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Temas - Javier

Páginas: [1]
1
Histórico / Cosillas a pulir en el reglamento
« en: 07 de Junio de 2005, 08:01:20 pm »
Buenas caballeros
Me he estado mirando la ?ltima versi?n del reglamento que me ha pasado karnak, y he visto algunas cosillas que se tendr?an que pulir.
Paso a enumerarlas en post separados para que se vea m?s claro

Un saludo
Javier

2
Klaskan Renacimiento / Por orden del Minidiox, ¡¡¡¡a formar!!!!
« en: 08 de Octubre de 2004, 05:32:07 pm »
Buenas a todos
Pues eso, que me he despertado esta mañana con un dolor de cabeza (en nada achacable a la ingente cantidad de cerveza negra que trasegué anoche en la fiesta de lo que fuera que celebrábamos) y la súbita inspiración divina de que la Gran Vaca de Ubres Hipertrofiadas quiere saber la zona donde vive cada uno de sus humildes adoradores, así que a formar y pasar lista...

Minotauros - - - - -  Javier Català - - - - -  Sant Pere de Ribes, provincia de Barcelona

El resto podéis ir poniendo vuestros datos a continuación para hacer feliz a la Gran Vaca o como la llaméis vosotros, panda de infieles...
Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

3
Klaskan Renacimiento / Saga de Ragnar Parte 7
« en: 22 de Septiembre de 2004, 07:58:57 pm »
Buenas caballeros.
Os pongo aquí debajo la séptima parte de la Saga de Ragnar, para que los que la siguen no se pierdan al leer el relato posteado en el concurso.
Es también bastante largo, así que no os asustéis si véis que hay mucha cosa...

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia


De traiciones, venganzas, y el fin del Norte

El campamento en el linde del bosque hervía de excitación y nerviosismo mientras los minotauros que lo atestaban esperaban ansiosos la salida del sol que anunciaría el inicio de la batalla.
Los Carls aprestaban sus armas una y otra vez para mantener a raya el miedo, los oficiales recorrían los fuegos charlando con los grupitos de guerreros aprestados a su alrededor intentando transmitir una seguridad y confianza en la victoria que no sentían ellos mismos y los tres Jarls y sus Thanes repasaban el plan de batalla en la tienda de Gunther intentando preveer los movimientos de las tropas de Erik en la batalla.
Hacía ya más de tres semanas que la ciudad elfa había dejado de arder, y en ese tiempo los Carls de Erik habían arrasado el Norte y habían preparado una posición defensiva en unos pequeños altozanos en la cercanía de la arrasada Ragnarsholm desde la que dominaban la zona y que los aliados de Gunther debían tomar para poder marchar a las tierras de éste y continuar su lucha contra el tirano sureño.
Todos los minotauros del norte que habían sobrevivido al brutal ataque de Erik se habían refugiado en el campamento levantado por Ragnar, y todos los varones se habían encuadrado en las unidades del Fyrdd reclutadas apresuradamente. Su número era escaso, apenas un par de centenares, y su entrenamiento y experiencia en combate mínimos, mas el odio que sentían por los Carls de Erik que habían arrasado sus tierras y asesinado a sus familiares y amigos era tan grande que su Jarl confiaba en que serían capaces de luchar sin poner en peligro a las unidades que les cubrían los flancos.

