Klaskan
Partidas Finalizadas => Klaskan Renacimiento => Mensaje iniciado por: dehm en 23 de Mayo de 2006, 12:13:22 pm
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La Invasión de Drakonia
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Hacia dos eras que Drakonia, el antaño avanzado y rico reino de minotauros y gnomos, había sido desmembrada por sus eternos enemigos del sur, ahora encarcanos por engendros y otras blasfemas criaturas. Sin embargo el tiempo había permitido a los supervivientes establecerse en nuevos y prometedores enclaves que con el tiempo quien sabe si no alcanzarían la fama y riqueza perdidas.
Ahora bien, siempre hay individuos, que allí donde otros se derrumban y abandonan toda esperanza, perseveran y con grandes trabajos logran hazañas inimaginables para espíritus más débiles. Sigfrido y sus antecesores, descendientes directos de Eirck el Azote de la Oscuridad, poseían esta firmeza, por algunos definida como tozuded que había llevado a un exiguo grupo de familias a volver al norte del antaño territorio de Drakonia y aunque el mundo había cambiado mucho merced a la magia y los poderes arcanos desencadenados por el Demonio de la Tercera Era, se sabían en posesión de derechos sobre la corta extensión que habían podido identificar con el norte de la antigua Drakonia.
A lo largo de los años Sigfrido había logrado edificar una ciudad digna de tal nombre alrededor de la cual habían ido prosperando granjas y familias hasta lograr hacía algunos ciclos fundar una segunda ciudad. El aislamiento tradiccional de su pueblo se había roto al contactar con una civilización en rápido crecimiento, la Horda del il-Khan Marthim, que había logrado derrotar a varios ejércitos de engendros hasta hacerles retroceder hacia el este, relativamente lejos de su posición.
Por dichas acciones Sigfrido honraba a los humanos son su respeto si bien aún no con su amistad, porque es sabido que los minotauros, en este aspecto parecidos a los enanos, no suelen dar su amistad con rapidez, pero una vez entregada mantienen su palabra hasta más allá de la vida.
Sin embargo la prometedora simiente de Drakonia había visto como en pocos ciclos Klaskan cambiaba a su alrededor. Los nómadas habían sido atacados por varias naciones, engendros malditos, servidores y orcos, que habían logrado derrotar a los humanos, eso sí, tras heroícos y largos combates.
Los minotauros habían mantenido una neutralidad largamente cuestionada por algunos de los nobles menores, deseoos de aumentar en tierras y poder merced a una guerra, que Sigfrido sabía, también podía conducirles a su destrucción. Así, bien los orcos hubieran exiliado a los nómadas de Marthim, los minotauros cobraron consciencia del gran peligro que se cernía sobre ellos y la extraña alianza de los antaño enemigos orcos, servidores y engendros, ningunos de los cuales habían hecho otra cosa que cruzar sus armas durante los ciclos pasados.
Sigfrido no era minotauro que estuviera quieto cuando había asuntos de tal importancia cerniendose cual espada sobre su cabeza y ordenó numerosas obras de fortificación, reclutamientos varios y estudios de artilugios e inventos que antaño habían proporcionado al reino gran fortaleza.
Sin embargo los recursos no eran muchos, los hombres destinados a las construcciones o reclutados no podían atender los campos y finalmente la economía misma del reino sufrió en demasía llevando a la nación a un punto de estancamiento del cual era imposible salir sin descuidar las amenazadas defensas exteriores.
Sigfrido perseveraba y estaba en todos y cada uno de los posibles puntos de conflicto, solucionándolos aún antes de que estallaran. Y como siempre les ocurre a los tocados por los dioses su solución se presentó sola, guiada por el destino, y por las mejores intenciones. En pocos meses los almacenes revosaban productos, oro y todo aquello necesario para afrontar un ataque.
Aunque la ciudad de Nia, segunda del reino, fue dotada de murallas, todas las demás defensas y recursos se concentraron en Drako, las murallas fueron aumentadas en altura y grosos, jalonadas de torres y almenas, recorridas por un adarve que daba acceso a varios merlones preparados para inflingir a cualquier asaltante la pesadilla de la brea ardiente.
Y tal y como se esperaba ocurrió. Los exploradores detectaron fuerzas enemigas reuniéndose en las fronteras, los confidentes y espías confirmaron estas informaciones y pronto fue obvio el inicio de la guerra. El enemigo era prudente, preparaba sus fuerzas con tanta meticulosidad que muchos eran partidarios de parlamentar o sorprenderlos antes de que hubieran acabado por reunir sus huestes pero la decisión de Sigfrido pesó más que ninguna y finalmente se impuso.
La población de Nía fue refugiada en la más protegida capital, se recogieron cosechas y se mandaron mensajeros diciendo tanto a los odiados engendros como a los traicioneros servidores que si osaban atacar serían erradicados. Nada de eso sirvió. Nía fue atacada y conquistada al comienzo del 17º Ciclo de la Cuarta Era, y de poco sirvieron murallas y ballistas contra los héroes sobre monturas aladas.
Y aunque estaba previsto, no fue menos duro, ver de nuevo en manos de sus enemigos una ciudad, pero las fuerzas estaban preparadas, los héroes inspirados para hacer componer canciones a los bardos y Sigfrido convencido de sus posibilidades.
Tal era la fuerza de su decisión que antes de que las fuerzas enemigas cerraran un cerco de sangre y acero en torno a la ciudad despachó una gran hueste hacia el este al mando de un héroe capaz y aún desconocido por parte de los hombres bajo su mando. Los minotauros avanzaron a la carrera, dejando atrás colinas, praderas y bosques para encontrarse ante los muros de Amenos.
En su viaje habían visto apenas un centenar de tropas enemigas que huyeron nada más verlos menester a su gran fuerza y ferocidad, y seguramente confiados en que dicha hueste, a tal velocidad, agotaría pronto sus fuerzas y no serían más que otra presa cuando Drako fuera rendida.
Y he aquí que la ciudad de Amenos se enfrentaba al mismo destino que Drako, pero esta vez los defensores atacaban y los atacantes defendían, y pudo más el celo de los atacantes pues los defensores, acongojados por su número y decisión, sus armas de asedio y la torre de asedio que comenzaba a erigirse frente a sus muros abandonaron sus puestos y dirigidos por sus oficiales salieron en la oscuridad a través de poternas secretas y abandonando a la población que no se unió a ellos a su destino se dirigieron hacia el norte en busca de la seguridad de muros más altos.
Los minotauros, viendo al amanecer, varios los muros y silenciosa la ciudad, asaltaron éstos con celeridad pero sólo una cuarta parte de la población quedaba aún en la misma, al ser ciudad pequeña y larga la noche muchos habían podido escapar, pero aún así sus hachas pudieron teñirse de sangre mientras segaban todo ser con vida en Amenos, la Abandonada, aunque nada pudieron aprovechar de las armas de asedio de las murallas, destruidas por sus servidores antes de huir.
Pero mientras estos hechos se desarrollaban en el este, llevando la guerra a las tierras de los engendros, en el oeste Drako veía a sus asaltantes montar sus armas de asedio y despachar fuerzas en varias direcciones, el asalto comenzaría pronto y muchos sospechaban que no habría cuartel.
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Que bonito... que bonito... no está mal pero queremos mas... queremos saber que le paso al bravo Sigfrido y al desconocido héroe... :klaskan:
Reptis I de Varania
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La Invasión de Drakonia
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Sin embargo la prometedora simiente de Drakonia había visto como en pocos ciclos Klaskan cambiaba a su alrededor. Los nómadas habían sido atacados por varias naciones, engendros malditos, servidores y orcos, que habían logrado derrotar a los humanos, eso sí, tras heroícos y largos combates.
Una corrección. A qué heróicos y largos combates se refiere Sigfredo?. Toda la campaña conocida como las Guerras Nómadas consistió en una persecusión implacable sobre el nómada para que a la hora de la verdad se me rindiera. Tampoco se le puede dar el apelativo de heróico el combate contra los Servidores, hace tiempo que se ha demostrado que no son una raza especialmente preparada para la guerra.
Para cuando la segunda parte?.
Saludos
Karnak Gran Señor de la Horda.
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Se sabe ya si a estas alturas Rocco Sigfrido le ha clavao el cuerno al Servidor?. Es que llevo un par de días oyendo desde mis tierras unos aullidos y unos gemidos un tanto extraños.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Una de las hojas cuelga de los goznes mientras otra yace destrozada en el suelo. Encima de ella se amontonan los cadáveres, con las primeras moscas en las heridas, mientras que debajo mismo del portón la masa de cuerpos es tan elevada que no se ve la parte exterior de la muralla. Pero Reigard sabe que hay fuera. Durante horas sus arqueros y las armas de asedio han provocado en los asaltantes bajas mareantes, pero esos seres sin seso, esas bestías sedientas de sangre, no han titubeado, han seguido avanzando hasta alcanzar las puertas.
Aún recuerda la arenga de Ragnar a los minotauros mientras las puertas eran golpeadas por los arietes y la lucha sobre las murallas se generalizaba, su valor, su ánimo. Ahora Ragnar yace contra el árbol sagrado que se eleva ante las puertas de todas las ciudades del reino, el árbol bajo cuya sombra se acogen a la hospitalidad de la ciudad tanto amigos como enemigos, donde se parlamenta con los mensajeros. Ragnar tiene al menos siete flechas clavadas en su cuerpo. Aunque su muerte no fue rápida sus enemigos respetaron su cadaver y no comieron del mismo, suerte que han corrido muchos otros.
A sus espaldas aún escucha algunos gritos, de los pocos que aún resisten tras puertas y paredes al saqueo generalizado. Por la calle que sube a la plaza central baja un riachuelo de sangre que desemboca en las murallas provocando pequeños lagos con sabor metálico.
Uno de los brazos de Reigard cuelga inerte, casi arrancado de cuajo por el tajo de una espada mientras el otro, que sostenía el escudo, ahora sólo soporta unas tiras de cuero de las sobresalen unas astillas de roble. Su armadura está abollada y su cimitarra mellada. Tiene la verguenza de haber sobrevivido, por ahora, pero ya ha visto a varios grupos de enemigos pasar cerca suyo, sin acercarse aún, no son estúpidos, la herida del estómago lo matará lentamente, y el número de cadáveres a su alrededor es señal obvia de lo que sucede a quienes se acercan a él.
Los minutos transcurren en lenta agonía mientras el silencio cubre paulatinamente esa parte de la ciudad. Delante de él la poterna de una de las torres de las puertas se abre lentamente. Por el quicio de la misma asoman unos ojos asustados, después una lanza y finalmente un joven voluntario, superviviente allí donde otros más aptos han caído, sale a la plaza, mira hacia la puerta o más bien lo que queda de ellas, y después a la calle que se pierde en fuerte pendiente hacia las entrañas de una ciudad herida de muerte.
Reigard lo observa con silencio. Sus ojos bajo el yelmo no se apartan de él. El joven titubea. La armadura que protege su formidable cuerpo tintinea al moverse ahora hacia la ciudad, ahora hacia las puertas, ahora hacia la muerte, ahora hacia la salvación. Su duda es resuelta rápidamente. Dos engendros aparecen de un callejón llevando en las manos lo que parece ser una joven minotaura, que guarda silencio, seguramente resuelta a morir sin dar ninguna satisfación a sus captores. Los engendros observan a su presa. Realmente son criaturas temibles, uno lleva terribles cuchillas, casi de carnicero, mientras el otro sostiene una guadaña en uno de sus brazos.
