotauros se preparaban para entrar en combate. La lucha estaba siendo muy violenta y a Oz no le cabía duda de que los defensores intentarían resistir más allá de toda esperanza de victoria.

Mientras avanzaba se permitió mirar de nuevo al llano donde las pocas armas de asedio supervivientes trataban en vano de rechazar a esos zombies que atacaban su retaguardia sin pasión ni cansancio en sus mortecinos rostros. Merlín, su compañero en las artes arcanas, se enfrentaba con valentía a un grupo de estos seres y gracias a su resistencia y la calidad de su armadura había salido bien librado del combate hasta ese momento.

Un grupo de zombies habían destrozado y dado muerte a los servidores de unas catapultas y el pánico parecía empezar a contagiarse al resto hasta el punto que Oz pudo ver como primero unos pocos hombres y finalmente todos ellos, a excepción de algún desesperado oficial, se daban a la fuga dejando sobre el campo de batalla sus catapultas y ballistas.

Al parecer no eran los únicos ojos que veían la situación ya que de improviso los arqueros de una de las torres de asedio aparecieron al pié de las mismas para emprender la huída, que no retirada, no se podía llamar así a arrojar las armas y correr hacia el horizonte, aunque con ello cayeran en manos de los zombies que no estaban combatiendo en esos momentos.

Los infantes que le acompañaban empezaban a titubear y las demás tropas servidoras parecían deseosas de retirarse ya de un combate contra un enemigo que nada les había hecho mientras que los rumores indicaban que los orcos campaban a sus anchas en sus antiguas ciudades y quien sabe que maldades estarían haciendo a la población. Muchos tenían familias en esas ciudades y otros estaban cansados de la sangrienta lucha.

Oz no podía permitir que su falta de visión de sus tropas provocara la retirada de su ejército pues en ese caso no tendría más remedio que ir con ellos para impedir que se desbarataran las últimas unidades del Imperio Servidor. Dando voces y gritos animó los corazones de todos aquellos que tenía cercanos y varios decidieron seguir combatiendo, ya fuera por confianza en su general o porque no tenían otra posibilidad.

Aún así una unidad de infantes que pugnaba en la muralla por abrirse paso comenzó a ceder y pronto no fue más que un disperso grupo de servidores intentando alcanzar las puertas de la ciudad. Si con ello salvaban la vidad todo era vano para alcanzarla pero a su espalda, y delante también, tenían a sendos engendros que no abrieron filas para dejarlos pasar de modo que los infantes quedaron atrapados aún sobre las murallas.

Y sin embargo Oz vió la situación con claridad, la mayoría de las tropas necesarias para el combate en la ciudad permanecían en sus posiciones y además si la lucha inclinaba a los hados de su lado, cosa que parecía probable por la diferencia numérica y de líderes de ambos ejércitos, pronto no habría que preocuparse de unos pocos huídos. La ciudad sería suya.

Así que cogiendo con renovadas fuerzas su bastón de mago comenzó a descender por unas escaleras a espaldas de la línea de frente decidido a poner fin a tal resistencia. En su otra mano una espada brillaba con malsano halo... una espada que mordía el acero más duro mejor que al cuero. La espada que debería matar al minotauro. A Ragnar.
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #50 en: 01 de Junio de 2006, 06:55:56 am »
Uyyyy, uyyyy, Jarl de Thule.... que Oz quiere matar a Ragnar.... verás tú....  :mf_swordfight:

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Javier

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #51 en: 01 de Junio de 2006, 01:58:27 pm »
Estos bichos y chachos son unas nenazas y unos cagados...
Si no son tres contra Ragnar y con juguetes mágicos no se atreven...
Ains, qué desilusión, ya no hay valientes que se atrevan con el uno a uno...

Un mugido indignado
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #52 en: 01 de Junio de 2006, 04:29:08 pm »
Bueno, tras dos noches esperando a que el nanodiox diese noticias nuevas sobre la batalla y como me aburría he ido picando esto...
A ver si sirve para que esta noche, de una vez, siga con la matanza...