“Y bien Thane Osmund, ¿qué nos podéis decir de las fuerzas de Erik?” preguntó Gunther al comandante de la fuerza montada que había ordenado un reconocimiento de las posiciones defendidas por los Carls de Erik esa misma mañana mientras en la tienda se hacía un inquieto silencio a la par que los presentes esperaban tensos la respuesta del orgulloso Thane.
En uno de los lados de la gran tienda de mando de Gunther se removían inquietos los Thanes norteños, que llevaban días preparando a sus guerreros y a los miembros del Fyrdd para el enfrentamiento con los Carls de Erik. Las tropelías cometidas por éstos en Ragnarsholm y sus alrededores había enfurecido a los norteños, y todos ellos defendían la idea de un ataque que exterminase a los invasores, idea compartida por Ragnar aunque éste había evitado pronunciarse abiertamente hasta que Gunther no hubiera expuesto su posición para evitar contradecir al Jarl al que había jurado fidelidad.
En el centro de la tienda Gunther y sus Thanes mantenían opiniones dispares. Mientras sus Thanes eran partidarios de rodear a las huestes de Erik y dejar que los norteños reclamasen solos sus tierras a los invasores Gunther prefería mantener la alianza del Norte y tendía a plantearse la opción de presentar batalla para conservar a sus recientes aliados y de paso debilitar las fuerzas de Erik.
Y en el otro lado de la tienda Normann se mantenía impasible sin dar a conocer su opinión. Aliado con Erik hasta hacía unas pocas lunas las tropas del Jarl sureño eran necesarias para afrontar con garantías una batalla, y ni él ni sus Thanes se habían pronunciado aún, manteniéndose a la espera.
Tras mirar ostensiblemente a Normann y obtener su permiso Osmund se giró hacia Gunther y respondió a la pregunta: “Son unos cuatro mil guerreros, centenar arriba centenar abajo. La mitad de ellos Carls bien equipados y armados y el resto miembros del Fyrdd sin armaduras ni buenas armas de las zonas dominadas por Erik más cercanas al Norte. Disponían de algunos guerreros montados que nos trataron de emboscar, pero acabamos con ellos y ahora únicamente les quedan tropas de infantería que se han atrincherado tras unos terraplenes y muros de estacas en los altozanos de la zona.”
“¿Bajas en la escaramuza?” preguntó quedamente Gunther al jefe de los guerreros montados de los aliados
“He vuelto con 15 de los 50 Carls con los que partí, todos ellos Carls de mis huestes o de las de Hans” respondió Osmund señalando con la cabeza a otro de los Thanes de Normann “Los Carls de Normann y los vuestros estaban formados en el ala derecha y el centro, que fue la que sufrió el ataque principal de sus montados, y me temo que no sobrevivió ninguno de ellos. Fue un combate duro, eran más de 60 y no dieron cuartel, así que no se lo dimos tampoco nosotros...”
“Bien hecho Thane Osmund” dijo Gunther mientras observaba al Thane sureño fijamente. Éste se encogió de hombros ante el halago del Jarl y se situó a la derecha de Normann, esperando que su señor decidiese su postura.
“Así pues estamos en inferioridad numérica... disponen de 4.000 guerreros y nosotros apenas contamos con 3.000, 500 de ellos norteños sin ninguna experiencia...” resumió Gunther mirando a los otros dos Jarls “Si planteamos combate podemos ser derrotados, y entonces le entregamos el reino a Erik en bandeja...”
“Mis paisanos lucharán bien, no temáis... el odio que sienten por los hombres de Erik hará que no desfallezcan ni se retiren hasta que los sureños sean vencidos...” respondió quedamente y con firmeza Ragnar “Dadme el ala derecha y os aseguro que batiremos sus defensas en un par de horas a lo sumo... o moriremos todos ante ellas...”
“¿Jarl Normann? ¿Lucharéis?” preguntó Gunther esperando con temor la respuesta
El Jarl sureño miró a los otros dos Jarls y meneando la cabeza suspiró. “Sigo pensando que es mejor la idea de vuestros Thanes y que es preferible rodear este ejército y atacar a Erik por sorpresa más al sur... pero si estáis decidido a luchar no os dejaré solo... si caéis Erik se hará con el reino, y no creo que me perdone fácilmente que viniera al Norte a matar elfos desoyendo sus instrucciones...”
“Bien” dijo Gunther aliviado pasando a exponer el plan de batalla “situaréis a vuestros guerreros en el ala izquierda y el Thane Osmund comandará a todos los montados de que disponemos que se situarán cubriéndoos el flanco. Yo ocuparé el centro y el Jarl Ragnar con sus norteños abrirá el ataque en el ala derecha. Cuando sus reservas estén comprometidas a lo largo de los bastiones atacad con fuerza y que Osmund los rodee... exterminaremos a ese ejército...”
“No me parece un mal plan” dijo Normann tras pensar unos instantes “pero no os llevéis a engaño Jarl Gunther. El hecho de que luche contra Erik no quiere decir que os prefiera a vos en el trono en su lugar... cuando volvamos al sur puede ser que nuestro próximo encuentro sea con un campo de batalla separándonos”
“No lo dudo Jarl Normann” respondió Gunther fríamente mientras sus Thanes y los de Normann se miraban con aprensión “pero de momento hay un ejército de Erik que nos impide a ambos volver al sur cómodamente. Cuando hayamos acabado con él podremos ponernos a discutir sobre los méritos que cada uno de nosotros tiene para reclamar el trono....”

