Partidas Finalizadas > Atención: Esto no es un juego

Los secretos ocultos

<< < (2/4) > >>

dehm:
Aunque mi trabajo era bastante satisfactorio y la ausencia de obligaciones familiares me permitían disponer de una renta acomodada y unos ahorros notables para alguien de mi edad la entrada en la treintena supuso varios cambios en mi modo de vida. Mis amistades más cercanas fueron alejándose, ya fuera al casarse y tener una vida, y sus obligaciones, propias de su nueva condición o bien fueron a trabajar fuera de Cantabria, lo que era bastante frecuente.

De modo que con la edad en la que murieron Jesucristo o Alejandro Magno me encontré en la incómoda situación de disponer de todo mi tiempo para los libros, el museo y algún que otro viaje, casi todos ellos relacionados con mi trabajo.

Y fue en uno de estos viajes donde subí un peldaño más en mis conocimientos, y lo que me permitió atar muchos lazos y comenzar la búsqueda que me ha llevado a uno de los mayores descubrimientos en el mundo de la arqueología, y a su posterior pérdida.

Estaba en aquel tiempo visitando unas viejas ruinas. Cualquiera que alguna vez haya explorado o recorrido ciertas regiones, sabe que es perfectamente posible encontrar algunas cosas como piedras preciosas, metales valiosos, fósiles y también restos arqueológicos.

En caso de encontrar piedras y los metales preciosos, lo único que puede hacerse es felicitarse, pero en le caso de los restos arqueológicos y paleontológicos, creo necesario hacer algunos comentarios.

Tanto los fósiles, es decir, restos paleontológicos, como así también los de diversas culturas humanas (o inhumanas), además de algún valor monetario que puedan tener (muy relativo, por cierto), estos elementos poseen un importante valor científico y en muchos casos, cultural, religioso o simbólico.

Muchos de estos restos son únicos en su tipo y muy difícilmente pueden restaurarse, por lo que deben ser rápidamente procesados por la comunidad científica una vez hallados, para evitar su inútil deterioro. Todos sabemos que el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones, y muchas veces, la destrucción de hallazgos importantes no es producto de la maldad sino todo lo contrario.

Es por lo tanto necesario proceder con mucha cautela respecto de los mismos y no simplemente quitarlos del lugar y llevarlos con nosotros de vuelta a casa, pues al hacer esto podríamos estar destruyendo evidencias importantes que podrían servir no solamente a algún científico perdido en particular, sino a todos nosotros.

Me hallaba estudiando pues esas ruinas cuyo nombre no puedo ahora decir, y aún no estando solo, creo que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella es una de nuestras mayores suertes como seres humanos. Sin embargo rodead de algunas de las mentes más preclaras de la humanidad en arqueología tuve una visión. Y tal y como toda temible visión de la verdad, ésta surgió de una unión casual de elementos diversos.

En este caso la carta de mi abuelo, el conocimiento de la existencia de un fragmento que hablaba de dichas ruinas y por último esa memoria de la infancía, extraña y caprichosa, que en algunos casos puntuales nos permite recordar vívidamente unas palabras, un paisaje o una sensación al raíz de un simple olor.

El descubrimiento hubiera sido además imposible a una persona que no fuera yo mismo pues en mí coincidían todos los factores, todos los espantosos eslabones de la cadena, que me impidieron dormir durante el resto de tal viaje y en muchas noches posteriormente.

El amanecer en el desierto siempre es algo bello y cuando lo haces arrodillado, no rezando, sino con un pequeño pincel en la mano intentando desvelar algún secreto antes que el calor del día derrita tus ideas, la sensación es tanto o más placentera.

dehm:
El bajorelieve que iba descubriendo en la soledad del amanecer había sido erosionado por eones sometido al viento del desierto antes de que un sudario de arena lo tapase y cubriese con su protector manto.

El grito que dejé escapar debió quedar para los ecos del tiempo pero cuando desvelé la imagen que relieve supe de inmediato que el destino y el conocimiento que me estaban destinados podían estar al alcance de mi mano. De inmediato todo el cuidado que normalmente tendría con aquel hallazgo se perdió y cogiendo el cincel comencé a trabajar contra reloj.