Sueltan a su presa y se avalanzan sobre el miliciano. La guadaña corta en dos la lanza mientras su compañero avanza con las cuchillas, por un momento el pánico parece dominar al jóven y Reigard, sin fuerzas para lo que no sea observar, ve como cada uno de sus enemigos gana uno de sus costados. Repentinamente el joven avanza rápidamente sobre el engendro que armado con los cuchillos le lanza varios tajos, a pesar de que varios le alcanzan la malla y su fortaleza proporcionan al joven la oportunidad que esperaba y arrebatando al engendro una de las cuchillas la hunde en su cuerpo con tal fuerza que el extremo de la misma aparece en su espalda.
La guadaña vuela hacia su cabeza cuando una vara de madera la para a pocos centímetros del cuello del joven. La prisionera aguanta con tesón los esfuerzos del engendro por liberar su arma, dando tiempo al joven a dar muerte a su enemigo que aulla de rabia sin dejar de arañar y forcejear a pesar de sus heridas.
A lo lejos se oyen varias carreras, chapoteos y maldiciones. Ambos jóvenes se miran, cogen armas del suelo y se preparan para morir. Pero Reigard, con las fuerzas que aún retiene antes de su muerte se incorpora, los jóvenes casi dejan caer sus armas de pavor al ver un cadaver erguirse cubierto de sangre y restos.
- Huid insesatos! - ruge Reigard
Cuando el primer enemigo alcanza las puertas no puede creer lo que vé. Un enorme minotauro cubierto de sangre de tal modo que su armadura parece roja está de pié entre las puertas, detrás suyos unas sombras corren, galopan hacia el llano, sin esperar a sus compañeros ataca. Su espada es desviada, pero su segunda arma no, y la hunde profundamente, casi hasta la empuñadura, en el vientre de su enemigo, donde la cota de mallas está rota, pero el minotauro no cae sino que con su brazo armado hunde su espada en el pecho del servidor.
Media docena de servidores hace hazto de presencia ante las puertas. Entre ellos se adelanta un gigante, un ser que se eleva aún más alto que Reigar, con brazos gruesos como árboles y un tronco formidable, su hacha iende el aire decapitando al héroe. Suarsenaje mira el cadaver caído y a las figuras que corren por el llano.
- Matadlos. Traedme sus cabezas. No quiero prisioneros.
Dos docenas de soldados atraviesan la montaña de cadáveres lanzándose en persecución de los jóvenes mientras el sol comienza a hundirse en el horizonte.
Otras llamas iluminan la noche mientras los incendios se propagan por toda la ciudad.
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Gunther despierta de la pesadilla con un regusto a bilis en su paladar. A su alrededor cuadrillas de sus hombres amontonan los cadáveres de los engendros muertos en Amenos mientras los queman y otros derriban muros, columnas y toda suerte de construcciones. Los golpes y el estruendo de los edificios al caer impedirían dormir a cualquier otro pero el héroe ha recorrido medio Klaskan durante el último ciclo y aún no sabe nada de la suerte de los suyos.
Sin embargo intenta ver más allá del horizonte... recordando la terrible pesadilla que acaba de sufrir. Y él, eleva una plegaría a los dioses por la suerte de la ciudad y sus amigos.
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El día amanece sin brumas. La atmosfera está tan limpia que se observa el horizonte hasta donde alcanza la vista, y bajo ese horizonte, tiendas, fuegos, tropas, pertrechos y tres enormes torres de asedio. En montones confusos los atacantes trabajan con prisa montando armas de asedio que de inmediato comienzan a adelantarse para poder hacer fuego.
Lanzapiedras, catapultas y ballistas se cuentan por decenas pero es mucho más significativo el gran número de tropas de a pié enemigas, aunque para sorpresa de los defensores al parecer varios héroes enemigos han decidido no presentarse en la batalla de momento, si bien tus magos ya han advertido a Sigfrido y Ragnar de los poderes arcanos que parecen poseer los atacantes pues ha sido una noche de ensalmos y rituales.
Ya unas horas antes de amanecer se han despachado varias partidas para expulsar a los hostigadores enemigos que durante la noche se habían colocado en zonas situadas demasiado cerca de los muros para el gusto del comandante. Sin embargo la noche ha sido productiva, los meses de preparación han dado sus frutos, las murallas rebosan de ballistas, que hasta una treintena se han construido y preparado para este momento.
En lo alto de los muros numeroso arqueros brillan bajo el sol del amanecer mientras algunos chiquillos corren con endemoniada habilidad por el adarve repartiendo hazes de flechas y dardos. En el suelo, a cubierto, detrás de las murallas, numerosos defensores se preparan para lo que pueda venir por parte de los atacantes.
Al amanecer los cuernos, las tropas y los gritos hacen formar al ejército de Engendros y Servidores en tres líneas más o menos homogéneas mientras que los defensores dejan grupos de hombres dispuestos para proteger los muros ante cualquier posible brecha, algo difícil de creer en unas murallas cuya anchura es tres veces superior a la normal.
Finalmente las tropas parecen temblar y comienzan a moverse con lentitud hacía los muros, grupos de ellas arrastrando las armas de asedio y otras empuñando arcos... mientras los defensores se preparan para hacer pagar caro a los asaltantes su osadía.
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El combate parece realizarse a cámara lenta, los arcos se tensan, los tendones y contrapesos de las armas de asedio comienzan a llenar el aire con sus chillidos y los hombres sujetan con fuerza el escudo, y entonces, repentinamente, el aire se electriza, a ciertos de contendientes les recorre un escalofrio y sólo los magos observan, viendo lo que otros ignoran, los remolinos y movimientos de los vientos arcanos mientras las energías son desencadenadas.
Ante los ojos de unos sorprendidos defensores Oz, el conocido mago de los servidores, se materializa ligeramente adelantado de sus líneas, donde antes sólo había aire ahora aparece el mago, y a su alrededor el aire parece calentarse y expandirse con violencia. Durante segundos parece que nada ha sucedido. Entonces se escuchan los gritos de terror.
En la muralla medio centenar de arqueros minotauros caen entre alaridos de dolor mientras se retuercen, algunos caen al suelo, muchos metros por el suelo, y otros son sostenidos por aterrados compañeros que observan atónicos como del poderoso tronco de los caídos surge un brazo, nacido de la magia, en medio de terribles dolores, que dejan postrados a la mayoría, aunque otros parecen enloquecer.
Ignorando todo eso Edmun observa a su adversario y se permite una sonrisa. Una poderosa muestra de poder. Pero él también es un mago. Un mago con menos facultades, pero las necesarias. Sus manos comienzan a tejer las runas que bailan a su alrededor brillantes hasta desvanecerse... aunque ahora todos saben que el viento que parece surgir del mago hacia las filas enemigas ha nacido de Edmun, quien domina los aires.
Tras estas muestras de poder ambos ejércitos rompen la tensión cruzándose los disparos de sus armas de asedio y arcos.
Los proyectiles lanzados cruzan el espacio entre las murallas y sus posiciones de disparo con gran velocidad, pero no tanta como para algunos no vean la muerte alcanzándoles en instantes. La línea frontal de la muralla es barrida por los proyectiles aunque muchas de las rocas y los pesados virotes rebotan o estallan contra muros, torres y almenas.
Cuando los supervivientes de la muralla levantan la vista observan como media docena de agrupaciones de ballistas son astillas y masas informes de carne bajo los cascotes. Pero la respuesta de los minotauros es rápida. La veintena de grupos supervivientes de la primera descarga disparan a la señal de Sigfrido.
En el llano frente a las imponentes murallas los proyectiles caen segando máquinas y sirvientes, siete grupos de ballistas son destruidos entre los gritos de celebración de los vociferantes minotauros que no dudan en devolver las burlas de los engendros. Pero eso no es todo pues aunque los engendros no pueden disparar el viento creado por el mago sí se lo permite a los arqueros minotauros que lanzan una descarga de flechas sobre los atacantes, concentrando su fuego en las armas de asedio.
El cielo se oscurece por la muerte que acude rauda hacia los asaltantes. Aunque muchos proyectiles yerran su blanco otros tantos aciertan cayendo servidores y engendros que manejan las armas de asedio y hasta unas catapultas quedan inservibles. Pero eso no es todo porque desde detrás de las murallas surge otra nube de flechas que siega nuevas vidas...
Guatipi, el general en jefe de los engendros, il-Khan de las fuerzas combinadas, observa como la mitad de sus armas de asedio yacen inservibles sobre el campo de batalla mientras sus enemigos sólo han perdido menos de cuarta parte de sus armas de asedio y ordena avanzar a los arqueros... sus infantes toman los arcos e incluso los servidores, en la tercera línea se dan cuenta de que si no despejan las murallas de arqueros minotauros poco podrán hacer.
Guatipi sonrie mientras observa una flecha, metálica por completo, que se ha clavado en el suelo delante suyo, y su sonrisa se transforma en escalofriantes carcajadas cuando los arqueros, enloquecidos por el dolor, se lanzan sobre sus propios compañeros dándoles muerte con dagas y manos.
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Ragnar observa los gritos y órdenes de Sigfrido y asiente con aprobación pero es obvio que el enemigo está decidido. Sabe que casi todos los engendros han tomado los arcos y han avanzado para ponerse a alcance de flecha, el viento ha cesado, y sus fuerzas, aunque con menos bajas, no son tan poderosas como las enemigas para el duelo artillero aunque la maniobra de Edmun les ha proporcionado una buena baza para diezmar al enemigo.
Mientras los engendros avanzan algunos de los hombres bajo su mando comienzan a moverse hacia las almenas. A una orden suya se detienen y vuelven a la formación. Cada hombre tiene su misión, y esos hombres deben proteger la ciudad, no ser un blanco para las flechas enemigas.
La serpiente alada de Sigfrido lanza desafios desde el interior del edificio donde se la ha resguardado, muy cerca del héroe, pero al menos de momento la batalla se desarrolla sobre la tierra, no en el aire.
Las armas de asedio no tardan en lanzar otra vez su carga y los gemidos de los heridos son tapados por los gritos y los crujidos. En esta ocasión varias almenas son deshechas por los proyectiles pero salvo la zona barrida por los proyectiles, al oeste de la puerta, donde una veintena de arqueros son muertos o heridos, el resto de unidades no sufre daño alguno.
Un hurra por las murallas - piensa Ragnar mientras ordena abrir fuego.
Pero para horror de muchos el rápido movimiento de los engendros y servidores en su avance parece haber inutilizado el sistema de marcas y en los minutos entre disparo y disparo la falta de coordinazación logra que únicamente cuatro de una veintena de andanadas de en en blanco, y sólo dos grupos de engendros armados con arcos, y por tanto sin escudos, caigan bajo los virotes.
Los arcos se tensan como nunca antes lo han hecho sobre Klaskan y el número de proyectiles que sale de los mismos, incluídos los servidores con sus extraños arcos que les permiten hacer dos disparos, es tal que parece que cada minotauro tenga destinada su flecha particular.
Las toscas pero efectivas flechas de los engendros eliminan a cerca de veinte maquinas de asedio (4 grupos de ballistas) y una unidad de arqueros minotauros. Los servidores apenas son conscientes de que aún no están a su distancia efectiva de disparo y siembran el pié de las murallas de proyectiles sin mayores efectos. La respuesta de los minotauros logra que una cuarentena de engendros caigan atravesados por las flechas.