La claridad aumentaba y ya se presentían los primeros rayos de sol en el este cuando los tres Jarls salieron de la tienda acompañados de sus Thanes y consejeros de mayor confianza y se dirigieron hacia sus guerreros, dando instrucciones para que se formasen las unidades.
Rápidamente los norteños formaron en el flanco derecho una gran cuña alrededor de los Housecarls del Hirdh de Ragnar y los veteranos de la campaña del sur y la defensa de Ragnarsholm, mientras los voluntarios sin experiencia formaban en retaguardia esperando ansiosos el momento de cargar contra las tropas de Erik.
En el centro del despliegue los guerreros de Gunther formaron en diez Muros (Guerreros formando muros de escudos con lanceros en las filas posteriores) mientras las cuatro unidades de Hachas y Espadas (Guerreros en formaciones más abiertas especialistas en el combate cuerpo a cuerpo armados con hachas y espadas y acorazados con cotas de malla completas) se mantenían en retaguardia, moviéndose con la rapidez y precisión que da la experiencia.
Los sureños del Jarl Normann formaron en el flanco izquierdo algo retrasados respecto a la línea de Gunther, y en esa zona se agruparon bajo el mando del Thane Osmund los escasos jinetes de que disponían los tres Jarls para prevenir ataques por sorpresa y en caso de ser posible rodear las posiciones de Erik y atacar las fortificaciones por la espalda.
Frente a ellos protegidos tras terraplenes erizados de estacas y lanzas se aprestaban los guerreros de Erik en silencio, más de cuatro mil guerreros contra los cerca de tres mil que se disponían a atacarlos.
Sonaron los cuernos entre los norteños y los guerreros de Gunther saludando la salida del sol y lentamente los guerreros minotauros avanzaron para acabar con las tropas de Erik siguiendo las instrucciones gritadas por los oficiales.



“Malditos bastardos” gruñó Éomund al observar las cabezas clavadas en lanzas que decoraban la empalizada tras la que se agrupaban los guerrenos enemigos. Varios murmullos indignados apoyaron su insulto mientras los Carls a su alrededor reconocían los rostros de parientes y amigos entre los macabros trofeos, haciendo que inconscientemente las manos apretaran con más fuerza los mangos de espadas y hachas y las astas de las lanzas.
Recordando las descripciones de los supervivientes que habían logrado escapar de las caravanas de esclavos que los Carls de Erik habían organizado tras arrasar Ragnarholm sobre los terribles tormentos que habían padecido sus clientes y amigos, Ragnar no pudo evitar un súbito ataque de furia que le nubló la vista obligándolo a acelerar el paso.
“¡A por ellos! ¡Que no quede ni uno vivo!” aulló Ragnar mientras se lanzaba a la carrera contra las defensas enemigas seguido por sus Carls y sus vasallos sedientos de venganza.

Las flechas lanzadas por los defensores se habían cobrado un terrible tributo entre los poco equipados miembros del Fyrdd del norte, mas la carga no se detuvo por ello y la marea de guerreros norteños se estrelló con estrépito contra las líneas de estacas y lanzas que protegían el frente de las defensas.
Numerosos Carls y miembros del Fyrdd cayeron atravesados por las lanzas de los defensores, mas tal era el ímpetu y la furia de los norteños que ignorando sus numerososas bajas siguieron presionando a los Carls de Erik, rompiendo las líneas de lanceros en varios puntos. Imparable su Jarl hacía danzar su gran espada mientras sus siete hermanos de armas lo seguían sin flaquear haciendo una gran carnicería entre los odiados sureños. Como en la desesperada defensa de la brecha de Ragnarsholm los ocho valientes derrotaban a todos los guerreros que se les enfrentaban, y lentamente los defensores sureños fueron obligados a retroceder alejándose de las líneas de estacas que cubrían su frente mientras los oficiales empezaban a usar a los Carls que se mantenían en reserva para tratar de mantener las líneas y evitar que el frente cediese ante el empuje norteño.
En el centro las tropas de Gunther atacaban con ímpetu las defensas enemigas obligándolas a retroceder lentamente, y las dos unidades de Hachas que el Jarl Gunther mantenía en reserva fueron enviadas a apoyar a los norteños para romper definitivamente el flanco izquierdo de los defensores mientras los Muros de lanzas seguían presionando el frente en el centro y las dos unidades de Espadas se mantenían en reserva.
Tras casi una hora de combate la llegada de los doscientos guerreros de la reserva de Gunther acabó de inclinar la balanza a favor de los atacantes. Aullando los guerreros sureños se abatieron sobre los defensores rompiendo su formación con sus mortales hachas, y todo el flanco izquierdo de los defensores se dió a la huida mientras buena parte de los norteños los perseguía provocando una gran mortandad entre los fugitivos. El combate había sido terrible y todo el frente de batalla estaba cubierto con los cadáveres de multitud de norteños y defensores, y excepto unos pocos veteranos la mayoría de los atacantes dieron rienda suelta a su rabia y persiguieron al enemigo en fuga para vengar su rabia y su dolor tras la destrucción de sus hogares y la muerte de sus vecinos y amigos.