Por suerte cuando mis compañeros hubieron acabado de desayunar y llegar a la excavación me encotraron al pié de unas esculturas con forma humana cuyas bocas parecían abiertas en un grito silencioso con la vieja mochila al hombro y con una aparente tranquilidad en el rostro.

Esa noche, al amparado de mi tienda, que compartía con un joven que parecía estar descubriendo los secretos del amor con una becaria en las ardientes arenas del desierto, abrí la mochila y miré de nuevo mi tesoro.

El bajorrelieve tenía forma circular, algo tosca por mi torpe uso del cincel, de unos cinco centímetros de espesor por una diámetro de veinte, y poseía varios signos y dibujos que aún hoy me sorprenden. Todos ellos eran indudablemente protohistóricos y la mano o lo que fuera que los había tallado lo había hecho con tanta habilidad que la sugestión que eran capaces de provocar en mi era horrenda.

Sin embargo y a pesar de lo remoto del hallazgo y al hecho de que muchos signos fueran indudablemente representativos de hechos o seres ya desaparecidos no tuve problemas en reconocer en los perfiles que rodeaban a las figuras el característico mapa dibujado por las cumbres del no menos conocido circo glaciar que cualquier estudiande de geografía en mi ciudad natal podría localizar sin esfuerzo.

Se adivinaba una arquitectura ciclópea en el fondo de la muestra pero en su centro destacaba la figura de un ojo. Del Ojo.

Mi viaje de regreso fue bastante rápido y tras pedir los días que me restaban de vacaciones cogí el material adecuado en una tienda cercana a mi ático y me lancé rápidamente a la búsqueda del lugar que debía encontrar. Pero finalmente fue el lugar quien me encontró a mi.

Tras varios días de incansable rastreo quedó evidentemente demostrada mi falta de aptitud para la tarea pero decidido a tener toda la gloria o ninguna seguí mi búsqueda hasta que durante una de las tardes en las que subía en medio de una maraña de espinos que trataban de arañar mis piernas sin demasiado éxito, aunque no sin algún pinchazo puntual, me sorprendió una niebla tal que era difícil atisbar nada a menos de dos metros alrededor.

A pesar de mi conocimiento de los valles de la montañuca el hecho me sorprendió por lo rápido y cuando a él se unió una llovizna que comenzó a crecer en caudal hasta convertir el pequeño sendero de animales en una embarrada senda decidí buscar refugio. Tras varios minutos, calado hasta los huesos, y con una incipiente tos, logré encontrar cobijo bajo una repisa de pizarra.

La lluvia seguía cayendo alrededor pero yo ya estaba cambiándome de ropa para prevenir un resfriado que sabía Dios que en mortal enfermedad podría convertirse cuando la oscuridad comenzó a caer sobre la zona a pesar de que la hora no era la oportuna para el atardecer.

Fue entonces cuando caí en la existencia de la gruta. La entrada, tapada parcialmente por un conjunto de zarzas y espinos, se hallaba en un lateral del hueco donde me había cobijado. Su estrechez era tal que apenas sí se atisbaba. Mi linterna sin embargo sí logró confirmar su existencia.

No es ahora momento para narrar todo lo que allí dentro pude contemplar pero sea dicho que permanecí allí dentro dos días con sus noches hasta que la falta de alimento me obligó a salir. Sin embargo sí puedo decir que mi estancia en aquel lugar me confirmó la existencia de algo más allá tras el tejido de la realidad, de algo oculto pero visible, de algo oscuro que ilumina, de algo muerto que vive para siempre.

En la necedad de mi euforia cometí un error garrafal. Revelé las fotos.

dehm:
Todo sucedió con tanta rapidez que aún hoy me admira que nadie halla logrado atar los cabos necesarios para desentrañar el secreto. Tras mi regreso guardé en el Museo, en mi despacho en el mismo, en la caja de seguridad, el relieve y la documentación al respecto.

En pocas fechas coincidieron tantos hechos que he estado casi tres años tratando de recuperarme de aquellas fatídicas obras.

