Batalla de Tauron
Las tropas engendras, unos 40, intentan escapar del cerco que se cierne sobre Tauron huyendo hacia el norte ya que en el sur las tropas orcas han entrando en el paso, sin embargo en el norte aparecen las apretadas filas de multitud de orcos, lobos y héroes.
Las tropas encontradas en mitad de su recorrido aprestan las armas y se disponen a vender cara su existencia pero no pueden hacer mucho, envueltos, rodeados y asaetados los orcos caen en tromba sobre ellos acabando con su vida en pocos minutos pese a los alaridos, rugidos de guerra y la temible fuerza de los engendros.
Ologul cuelga la bandera, o trapo, orco sobre las murallas mientras sus chicos celebran su victoria.
Batalla de Nía
Ante Nía se aprestan los preparativos de los orcos que se disponen a asaltar la ciudad. Las ballistas de la misma no hacen disparos en su aproximación a las murallas. Los orcos miran desconfiados pues parece evidente que los defensores traman alguna suerte de celada.
Las puertas están cerradas y las inmensas murallas no permiten ver ni el adarve ni nada más allá de las oscuras e imponientes almenas. Los orcos dudan durante un instante pero finalmente escalan los muros, ascienden por las escalas y ni aceite ni rocas les saludan.
Algunos se atreven a gritar "Victoria" pero la mayoría observan con dudas las ruinas de Nia, el interior de la ciudad fue destruído antaño por sus pobladores ante la imposibilidad de defenderla y los engendros parecen haber acabado a placer el trabajo, aquí y allá se observan los montones de escombros, las hogueras aún encendidas...
Los orcos avanzan por las murallas y cuando alcanzan a rodear la ciudad desde las mismas observan como el ejército de engendros y servidores ha abandonado la misma por las Puertas que dan hacia Drakon.
El camino está sembrado de restos, de armas arrojadas y por aquí y allá se ve bagaje abandonado por los servidores en su retirada hacía Drakon. Lamentablemente los orcos apenas pueden probar el sabor de la victoria, ni ellos ni los héroes saurios que los acompañan y que observan con tristeza como una vez más sus enemigos les esquivan o no oponen resistencia.
El poder de los orcos es cada vez mayor y prueba de ello es la llegada, semanas después, a las ciudades servidoras ocupadas de algunos antiguos soldados que han decidido abandonar la lucha. Es evidente que el ejército enemigo se está desintegrando aunque por el momento la mayoría de sus unidades se guarece en la única ciudad que les queda. Irónicamente Drakon.