“Maldita sea Normann, acaba de rodearlos de una vez, te estás retrasando...” musitó nervioso Gunther secándose el sudor de la frente y dejando que el galeno le restañase apresuradamente las heridas sufridas en el ataque a la ciudad élfica mientras observaba en un descanso del combate como las fuerzas del Jarl sureño seguían manteniéndose a poca distancia de las líneas del flanco derecho de Erik y los guerreros montados envolvían lentamente a las tropas de Erik.
Nuevas reservas de guerreros afianzaron las fuerzas enfrentadas a sus Muros de lanceros, y pese a los dolores que sus heridas aún no sanadas le producían Gunther tuvo que abandonar la reserva para volver a primera línea con sus Espadas de reserva y dar el golpe de gracia a los defensores. El flanco de los norteños había derrotado a sus adversarios y el centro estaba a punto de caer. Sólo quedaba que Normann cerrase sobre sus adversarios para que la derrota de las tropas de Erik fuera total.



El centro de los defensores estaba a punto de ceder ante el empuje de los Carls de Gunther, los norteños perseguían a los defensores del otro extremo y las reservas de Erik habían sido utilizadas en su totalidad para mentener el frente defensivo.
“Es el momento, ya han usado todas sus reservas” dijo sonriente Normann mientras alzaba su espada y dirigía su mirada al portaestandarte. En cuanto éste lo alzase sus tropas se moverían por fin y los guerreros montados rodearían al ejército de Erik sellando su fin “¡¡Adelante!!”
El estandarte se alzó tres veces en el aire, y los guerreros montados al mando de su Thane Osmund se lanzaron al galope entre gritos y cánticos guerreros... abatiéndose sobre los escasos Carls de Gunther y Normann que formaban parte de la fuerza montada y exterminándolos sin piedad entre los gritos de asombro y rabia de los traicionados guerreros, pocos de los cuales lograron escapar de la traición lanzando a sus monturas al galope.
Gritos de sorpresa y asombro se alzaron de las filas de Normann, coreados instantes después por el ruido del combate al volverse los Carls de los Thanes de Normann contra los Carls del Jarl. “¡Traición!” gritó asombrado y enfurecido Normann mientras los miembros de su Hirdh se aprestaban en su defensa “¡Ese malnacido de Osmund nos ha vendido a Erik!”
A su alrededor sus Carls caían ante las hachas y espadas de sus traidores compañeros, y tanto los jinetes de Osmund como fuerzas de Erik situadas en las defensas a escasos metros de las desordenadas fuerzas de Normann se lanzaban sobre ellos cercando a sus tropas. Sin piedad atacaban a los Carls de Normann, que presionados desde todos los frentes caían en gran número intentando vender cara su vida.
Afianzando su escudo Normann se acercó a su portaestandarte que temblaba de pánico, y tras dirigirle una triste sonrisa comentó en voz alta a sus fieles guardias “Hoy las Nornas cortarán nuestros hilos. Ha sido un placer conoceros, hermanos, nos veremos esta noche en los salones del Tuerto. Alza alto mi emblema Erik, que esos traidores sepan dónde estoy”
Instantes después una marea de espadas, hachas y lanzas se abatió sobre ellos, y tras un feroz y desesperado combate el rasgado estandarte del Jarl Norman cayó de las inertes manos de Erik al suelo ensangrentado y pisoteado mientras los Carls del Hirdh morían con su Jarl sin retroceder un paso.

