Mostrar Mensajes

Esta sección te permite ver todos los posts escritos por este usuario. Ten en cuenta que sólo puedes ver los posts escritos en zonas a las que tienes acceso en este momento.


Temas - Dravas

Páginas: [1]
1
Personajes / Dravas I-Prólogo:Campos Fúnebres
« en: 26 de Octubre de 2006, 07:31:09 pm »
Era pronto, al alba.

Un oceano inquietante, demasiado tranquilo para ser cierto, demasiado alejado para poder ser alcanzado, demasiado distante para porporcionar su refugio y, a la postre, demasiado ajeno para los brazos mortales;Su azul inmenso poblaba el cielo ,no había nube que cobijase al más intrépido ni al desfavorecido, y, la pálida luz del orbe ígneo surgía desde el horizonte poblando la escena de ligeros tonos marengo y grises apagados, otorgando al momento un espíritu casi fantasmagórico;Chocando con la hierba, tornada ya en colores marrones,los haces de luz se reflejaban contra el montículo elevado de la estepa, contra la cara del actual soberano;Su rostro estaba manchado, el viento que soplaba en la estapa agitaba los mechones morenos contra su cara:parecian golpear como látigos acompasados, uniendose grotescamente con los alaridos y estertores de los ejeutados bajo sus manos.

El año era el 323 a.C, a pocos dias de la muerte del gran conquistador de toda nuestra historia, el noble macedonio Alejandro, para la gran mayoria Alejandro Magno.

Hacia unas semanas que veloces corceles, en grupas y tonos dorados, habían partido de Cirópolis ante la noticia de la gran perdida y se habían deslizado ,como si de aire se tratase, por toda la estepa de Escitia, al menos eso era lo que cualquier observado ajeno diría, pues los corceles y jinetes escitas eran los mejores que podían verse en el mundo conocido: tal era su dominio que ningun movimiento podía resultar brusco, y, con una gracia sobrenatural, se deslizaban entre la hierba como agua de mar sobre la costa;Lo más importante, su misión, era la de encontrar lugar digno para el sepulcro del gran conquistador.

El ambiente discurre al abrigo de la piedra, en la cuenca de un valle: escarpadas colinas se oteaban en al distancia, al norte y al sur, cubriendo todo el horizonte, como la mente de Alejandro lo hacía;Sus tonos marrones se confundían con oscuros pináculos dispuestos a rasagr el cielo, dispuestos  a descargar la ira de su pérdida en un indeferente observador.

No hay más de una docena de personas en la colina, al menos que aun puedan respirar: media docena de hombres bien armados descansan abajo sobre sus monturas, otra cantidad igual de ingente reposa en la parte superior, de entre ellos hay una figura recostada, no mayor que el resto, pero si diferente: su armadura parece más cuidada, y el hecho de que no porte casco alguno deja al viento una melena negra, una sombra casi viva que se azota acompasada contra su propia cara;Su rostro ,palagado de sudor y de lágrimas, permanece pétreamente en una mueca a camino entre el dolor y la furía, la pérdida y la impotencia:sus dientes, apretados y chirriantes, secos igual que la boca que los alberga;Sus ojos, a punto de salir de las cuencas, pero con un inquietante semblante de indiferencia, con la vista distante en algún lugar de su mente;Sus músculos tensionados, y sus tendones, ya acomodados a estas situaciones por la guerra;Finalmente todo queda sobrepasado por un sonido seco y fuerte, casi como el crepitar nocturno: el estertor de una joven morena,una belleza casi de cerámica, cubierta por escasas y finas vestimentas de tonos parduzcos y bermejos;Sobre su cuello aros dorados y sobre ellos las manos de su verdugo: el escita Dravas.

En Escitia es costumbre la de enterrar a los familiares, siervos y caballos más queridos junto a su marido, señor y jinete; Dravas sabía que el cuerpo de Alejandro no pertenecía al corazón de Escitia, pero si honraría la memoria de su amigo cumpliendo la tradición con sus posesiones más preciadas de Escitia, que incluian a la joven Idara, la concubina negra como el ónice.

El cuerpo de Idara se precipita a un cubículo esférico bajo el nivel del terreno, cae sobre una montura  ,antaño parda ahora granate, y bajo está reposan  cuantiosos objetos de tonos cobrizos,que ahora también tornan de color;Asi pues esa será el  destinode Idara, cuyos ojos perplejos de horror aun permanecían fijos en el frio cielo cuando la tierra sepultó su cuerpo y unos peñascos la apretaron contra ella, empujando el riego sanguineo de ambas criatura a descender vertiginosamente hacia el suelo, donde las plantas no tardarían en absorberlo.

Arriba los guerreros escitas constuyen un montículo entorno al  luagr, y el hombre prominente murmura sus oraciones en silencio,oraciones para obtener el coraje y la bravura, para no flaquear, y para ser honorable frente a su familia durante los tiempos que le esperan, y en el fondo de su alma, ruge y clama el odio fraticida hacia Alejandro por abandonarlos y obligarles a juntar los aceros de sus ,antaño, amados generales;Es ese odio, del que tan culpable se siente, el que mueve su corazón.

Se levanta lentamente , y acto seguido su rostro se vuelve un espejo de serenidad con cierta amargura;se desliza colina abajo, donde monta uno de los caballos que  allí esperaban: no es ni más hermoso, ni exótico, es igual que el resto, pues el luto por Alejandro no permite esas distinciones, ni tampoco Dravas lo desea.

Solo una frase roza sus labios, seca y directa, con ciertos aires de parternalidad oculta:Volved con presteza...

El jinete se aleja hacia el sur;A Cirópolis; el jiente es Dravas I lider reciente de los pueblos escitas y Cirópolis es su fortaleza de la soledad, donde un conclave, claustrofóbicamente vacio en su multitud, le espera para juzgar sus decisiones.

Un año más tarde una flor ajena al lugar florece sobre un montículo de Escitia,de improtancia sólo para quienes saben que hay ahí, se trata de una amapola.....

Páginas: [1]