En las almenas uno de los grupos de arqueros parece haberse recuperado del hechizo, aunque sigue poseiendo otro brazo adiccional, pero los enloquecidos que habían dado muerte a sus compañeros lo intentan ahora con otros pero salvo algunos cortes no sucede nada más, a pesar de lo cual Ragnar en persona acude a la muralla, su arma pronto se baña en la sangre de sus congéneres librando a los defensores de dicha distracción.
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Reigard observa como Aomar, su fiel amigo de la infancia agoniza con la flecha clavada en su cuello. No puede permitirse el lujo de la debilidad, tiempo habrá de dar el pésame a su familia si sobrevive a la batalla. Por la rendija puede observar como el enemigo ha avanzado hasta corta distancia mientras el pesado traqueteo de las torres de asedio van dejando un camino embarrado detrás suyo. ¿Cómo pensarán atravesar el foso? - se pregunta admirado de la bravura de los atacantes.
Las murallas apenas han sido golpeadas, las puertas tampoco, un asalto directo con escalas está condenado a la matanza pues a lo largo de todo el adarve piedras, brea y merlones están preparados para expulsar a cualquier enemigo de debajo de las murallas. Sin embargo no tiene tiempo para más reflexiones cuando un tejado cercano se hunde bajo el impacto de un enorme proyectil, los lanzapiedras no son muy efectivos pero terriblemente vistosos. El tejado apenas ha alcanzado el suelo de la calle cuando ese primer proyectil es acompañado por muchos otros.
Queriendo quitarle la razón un enorme pedrusco cae sobre unas ballistas convirtiéndolas en un amasivo inservible mientras otros proyectiles logran el mismo efecto en un grupo cercano. La respuesta en esta ocasión es increiblemente contundente, los proyectiles destrozan dos grupos de catapultas, unos de ballistas y a medio centenar de arqueros engendros.
Pero nada de eso parece perturbar a los atacantes y mientras de las torres de asedio sale la primera andanada de proyectiles sus compañeros a rás de tierra también hacen uso de sus armas. Las armas de asedio son su objetivo y por los dioses que logran paliar en parte su menor puntería con la cantidad de proyectiles bajo los cuales caen varias.
Sigfrido ha ordenado también disparar sobre las máquinas enemigas pues si ellas caen duda mucho que los engendros y los servidores sean capaces de escalar los muros que el foso refuerza. La puntería no es mala y el número de máquinas de los asaltantes se reduce paulatinamente siendo ahora media docena, y los sorprendidos engendros, que se creían a salvo de los disparos enemigos avanzan con rapidez (Nota: han cedido la iniciativa este turno al defensor)
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Los defensores esperan mientras el enemigo toma decisiones y sorprendidos observan como aún avanzan más. Muchos se paran al pié mismo del foso empuñando sus arcos, frente a las puertas otros muchos cogen sus espadas, sin duda preparados para una salida que según Ragnar y Sigfrido han acordado no tendrá lugar, sería una sangría y la posibilidad del enemigo para entrar en la ciudad.
Los muros y el foso proporcionan el tiempo más que suficiente para que cualquiera logre subir a las murallas antes de que nadie logre asaltarlas y por otro lado no hay señal alguna de unidades voladoras enemigas. Pero los enemigos avanzan, sus inútiles, salvo como defensa para las unidades en su interior, torres de asedio también lo hacen y con ellos avanzan magos y héroes, pero todos ellos pueden ser aplastados por la roca o ahogados en la ardiente brea.
Los engendros, pese a las bajas no desisten en su avance, los servidores, aún frescos, y avanzando más retrasados tampoco tienen ningún problema de moral y todo pese a que delante suyo se alzan murallas de una altura suficiente para dejar pequeñas a la inmensa mayoría de las ciudades amuralladas de Klaskan.
Dentro de la ciudad unidades de combate cuerpo a cuerpo que aún no han entrado en combate esperan poder rechazar cualquier asalto y en los muros aún quedan numerosas armas de asedio, más del doble de las que poseen los atacantes, y varios grupos de arqueros para hostigar al enemigo.
El sol brilla ya sobre sus cabezas con todo su poder mientras Sigfrido y Guatipi estudían sus fuerzas... y mueven sus peones.
Continuará...
Nota: ahora ambos generales tiene posibilidad de mandar nuevas órdenes si así lo desean.
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Resistirá Sigfrido el empuje de las fuerzas engendras y servidoras? :KingIkthusiussCastle: no se pierdan el siguiente capitulo de.... La invasión de Drakonia
Reptis I de Varania
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Guy había crecido en el barrio alto de la ciudad. Su padre, un pequeño noble dedicado más al comercio que a la guerra, le había proporcionado los conocimientos y los medios para, lejos de espadas y aceros, poder hacerse cargo de la familia y prosperar. Su casa era relativamente nueva, pocas líneas de sangre habían perdurado durante la Cuarta Era como para reclamar derechos y honores.
Ahora sostenía con firmeza una lanza mientras en su cinturón se mecía una espada, relativamente corta para su tamaño, pero que sin entrenamiento intensivo, manejaba mucho mejor que los espadones que gustaban tanto a su hermano Olaf. Olaf siempre había adorado el arte de la guerra y al ser el segundo en la línea de descendencia había guiado sus pasos hacia el ejército, donde siempre encontraría posibilidades de riqueza y posición.
Rápidamente, gracias en ocasiones a favores y en otras a sus propias habilidades, Olaf había ido ascendiendo hasta ser uno de los capitanes de Sigfrido. Hacía unas semanas se había presentado en casa y con presteza, y algo de rudeza, se había llevado al poco curtido primogénito a la plaza central mientras le contaba las nuevas de la guerra que pronto alcanzaría la ciudad.Tras ese día y durante cinco semanas había acudido periódicamente y merced a su insistencia Guy había comenzando a repasar sus lecciones de la infancia con las armas.
Armado con una lanza se sentía un poco más seguro pero eran los muros que le rodeaban y la sólida poterna que tenía a sus espaldas lo que realmente le ofrecía garantías. Fuera Olaf se hallaba bajo el mando directo de Sigfrido, él, dentro de la torre de la puerta, únicamente tenía que sobrevivir y rezar porque no hubiera un asalto, porque no había duda, con las murallas que poseía la ciudad la única posibilidad real de abrir una brecha eran las puertas.
La rendija que se abría a sus ojos le permitía ver lateralmente el arco de piedra donde el rastrillo, el puente levadizo, levantado, y las puertas, impedían cualquier ataque desde el exterior. Apoyada en la pared tenía una ballesta, si el enemigo golpeaba las puertas, él les dispararía desde su posición, al igual que otros dispuestos como él, mientras que desde la parte superior dejarían caer la brea y si era necesario los grandes bloques de piedra. La saetera era su única ventana a lo que pasaba en el exterior.
A pesar de que tras su saetera estaba completamente a salvo Guy no dejaba nunca de atisbar al menor resquicio de riesgo. No era un cobarde. Tenía obligaciones. Y cuando la guerra acabara las retomaría.
Unos minutos antes había oído los gritos de alarma y había visto las tropas enemigas avanzar, algunos casi hasta el foso, empuñando arcos cortos de madera negra mientras muchos otros iban avanzando de modo realmente preocupante hacia las puertas. A lo lejos se veía un ariete pero por el momento los atacantes no podían atacar más que con hachones y sus propias armas.
Ni siquiera las torres de asedio podían hacer más, y menos con el foso en perfecto estado, y por ahora Guy se sentía seguro. En esos momentos recordaba lo insesato de sentirse así. En su juventud, hacia casi media década, ahora era un adulto, por supuesto, se había enfrentado a Sigfrido. Aún lo recordaba.
En la gran taberna del barrio de los tintoreros Sigfrido se había burlado de su indecisión al sacar a bailar a las hembras. Guy estaba orgulloso de su meticulosidad, de ponderar todo y cada uno de los puntos de vista, pero entonces se había enfadado, alguien cuestionaba su virilidad, algo inaudito, y la sangre le había obligado a responder - Tú estarás acostumbrado a tu ganado, pero yo elijo a mis compañeras. En el mismo momento que la frase salía de su boca, se había arrepentido. Todo el mundo sabía que Sigfrido era de orígenes humildes, su padre había sido elevado al rango de noble al proporcionar alimento a la población, y a sus nobles dirigientes, durante la hambruna de principios de era.
Un minotauro puede consentir algunas cosas pero cuestionar su línea de sangre, su virilidad o llamarle ganadero, o lo que es peor, insinuar que se desahoga con sus reses, eran tres cuestiones que nadie mencionaba a menos que tuviera el hacha bien afilada y ánimo para empuñarla. En esa ocasión su hermano le había salvado, Olaf era alto, grande, había parado sin dificultad a un ligeramente borracho Sigfrido y, cosa curiosa, se habían hecho amigos. Ahora luchaba a su lado.
La lanza temblaba ligeramente en su mano mientras Guy estudiaba con detalle a los engendros más cercanos o al menos lo que podía atisbar de ellos con su estrecho margen de visión.
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Los engendros eran una raza nacida de la magia. Eso todos los minotauros lo sabían bien. Creados para matar, o morir, poseían las cualidades necesarías para ello. Pese a que algunos no eran grandes, otros superaban en tamaño a un minotauro, todos ellos poseían una fuerza demoniaca, múltiples brazos acabados en garras y la mayoría podía empuñar con cierta habilidad algunas armas.
Los más inteligentes de ellos, de alguna forma humanoides, poseían una inteligencia y astucia especialmente orientada a la guerra y la batalla. No en vano habían sobrevivido a su creador. El Gran Demonio de la Tercera Era.
Ahora, bajo las murallas, no parecían tan temibles, pero aún así si se alcanzaba el cuerpo a cuerpo, otro gallo cantaría. Había oído las historias de su abuelo, y también de su hermano, aunque en la rasposa voz del anciano siempre cobraban más sustancia, que muchos, enfrentados a dichas criaturas, arrojaban las armas y huían. Guy no lo haría. Estaba destinado a la Torre de la Puerta, y la defendería.
Fuera, mientras, se intercambiaban varios disparos de arqueros y armas de asedio, que, Guy observaba, tenían en esta ocasión como blanco a los Servidores, los compañeros de batalla de los engendros, quizás ligeramente menos dichos en el arte de la guerra. Y además.. con mayor amor a la vida que los engendros.
La historia de los Servidores era aún más curiosa que la de los engendros. Todo el mundo sabía que habían sido creados durante el final de la Segunda Era por un poderoso archimago y que a la muerte del mismo se habían gobernado y crecido. Durante la Tercera Era combatieron a orcos, humanos, engendros y casi a la totalidad de las criaturas que no entendían que algo nacido de la magia pudiera ser natural o tener derecho a sobrevivir.
Y ahora luchaban contra los minotauros. Les atacaban. Aunque sabían los dioses que, si en su mano estaba, Sigfrido les haría pagar cada muerte, y algunos rumores indicaban que las plegarías de niños y ancianos habían sido escuchadas.
Guy no tenía experiencia en el arte de la guerra pero había nacido en una época en que todo y cada uno de los miembros de su raza debían aprender y oir las tradiciones orales, y algunas escritas, donde se relataban importantes hechos de armas. Y algo no le cuadraba, desde la parte inferior de la torre, donde podía observar al enemigo, era evidente que los engendros situados ante las puertas parecían tratar de parar cualquier salida, pero desde su perspectiva casi podía oler su impaciencia. Ni su postura ni sus ojos estaban en sus enemigos, todos miraban las puertas y sujetaban sus espadas, en una profundidad de línea que hacía cualquier salida casi irrealizable si no era con grandes medios y aún así no había ni arietes ni sus armas de asedio disparaban contra los muros o la misma puerta.