El suelo embarrado hizo resbalar al agotado Leif, que cayó pesadamente al suelo entre los cadáveres que cubrían los alrededores de la muralla. Con esfuerzo se alzó una vez más, aprestando el maltrecho escudo y su mellada espada. Su cota de mallas había resistido bien los rigores del combate, únicamente había cedido en el hombro y en el faldón derechos y las heridas que había sufrido eran por fortuna leves, pero tanto su armadura como su ropa y sus armas estaban empapadas con la sangre de los numerosos engendros y servidores que habían perecido bajo su espada.

A su espalda una decena de exhaustos pero decididos Carls de Drakonia se afanaban por mantenerse a su altura, luchando contra los salvajes y odiados engendros que habían logrado cruzar las puertas de la ciudad en gran número y que se habían dispersado por la ciudad sembrando la muerte y la destrucción a su paso.

Un par de engendros y un servidor se lanzaron sobre el joven minotauro intentando aprovechar su caída, pero pese a su juventud el guerrero había pasado más tiempo en el campo de prácticas luchando con los viejos compañeros de armas de su padre del que muchos pasaban durmiendo toda su vida, y su espada danzó en el aire con una pericia y fuerza sorprendentes en alguien de su juventud mientras su escudo bloqueaba los ataques que le llovían encima.

Tras el primer intercambio de golpes la burda espada de uno de los engendros quedó trabada entre las maderas de su escudo sellando el destino de su portador. Con un poderoso golpe Leif cortó su cabeza y inutilizó el brazo derecho del engendro situado a la izquierda del muerto, para acto seguido lanzar un golpe bajo que cortó la pierna derecha del servidor mientras las espadas de éste rebotaban sobre su casco y su ausbergue de cota de mallas.

“Malditos seáis, monstruos del dehmonio...” gruñó Leif mientras clavaba profundamente su espada en el pecho del engendro superviviente, ignorando los débiles golpes que el monstruoso ser lanzaba con su brazo izquierdo. Cuando el monstruo dejó de debatirse usó su escudo para aplastar la faz del gimoteante servidor que intentaba contener inútilmente el río de sangre que manaba de su herida, y posando su pie en el pecho del engendró desembarazó con esfuerzo su acero del cuerpo del muerto.

“¡Thane! ¡Cuidado!” gritó súbitamente uno de los guerreros bajo su mando, intentando advertirle del ataque de nuevos engendros. Leif pivotó sobre su pierna derecha aprestando su escudo,desanimándose al ver el avance de una nueva veintena de engendros, que se lanzaron aullando sobre el joven noble y sus guerreros. Mas antes de poder descargar ni un solo golpe la mitad de ellos se desplomaron sobre el suelo, abatidos por una certera andanada de pesadas saetas que atravesaron sin dificultad la carne de los monstruos y las burdas armaduras con las que algunos de ellos se protegían.

Los engendros titubearon un instante antes de lanzarse sobre la nueva amenaza, una decena de arqueros protegidos por jubones de cuero curtido que empuñaban unos enormes arcos de metal con los que descargaron con precisión y rapidez nuevas lluvias de muerte sobre los monstruos invasores abatiéndolos a todos.
“Mi señor, por piedad, acudid raudo a la puerta” gritó preocupado el veterano guerrero que lideraba a los arqueros “los monstruos están rodeando al rey y a vuestro Thane, no podrán contenerlos durante mucho más tiempo...”

El joven norteño palideció al oir las nuevas y sin mirar atrás se lanzó a la carrera entre los escombros y los muertos con el corazón encogido por el miedo. Varios engendros se cruzaron en su camino, pero fueron abatidos por el joven sin que éste detuviera su carrera, y en breves minutos Leif llegó a la puerta y se encontró con una escena de pesadilla.
Los muertos atestaban la plaza de armas y se amontonaban en las bocacalles, la sangre y las vísceras cubrían el suelo y los gemidos y plegrarias de los heridos y los moribundos se oían por doquier, sin que el constante ruido del acero golpeando el acero lograse acallarlos.