Ragnar intentaba zafarse inútilmente de los brazos de sus Housecarls, que pese a sus órdenes y ruegos lo llevaban casi en volandas hacia el bosque mientras Éomund intentaba frenar la hemorragia de la herida del costado. Con lágrimas de impotencia en los ojos vio como la pequeña fuerza al mando de Olaf era rodeada por una multitud de sureños y cómo los norteños que cubrían la retirada de sus camaradas caían ante la superioridad numérica de sus enemigos llevándose con ellos a numerosos enemigos.
“Todo está perdido, ¿no lo véis?” lloraba desesperado Ragnar “Muramos aquí como guerreros con nuestros camaradas o acabaremos en los bosques siendo cazados como animales por los esbirros de Erik...”
“Tal vez” gruñó Lognar mientras mantenía el brazo derecho de Ragnar inmóbil pese a los esfuerzos del Jarl “pero prometí que te mantendría a salvo a riesgo de mi vida y no pienso incumplir mi palabra...”
“Lo mismo digo” refunfuñó el habitualmente alegre Lars “y como sigas resistiéndote te voy a golpear tu dura cabezota hasta dejarte inconsciente... Eso no te matará y nos ahorarrá al resto muchos problemas...”
Apretando con fuerza un paño en la herida del costado de Ragnar Éomund comentó intentando transmitir una confianza que no sentía “Ya verás como no todo está perdido... Gunther ha logrado escapar con parte de sus tropas, seguro que Erik no será coronado nunca rey...”
Con su mirada perdida en el campo de batalla donde habían perecido sus esperanzas Ragnar dejó de resistirse y se dejó llevar por sus camaradas en silencio.



“Malditos malnacidos” murmuró con furia e impotencia Aetheldric mientras sus nudillos palidecían sobre la empuñadura de su espada y las lágrimas caían por sus mejillas.
Ragnar y el resto de Housecarls compartían el sentimiento expresado por su camarada, mas como él comprendían que intentar intervenir en la escena que se desarrollaba en el linde del bosque era un suicidio. Y eso era precisamente lo que Osmund estaba buscando con sus actos, lograr que los fugitivos que se le habían escapado tras la batalla y que llevaban dos semanas esquivando y atacando a sus patrullas perdieran la cabeza e intentaran rescatar a sus camaradas.
“No podremos hacer nada...” dijo apesadumbrado Ragnar observando la cima del altozano “hemos de volver con los civiles y empezar a movernos. Olaf acabará rompiéndose y confesará todo lo que sabe... No tenemos tiempo que perder...”

Un centenar de guerreros montados rodeaba la colina, en cuya cima otro centenar de guerreros observaba con incomodidad cómo el nuevo Jarl del Norte Osmund intentaba sin éxito quebrar la voluntad del Thane Olaf. Una decena de fieles guerreros y parientes del Thane colgaban inertes de troncos cruzados clavados en el suelo, con los cuerpos terriblemente torturados y mutilados y las entrañas colgando de sus vientres abiertos.
Los gritos de dolor de los cautivos y los gemidos de los moribundos llenaban el aire, secundados por los lamentos de los  numerosos prisioneros encadenados custodiados por dos centenares de guerreros de Erik a los que se obligaba a presenciar tan macabro espectáculo.
Un alarido de dolor casi animal salió de la garganta del joven Heimdall al sentir el hierro candente perforar su ojo izquierdo, y el hijo de Olaf cayó inconsciente quedando su cuerpo inerte colgando de las ataduras de sus muñecas y tobillos. Con un gesto de disgusto Osmund intentó despertar al joven guerrero inflingiéndole pequeñas y dolorosas heridas en cara y cuerpo, mas la resistencia de su víctima había llegado a su fin y permanecía exánime pese a los esfuerzos de su torturador.
Limpiando su cara cubierta de sangre con un paño Osmund se dirigió al encadenado Olaf y por enésima vez repitió la pregunta a la que el Thane se negaba a responder “¿Dónde se esconde Ragnar?”
Olaf miró despectivamente a los guerreros que sujetaban las cadenas que le mantenían inmóbil y escupió a la cara de Osmund, negándose a emitir palabra alguna, lo que le valió una lluvia de golpes propinados por los seis Carls que los vigilaban pese a que su intento de acertar a Osmund había quedado lamentablemente corto.
Enfurecido por la terquedad del norteño el lacayo de Erik cogió un cuchillo curvado de aspecto siniestro cubierto de sangre reseca y acercándose al inconsciente Heimdall apoyó el filo en el vientre del inconsciente joven mientras miraba a su padre: “Te lo preguntaré por última vez, ¿donde está Ragnar?... Si no respondes tu linaje desaparecerá con tu hijo de manera lenta y dolorosa... Y igualmente acabaré encontrando a ese jovenzuelo cobarde...”
Olaf sonrió ignorando la sangre que manaba de su labio partido mirando fijamente al nuevo Jarl del Norte y dijo con toda la sorna de que fué capaz “¿Y para qué quieres saberlo? ¿Para enfrentarte con él en combate singular? Me gustaría verlo... El jovenzuelo del norte contra el gran guerrero del sur... ¡¡¡Ja!!!... Si te vieses obligado a luchar con Ragnar sabiendo que nadie le iba a clavar un puñal en la espalda cuando tu pellejo corriera peligro seguro que te mearías en los pantalones...”
El puño de Osmund aferró con rabia la empuñadura del cuchillo y de un certero golpe hendió con él el pecho del joven minotauro inconsciente, atravesando el corazón de Heimdall y matándolo en el acto mientras los miembros de su Hirdh golpeaban furiosos a Olaf, que estalló en carcajadas al ver morir a su hijo. Sorprendido por las risas de Olaf los guerreros de Osmund dejaron de golpearlo mientras su Jarl palidecía de ira al darse cuenta de que con la treta desesperada de Olaf había perdido los estribos y había dado una muerte rápida a su hijo evitándole nuevos sufrimientos.
“Has salvado a tu hijo, pero sólo has logrado que tu muerte sea aún más dolorosa de lo que ya iba a ser” amenazó Osmund mientras a su señal sus guerreros sujetaban firmemente a Olaf boca abajo en cuatro estacas en el suelo pese a su resistencia.
Con un nuevo cuchillo en la mano y un pequeño escalpelo Osmund se acercó a Olaf y sonriendo empezó a cortar su ropa y descubrir su espalda mientras murmuraba con voz tensa por el odio “Veremos cuanto tardas en suplicar clemencia... ¿Será antes de que empiece a separarte las costillas del espinazo?... ¿O será cuando las vaya desplegando una a una?... Te aseguro que disfrutaré cada segundo de tu sufrimiento, y con el “águila” puedo hacer que tu miserable vida dure muchas horas más de lo que desearías...”
Un obstinado silencio le respondió, mas ni la más fuerte de las voluntades puede resistir sin quebrarse eternamente, y pasadas varias horas de terrible sufrimiento los gritos de Olaf se escucharon por primera vez.