Cuando fuí a buscar las fotos a la tienda el empleado se mostró algo nervioso pero me dió las fotos y me preguntó si tenía algún carrete más que deseara revelar. Salí inquieto por su comportamiento sólo para comprobar como el día se encapotaba. Fuí al museo donde rápidamente escanee las imágenes e hice unas pocas impresiones para estudiarlas en casa. Cuando salí, a medio día algo pasaba.

Era un 24 de Junio así que en ese momento no me extrañó que lloviera a pesar de que estaba siendo el año más caluroso en los últimos 500 años, aunque a mi entender los registros no llegaban tan atrás en el tiempo.

El mediodía de convirtió en noche en unos minutos y comenzó a caer tal cantidad de agua que parecía el monzón. Esa noche se celebraba el solsticio de verano, un momento mágico, que a mi personalmente me llenaba de secretas expectativas. Sin embargo algo antinatural estaba pasando. Y la sensación de ser objeto de una burla cósmica comenzó a envolverme revolviendome el estomago.

La prensa lo recogería después de modo que me limito a mostrarles lo antinatural de aquel fenómeno y que sus ojos verifiquen lo cierto de mis afirmaciones:









Y posteriormente un compañero de la universidad, que por suerte vive en un piso bastante decente y con buenas vistas me hizo llegar una foto estremecedora, que provocó casi pavor en mi ya debilitada mente:



[Pinchen sobre Aquí para ver el documento en su totalidad]

El resultado fue que una tremenda congestión de tráfico y la inundación de los locales situados en numerosos bajos, hay quien dice que hubo un momento en que el suelo en Santander parecía la superficie del mar y que entre una y otra no había distinción.

Cuando me di cuenta de las consecuencias y corrí al Museo el mal estaba hecho. La perfidia cometida. Mi destino truncado. Por el momento. La zona estaba totalmente congestionada y la salida del tunel de Tetuan que atravesaba la colina sobre la que se elevaba buena parte de la ciudad aparecía totalmente llena de coches varados.

El sotano que era el museo aparecía con las puertas abiertas de par en par mientras mi compañera Amparo parecía dirigir a un equipo de bomberos que intentaban achicar el metro de agua que lo llenaba. A pesar del desastre arqueológico que eso representaba mi estado, ya febril, sólo me dejaba pensar en mi tesoro. No escuché nada hasta estar en el despacho, la puerta estaba abierta, pese a que yo la había dejado cuidadosamente cerrada y en medio del desorden observé como mi ordenador, normalmente sobre la mesa, y por tanto a salvo de cualquier inundación como la presente, estaba situado debajo de la misma, lleno de agua por completo, y que la caja fuerte... no estaba. Simplemente. Su hueco en la estantería aparecía vacío, ocupado por unos libros y enciclopedias... la locura me asaltó.

Horas después amanecí en mi cama, con el sol entrando en la ventana. Todo parecía una simple pesadilla. Me levanté estornudando, costumbre curiosa que he tenido desde mi niñez, al pasar de la oscuridad a la luz, pero me atraganté cuando ví las impresiones sobre mi mesa...

Decidí ignorarlas. Aún temo el solsticio, ese momento antaño mágico provoca ahora en mi un temor reverente, un día y una noche, el día en que lo cósmico está más presente.

Hoy, dos años después de aquellos sucesos he tomado una decisión.

dehm:
Hace dos semanas decidí olvidar mi miedo. Mi terror. Mi convencimiento de que algo o alguien trata de ocultar la verdad y buscarla. He decidido convencerme de que yo vi algo. De que yo descubrí algo. De que hay algo. Algo terrible, incomprensible, inhumano, protohumano, cósmico, horrendo, tentacular, adimensional, oculto...

He retomado mi línea de investigación donde la dejé. Pero al parecer me ha sido imposible hallar, tras varios intentos, aquel lugar de conocimiento ritual y poder arcano y hay varios hechos que me han convencido de que no volveré a encontrarla. Al parecer no fue mi tesoro lo único que se perdió aquel día en el museo sino también numerosas vidas en el valle.

Tres argayos sucesivos, terribles desprendimientos de tierra y rocas, sepultaron varios cabañas y como aludes sepultaron con ellos la vida de  ganaderos y turistas que disfrutaban de la zona. Toda una ladera, la sur, la mía, ha cambiado de morfología y de hecho la carretera ha quedado sepultada y dado el volumen de tierra se ha decidido modificar ligeramente su trazado.