Superados ampliamente en número los guerreros de Drakonia resistían las oleadas de engendros y servidores que intentaban romper sus muros de escudos en un desigual combate sin esperanza. Numerosos asaltantes caían bajos las espadas y hachas de los minotauros, mas siempre había nuevos engendros y servidores dispuestos a reemplazar a los caídos y cada vez que uno de los minotauros era abatido se abría un hueco en los muros de escudos que nadie podía cubrir.

Pero a pesar de lo desesperado de su situación los guerreros de Drakonia resistían sin retroceder un paso, enardecidos por el ejemplo que ofrecían su rey y el alto extranjero que había acudido del lejano oeste a ayudarlos en su hora más aciaga. Los cadáveres de engendros y servidores cubrían el suelo a los pies de Sigfried y Ragnar, y ante su valor y pericia con sus armas hasta los más salvajes de los engendros dudaban antes de atacarlos. Mas hasta estos dos temibles guerreros eran mortales, y el cansancio que empezaba a ralentizar sus movimientos y el gran número de sus enemigos que los atacaba sin tregua empezaba a hacerse notar.

La wyverna que servía de montura al rey de Drakonia golpeaba a diestra y siniestra con sus garras y su mortífero aguijón venenoso, y sus fauces astillaban sin esfuerzo los huesos de los monstruos que atrapaba, mas una de sus alas estaba prácticamente inutilizada por los numerosos golpes recibidos y sus costados se movían exageradamente con cada bocanada de aire que aspiraba, denotando el cansancio que empezaba a hacerse notar en el poderoso ser. Y su jinete no presentaba mejor aspecto. La cota de mallas reforzada que cubría sus piernas estaba irreconocible, desgarrada en tantos lugares que ya era poco más que un amasijo de anillas de metal comprimidas en los dos o tres lugares que aún no habían recibido impactos, y el pelaje rojo del rey estaba empapado con su sangre y con la de sus odiados enemigos, que tras haber exterminado a su guardia se disponían a acabar con la vida de Sigfried, dispuestos a pagar el terrible precio en vidas que tal hazaña les había costado y les costaría sin duda, ya que varios grupos de curtidos guerreros minotauros avanzaban desde las avenidas cercanas hacia su rey para protegerlo abríendose paso entre engendros y servidores en un combate despiadado y sin cuartel.

En el otro extremo de la plaza resistía impávido el Jarl de Thule, moviendo sus dos aceros en un torbellino mortal que a duras penas contenía a sus atacantes. A sus pies yacían los fieles camaradas que habían seguido sin dudar a su señor a estas tierras extrañas a luchar en una guerra sin esperanza defendiendo a sus hermanos perdidos hacía más de cien ciclos, caídos en defensa de su señor y la ciudad nombrada en honor al recordado reino de la tercera era sin retroceder ni un paso. Y a su alrededor los cadáveres de incontables engendros y servidores, en un número tal que sin duda los salones dorados de los dioses abrirían sus puertas de par en par esa noche para acoger a los héroes que habían realizado tales proezas en el campo de batalla emulando a los guerreros recordados con veneración en los relatos de la antigua Drakonia.

Y el más alto y poderoso de ellos se mantenía aún en pie, manteniendo a raya con su pericia y valor a un enorme y corpulento servidor armado con dos pesadas hachas de batalla y un engendro protegido con una extraña armadura que lideraban una horda de asaltantes sedientos de sangre. Unos pocos guerreros minotauros aguantaban cerca del Jarl, y desde las calles y tejados cercanos los arqueros disparaban sin tregua sobre la horda de asaltantes que avanzaba sobre la muralla haciendo retroceder a costa de enormes bajas a los escasos defensores que aún defendían los altos muros de la ciudad.