“Se dirigen al interior de los bosques, hacia el norte” comentó Osmund mientras se limpiaba la cara manchada de sangre con un trapo que quedó empapado en breves instantes “Haced que salgan todos los Carls disponibles en su persecución, quiero la cabeza de Ragnar y de cada uno de los miembros de su Hirdh... Y las quiero lo más pronto posible...”
Los cuatro oficiales asintieron y se dirigieron prestamente hacia sus guerreros, que empezaron a reunir sus guerreros aprestándolos para partir sin dilación.
“Mi Jarl... ¿qué hacemos con los prisioneros y con el Thane?” preguntó Heinrich, el jefe de la escolta de Osmund mientras éste empezaba a descender el altozano.
Osmund observó el amasijo de carne irreconocible en que había convertido a Olaf y después a los aterrorizados prisioneros que se agolpaban en el llano rodeados por sus guerreros y se encogió de hombros. “Deja que los cuervos acaben con Olaf, no le quedan muchos minutos de vida... con el resto, separa a los que valgan algo como esclavos y mata al resto... no me sirven de nada y nos retrasarán en nuestra marcha al sur....”



Lognar limpió con resignación su espada usando un trozo rasgado de su capa que lanzó despreocupadamente al comprobar la gran cantidad de sangre que lo cubría al acabar la limpieza. A su alrededor yacían los cuerpos de una treintena de Carls sureños y una decena de norteños, y los supervivientes se afanaban en recuperar las armas y armaduras aprovechables y en vendar las heridas de los suyos mientras los miembros del Hirdh de Ragnar escrutaban los árboles que cubrían la zona para prevenir nuevos ataques.
“Maldita sea, este es la cuarta patrulla que nos encontramos en los últimos dos días” refunfuñó Lognar mientras inspeccionaba el tramo de bosque que Éomund le había asignado “¿Cuando se darán cuenta esos idiotas sureños de Osmund que llevamos un mes huyendo sin pararnos ni a descansar y nos dejarán en paz?”
“Probablemente cuando sus patrullas decidan que no vale la pena morir por cobrar la recompensa que se ofrece por nosotros, y eso puede tardar con la cantidad de oro que ofrece por cada cabeza que se le entregue” respondió resignado Rodrik. El joven Cuervo tenía en sus manos su arco largo de tejo con una flecha preparada para dar muerte a cualquier enemigo que apareciese, y la fatiga y la tristeza se leían claramente en su rostro.
“Ni que fuésemos una amenaza para alguien” gruñó Lognar “Fíjate, apenas quedamos un par de centenares tras haber reunido a todos los habitantes del Norte que han escapado, y únicamente contamos con una treintena corta de guerreros. A este paso las siguientes patrullas que nos alcancen lucharán contra hembras y crías...”
“No es nuestro número lo que asusta a Osmund y Erik... es el nombre de quien nos guía... la fama de Ragnar ha ido creciendo con los meses, y ahora su nombre se murmura con respeto entre los campesinos de todo el reino...” respondió Rodrik.
“Idiotas... la fama no mata a nadie ni sirve para alimentar a las bocas hambrientas... como no lleguemos pronto al refugio que Godfried estaba preparando en el interior del bosque no tendrán que preocuparse de cazarnos, nos moriremos de hambre...” dijo airadamente Lognar mientras pegaba una patada a un casco hendido antes de reunirse con Ragnar y sus camaradas.
La marcha de los fugitivos hacia el interior del bosque continuaba tras la escaramuza...

