Los minotauros
Nadie de entre nosotros conoce nuestro origen. Ni en las m?s antiguas de las leyendas que cantan nuestros escaldos en las casas largas en las fr?as noches de invierno hay pistas que puedan permitirnos suponer cu?ndo empezamos a caminar por las sendas de Klaskan. Tal vez somos la creaci?n de la naturaleza, de un mago loco o de un dios. Pero no es algo que nos importe realmente. Estamos vivos y habitamos la tierra, y son nuestros actos los que nos definen y no los motivos de nuestra aparici?n en el mundo.
Recordamos y honramos a nuestros ancestros y sus gestas, y respetamos a aquellos de entre los nuestros que demuestran habilidades o comportamientos extraordinarios, pero no creemos en dioses. Si alguna vez uno de ellos fue adorado por nuestros ancestros tales muestras de respeto no fueron correspondidas en nuestros tiempos dif?ciles y nos vimos abandonados a nuestra suerte entre los cataclismos y guerras contra seres monstruosos, y desde entonces hemos aprendido a valernos por nosotros mismos y no necesitamos de la ayuda de un ser voluble para sobrevivir y prosperar.
Somos seguramente la raza f?sicamente m?s poderosa del mundo conocido, con una fuerza que pocos pueden igualar y una capacidad de sufrimiento y aguante que ?nicamente se puede comparar a la legendaria resistencia de los enanos. Entre los varones la altura media llega a cerca de tres metros, con una complexi?n extraordinariamente fuerte y robusta comparada con la del resto de razas, mientras las hembras son algo m?s bajas y gr?ciles, midiendo sobre dos metros sesenta.
Nuestro cuerpo est? protegido de las inclemencias del tiempo por un grueso pelaje, de tonalidades oscuras en la inmensa mayor?a de casos, y tanto hembras como varones poseemos un par de astas en la parte frontal superior de la cabeza que a veces usamos en batalla cuando la furia del combate niebla nuestra raz?n.
Hay rumores y supersticiones ligadas al color del pelaje de los reci?n nacidos, y los escasos minotauros de pelaje blanco o rojo que nacen cada cierto tiempo son observados con inter?s, siendo com?n que los adultos que poseen pelajes color sangre sean grandes guerreros y l?deres, aunque algo propensos a descontrolarse en el combate y a ser pose?dos por la furia del combate. Los minotauros de pelaje blanco acostumbran a ser seres afortunados y de car?cteres sosegados para lo que es normal entre nosotros, y varios de nuestros gobernantes y estudiosos m?s famosos han sido albinos propensos a usar la cabeza en vez de las armas siempre que fuera posible.
Somos un pueblo orgulloso e independiente, y pese a que en ?pocas nuestros destinos estuvieron en las manos de la Casa de Krann desde el final de la era pasada no hemos tenido una familia que haya logrado hacerse con el manto real y el trono de manera permanente, en parte debido a las rivalidades entre los nobles guerreros y en parte a que todos los miembros de una comunidad tienen derecho a expresar su opini?n y los nobles dependen de sus clientes para mantener su posici?n privilegiada.
Las decisiones importantes que afectan a nuestras comunidades se acostumbran a discutir en asambleas de minotauros libres, a las que denominamos Atherlings, y en ellas se puede tanto nombrar un rey como discutir las aportaciones de grano a los almacenes comunes durante ese a?o.
Nuestra nobleza guerrera, los Thanes y los Jarls, protegen a los campesinos y habitantes de los pueblos y ciudades de monstruos, bandidos y miembros de otras razas, y a veces de otros Thanes y Jarls vecinos que no dudan en hacer incursiones en los territorios donde no tienen clientes para mantener a sus guerreros activos y desacreditar al noble de la zona que ha sido incapaz de defender a sus clientes. En menor medida estas razzias y saqueos a clanes rivales son pr?ctica habitual de nuestra cultura, y ?nicamente cesan cuando nos enfrentamos a un peligro exterior, momento en el cual todas las rivalidades internas son olvidadas hasta que el peligro ha pasado.
Somos un pueblo capaz de lo mejor y lo peor, como todos, pero si en algo coinciden todas las leyendos y nuestra mentalidad es en que si bien cuesta que nos relacionemos con otras razas y somos reacios a llegar a acuerdos duraderos (incluso entre nosotros mismos) una vez damos la palabra la mantenemos cueste lo que cueste.
Pocos son los minotauros que una vez que se comprometen a algo cejan en su empe?o o traicionan la palabra dada, y estos escasos individuos son tratados con desprecio por el resto de nosotros ya que han faltado a una de las pocas leyes no escritas por las que guiamos nuestra conducta.