Finalmente los defensores de los muros cedieron ante el empuje de un gran servidor armado con una brillante espada cuyo filo abría sin dificultad las cotas de malla de los minotauros, y los asaltantes avanzaron sin oposición y tomaron las escaleras a la espalda de Ragnar, que se vio así copado con sus pocos seguidores y abrumado por todos lados por una marea de asaltantes.

Las espadas del Jarl abatieron a los primeros engendros en llegar a su altura, mas los monstruos no cedieron en su empuje y el alto guerrero se vio obligado a retroceder ante el empuje de los tres monstruosos líderes de los asaltantes que se abatieron sobre él deseosos de acabar con el guerrero que mantenía vivos los ánimos de los defensores.

El estandarte del cuervo cayó al ensangrentado suelo al perecer su portador y los minotauros ya cedían cuando con un rugido el joven noble que había acompañado a Ragnar al este se abatió sobre los engendros preso de la furia del combate segándolos a su paso y deteniendo momentáneamente su avance.

Las espadas seguían cantando su macabra melodía y ríos de sangre fluían mientras la batalla llegaba a su apogeo...

Un saludo
Javier
« Última modificación: 01 de Junio de 2006, 04:54:57 pm por dehm »
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #53 en: 01 de Junio de 2006, 06:07:09 pm »
Bueno vemos que Javier no tiene nada mejor que hacer que inventar batallitas,vaya ,ya podrias dejar de atacar a los que según tu son debiles e irte para tus tierras a plantar verde para que comas y te atragantes.No empiezes con el ...se los dije ,ya ves el caso que te hacemos y ademas que sepas que nuestras razas (engendro y servidora)moriran en la lucha ,los que huyan no mereceran llamarse ni engendros ni servidores,seguramente serán.... minotauros reconvertidos a nuestras razas.

Sotolp,Empereador Servidor por la simpatia de Dehm

Nota: No sé si tendrás mi simpatía pero mide los post... que es una batalla!! nada más.
« Última modificación: 01 de Junio de 2006, 06:56:17 pm por dehm »

Javier

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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #54 en: 01 de Junio de 2006, 07:10:35 pm »
Que deje de atacaros?????????????????
Estooooo... a ver... déjame que recuerde cómo iba la guerra.... ah, sí... el turno pasado atacasteis y tomasteis Nia y este turno asaltáis Drakonia...  :mf_swordfight: :KingIkthusiussCastle: :mf_swordfight:
Curiosa definición de "dejar de atacar" das a defenderse de un asalto...  :napoleon:

Sobre el relato, no pongo nada que no esté en el mapa o pase en éste o en el siguiente turno. Algo dramatizado y evidentemente poniendo bien a mis chicos, pero no querrás que encima os convierta a "los malos de la peli" en héores y os haga una foto bonita...
Si quieres hacer un relato con tu punto de vista adelante, te animo a ello, mayor riqueza tendrá el juego y mejor será la descripción de la batalla.

Un saludo
Javier
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #55 en: 02 de Junio de 2006, 01:41:55 am »
Ragnar observó estupefacto como Todolocuro volvía a sanar sus heridas, pero en esta ocasión no cortes o flechas sino terribles impactos de virotes de ballista. Los engendros, sabeedores de la posible debilidad del Sanador, deciden hacer fuego con sus arcos contra las ballistas destrozando dos grupos de ellas, y mermando así la capacidad defensiva de los minotauros.

Los arcos minotauros, dirigidos contra las unidades atacantes, y con mayor experiencia, aciertan sus blancos mayoritariamente logrando ahcer caer infantes y arqueros enemigos a números iguales.

Pero es el cuerpo a cuerpo donde la batalla es más sangrienta pues la marea de engendros lograr herir a Reigar y deshacer una unidad de infantes minotauros. Ragnar sigue soportando los ataques de Marduc cuyos torpes golpes logra desvíar pero Suarsenaje, además de una fuerza sin igual, maneja sus hachas con gran habilidad e hiere a Ragnar por dos veces con sus enormes hachas desgarrando la carne por debajo de la cota de mallas.