Godfried observaba a la veintena de nerviosos minotauros que bajo su dirección construían los casas en las que momentáneamente los supervivientes del Norte se instalarían. Los almacenes se encontraban ya finalizados y repletos con todos los víveres que se habían podido salvar tras la derrota de los Jarls ante las fuerzas de Erik y las pocas reservas que los habitantes más alejados de Ragnarsholm habían logrado rescatar de sus hogares antes de partir al exilio con su joven Jarl, y en varias de las laderas de las colinas cercanas se habían empezado a talar los árboles que las cubrían para convertirlas en tierras de labranza.
Los trabajadores se afanaban en sus labores, mas no era extraño que las miradas se dirigieran involuntariamente hacia la colina que en la lejanía dominaba la zona, de la que surgían intermitentemente descargas de energía mágica salvaje. A cada estallido y descarga los trabajadores minotauros se santiguaban y hacían gestos para alejar el mal de ojo, volviendo a trabajar con ahínco para olvidar la cercanía del nodo mágico concentrándose en las tareas que realizaban.
La afinidad mágica hacia el nodo que había permitido a Godfried localizarlo un mes atrás le jugaba ahora una mala pasada, ya que le costaba concentrarse y su atención se desviaba con frecuencia hacia el nodo, que parecía querer atraerlo. Y lo que más preocupaba a Godfried es que si se descuidaba por algún motivo su cuerpo parecía responder a la llamada de manera instintiva y sus pasos se dirigían irremediablemente hacia el nodo, hasta el punto que en dos ocasiones los guardias habían tenido que sujetarlo y despertarlo bruscamente ya que incluso en sueños se había incorporado para responder a la llamada.
“Maldita sea, no sé cuanto tiempo podré aguantarlo” murmuró Godfried mientras volvía a centrar su atención en la construcción del poblado. La frase de Ragnar para justificar su decisión de instalarse en las cercanías de un nodo le habían parecido adecuada y plenamente justificada en su momento.
“Medidas desesperadas en tiempos donde la esperanza ha muerto. Nadie nos buscará escondidos en un nodo con el pavor que nos inspiran” había dicho con firmeza el joven Ragnar recostado en el árbol mientras el barbero volvía a vendar su maltrecho costado intentando sanar la herida que lo atormentaba desde hacía meses.
Pero tras aguantar varias semanas la llamada del nodo la determinación de Godfried se tambaleaba y las dudas empezaban a aparecer en su mente. Tal vez habían saltado de la sartén para ir a morir en las brasas...