A su lado, sujetas a la pared por varios arneses de seguridad, las cadenas que sujetaban el puente levadizo eran anchas como brazos. En la otra torre se hallaban las que elevaban el rastrillo, y las puertas contaban además con varios refuerzos y travesaños de madera y metal que sólo se ponían cuando había peligro. Todo estaba separado, aunque en torno a la puerta, para impedir traiciones o golpes de mano por parte de pequeños grupos de enemigos.
De hecho detrás de las puertas había un espacio vacio y todo el que pensara en penetrar en él podía darse por asaetado a menos que así se le hubiera indicado. En el interior de la torre, en la parte inferior, debajo de las pesadas trampillas y la robusta poterna sólo él vigilaba las cadenas, aunque su misión era usar la ballistas en caso de que algún enemigo tratara de derribar las puertas. Su mano volvió a posarse en la puerta mientras pensaba si no sería más necesario en otro lugar.
Un enorme proyectil de una catapulta cayó en el foso, justo delante de la puerta, trás haber golpeado, sin efectos, la muralla. El surtidor de agua que provocó penetró ligeramente por su saetera y Guy se acercó a observar de nuevo al enemigo, justo a tiempo, porque la poterna saltó en astillas nada más apartarse de la misma.
La fuerza de la explosión provocó que varias de ellas le golpearan el yelmo y eso debió enturbiarle la vista pues por la puerta no penetró engendro alguno sino unas terribles fauces que rápidamente desaparecieron para ser sustituidas por una figura de un engendro cubierto de una grotesca armadura. En sus garras llevaba un enorme hacha además de varias otras armas de formas extrañas.
Todo fue rápido. Guy colocá la lanza en ristre y trató de aplicar la primera leción que le habían explicado en su vida sobre el manejo de un arma: clavar la parte puntiaguda en su enemigo. Y lo logró. O casi. Pero eso no pareció afectar en nada al ser que dándole un golpe en el pecho lo arrojó contra la pequeña mesa donde normalmente el guarda de la torre pasaba sus noches en vela. El minotauro de derrumbó sobre ella inconsciente mientras la terrible criatura balanceando su arma lanzaba un golpe contra las cadenas. Los eslabores eran del más duro metal y resistieron el primer embate. Así que Marduz no lo dudó, su siguiente golpe fue contra el juego de poleas que permitía elevar y bajar el puente. La cadena chirrió y finalmente perdió todo agarre mientras el puente levadizo caía sobre el otro lado del foso con un gran golpe.
Los engendros se lanzaron a la carrera auyando mientras las puertas eran abiertas por otro héroe. De inmediato, mientras los primeros engendros cruzaban bajo las puertas, los minotauros cargaron contra los dos héroes y el dragón que, roto su hechizo de invisibilidad, que tantos esfuerzos y maná había costado a los magos servidores, presentaron batalla rugiendo con espantosa fiereza.
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Y ya esta?...yo quiero saber como continúa. Que no aguanto la tensión.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Lo de "huir insensatos" suena a Gandalf en el señor de los anillos. :wizardpoof:
Muy bueno el relato y tambien la batalla, aunque personalmente espero que gane el cornudo.
Marthin Khan.
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Joer con la guerra!!!!! :bow_arrow: :sword: :medieval: :demonoir2: :battleaxe: :2handed: :mf_swordfight:,estoy too lleno de sangre y me duele la espalda(¿será de llevar la espada y el escudo?),vanos ejercito mio a por ellos OE,apor ellos OE OE OE......
sotolp,emperador Servidor por la gracia de Dhem, el mas wapo y alto de todo klaskan.
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No es rojo sangre mi querido Servidor, lo que tienes son manchas de rojo carmín del maquillaje que te has puesto para la batalla, que estas arrebatadora.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Olaf estaba de pié junto a Sigfrido cuando se perpetró la traición y las puertas fueron tomadas. Sigfrido no lo dudó, se lanzó hacia su montura mientras ordenaba a las armas de asedio apuntar al dragón azul que había permitido a los engendros acceder al interior de Drako.
Olaf se encontró junto a otro centenar de minotauros cargando contra la puerta mientras desde lo alto llovían flechas contra la marea de engendros que penetraba por la puerta. Guy estaba en ella durante el ataque. La rabia y la frustracción le dieron aún más energías y pronto se destacó entre las líneas de los minotauros unos metros. Cuando chocó contra los primeros engendros le dominó un deseo de venganza tal que su espada seccionaba en vez de tajar y sus golpes abrieron en torno suyo en espacio vacio salvo por los cadáveres de sus enemigos.
Sin embargo los engendros no bien acabaron de reponerse del brutal choque comenzaron a rodear al minotauro e impedir que sus compañeros pudieran llegar hasta él creyendo que se trataba de un héroe o un avenzado capitan.
Todo parecía perdido para él cuando un enorme minotauro cayó en medio del grupo repartiendo golpes con una espada y un hacha que manejaba con una soltura sin igual. Ragnar parecía el Dios de la Guerra encarnado y pronto la zona cercana a la puerta era un conjunto de minotauros y engendros luchando.
En las murallas aún dominaban los minotauros pero Sigfrido debería dase prisa si deseaba que el enemigo no lograra consolidarse en la brecha...
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¿Ragnar? :mf_swordfight: ¿no andará de turismo por ahi? :medieval: :sword: :medieval: :demonoir2:
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Qué batalla más bonita y más épica. Y todo esto ocurre en MI continente. Ahora mismo no pasa nada porque los minitauros están dando confesión por lo que pudiera pasar.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Ragnar?
En Drakonia?
No creo... dijo que se tomaba unas vacaciones, pero me dá que Drakonia le cae demasiado lejos... aunque nunca se sabe...
Por la descripción podría ser él, pero no sé...
Preguntaré al nanodiox...
Si está allí pobre del que le haga algo, se le caerá el pelo... literalmente... :mf_swordfight:
Un mugido
Godfried, Regente de Thule por vacaciones del Jarl
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Merlín está eufórico. Las puertas han sido abiertas, delante suyo centenares de engendros se abren paso dentro de la ciudad mientras que otros tantos esperan frente a las puertas, incluso sus congéneres servidores están situados en las inmediaciones de las puertas dispuestos a penetrar a sangre y fuego en la ciudad.
Encima de las murallas aún algunos arqueros disparan sus proyectiles y aunque su deseo sería poder usar sus artes contra alguno de los héroes enemigos decide hacer uso de su bastón y empuñándolo entona las palabras necesarias para que de inmediato proyecte un terrible rayo de fuego que cruza rápidamente hacia un grupo de arqueros pero las almenas desvían parte del impacto y los arqueros sobreviven al infierno ardiente que el mago había proyectado.
Mientras tanto algo ocurre a su espalda. Unos gritos de alarma de un grupo de exploradores llama su atención, dando media vuelta mira hacia donde señalan los avezados exploradores que prepararon el ataque por sorpresa contra los nómadas humanas y ahora contra los minotauros.
A pocos centenares de metros unas figuras avanzan rápidamente armas en mano. Su movimiento no es fluido pero la distancia se acorta rápidamente y se trata al menos de doscientos soldados ¿una trampa quizás? pero lo que está claro es que un nuevo enemigo parece participar en la batalla.
Los doscientos atacantes se dividen en dos grupos iendo cada uno hacia un grupo de armas de asedio, Merlín observa como el general mismo secundado por unas pocas unidades sale a hacer frente al enemigo mientras los lanceros retrasados para cubrir posibles problemas deciden intervenir.
Aún así los No Muertos no parecen atemorizados y continúan su camino sin inmutarse porque enemigo se ponga frente a ellos.
En la ciudad sin embargo nada de eso importa, los pocos arqueros y armas de asedio no trabados en combate tratan de apuntar sus armas y disparar al enemigo. Los disparos de los minotauros, algunos obligados por lo dificil de apuntar a tanto enemigo, a hacer fuego sobre unidades un poco más lejanas son certeros y varias docenas de engendros caen abatidos.
Sin embargo el cuerpo a cuerpo es claramente favorable a los atacantes. Muchos minotauros mueren en el puesto pero sin lograr detener a las oleadas de atacantes que se abalanzan sobre ellos, sin embargo y aunque medio centenar largo de minotauros caen luchando cuerpo a cuerpo la mayoría de las bajas las llevan los arqueros que son expulsados, cuando no muertos, en los muros por los engendros, y las ballistas que tras las puertas deberían haber hecho llover una primera descarga sobre un enemigo demasiado rápido.
Ragnar, al pié de los muros, destroza a todo engendro que se le acerca, mientras sostiene el Estandarte del Cuervo, un mítico objeto de veneración de los minotauros que los ánima a enfrentar la batalla y aunque es obvio que los engendros han logrado forzar las puertas y corren por las calles enfrentándose a cuanto minotauro se encuentran los defensores conocen su ciudad y usan los callejones y calles para rodear a cuantos enemigos pueden y obligarles a defenderse de múltiples ataques.
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Suarsenaje corre a grandes zancadas atravesando el puente levadizo junto a varias docenas de infantes servidores y algunos engendros aunque el combate que se desarrolla en el interior se ha alejado de las puertas ante las cuales hay un centenar de cadáveres. A su derecha puede ver al terrible dragón azul de Marduc atacando a Ragnar, un imponente minotauro que con dos armas en mano intenta repeler sus ataques.
En los alrededores no queda minotauro vivo pero en las dos calles principales que corren paralelas a las murallas los combates son muy crudos y en uno de los extremos, aprovechando una torre y una pequeña barricada varias unidades se parapetan bajo el mando de un mago mientras detrás suyos los arqueros cargan de nuevo para vaciar sus flechas.
Suarsenaje vé rápidamente que la situación es peligrosa pues los minotauros han creado un enorme cerco que rodea a los engendros por todos lados aunque pronto deberán probar su fortaleza contra su hacha de combate. A su lado pasa un rostro conocido y ve sorprendido como Oz con su temible espada acude presuroso al combate agotadas ya sus energías arcanas.
De pronto el aire se llena de un olor a azufre y un montón de piedras y chispas caen sobre el foso, otro rayo de fuego que ha golpeado la muralla sin demasiada efectividad, salvo el bonito espectáculo que supondría la explosión a unos ojos ajenos al destino de tantos héroes y guerreros.
En retaguardia las cosas no van tan bien pues las armas de asedio, ahora todas ellas encaradas contra los No Muertos, no tienen ningún angulo de disparo y cuando lo tienen hay unidades aliadas cerca de modo que no pueden más que observar. Dentro de la ciudad no ocurre lo mismo y los disparos convergen en las duras escamas azules del dragón.
Uno de los impactos logra herirlo en el pecho pero los otros o son desviados por sus escamas o chocan contra otras unidades envueltas en la refriega, los arqueros concentran también sus disparos en la criatura, y aunque las flechas son como agujas contra su armadura de escamas algunas atraviesan sus alas o encuentran resquicios y la sangre del dragón comienza a mezclarse con la de servidores, engendros y minotauros sobre las calles de Drako.