Ragnar aún así tiene tiempo para abrir el pecho de Marduc que cae al suelo exhalando el que debería ser su último aliento pero Todolocuro logra de nuevo imbuir en el engendro el álito de la vida.

Al otro lado de la ciudad Sigfrido mantiene su duelo contra Paxus y varias unidades. En esa zona la defensa es muy dificil pues hay pocos infantes pero aún así Sigfrido hiere a su oponente con claridad exigiendo un nuevo esfuerzo de Todolocuro. El aguijón es desviado por el escudo, tosco pero efectivo, de Paxus que sin embargo ve uno de sus miembros atrapado por las fauces de la serpiente.

Y mientras tanto un valiente grupo de infantes, en pequeño número, se abaten sobre los atacantes de Sigfrido dando muerte a varios de ellos.
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #56 en: 02 de Junio de 2006, 01:56:28 am »
Reigard observa como a su alrededor entran nuevas y más numerosas unidades de engendros que hasta salen de la torre de asedio cercana aunque en esta ocasión para enfrentarse a los No Muertos que les acosan desde retaguardia, no antes de que éstos acaben con unos arqueros servidores en plena retirada.

Decide que ha llegado el momento y entona unas runas transmutándose en medio de un fuerte resplandor en un Fuego Fauto que de inmediato lanza un destello contra Suarsenaje provocando en sus ojos miles de lucecitas que impiden al servidor atacar como deseaba. Sin embargo los minotauros van cayendo por todas las calles aunque arrastrando consigo a numerosos enemigos. Sin embargo las bajas son de momento similares pero mientras que para el defensor cada unidad es valiosa e insistutuible para los atacantes las bajas son menos vitales.

Así pronto en la zona occidental de la ciudad la defensa se convierte en pocos núcleos de tropas, uno de ellos con Sigfrido al mando, y algunos arqueros que lanzan lluvia tras lluvia de dardos por las calles donde engendros y servidores caen bajo sus proyectiles pero cada vez les empujan más lejos de las puertas.

En algunas ocasiones quedan grupos de minotauros aislados que atacados por todos los flancos  caen rápidamente sofocados. Y mientras tanto entran nuevos atacantes y hasta Guatipi acude hacia la ciudad, habiendo dejado la eliminación de los No Muertos al cargo de sus adjuntos, héroes capaces.

Reigard no puede sino alabar el valoroso gesto de Leif que subiendo a las murallas se enfrenta en el adaver a Oz que con su espada Aliento de Quimera le tantea con malicia. Ragnar, algo cubierto por unidades de infantería se retrasa levemente para poder recuperar fuerzas. Delante suyo la brecha que tapaba, una verdadera montaña de cadáveres, es atravesada por Suarsenaje, Marduc y varias docenas de engendros.

Mientras tanto algunas flechas logran alcanzar a Todolocuro que debe gastar sus artes en sí mismo dado lo delicado de sus fuerzas. Pero pese a ello cuando Reigard, en su forma de fuego fauto lanza una potente descarga contra la armadura metálica de Suarsenaje, Todolocuro logra curar la herida, de nuevo.

En el oeste la situación es caótica, los arqueros se retiran poco a poco lanzando sus últimas flechas con sus arcos metálicos mientras un grupo reducido de infantes les protegen. Sin embargo pronto los veinte minotauros son rodeados por un centenar de enemigos que les rodean y atacan en rápidos y sucesivos asaltos hasta que no queda ninguno vivo.

En el este se abren huecos en los muros de escudos que son cerrados con celeridad pero aprovechando tal esfuerzo una unidad de infantería servidora gana la retaguardía del muro de escudos usando la muralla para pasar la defensa, y dan muerte a varios minotauros antes de ser abatidos.