Es por ello tal vez que las ?nicas razas con las que seamos propensos a llegar a acuerdos fruct?feros para ambas partes y en que hay una m?tua confianza sean las de enanos y gnomos. Con ambas razas hemos mantenido firmes alianzas en numerosas ocasiones, y nuestras leyendas cuentan los sacrificios que ambas hicieron por ayudarnos en momentos de penuria as? como las batallas que nuestros guerreros libraron contra sus enemigos en momentos de aprieto cuando sus dominios eran amenazados.
No somos artesanos especialmente brillantes, algo de lo que ahora mismo nos arrepentimos dadas las dificultades que nos acarrea en el presente pero que en otros tiempos no ten?a mucha importancia dada la presencia en casi todas nuestras ciudades de artesanos gnomos que nos prove?an de los recursos y productos necesarios para el florecimientos de nuestras comunidades.
Pese a que nuestra apariencia y corpulencia sea asociada por otras razas a brutalidad y falta de inteligencia esto no es en absoluto cierto. Somos un pueblo inquieto que constantemente busca nuevas formas de mejorar los m?todos tradicionales, y son numerosos los inventos y modificaciones sobre maneras de cultivar, producir o fabricar que cada a?o son desarrollados por los nuestros, tal vez como fruto de los largos a?os de convivencia con los curiosos gnomos.
En cambio no somos dados al uso de las artes m?gicas, que no son de nuestro agrado y a las que no prestamos demasiada atenci?n. Tal vez sea por nuestra mentalidad belicosa y propensa a los enfrentamientos individuales, o por que la magia no se ajusta lo suficiente a nuestra manera de razonar, pero lo cierto es que los pocos magos minotauros que existen no son ni tan poderosos ni tan efectivos como los de otras razas, en especial la de los cobardes y despreciables elfos.
Preferimos el combate individual al combate en masas, y preferimos combatir con armas de cuerpo a cuerpo en vez de usar arcos o armas de proyectiles, aunque somos capaces de dejar de lado estas preferencias cuando se trata de luchar contra miembros de otras razas ya que la experiencia nos ha ense?ado que pocos desean enfrentarse a nosotros en el estilo de combate que consideramos honorable y no son pocos los minotauros que han perecido a manos de los arcos elfos a traici?n tras proponer un combate individual que los elfos han rechazado.
Acostumbramos a ir al combate equipados con pesadas cotas de malla y grandes escudos redondos, que pocas razas ser?an capaces de llevar sin verse fatigados en pocos instantes. Nuestras espadas y hachas son proporcionadas a nuestro tama?o y corpulencia, de manera que ni usadas a dos manos alguien que no fuera un minotauro las podr?a blandir con eficacia, y aquellos de nosostros que preferimos usar armas de doble pu?o somos capaces de partir por la mitad casi cualquier enemigo dada nuestra fuerza y la magnitud de tales armas.
Formar un muro de escudos y avanzar contra el enemigo a la carrera es una de las tradicionales t?cticas de nuestra gente, ya que hay pocos que puedan resistir nuestro empuje y la fuerza de nuestra carga, mas somos capaces de luchar de multitud de otras maneras adapt?ndonos al enemigo y al terreno. Dado que muchos nos consideran poco m?s que bestias sin inteligencia el uso de t?cticas m?s sofisticadas ha sorprendido en m?s de una ocasi?n a enemigos m?s numerosos y confiados que han sido derrotados al no esperarse de nuestra parte m?s que una carga suicida.
Es de resa?ar que entre los nuestros es habitual que en el combate se dejen llevar por la furia, volvi?ndose insensibles al dolor y al cansancio y siendo capaces de luchar durante largos periodos de tiempo en las peores condiciones sin desfallecer, blandiendo sus armas con una fuerza muy superior a nuestra habitual potencia, lo que los convierte en enemigos temibles. Es algo innato en la mayor parte de nuestros guerreros y nunca se sabe cu?ndo se va a producir tal estallido de furia homicida, lo que nos ha llevado a conseguir grandes victorias en situaciones casi imposibles y a padecer terribles derrotas al cargar unidades enteras en el momento inoportuno en el lugar inadecuado. Como todo en esta vida lo aceptamos y tratamos de usarlo en nuestro beneficio siempre que es posible.
As? somos los minotauros, los mejores amigos con los que pod?is contar en un momento dif?cil y el peor de los enemigos que pod?is llegar a crearos. Por que como dijo el viejo saqueador Sven a un prisionero elfo:
?Prepar?os, por que la siguiente primavera os atacaremos. Quemaremos a vuestras mujeres, violaremos a vuestro ganado y nos llevaremos vuestros graneros...?
?O no era exactamente en ese orden?...
Ragnar, Jarl de Minosia