La criatura, ciega de ira, ataca a Ragnar con furia. Primero sus zarpas, luego su cola e incluso intenta atraparle con sus fauces! Ragnar se mueve con una agilidad sorprendente en alguien de su tamaño pero cuando tras rodar a un lado el dragón le lanza una dentellada no lo duda y golpea con sus espadas al tiempo el cuello de la criatura segando la cabeza del dragón que rueda por el empedrado mientras el jinete del mismo cae junto a la convulsa criatura al suelo.
Mientras tanto en las murallas los arqueros minotauros toman dagas y espadas cortas para rechazar los embates de los engendros pero al pie de las murallas Edmun está rodeado por casi dos centenares de engendros, a uno los rechaza, a otros los golpea con sus armas pero el peso del número se hace sentir y antes de que Sigfrido pueda ayudarle cae bajo las armas enemigas que se ceban en su cuerpo convirtiéndolo en una masa sanguinolienta.
El estandarte de Ragnar sin embargo sigue animado a resistir a la mayoría y quien no lo hace por el estandarte lo hace por Sigfrido y la supervivencia de Drako.
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Marziv no lo puede creer cuando alcanzan por fin a los No Muertos, la cara de los humanos resucitados por las artes de un nigromante están en la mayoría de los casos podridas y en otros les faltan porciones del cuero cabelludo tales que resulta extraño mirar al rostro a quienes ya se mató en el pasado.
Sin embargo sus atacantes no dudan un momento. Y Marziv es arrollado por un momento por su ímpetu que le hace caer al suelo herido pero los lanceros servidores que cubren su flanco caen sobre los no vivos atravesándolos con su lanzas y poniendo fin a su endemoniada existencia.
Las otros no muertos parecen duros de pelar y durante varios minutos se intercambian golpes. Al otro lado de la colina la suerte de los lanceros servidores, superados en 3 a 1 por sus enemigos, es unirse a los caídos en el campo de batalla.
A pesar de todos ordena tocar a deguello y los engendros resguardados en las torres salen de las mismas entrando por las puertas mientras otros se acumulan junto al puente levadizo. Los engendros, sedientos de sangre, tratan de romper el muro de acero formado por los minotauros mientras dos héroes, Suarsenaje y Oz atacan a Ragnar mientras que Marduc trata de hostigarle desde la cercana torre y tras los héroes servidores Todolocuro se coloca en medio de las tropas atacantes deseoso de ayudar a sus compañeros.
Aunque las armas de asedio atacantes han callado hace minutos las minotauras no hacen más que cargar proyectiles que arrojan sobre la concentración de enemigos que hay bajo las puertas. Sin embargo los disparos no son demasiado certeros tal y como se presenta la batalla pues el muro de minotauros dificulta la línea de visión, cosa que no tiene demasiada importancia para los arcos que en trayectoría curva hacen fuego al tiempo que sus enemigos.
Las flechas de ambos suman unas pocas bajas más a la innumerable cantidad de muertos que cuelgan de murallas o jalonan la ciudad. Mientras tanto los no muertos acaban con dos grupos de lanzapiedras mientras otros se enfrentan al mago servidor Merlín que ha acudido en defensa de unos servidores con un grupo de catapultas.
El general engendro, los lanceros y otros héroes se enfrentan a los no muertos no lejos de allí pero el ímpetu y las energías que mueven a los no muertos les animan a pesar del increíble daño que espadas, hachas y mazas les provocan y aunque Guatipi logra deshacerse de otra unidad Marziv sufre una nueva herida por los atacantes.
El combate en la ciudad es muy igualado y caen hombres por ambos lados aunque las pesadas armaduras de los minotauros les permiten resistir algo mejor los fieros ataques de engendros y servidores. Los intercambios de golpes, los caídos y todo el sonido de la batalla arrecían junto a Ragnar que pelea contra dos héroes enemigos mientras por la muralla otras enemigos tratan de ganar su espalda.
Ragnar lucha concentrado desviando los golpes y devolviendo los ataques. Finalmente la defensa de Marduc llega un segundo tarde y Ragnar le provoca una terrible herida en el pecho que comienza a salpicar de sangre, fluidos y entrañas los alrededores mientras el héroe engendro cae al suelo herido de muerte.
Suarsenaje ignora a su aliado sólo deseoso de medirse con un rival a su altura y de un hachazo devuelve el daño a Ragnar provocándole una herida en su pantorrilla. Ragnar sin embargo no está mirando a su rival sino que observa estupefacto como la herida de Marduc se cierra y el héroe engendro parece reponerse por momentos!!!
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El dolor en el costado es terrible. Al menos una costilla está rota, si no son dos. La cabeza le da vueltas y un ensordecedor griterío le golpea las sienes en punzantes pulsaciones. Mientras trata de levantarse se apoya en el muro, una corriente de aire le hace abrir los ojos. Frente a él, a través de una saetera, ve un espectáculo dantesco.
El llano frente a la ciudad está cubierto de flechas, pivotes y cadáveres. A lo lejos se observan combates pero no acierta a ver quienes atacan a los engendros y servidores por retaguardia. La sombra de una enorme torre de asedio justo al borde del foso hace que apenas vea algo del puente levadizo, salvo que está bajado y que por él se mueven docenas de sombras que se abalanzan sobre la ciudad.
Tropezando con los restos del mobiliario destrozado de la pequeña sala de guardia se asomba a la poterna, a pocos metros el combate parece haber amainado. Los servidores y engendros rodean a un héroe con extraños ropajes que está agachado junto a un engendro al que parece estar curando.
Más allá alcanza a ver a Sigfrido montado en su wyvern que en estos momentos tiene a un engendro en sus fauces mientras una de sus garras sostiene lo que queda de un infante servidor que cuelga inerte como un muñeco. En su grupa el jinete no deja de dar golpes a un lado y otro segando vidas pero los engendros no paran de sustituir a los caídos llenando los huecos de los muertos.
Girando al otro extremo, a una distancia aún más corta Ragnar lucha contra un ser de enorme envergadura, aún más alto que el minotauro, con tres poderosos brazos en los que posee sendas hachas que por la sangre que chorrean no parece que estén mal usadas. Ragnar mismo sangra por varias heridas pero a su alrededor el montón de cadáveres crece rápidamente.
Unas sombras le hacen mirar al lienzo de la muralla, por encima del adarve, ahora vacío de defensores, donde un héroe servidor seguido de docenas de soldados corre por las murallas sin duda para ganar la espalda de Ragnar, ocupado por dos héroes enemigos.
Y la sangre. Es tal la cantidad que marea. En algunos lugares se acumula formando enormes charcos de iridiscencias granates mientras que en otros lugares los cuerpos taponan calles y plazas. Y el acre humor de la sangre, mezclado con el de la muerte emana de la ciudad con un aliento de muerte.
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Vaya, pues por la descripción sí que parece que el Jarl está en Drakonia...
Qué vacaciones más bestias se ha tomado...
Bueno, id preparando al ejército y la flota, parece que nos vamos de excursión a cierto continente a vengar la muerte del jefe...
Con 150 unidades tendremos suficiente, creo...
Un mugido
Godfried, preocupado regente de Thule
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como se carguem al Ragnar nos joden la saga, así que a ser posible, para deleite de los lectores, que se abstengan de ello :wizardpoof:
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Como Amo del Continente afirmo que no hay tropas extranjeras realizando misiones encubiertas en Camboya...
.....Aunque parece que en Vor-Lindporand sí que las hay, y me gustaría saber como han pasado mis controles fronterizos. Así que se vaya olvidando el Ja de Thule de enviar más tropas represivas a pesar de vivir de facto una guerra civil, no consiento que potencias extranjeras campeen por MI continente.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Eso, eso, a hacerle caso a Fartet, que todo el mundo sabe que es una persona equilibrada y sensata...
(No creo que cuele, pero por si los mariposos...)
Un mugido aprobador
Godfried, preocupado regente de Thule
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Se busca nigromante para controlar No Muertos.
Razón: Campo de batallla de Drakonia
::)
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Ha resucitado mi Nigromante?, porque yo no me he enterado.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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De momento no tenemos tropas en mocolandia, sólo están el jefe y su hijo de vacaciones
Como les pase algo "definitivo" me temo que los boy scouts de Thule se irán a dar una vuelta por allí, pero de buen rollo... dejaremos las ruinas para que puedas reconstruir las ciudades de tus ex-súbditos.
Al ritmo que se muere la gente en la batalla creo que con 100 unidades iremos sobrados, pero lo confirmaremos cuando acabe la matanza
Un mugido
Godfried, resignado regente de Thule
P.D. Si buscáis un nigromante no me miréis... la magia no es lo mío...
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Una buena batalla si señor...pero a ver si me aclaro yo...¿quién está involucrado en ella de jugadores? ¿Servidos y Engendros vs Minotauros PNJ? ¿O los minotauros si que son PJ? Arghhh...odiosos examenes que le llenan a uno la cabeza con "tonterias"...
Un saludo
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Bichos y chachas (Engendros y Servidorers para sus amigos... vaya, si no tienen de eso... bichos y chachas para todo el mundo...) han atacado a mis pacíficos primos PNJ's.
Pero resulta que tenía a un par de mis héroes en el país haciendo turismo, y claro, están ayudando a la familia.
De momento es un asuto entre 2 PJ's y 1 PNJ, pero como me maten a alguno de los turistas me veré obligado a lanzar un par de nukes por la zona... es de gente con poco talante, pero soy así de soso...
Un saludo
Javier
P.D. suerte con los exámenes
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Yo te lo aclaro.
Mis súbditos Engendros y Servidores se han ido a darle de tortas a mi vasallo Minotauro. Este último por lo que parece tenía en el establo a unos Héroes del cornudo del Jorl de Tule que está donde cristo perdió la chancla. Ahora han aparecido unos No-muertos que creo que son los que se independizaron por su cuenta tras la desgraciada muerte de mi Nigromante y que según mis noticias andaban vagando sin documentación por MI continente. Ahora mismo andan dándose leña unos a otros sin que se sepa muy bien como va a acabar la cosa. Esto es una guerra civil en toda regla.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Oye... que si hace falta meter mas bulla llevo a mis chicos por allí... la caballería reptílea haría estragos... :).. O mejor un hechizo de Caos o Terremoto o cualquiera de esos globales... sería divertido por lo menos. Otia! si tengo uno también haciendo turismo por ahí!!!
Reptis I de Varania
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con esto de la globalización sera cuestion de ir poniendo una oficina de turismo.... :wizardpoof:
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Ocasión única de adquirir una bonita torre en multipropiedad:
Pliego de calidades: fiesta garantizada para gustos diversos, engendros, seudoorcos (los orcos verdaderos son los del Orcoviu), servicio a tres manos, zombis, fiestas de toros e interesantes ruinas por doquier.
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Cualquier tipo de negocio que pienses hacer en MI continente pasa obligatoriamente por pedirme permiso, previo pago claro. Recuerda lo que le pasó al nómada por construir en zonas protegidas sin permisos.
Y no me ha gustado nada eso de llamarme suedo-orco, no se lo que significa, pero no me ha gustado nada.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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Uy, uy, uy...Karnak, para ser el amo y señor de todo un continente me parece que lo tienes un poco descuidado...no se, no se, mucho rebelde suelto por ahi veo yo...
Ey, y si nos vamos todos al continente "del orco" a darnos un paseito con nuestros ejercitos? Un paseo, celebraciones por aqui, matanzas de orcos por allá... :mf_swordfight:
Un saludo
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Tengo muchas ganas de saber como va la batallla. La verdad, este es uno de los juegos que más sigo, pese a que ni siquiera me he leido el manual entero...y tampoco juego!.