Mientras tanto, fuera de los muros, los engendros de la torre de asedio, ya corriendo por el llano, caen sobre los no muertos acabando con sus pocas energías. Los cadáveres vuelven a la tierra.
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #57 en: 02 de Junio de 2006, 02:03:14 am »
Sigfrido se concentra en su oponente y le lanza una serie de estocadas y golpes que finalmente hieren a Paxus en la pierna. Espera a ver cerrarse la herida como tantas veces anteriormente pero la herida no se cierra y no puede evitar una mueca de satisfacción. En lo alto puede ver como Leif, uno de los héroes que han acudido de Thule en su ayuda, combate contra Oz cuya arma araña la armadura del minotauro que ante tantos golpes no puede sino luchar a la defensiva.

Sin embargo también ve como Suarsenaje, Marduc y varios infantes rodean a Ragnar. Reigard, su hermano, lanza un destello de nuevo contra Suarsenaje que le deja medio ciego mientras da golpes al azar y el mago metamorfeado esquiva cada ataque.

Mientras una terrible descarga de las ballistas minotauras despeja el puente levadizo de asaltantes. Y a pocos centenares de metros los cadáveres vivientes soportan el castigo de los engendros que los atacan y hasta derrotan a algunos.
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #58 en: 02 de Junio de 2006, 02:13:40 am »
Guatipi lanza un gruñido y ordena a sus tropas acabar con Sigfrido mientras corre hacia la ciudad, evitado ya el combate contra los no muertos. De inmediato cerca de ciento cincuenta enemigos rodean a Sigfrido con una vorágine creciente de ataques.

Cuando unos instantes después la zona se despeja permitiendo ver algo apenas puede creer que el héroe siga en pié, aunque es evidente que bastante herido, tanto él como su montura que chilla de dolor y rabia.

Sigfrido sobrevive al ataque en parte gracias a la lealtad y habilidad de su serpiente alada que lo protege de los mayores daños.

Ragnar no posee ninguna serpiente alada, ningún wyvern, y cuando la espada de Marduc resbala sobre la suya alcanzando su clavícula con gran fuerza no tiene quien lo sostenga o mantenga fuera del alcance del enemigo. Ragnar aún decapita a un oponente algo atrevido cuando  posa su rodilla en el suelo empapado de sangre, tanto amiga como enemiga.

Los dioses de la guerra deben estar satisfechos. Con fuerzas mermadas repele un mandoble y pierde una de sus espadas en el cuerpo de otro engendro que cae entre convulsiones. Sin embargo las fuerzas le abandonan poco a poco y cuando una veintena de engendros caen sobre él y sus pocos guardias la lucha es corta.

Al poco tiempo todos los minotauros yacen muertos o moribundos, rodeados de cadáveres enemigos, mientras Ragnar apoyando su espalda contra la muralla sostiene aún su espada, pero la vida se le escapa por una docena de heridas y cuando Leif logra rechazar de nuevo a Oz y observa la escana el minotauro ya está camino del Panteón de los Dioses.

Los gritos de rabia de dos quincenas de minotauros son terribles y caen como una tormenta sobre Marduc, el héroe engendro, que es despedazado por hachas y espadas sin ocasión de defenderse.

A pesar de haber caído en combate el cuerpo de Ragnar aún inspira terror en sus enemigos y cuando muchos infantes comienzan a gritar su nombre varios grupos de servidores emprenden la huída. No así los engendros que buscan a sus enemigos y les dan muerte allí donde les cogen o acorralan.
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Re: La Invasión de Drakonia
« Respuesta #59 en: 02 de Junio de 2006, 02:30:02 am »
Sigfrido observa apenado como la zona donde combatía Ragnar es ahora un montón de cadáveres y desde su posición, ligeramente por encima de la media, gracias a su wyvern es da cuenta de que Guatipi, unos lanceros y un grupo de engendros están a punto de penetrar en la ciudad.