Así pues comenzaré por el principio, por el fragmento, por los signos, por los libros... por el libro.

dehm:
Mis primeros pasos fueron tan obvios que casi me averguenza haceros testigos de ellos. Visité la biblioteca de la universidad, sin éxito, ni remoto, salvo por alguna referencia a literatura fantástica, y a la biblioteca Menendez Pelayo, también sin éxito.

Fue entonces cuando cedí a mi mala prensa de la informática para hacer uso de internet. En la red global hay una serie de páginas conocidas como buscadores en las cuales es posible encontrar muchísimas referencias a cualquier tema, desgraciadamente mucha información se repite y no es fácil encontrar documentación especializada.

Los primeros resultados fueron cómicos, casi burlones. Al parecer el libro estaba protegido por el más grande de las armas existentes: la mentira. Un mar de afirmaciones falsas que al parecer se escudaban en las afirmaciones de uno de los mayores divulgadores que por carta se había declarado inventor del texto. Ínfulas que sin duda se debían a su tardío éxito.

Grimorios medievales ofrecidos como falsificación, juegos de rol planteados en torno a el mismo, literatura fantástica, estafas... pero dejando de lado todo ese limo encontré alguna información verdadera. Y a mano de cualquiera que tuviera valor para verla.

Rápidamente encontré las primeras y necesarias referencias que necesitaba. Sin embargo el siguiente paso fue complicado pues me encontré de nuevo con un muro de ignorancia y fanatismo. Hacia años, en un ataque de rebeldía, y para disgusto de mi madre, había mandado la declaración de apostatá al Vaticano renunciando a mi condición religiosa pero ahora me veía obligado a volver a relacionarme con ella por el Index Librorum Prohibitorum.

El Index Librorum Prohibitorum, también llamado Index Expurgatorius es una lista de aquellas publicaciones que los laicos de la Iglesia Católica catalogaron como libros perniciosos. Además establecía las normas de la iglesia con respecto a los libros. El propósito de esta lista era prevenir la lectura de libros o trabajos inmorales que contuvieran errores teológicos y prevenir la corrupción de los fieles.

Las referencias que yo necesitaba me remitían sin fin a esta lista de libros prohibidos y todo hilo del que tiraba acababa en este muro. Creada en el año 1559 por la Sagrada Congregación de la Inquisición de la Iglesia Católica Romana el índice fue actualizado regularmente hasta su última edición que data de 1948, con materiales que fueron agregando tanto la Congregación o el Papa.

La lista no es simplemente un conjunto de obras prohibidas y los autores se ven obligados a defender su trabajo si quieren volver a publicar sus manuscritos y desean evitar que engrosaran la lista.

Y tal y como consulté en la encíclica Pascendi de Pío X en la propia página web del Vaticano:

"De igual manera, en el uso mismo de la potestad, se ha de guardar moderación y templanza. Condenar y proscribir un libro cualquiera, sin conocimiento del autor, sin admitirle ni explicación ni discusión alguna, es en verdad algo que raya en tiranía."

La lista, actualizado a lo largo de la historia, y en su última edición contenía 4.000 títulos, entre los que se podían destacar notables autores y filósofos: Laurence Sterne, Voltaire, Daniel Defoe, Nicolás Copérnico, Honoré de Balzac, Jean-Paul Sartre, André Gide, el sexólogo holandés Theodor Hendrik van de Velde, autor del manual de sexo El matrimonio perfecto.

Noté personalmente los efectos del índice que neutralizaba y casi prohibía mi búsqueda en el mundo católico y aún más allá. Ya que a pesar de que la primera edición de 1559 se agrupaba en tres grupos: Todas las obras y escritos de un autor prohibido, Libros específicos de un autor prohibido o Escritos específicos de un autor incierto el título que yo buscaba aparecía inscrito en tinta indeleble.

Entre los libros específicos se encontraban El contrato social de Denis Diderot, Ensayos de Michel de Montaigne, Justine y Juliete del Marqués de Sade, mis conocidos Los miserables, Nuestra Señora de París de Victor Hugo, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Gran Diccionario Universal de Pierre Athanase Larousse, algunas obras de Alejandro Dumas, Las historias de amor de Stendhal, Las historias de amor de George Sand, Las historias de amor de Gabriele D'Annunzio y el objeto de mi búsqueda.