Mariano, fan de klaskan :klaskan:
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Esa horda ya no es lo que era cuando Gruntz daba protagonismo, se esta descafeinando, digo desorcainando, fijate que se les rebela el servicio, dejan que los engendros hagan el trabajo sucio, que los pescaos se enfrenten al "bicho", e incluso se rumorea en "aqui hay tomate" que a fuerza de usar jabon "los tres lagartos", perdón, quería decir "los tres saurios", de perfumarse con colonia "El Fo" y frecuentar la sauna "el enano superdotado" pues como que hasta van dejando de ser verdes (incluso alguno se tiñe de "lila")
Yo habia pensado en campos de golf, turismo gastronomico-rural y un par de Marbellas, aprovechando la buena boluntad del orco roca que desde su oficina de consulta hurbanóistica controla lo que queda de la horda, pero si los clientes piden safaris, pues safaris.
Suerte que está aún el orcoviu para mantener la esencia de la raza, aunque tambien ultimamente se le olvida deleitarnos con sus "aventuras"
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Jejeje, bueno, anoche tuve una cena... hice una cena... y no, no la compré, la hice, con estas manitas que tengo y me quedó muy buena y bla bla bla así que no pude corregir pero supongo que esta noche no halla problema y después de leer en el correo la fluida diplomacia minotauro-engrendro-servidor no cabe duda de que habrá mucha más sangre.
dehm
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Eso explica la visita de Luisa a Urgencias con cólicos.
Saludos
karnak.
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De eso nada de nada!!! vamos... por los dioxes... la cena fue un éxito y mis 30' dedicados a la misma un esfuerzo bien aplicado :D
En cualquier caso... hoy espero poder avanzar más en la batalla aunque de las 159 unidades originales quedan... 61... lo que no es poco.
dehm
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Se puede saber cuanto queda de cada ejército?
Reptis I de Varania
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Hombre... podaís poneros a contar unidades en el mapa... pero más o menos 20 unidades por un lado, 40 por otro.. más o menos.
dehm ::)
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Y las unidades raras que hay por ahí pululando a quien se las otorgamos?, a los Engendros-Servidores o al Minotauro?.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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tambien habian "zombis", a no ser que hayan surjido mas "turistas" en viaje colectivo por la zona
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El adarve estaba lleno de restos de proyectiles y cadáveres de minotauros. La zona había resultado muy castigada por los constantes lanzamientos de armas de asedio y arqueros de manera que a pesar de tener cuidado en pisar donde debía para no resbalar Oz apenas tenía enemigo alguno en docenas de metros.
Debajo suyo Ragnar combatía entre la torre y la muralla impidiendo el paso a los asaltantes mientras un poco más allá unas pocas unidades minotauros se preparaban para entrar en combate. La lucha estaba siendo muy violenta y a Oz no le cabía duda de que los defensores intentarían resistir más allá de toda esperanza de victoria.
Mientras avanzaba se permitió mirar de nuevo al llano donde las pocas armas de asedio supervivientes trataban en vano de rechazar a esos zombies que atacaban su retaguardia sin pasión ni cansancio en sus mortecinos rostros. Merlín, su compañero en las artes arcanas, se enfrentaba con valentía a un grupo de estos seres y gracias a su resistencia y la calidad de su armadura había salido bien librado del combate hasta ese momento.
Un grupo de zombies habían destrozado y dado muerte a los servidores de unas catapultas y el pánico parecía empezar a contagiarse al resto hasta el punto que Oz pudo ver como primero unos pocos hombres y finalmente todos ellos, a excepción de algún desesperado oficial, se daban a la fuga dejando sobre el campo de batalla sus catapultas y ballistas.
Al parecer no eran los únicos ojos que veían la situación ya que de improviso los arqueros de una de las torres de asedio aparecieron al pié de las mismas para emprender la huída, que no retirada, no se podía llamar así a arrojar las armas y correr hacia el horizonte, aunque con ello cayeran en manos de los zombies que no estaban combatiendo en esos momentos.
Los infantes que le acompañaban empezaban a titubear y las demás tropas servidoras parecían deseosas de retirarse ya de un combate contra un enemigo que nada les había hecho mientras que los rumores indicaban que los orcos campaban a sus anchas en sus antiguas ciudades y quien sabe que maldades estarían haciendo a la población. Muchos tenían familias en esas ciudades y otros estaban cansados de la sangrienta lucha.
Oz no podía permitir que su falta de visión de sus tropas provocara la retirada de su ejército pues en ese caso no tendría más remedio que ir con ellos para impedir que se desbarataran las últimas unidades del Imperio Servidor. Dando voces y gritos animó los corazones de todos aquellos que tenía cercanos y varios decidieron seguir combatiendo, ya fuera por confianza en su general o porque no tenían otra posibilidad.
Aún así una unidad de infantes que pugnaba en la muralla por abrirse paso comenzó a ceder y pronto no fue más que un disperso grupo de servidores intentando alcanzar las puertas de la ciudad. Si con ello salvaban la vidad todo era vano para alcanzarla pero a su espalda, y delante también, tenían a sendos engendros que no abrieron filas para dejarlos pasar de modo que los infantes quedaron atrapados aún sobre las murallas.
Y sin embargo Oz vió la situación con claridad, la mayoría de las tropas necesarias para el combate en la ciudad permanecían en sus posiciones y además si la lucha inclinaba a los hados de su lado, cosa que parecía probable por la diferencia numérica y de líderes de ambos ejércitos, pronto no habría que preocuparse de unos pocos huídos. La ciudad sería suya.
Así que cogiendo con renovadas fuerzas su bastón de mago comenzó a descender por unas escaleras a espaldas de la línea de frente decidido a poner fin a tal resistencia. En su otra mano una espada brillaba con malsano halo... una espada que mordía el acero más duro mejor que al cuero. La espada que debería matar al minotauro. A Ragnar.
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Uyyyy, uyyyy, Jarl de Thule.... que Oz quiere matar a Ragnar.... verás tú.... :mf_swordfight:
Reptis I de Varania
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Estos bichos y chachos son unas nenazas y unos cagados...
Si no son tres contra Ragnar y con juguetes mágicos no se atreven...
Ains, qué desilusión, ya no hay valientes que se atrevan con el uno a uno...
Un mugido indignado
Godfried, regente de Thule preparándose para un largo viaje
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Bueno, tras dos noches esperando a que el nanodiox diese noticias nuevas sobre la batalla y como me aburría he ido picando esto...
A ver si sirve para que esta noche, de una vez, siga con la matanza...
El suelo embarrado hizo resbalar al agotado Leif, que cayó pesadamente al suelo entre los cadáveres que cubrían los alrededores de la muralla. Con esfuerzo se alzó una vez más, aprestando el maltrecho escudo y su mellada espada. Su cota de mallas había resistido bien los rigores del combate, únicamente había cedido en el hombro y en el faldón derechos y las heridas que había sufrido eran por fortuna leves, pero tanto su armadura como su ropa y sus armas estaban empapadas con la sangre de los numerosos engendros y servidores que habían perecido bajo su espada.
A su espalda una decena de exhaustos pero decididos Carls de Drakonia se afanaban por mantenerse a su altura, luchando contra los salvajes y odiados engendros que habían logrado cruzar las puertas de la ciudad en gran número y que se habían dispersado por la ciudad sembrando la muerte y la destrucción a su paso.
Un par de engendros y un servidor se lanzaron sobre el joven minotauro intentando aprovechar su caída, pero pese a su juventud el guerrero había pasado más tiempo en el campo de prácticas luchando con los viejos compañeros de armas de su padre del que muchos pasaban durmiendo toda su vida, y su espada danzó en el aire con una pericia y fuerza sorprendentes en alguien de su juventud mientras su escudo bloqueaba los ataques que le llovían encima.
Tras el primer intercambio de golpes la burda espada de uno de los engendros quedó trabada entre las maderas de su escudo sellando el destino de su portador. Con un poderoso golpe Leif cortó su cabeza y inutilizó el brazo derecho del engendro situado a la izquierda del muerto, para acto seguido lanzar un golpe bajo que cortó la pierna derecha del servidor mientras las espadas de éste rebotaban sobre su casco y su ausbergue de cota de mallas.
“Malditos seáis, monstruos del dehmonio...” gruñó Leif mientras clavaba profundamente su espada en el pecho del engendro superviviente, ignorando los débiles golpes que el monstruoso ser lanzaba con su brazo izquierdo. Cuando el monstruo dejó de debatirse usó su escudo para aplastar la faz del gimoteante servidor que intentaba contener inútilmente el río de sangre que manaba de su herida, y posando su pie en el pecho del engendró desembarazó con esfuerzo su acero del cuerpo del muerto.
“¡Thane! ¡Cuidado!” gritó súbitamente uno de los guerreros bajo su mando, intentando advertirle del ataque de nuevos engendros. Leif pivotó sobre su pierna derecha aprestando su escudo,desanimándose al ver el avance de una nueva veintena de engendros, que se lanzaron aullando sobre el joven noble y sus guerreros. Mas antes de poder descargar ni un solo golpe la mitad de ellos se desplomaron sobre el suelo, abatidos por una certera andanada de pesadas saetas que atravesaron sin dificultad la carne de los monstruos y las burdas armaduras con las que algunos de ellos se protegían.
Los engendros titubearon un instante antes de lanzarse sobre la nueva amenaza, una decena de arqueros protegidos por jubones de cuero curtido que empuñaban unos enormes arcos de metal con los que descargaron con precisión y rapidez nuevas lluvias de muerte sobre los monstruos invasores abatiéndolos a todos.
“Mi señor, por piedad, acudid raudo a la puerta” gritó preocupado el veterano guerrero que lideraba a los arqueros “los monstruos están rodeando al rey y a vuestro Thane, no podrán contenerlos durante mucho más tiempo...”
El joven norteño palideció al oir las nuevas y sin mirar atrás se lanzó a la carrera entre los escombros y los muertos con el corazón encogido por el miedo. Varios engendros se cruzaron en su camino, pero fueron abatidos por el joven sin que éste detuviera su carrera, y en breves minutos Leif llegó a la puerta y se encontró con una escena de pesadilla.
Los muertos atestaban la plaza de armas y se amontonaban en las bocacalles, la sangre y las vísceras cubrían el suelo y los gemidos y plegrarias de los heridos y los moribundos se oían por doquier, sin que el constante ruido del acero golpeando el acero lograse acallarlos.
Superados ampliamente en número los guerreros de Drakonia resistían las oleadas de engendros y servidores que intentaban romper sus muros de escudos en un desigual combate sin esperanza. Numerosos asaltantes caían bajos las espadas y hachas de los minotauros, mas siempre había nuevos engendros y servidores dispuestos a reemplazar a los caídos y cada vez que uno de los minotauros era abatido se abría un hueco en los muros de escudos que nadie podía cubrir.
Pero a pesar de lo desesperado de su situación los guerreros de Drakonia resistían sin retroceder un paso, enardecidos por el ejemplo que ofrecían su rey y el alto extranjero que había acudido del lejano oeste a ayudarlos en su hora más aciaga. Los cadáveres de engendros y servidores cubrían el suelo a los pies de Sigfried y Ragnar, y ante su valor y pericia con sus armas hasta los más salvajes de los engendros dudaban antes de atacarlos. Mas hasta estos dos temibles guerreros eran mortales, y el cansancio que empezaba a ralentizar sus movimientos y el gran número de sus enemigos que los atacaba sin tregua empezaba a hacerse notar.