La población hace una hora que comenzó a huir por las puertas septentrionales de la ciudad, camino del sur, mientras algunos prendíanfuego a los almacenes y ahora la ciudad está cubierta por un espeso sudario de humor y sangre. Mirando a su alrededor es obvio que en la zona occidental de la ciudad la defensa es imposible pero es su deber para con Drakonia y Ragnar prolongar la lucha lo máximo posible para permitir la huída de más población y en caso de ser posible llevarse por delante a sus enemigos.

Sigfrido ordena huir a los arqueros que así sirven de distracción para unos pocos engendros que los persiguen mientras que ordena a un grupo de infantes una misión suicida pero necesaria. A pesar de que es difícil mantenerse en la ciudad y expulsar a los enemigos Sigfrido les encomienda alcanzar las puertas, de donde la lucha se ha desplazado quedando más o menos vacías, para activar los mecanimos de aceíte y brea y rocas que hay en la zona, junto a merlones especialmente preparados, pero desgraciadamente sin posibilidad de uso.

Los infantes esquivan a sus enemigos, sube por el lienzo de la muralla y corren a las puertas mientras Sigfrido se eleva e ignorando los gritos de rabia se dirige a una de las torres de asedio donde su wyvern se ceba en los arqueros destrozando a todos ellos con garras y aguijón. Mientras a pocos metros Todolocuro huye en su lobo de guerra.

Reigard mientras tanto se mueven con gran velocidad por la zona, sin dejar de atacar aquí y allá dando tiempo a las pocas tropas minotauras a concentrarse en el barrio de los mercaderes en la zona del templo, al este de la ciudad. Allí el mar de callejuelas y lo estecho de las calles puede proporcionar algún cobijo a los defensores.

Sigfrido llega a la zona y junto a medio centenar de minotauros protege dos calles que suben hacia las puertas del este, por donde la población de amontona tratando de salir de una ciudad condenada. Ordena a Reigard guiar a los supervivientes y a las tropas que, siendo innecesarias, puedan escapar de la batalla.

Sin embargo otro centenar de minotauros con Leif al frente proteguen la muralla y aunque los engendros se adelantan el destrozado puente levadizo asegura que no reciban nuevos refuerzos. Así pues el acceso a dicha zona de la ciudad queda neutralizado por las fuerzas acumuladas.

Los engendros forman líneas de arqueros tanto dentro como fuera de la ciudad mientras Suarsenaje, Paxus y Oz avanzan secundados por algunas unidades. En un primer choque Guatipi destrozar a la infantería que habiendo destruido el puente levadizo no podía huir sin combatir. Después docenas de descargas de flechas rebotan contra los muros de escudos que semejan puercoespines.

En el exterior los no muertos son finalmente reducidos aunque algunos logran resistir hasta el fin. Mientras tanto en el interior Suarsenaje avanza y destroza a todo minotauro que osa oponerse a él. Tal es su tamaño, fuerza y destreza.

Cerca suyo agoniza una veintena de minotauros cuando otros tantos caen sobre él pero nada pueden hacer contra ese demonio con hachas que los tala como si fueran árboles jóvenes.

Finalmente en la calle quedan únicamente Sigfrido y Suarsenaje. Sigfrido lanza un tajo al campeón servidor pero Suarsenaje lo desvía con una de sus hachas mientras la otra casi arranca el brazo al minotauro que cae de la silla de su wyvern entre un surtidor de sangre. La serpiente ataca rabiosa a quien ha dado muerte a su señor y con su aguijón inyecta tal cantidad de veneno en el cuerpo de Suarsenaje que en pocos instantes no puede moverse ni respirar y un cuestión de segundos su corazón se para colapsándose.

El enorme héroe cae sobre el cadaver de Sigfrido mientras el wyvern se eleva y se aleja del lugar.
:klaskan: Árbitro de Klaskan, Capitan O'dehm, Seleuco de Babilonia, Miguel VIII Paleólogo de Bizancio, Dehmente el Hafling, Emperador Song.

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