Tor Wauki observa desde su puesto que las cosas se desarrollan como ya había previsto, aunque reconoce que los resultados no han acompañado hasta ahora. Es hora de pasar a la acción. El Gran Orco hace una señal y los cuernos de batalla barritan las órdenes.
El frente de batalla orco parece derrumbarse en un desesperado intento por poner terreno entre sus tropas y los engendros mientras que los humanos del flanco oriental se dan media vuelta y echan a correr lo más lejos que pueden.
Las ballistas retroceden poco a poco sin dejar de apuntar al enemigo pero las arpias no tienen tales limitaciones y vuelan a toda velocidad hacia retaguardia, siguiendo rumbo contrario a los lobos al oeste de las montañas que una vez eliminado el obstáculo que les impedía avanzar se lanzan hacia delante.
Salvo alguna unidad que individualmente decide combatir a los lobos más problemáticos el frente de batalla orco se comprime y reduce mientras que los engendros trabados aún por numerosos lobos no pueden sino combatirlos y abrirse paso por el centro, donde parecen tener intención de progresar pues hasta las ballistas se adelantan para combatir al enemigo.
La batalla queda por tanto muy abierta... y unicamente el héroe saurio permanece con las armas de asedio ordenando a sus servidores apuntar con mayor cuidado cuando... el temblor desaparece!!! Al parecer el mago servidor Oz no tiene más maná para mantener el hechizo... y los orcos lanzan risas y gritos de burla tensando los nervios, cuerdas y mecanismos que han de arrojar sobre el enemigo su lluvia de muerte.
Los lanzapiedras apuntan a las unidades enemigas más adelantadas y ¡hacen fuego! Tres unidades de engendros, varias veteranas, son destrozadas por las rocas mientras las ballistas hacen fuego igualmente... limpiando de engendros el centro donde varias unidades son diezmadas o literalmente masacradas bajo el fuerte impacto de los virotes.
El fuego sobre unidades en combate cuerpo a cuerpo tiene mucho menos éxito pues una unidad de no muertos es eliminada y otra de engendros soporta el castigo. Las ballistas minotauras demuestran mucho mayor acierto que las orcas.
Los arqueros ya no tienen muchos blancos ya que la mayoría de ellos han sido eliminados por las armas de asedio pero los minotauras logran destruir otra unidad de engendros veteranos!
También Daon, sobre una colina, hace fuego sobre el enemigo que está justo a su alcance pero su proyectil se pierde sin efecto alguno.
Los engendros aullan de rabia al ver a los orcos atacarles a distancia y esquivar el cuerpo a cuerpo pero las ballistas tienen a tiro a los lanzapiedras y aunque las servidoras sólo logran destruir un grupo de lanzapiedras las restantes limpian la zona de ellos salvo dos grupos que se salvan... por ahora de sufrir el castigo de represalia.
Los engendros ven como Daon está a distancia de los arqueros al haberse para hacer algún disparo antes de retirarse con sus congéneres. Mientras los arqueros servidores y orcos más retrasados eliminan a los lobos más cercanos, o incluso a algunos lejanos, dejando el terreno sembrado de sus cadáveres, los demás apuntan a Daon cuya armadura será puesta a prueba.
Al menos treinta flechas se hincan en el cuerpo del orco... su armadura luce cual puercoespín mientras varias flechas más le arracan trozos de la capa que lucía orgulloso. Los engendros gritan su victoria cuando ven al héroe comenzar a arrancarse las flechas y romperlas entre sus brazos para a continuación irse a reunir con sus compañeros.
Serán necesarias más que unas flechas para hacer caer al héroe orco.
En el cuerpo a cuerpo la batalla es favorable a los orcos pues aunque pierden centenares de lobos y todos los no muertos hacen caer a tres valiosas unidades de engendros. Por primera vez las espadas de los servidores decapitan y sajan los cuerpos de los lobos.
Todos los lobos que se habían vuelto contra sus amos son muertos excepto un pequeño grupo junto a Daon el cual ignora sus dentelladas mientras observa como el campo de batalla se va tiñendo de sangre.