La wyverna que servía de montura al rey de Drakonia golpeaba a diestra y siniestra con sus garras y su mortífero aguijón venenoso, y sus fauces astillaban sin esfuerzo los huesos de los monstruos que atrapaba, mas una de sus alas estaba prácticamente inutilizada por los numerosos golpes recibidos y sus costados se movían exageradamente con cada bocanada de aire que aspiraba, denotando el cansancio que empezaba a hacerse notar en el poderoso ser. Y su jinete no presentaba mejor aspecto. La cota de mallas reforzada que cubría sus piernas estaba irreconocible, desgarrada en tantos lugares que ya era poco más que un amasijo de anillas de metal comprimidas en los dos o tres lugares que aún no habían recibido impactos, y el pelaje rojo del rey estaba empapado con su sangre y con la de sus odiados enemigos, que tras haber exterminado a su guardia se disponían a acabar con la vida de Sigfried, dispuestos a pagar el terrible precio en vidas que tal hazaña les había costado y les costaría sin duda, ya que varios grupos de curtidos guerreros minotauros avanzaban desde las avenidas cercanas hacia su rey para protegerlo abríendose paso entre engendros y servidores en un combate despiadado y sin cuartel.
En el otro extremo de la plaza resistía impávido el Jarl de Thule, moviendo sus dos aceros en un torbellino mortal que a duras penas contenía a sus atacantes. A sus pies yacían los fieles camaradas que habían seguido sin dudar a su señor a estas tierras extrañas a luchar en una guerra sin esperanza defendiendo a sus hermanos perdidos hacía más de cien ciclos, caídos en defensa de su señor y la ciudad nombrada en honor al recordado reino de la tercera era sin retroceder ni un paso. Y a su alrededor los cadáveres de incontables engendros y servidores, en un número tal que sin duda los salones dorados de los dioses abrirían sus puertas de par en par esa noche para acoger a los héroes que habían realizado tales proezas en el campo de batalla emulando a los guerreros recordados con veneración en los relatos de la antigua Drakonia.
Y el más alto y poderoso de ellos se mantenía aún en pie, manteniendo a raya con su pericia y valor a un enorme y corpulento servidor armado con dos pesadas hachas de batalla y un engendro protegido con una extraña armadura que lideraban una horda de asaltantes sedientos de sangre. Unos pocos guerreros minotauros aguantaban cerca del Jarl, y desde las calles y tejados cercanos los arqueros disparaban sin tregua sobre la horda de asaltantes que avanzaba sobre la muralla haciendo retroceder a costa de enormes bajas a los escasos defensores que aún defendían los altos muros de la ciudad.
Finalmente los defensores de los muros cedieron ante el empuje de un gran servidor armado con una brillante espada cuyo filo abría sin dificultad las cotas de malla de los minotauros, y los asaltantes avanzaron sin oposición y tomaron las escaleras a la espalda de Ragnar, que se vio así copado con sus pocos seguidores y abrumado por todos lados por una marea de asaltantes.
Las espadas del Jarl abatieron a los primeros engendros en llegar a su altura, mas los monstruos no cedieron en su empuje y el alto guerrero se vio obligado a retroceder ante el empuje de los tres monstruosos líderes de los asaltantes que se abatieron sobre él deseosos de acabar con el guerrero que mantenía vivos los ánimos de los defensores.
El estandarte del cuervo cayó al ensangrentado suelo al perecer su portador y los minotauros ya cedían cuando con un rugido el joven noble que había acompañado a Ragnar al este se abatió sobre los engendros preso de la furia del combate segándolos a su paso y deteniendo momentáneamente su avance.
Las espadas seguían cantando su macabra melodía y ríos de sangre fluían mientras la batalla llegaba a su apogeo...
Un saludo
Javier
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Bueno vemos que Javier no tiene nada mejor que hacer que inventar batallitas,vaya ,ya podrias dejar de atacar a los que según tu son debiles e irte para tus tierras a plantar verde para que comas y te atragantes.No empiezes con el ...se los dije ,ya ves el caso que te hacemos y ademas que sepas que nuestras razas (engendro y servidora)moriran en la lucha ,los que huyan no mereceran llamarse ni engendros ni servidores,seguramente serán.... minotauros reconvertidos a nuestras razas.
Sotolp,Empereador Servidor por la simpatia de Dehm
Nota: No sé si tendrás mi simpatía pero mide los post... que es una batalla!! nada más.
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Que deje de atacaros?????????????????
Estooooo... a ver... déjame que recuerde cómo iba la guerra.... ah, sí... el turno pasado atacasteis y tomasteis Nia y este turno asaltáis Drakonia... :mf_swordfight: :KingIkthusiussCastle: :mf_swordfight:
Curiosa definición de "dejar de atacar" das a defenderse de un asalto... :napoleon:
Sobre el relato, no pongo nada que no esté en el mapa o pase en éste o en el siguiente turno. Algo dramatizado y evidentemente poniendo bien a mis chicos, pero no querrás que encima os convierta a "los malos de la peli" en héores y os haga una foto bonita...
Si quieres hacer un relato con tu punto de vista adelante, te animo a ello, mayor riqueza tendrá el juego y mejor será la descripción de la batalla.
Un saludo
Javier
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Ragnar observó estupefacto como Todolocuro volvía a sanar sus heridas, pero en esta ocasión no cortes o flechas sino terribles impactos de virotes de ballista. Los engendros, sabeedores de la posible debilidad del Sanador, deciden hacer fuego con sus arcos contra las ballistas destrozando dos grupos de ellas, y mermando así la capacidad defensiva de los minotauros.
Los arcos minotauros, dirigidos contra las unidades atacantes, y con mayor experiencia, aciertan sus blancos mayoritariamente logrando ahcer caer infantes y arqueros enemigos a números iguales.
Pero es el cuerpo a cuerpo donde la batalla es más sangrienta pues la marea de engendros lograr herir a Reigar y deshacer una unidad de infantes minotauros. Ragnar sigue soportando los ataques de Marduc cuyos torpes golpes logra desvíar pero Suarsenaje, además de una fuerza sin igual, maneja sus hachas con gran habilidad e hiere a Ragnar por dos veces con sus enormes hachas desgarrando la carne por debajo de la cota de mallas.
Ragnar aún así tiene tiempo para abrir el pecho de Marduc que cae al suelo exhalando el que debería ser su último aliento pero Todolocuro logra de nuevo imbuir en el engendro el álito de la vida.
Al otro lado de la ciudad Sigfrido mantiene su duelo contra Paxus y varias unidades. En esa zona la defensa es muy dificil pues hay pocos infantes pero aún así Sigfrido hiere a su oponente con claridad exigiendo un nuevo esfuerzo de Todolocuro. El aguijón es desviado por el escudo, tosco pero efectivo, de Paxus que sin embargo ve uno de sus miembros atrapado por las fauces de la serpiente.
Y mientras tanto un valiente grupo de infantes, en pequeño número, se abaten sobre los atacantes de Sigfrido dando muerte a varios de ellos.
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Reigard observa como a su alrededor entran nuevas y más numerosas unidades de engendros que hasta salen de la torre de asedio cercana aunque en esta ocasión para enfrentarse a los No Muertos que les acosan desde retaguardia, no antes de que éstos acaben con unos arqueros servidores en plena retirada.
Decide que ha llegado el momento y entona unas runas transmutándose en medio de un fuerte resplandor en un Fuego Fauto que de inmediato lanza un destello contra Suarsenaje provocando en sus ojos miles de lucecitas que impiden al servidor atacar como deseaba. Sin embargo los minotauros van cayendo por todas las calles aunque arrastrando consigo a numerosos enemigos. Sin embargo las bajas son de momento similares pero mientras que para el defensor cada unidad es valiosa e insistutuible para los atacantes las bajas son menos vitales.
Así pronto en la zona occidental de la ciudad la defensa se convierte en pocos núcleos de tropas, uno de ellos con Sigfrido al mando, y algunos arqueros que lanzan lluvia tras lluvia de dardos por las calles donde engendros y servidores caen bajo sus proyectiles pero cada vez les empujan más lejos de las puertas.
En algunas ocasiones quedan grupos de minotauros aislados que atacados por todos los flancos caen rápidamente sofocados. Y mientras tanto entran nuevos atacantes y hasta Guatipi acude hacia la ciudad, habiendo dejado la eliminación de los No Muertos al cargo de sus adjuntos, héroes capaces.
Reigard no puede sino alabar el valoroso gesto de Leif que subiendo a las murallas se enfrenta en el adaver a Oz que con su espada Aliento de Quimera le tantea con malicia. Ragnar, algo cubierto por unidades de infantería se retrasa levemente para poder recuperar fuerzas. Delante suyo la brecha que tapaba, una verdadera montaña de cadáveres, es atravesada por Suarsenaje, Marduc y varias docenas de engendros.
Mientras tanto algunas flechas logran alcanzar a Todolocuro que debe gastar sus artes en sí mismo dado lo delicado de sus fuerzas. Pero pese a ello cuando Reigard, en su forma de fuego fauto lanza una potente descarga contra la armadura metálica de Suarsenaje, Todolocuro logra curar la herida, de nuevo.
En el oeste la situación es caótica, los arqueros se retiran poco a poco lanzando sus últimas flechas con sus arcos metálicos mientras un grupo reducido de infantes les protegen. Sin embargo pronto los veinte minotauros son rodeados por un centenar de enemigos que les rodean y atacan en rápidos y sucesivos asaltos hasta que no queda ninguno vivo.
En el este se abren huecos en los muros de escudos que son cerrados con celeridad pero aprovechando tal esfuerzo una unidad de infantería servidora gana la retaguardía del muro de escudos usando la muralla para pasar la defensa, y dan muerte a varios minotauros antes de ser abatidos.
Mientras tanto, fuera de los muros, los engendros de la torre de asedio, ya corriendo por el llano, caen sobre los no muertos acabando con sus pocas energías. Los cadáveres vuelven a la tierra.
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Sigfrido se concentra en su oponente y le lanza una serie de estocadas y golpes que finalmente hieren a Paxus en la pierna. Espera a ver cerrarse la herida como tantas veces anteriormente pero la herida no se cierra y no puede evitar una mueca de satisfacción. En lo alto puede ver como Leif, uno de los héroes que han acudido de Thule en su ayuda, combate contra Oz cuya arma araña la armadura del minotauro que ante tantos golpes no puede sino luchar a la defensiva.
Sin embargo también ve como Suarsenaje, Marduc y varios infantes rodean a Ragnar. Reigard, su hermano, lanza un destello de nuevo contra Suarsenaje que le deja medio ciego mientras da golpes al azar y el mago metamorfeado esquiva cada ataque.
Mientras una terrible descarga de las ballistas minotauras despeja el puente levadizo de asaltantes. Y a pocos centenares de metros los cadáveres vivientes soportan el castigo de los engendros que los atacan y hasta derrotan a algunos.
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Guatipi lanza un gruñido y ordena a sus tropas acabar con Sigfrido mientras corre hacia la ciudad, evitado ya el combate contra los no muertos. De inmediato cerca de ciento cincuenta enemigos rodean a Sigfrido con una vorágine creciente de ataques.
Cuando unos instantes después la zona se despeja permitiendo ver algo apenas puede creer que el héroe siga en pié, aunque es evidente que bastante herido, tanto él como su montura que chilla de dolor y rabia.
Sigfrido sobrevive al ataque en parte gracias a la lealtad y habilidad de su serpiente alada que lo protege de los mayores daños.
