18
[/b]
Tomas el puñal como si fueras a dárselo. Pero con un rapidísimo movimiento la tomas de los pelos, le tiras la cabeza hacia atrás poniéndole la daga amenazante en la garganta y cierras la puerta de tu cuarto con el pie mientras la metes dentro.
-No deberías meterte con lo que no te importa. - le dices acercándote a su rostro.
-Esa carta tuya no es de la abadesa. - te responde Rigmenda con la carótida a punto de explotar - Es su letra... pero no es su gramática. Está transcribiendo ordenes de alguien más o le fue dictada...
Ha conseguido llamar tu atención. Te quedas callada esperando que más tiene para decirte
-¿Acaso te haz creído que el Emperador necesita de una monja artrítica como tú cuando tiene tanta otra gente a su disposición?
-Cuéntame sobre el puñal
-Ni en sueños, que vas hacerme, ¿acaso piensas matarme?
Presionas el cuchillo hasta que un tenue hilo de sangre brota del cuello de la Monja.
-Debes saber que no siempre fui monja, dime o completo el trabajo, Rigmenda
-Es el santo y seña de una hermandad non-sancta, y no te diré más, tendrás que hacer mucho más que esto para sorprenderme, ladronzuela.
La arrojas con furia al camastro en el que cae sentada, mirando ahora hacia ti. Comienzas a realizar con el cuchillo un truco que hacía tiempo que no realizabas. Manejándolo con una sola mano lo pasas de un dedo a otro de la mano, punta , mango, a un lado y al otro, punta, mango, punta, mango, a un lado y al otro... cada vez más rápido.
-Nada mal para una monja artrítica, ¿verdad? - dices con orgullo al ver la cara de desencajada de Rigmenda.
-Ya sé q...q...que e..e..eres... uno de esos... decían que no existían... y luego que se habían disuelto... sss..ssalían a bu..bu...buscar... el Emperador y ustedes... la Tradición...
-Era uno de los Guardianes de la Tradición Rigmenda, si a eso te refieres.
Rigmenda no puede soportarlo. Se desmaya al escucharlo. Pero...¿por qué una monja de rango como ella se asustaría de alguien que solía ser el terror de los herejes?. Quizás por el mismo motivo que conoce el santo y seña de esa hermandad. Quizás por el mismo motivo que se arriesgó a tomar la carta de la Abadesa...
Si decides esperar que Rigmenda se despierte para interrogarla ve a la sección 42
Si decides ir a registrar el cuarto de Rigmenda mientras la mantienes prisionera en tu cuarto ve a la sección 41.