Por tanto mi búsqueda en países como Espana, Italia o Polonia estaba casi fracasada antes de iniciarse. No pude reprimir un pequeño escalofrío al pensar que una institución, aún tan antigua y poderosa como la Iglesia, intentara nadar contracorriente para atajar el curso de las cosas, recordando igualmente que en el momento en que el libro era editado en España (finales del S. XIX) no sólo esas obras eran ya centenarias sino que habían ejercido una influencia primordial tanto en el pensamiento como en la política, la sociedad y la economía. ¿Alguien con una percepción mínimamente realista de la vida podría creer que con una prohibición formal iba a cortarse la cadena de pensamientos y actos que habían iniciado Kant, Rosseau o los enciclopedistas?

Más aún, las obras de Puffendorf, Occam y Balzac planteaban críticas a la institución eclesiástica, bien a su cabeza visible, bien al estado de cosas sobre el que se asentaba ¿deja algo de tener defectos si se silencia al crítico? Cuán cierto es, después de todo, aquella máxima que dice que prohibir es fomentar.

Sin embargo contaba en mi poder con varios detalles de cierta importancia que en las manos concretas podrían levantar alguna luz sobre el asunto.

Resumido de forma concisa el libro había sido escrito, o más bien compilado, por un autor arabe, de nombre Abdul Al-Hazred, alrededor de 730 después de Cristo. Algunos decían que había sido traducido al griego cerca de 200 años después pero en mi opinión personal es posible que el orden fuera el contrario pues las copias griegas del mismo parecen haberse perdido y es posible que la versión inglesa fuera anterior. De lo que no había duda es de que el conocido Olaus Wormius, conocido también como Ole Worm, a quien debemos las pruebas irrefutables de la inexistencia de los unicornios, mito procedente de los narvales árticos, quien pudo encontrar en Egipto, oh que coincidencia, una gaazha (lugar donde se guardan manuscritos que nadie usa, pero se considera una falta de respeto a su autor el deshacerse de ellos)

Es conocido del mundo entero que los arabes siempre han dado importancia a los libros y de hecho en los bazares los venden como tesoros, enteros, por partes o por simples páginas, como personalmente he podido corroborar en mis viajes. Pues bien, Wormius tradujo el texto al latín.

Tratando de aprovecharse del rigor histórico del dato Lovecraft lo usa y situa en el siglo decimo tercero con ánimo de usas la ominosa cifra trece para dar un tono oscuro, casi ridículo en mi opinión, y en toda opinión de quien crea mínimamente en lo que yo busco y ansio, pero que no deja sino de ser otra sutil maniobra para ocultar la verdad.

Sin embargo algunos estudiosos de la verdad han llegado más allá y olvidando lo conocido, y lo desconocido, decidí ponerme en contacto con alguna Sociedad Secreta, y leer a autores renombrados como Dr. John Dee, Aleister Crowley, Paracelso, Agrippa, Eliphas Lévi,... y en este punto me encuentro. Mis contactos literarios son bastante amplios tras una vida leyendo y comprando volúmenes antiguos pero los datos más certeros me empujan a una sociedad cuyo nombre no me atrevo ahora a hacer público.

Mañana, 15 de Enero, emprenderé los trámites par viajar a sudamérica, concretamente a Argentina. En el museo no hay problema, el invierno hace que sea prescidible, las excavaciones y visitas transcurren con el buen tiempo, y nada me retiene en España de modo que haré el equipaje y me pondré la mochila al hombro para intentar reunirme con la única persona que he logrado contactar de dicha sociedad, que curiosamente tiene sede en la capital argentina, Buenos Aires.

Espero no obstante que algún hecho me permita realizar mi búsqueda en Europa, pues nunca anteriormente he viajado a Nuevo Continente y creo que las raíces del Libro están en entre este continente, la zona egipcia y la península arábica.

Navegación

[0] Índice de Mensajes

[#] Página Siguiente

[*] Página Anterior

Ir a la versión completa