Ragnar no posee ninguna serpiente alada, ningún wyvern, y cuando la espada de Marduc resbala sobre la suya alcanzando su clavícula con gran fuerza no tiene quien lo sostenga o mantenga fuera del alcance del enemigo. Ragnar aún decapita a un oponente algo atrevido cuando posa su rodilla en el suelo empapado de sangre, tanto amiga como enemiga.
Los dioses de la guerra deben estar satisfechos. Con fuerzas mermadas repele un mandoble y pierde una de sus espadas en el cuerpo de otro engendro que cae entre convulsiones. Sin embargo las fuerzas le abandonan poco a poco y cuando una veintena de engendros caen sobre él y sus pocos guardias la lucha es corta.
Al poco tiempo todos los minotauros yacen muertos o moribundos, rodeados de cadáveres enemigos, mientras Ragnar apoyando su espalda contra la muralla sostiene aún su espada, pero la vida se le escapa por una docena de heridas y cuando Leif logra rechazar de nuevo a Oz y observa la escana el minotauro ya está camino del Panteón de los Dioses.
Los gritos de rabia de dos quincenas de minotauros son terribles y caen como una tormenta sobre Marduc, el héroe engendro, que es despedazado por hachas y espadas sin ocasión de defenderse.
A pesar de haber caído en combate el cuerpo de Ragnar aún inspira terror en sus enemigos y cuando muchos infantes comienzan a gritar su nombre varios grupos de servidores emprenden la huída. No así los engendros que buscan a sus enemigos y les dan muerte allí donde les cogen o acorralan.
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Sigfrido observa apenado como la zona donde combatía Ragnar es ahora un montón de cadáveres y desde su posición, ligeramente por encima de la media, gracias a su wyvern es da cuenta de que Guatipi, unos lanceros y un grupo de engendros están a punto de penetrar en la ciudad.
La población hace una hora que comenzó a huir por las puertas septentrionales de la ciudad, camino del sur, mientras algunos prendíanfuego a los almacenes y ahora la ciudad está cubierta por un espeso sudario de humor y sangre. Mirando a su alrededor es obvio que en la zona occidental de la ciudad la defensa es imposible pero es su deber para con Drakonia y Ragnar prolongar la lucha lo máximo posible para permitir la huída de más población y en caso de ser posible llevarse por delante a sus enemigos.
Sigfrido ordena huir a los arqueros que así sirven de distracción para unos pocos engendros que los persiguen mientras que ordena a un grupo de infantes una misión suicida pero necesaria. A pesar de que es difícil mantenerse en la ciudad y expulsar a los enemigos Sigfrido les encomienda alcanzar las puertas, de donde la lucha se ha desplazado quedando más o menos vacías, para activar los mecanimos de aceíte y brea y rocas que hay en la zona, junto a merlones especialmente preparados, pero desgraciadamente sin posibilidad de uso.
Los infantes esquivan a sus enemigos, sube por el lienzo de la muralla y corren a las puertas mientras Sigfrido se eleva e ignorando los gritos de rabia se dirige a una de las torres de asedio donde su wyvern se ceba en los arqueros destrozando a todos ellos con garras y aguijón. Mientras a pocos metros Todolocuro huye en su lobo de guerra.
Reigard mientras tanto se mueven con gran velocidad por la zona, sin dejar de atacar aquí y allá dando tiempo a las pocas tropas minotauras a concentrarse en el barrio de los mercaderes en la zona del templo, al este de la ciudad. Allí el mar de callejuelas y lo estecho de las calles puede proporcionar algún cobijo a los defensores.
Sigfrido llega a la zona y junto a medio centenar de minotauros protege dos calles que suben hacia las puertas del este, por donde la población de amontona tratando de salir de una ciudad condenada. Ordena a Reigard guiar a los supervivientes y a las tropas que, siendo innecesarias, puedan escapar de la batalla.
Sin embargo otro centenar de minotauros con Leif al frente proteguen la muralla y aunque los engendros se adelantan el destrozado puente levadizo asegura que no reciban nuevos refuerzos. Así pues el acceso a dicha zona de la ciudad queda neutralizado por las fuerzas acumuladas.
Los engendros forman líneas de arqueros tanto dentro como fuera de la ciudad mientras Suarsenaje, Paxus y Oz avanzan secundados por algunas unidades. En un primer choque Guatipi destrozar a la infantería que habiendo destruido el puente levadizo no podía huir sin combatir. Después docenas de descargas de flechas rebotan contra los muros de escudos que semejan puercoespines.
En el exterior los no muertos son finalmente reducidos aunque algunos logran resistir hasta el fin. Mientras tanto en el interior Suarsenaje avanza y destroza a todo minotauro que osa oponerse a él. Tal es su tamaño, fuerza y destreza.
Cerca suyo agoniza una veintena de minotauros cuando otros tantos caen sobre él pero nada pueden hacer contra ese demonio con hachas que los tala como si fueran árboles jóvenes.
Finalmente en la calle quedan únicamente Sigfrido y Suarsenaje. Sigfrido lanza un tajo al campeón servidor pero Suarsenaje lo desvía con una de sus hachas mientras la otra casi arranca el brazo al minotauro que cae de la silla de su wyvern entre un surtidor de sangre. La serpiente ataca rabiosa a quien ha dado muerte a su señor y con su aguijón inyecta tal cantidad de veneno en el cuerpo de Suarsenaje que en pocos instantes no puede moverse ni respirar y un cuestión de segundos su corazón se para colapsándose.
El enorme héroe cae sobre el cadaver de Sigfrido mientras el wyvern se eleva y se aleja del lugar.
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Leif, apoyado por un grupo de infantes que llevan soportando durante dos horas los ataques sin pausa de un centenar de engendros, sin haber caído aún, restan en la ciudad. El resto son unidades engendras o servidoras.
Leif, viendo clara la situación da orden a los infantes de retirarse hacia el sur con la población y protegerla. Luego desciende peldaño a peldaño las escalaras que le llevan del adarve al lugar donde Sigfrido ha caído. Realizando un ceremonioso saludo de respeto a su congénere se asienta sobre sus piernas delante de su cadáver mientras los engendros van rodeándolo.
El silencio, roto aquí y allá por algunos lamentos, sustituye al sonido de la lucha. Paxus, herido de su combate contra Sigfrido decide no correr riesgos y los arqueros hacen fuego sobre el héroe que se agacha bajo su gran escudo soportando las saetas con valentía. Pero Guatipi decide hacerle el honor y le ataca de frente mientras unos engendros le ganan el flanco y Oz la espalda de modo que el héroe va pivotando para enfrentarse a uno u otro enemigo.
Durante unos minutos repele de forma metódica uno tras otro de los ataques pero los engendros no se caracterízan por su paciencia y pronto se lanzan contra él. Caen rápidamente bajo su espada pero en ese mar de armas y cuerpo Oz aparece y su espada corta limpiamente la cota de mallas hiriendo al joven minotauro.
Aunque la herida no parece importante durante unos momentos Leif observa entre divertido y sorprendido su herida que los dioses habían resguardado hasta ahora de sufrir. Durante un momento parece desfallecer y los engendros caídos son sustituidos por otros que atacan con denuado esfuerzo.
Pero de nuevo Leif les derrota y hasta lanza algún mandoble contra Oz. Guatipi se adelanta y con un golpe desvía el arma del minotauro y con otro lanza su yelmo lejos de su cuerpo provocandole una herida en el cuero cabelludo. Sin embargo está hastiado de perder tropas y deseoso de lanzarse al saqueo así que da una orden.
Leif se queda sorprendido cuando los engendros se retiran. Pero casi trescientos de ellos cogen sus arcos. Leif deja caer el escudo sabeedor de lo inutil en esta situación y se lanza a la carga contra el enemigo. La descarga de flechas es brutal. Muchas atraviesan su armadura y se clavan en su cuerpo, pero la inercia y la fuerza de voluntad le permiten alcanza la primera fila de arqueros donde su espada deja un arco sangriento antes de caer al suelo.
Leif burla la gravedad por unos momentos antes de caer al suelo con el cuerpo hincado por más de media docena de penaños. Un rugido sale de las gargantas de los engendros y pronto se dispersan en el interior de la ciudad junto a los pocos servidores supervivientes. La orgía de sangre comienza al atardecer... mientras los fuegos y las columnas d humo oscurecen el aire sobre la ciudad de Drako.
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Andronicus llevaba horas recorriendo los caminos. Había salido hacia el atardecer con un grupo de tropas persiguiendo a unos jóvenes que habían tenido la osadía de dar muerte a varios soldados antes de huir.
En los caminos había comenzado su verdadero trabajo reuniendo y recuperando armas, hombres y vituallas de suerte que cuando regresó al campamento emplazado junto a la ciudad con él iban dos unidades de infantería, una de arqueros así como los servidores de dos catapultas, un lanzapiedrras y una ballista.
Entregando las valiosas tropas a Oz, se dió media vuelta para contemplar los restos del ejército engendro que había llevado el peso de la batalla: 18 unidades de engendros, Marziv, Paxus, Andromacus mismo y Guatipi habían logrado sobrevivir a la mayor batalla conocida.
De los minotauros se sabía que había huido un héroe con tres grupos de arqueros y uno de infantes aunque era semejante a los supervivientes servidores, quitando los recuperados en los caminos, de número cincuenta, una unidad de arqueros y unas de lanceros.
De los No Muertos nadie quería hablar cuando tantos se habían unido a los muertos... en las fosas comunes. De las 159 unidades que comenzaron la lucha habían salido con vida 36, y así lo podían atestiguar las calles de la ciudad cubiertas de cadáveres, sangre y moscas. Más de tres mil cadáveres entre engendros, minotauros y servidores. Y eso sin contar los varios miles de la población asesinada o esclavizada.
Sobre los muros y el llano se acumulaban los restos de medio centenar de armas de asedio que habría que intentar recuperar para sumar al botín, nada despreciable, si se pasaba por alto el incendio provocado en los almacenes por los minotauros.
La guerra de Drakonia había dado un paso decisivo, para si nadie de interponía, ponerla punto final, habiendo muerto tanto Ragnar como Sigfrido.
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Una preciosa matanza, sí señor...
De las que hacen época...
Un saludo
Javier
P.D. Se ofrecen 100 BO por Todolocuro, preferiblemente vivo... Lo mataré como 5 o 6 veces para compensar lo que me ha puteado...
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Ya sabes... manda un asesino en busca de Todolocuro... De cualquier modo ha sido una batalla muy bonita, épica incluso... a la espera del combate de los orcos de viu contra los bárbaros humanos. Lo que si es verdad que deja a los engendros y servidores sin tropas para hacer frente al señor de la horda Karnak y sus orcos si estos se deciden a "pacificar" su continente.
Reptis I de Varania
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Cuanto odio, cuanto rencor. Espero que ahora MI continente pueda vivir un tiempo de paz y prosperidad y que juntos caminemos de la mano del amor y la fraternidad.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.
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¿Asesinos? ¿Yo?
Naaa, no gasto de eso, no me gustan las "operaciones encubiertas"
Si alguien se interesa yo pagaré las 100 BO por el tío, pero paso de hacer nada más.
Total, lo más probable es que se las acabe dando a la señora gorda de los mocos...
Un saludo
Javier
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Hombre...digo Orco. Por 100 bo pues es cuestión de pensarlo.
Saludos
Karnak. Gran Señor de la Horda.