“Espero que el tiempo no empeore, estamos a menos de dos días del lugar que Godfried nos indicó y si se pone a nevar los crías y las hembras no lo soportarán” dijo preocupado Éomund mientras se cubría con la capa intentando evitar que la armadura y sus armas se empapasen con la pertinaz lluvia que les molestaba desde hacía horas.
“En un lugar normal diría que no empeorará, pero cerca de un nodo... ¿Cómo demonios saberlo?...” El humor de Ragnar había mejorado en la última semana al cesar los encuentros con las patrullas de Osmund, mas su abatimiento y su melancolía eran patentes, y los miembros del Hirdh estaban preocupados ante la falta de pasión y coraje que mostraba su líder desde la derrota a manos de Osmund y los Carls de Erik hacía ya tres meses.
Éomund dirigió su mirada hacia los campesinos y sus familias que se agrupaban alrededor de los pequeños fuegos resguardados de la lluvia que habían encendido para cocinar los escasos alimentos que habían conseguido los cazadores y las raíces y frutos que habían ido recogiendo en el camino, y no pudo evitar sumirse momentáneamente en la desesperación. Apenas habían sobrevivido a la dura marcha un centenar y escasas decenas de civiles, una veintena de Carls y miembros del Fyrdd y los ocho miembros del Hirdh de Ragnar, y todos ellos presentaban un aspecto deplorable con las ropas raídas y caladas por la lluvia, el pelo largo y desgreñado y con la falta de alimento marcada en los semblantes.
Ragnar se levantó inquieto y paseó por el pequeño claro, observando a los civiles agotados y a sus desmoralizados guerreros e intentando inútilmente encontrar un motivo para la alegría y la esperanza... como mucho había conseguido retrasar la hora de su muerte unos meses o un par de años, pero era cuestión de tiempo que los Carls de Erik los encontraran y acabaran con ellos.
De repente un aullido de pánico lo puso en movimiento. Una de las hembras chillaba histérica observando paralizada por el terror a una espantosa criatura deforme que se lanzaba sobre ella, abatiéndola con sus garras y destrozando su cuello con sus afilados colmillos, mientras a su lado su esposo observaba la escena atónito sin reaccionar por el pánico que sentía mientras una joven hembra y una cría se abrazaban aterrorizados a su espalda.
La espada de Ragnar hendió el aire partiendo el cráneo de la criatura mas una multitud más había salido de entre los árboles entre gritos inconexos y aullidos los extraños monstruos se abatieron sobre el Jarl y los sorprendidos y desconcertados norteños.
Ragnar aguantó firmemente la embestida, blandiendo su espada en anchos círculos que dejaban un rastro de sangre en el aire y que partieron por la mitad a varios de los asaltantes. El aterrorizado granjero situado a su espalda lanzaba golpes con su lanza mas rápidamente cayó bajo el ataque de un par de los monstruos que lo destrozaron con sus garras mientras el granjero lanzaba terribles aullidos de dolor al sentir las garras y colmillos de los monstruos por todo su cuerpo. Inmerso en el combate y mientras provocaba una gran mortandad entre los monstruos Ragnar recordó a la joven hembra y la cría situadas a su espalda, y haciendo caso omiso de los monstruosos seres que lo seguían atacando giró sobre sí mismo y se lanzó contra los monstruos que se ensañaban con el cuerpo ya sin vida del granjero, abatiéndolos con rápidos y poderosos golpes.
Mas acabar con los tres monstruos que amenazaban a la cría y la hembra había supuesto una fatal distracción para Ragnar. Unas zarpas destrozaron los pantalones de piel reforzado con anillas de acero de su pierna izquierda a la altura del muslo inflingiéndole una dolorosa herida, mientras unas fuertes manos intentaban sujetar su brazo derecho para impedirle blandir su acero. Ragnar se revolvió lanzando al engendro que lo intentaba sujetar sobre un par de sus congéneres, y lanzó un golpe que abrió en canal al monstruo que le había producido la herida en el muslo. Mas nuevos monstruos se lanzaban sobre él, y su acero y su pericia no bastaban para detener su insaciable ansia de sangre ni su incomprensible furia. Una decena larga de monstruos yacían en el suelo ante Ragnar cuando sus fuerzas le fallaron. Otro engendro pasó bajo su guardia y le lanzó un golpe que hizo ceder la rodilla derecha del Jarl, y aprovechando que de rodillas Ragnar abría su guardia para hendir la cabeza del primer asaltante con el pomo de su espada un nuevo atacante se lanzó contra el maltrecho costado del Jarl y hendió la cota de malla abriendo otra vez la herida en el costado del minotauro.
Rugiendo de dolor Ragnar se levantó blandiendo su espada, cortando la cabeza de su agresor y manteniendo momentáneamente al resto a distancia, mas la debilidad que las heridas le producían lo vencieron, y pese a que en su defensa desesperada varios de los asaltantes perecieron al fin se vio sepultado por tres atacantes que lo lograron tirar al suelo y se dedicaron a desgarrar su armadura y su carne con sus garras y sus colmillos.
Aturdido por el dolor Ragnar intentaba defenderse sin éxito, cuando de repente sus asaltantes empezaron a aullar de dolor y sintió como su peso desaparecía de encima suyo. Alzó con esfuerzo su testa y vio a la joven hembra a la que había salvado blandir con pericia la lanza de su difunto padre acabando con todos los engendros a su alcance. Con esfuerzo Ragnar se levantó tambaleante mientras observaba como los engendros eran exterminados por sus minotauros, y dio un par de pasos tambaleantes antes de sentir que las piernas le fallaban.
La voz de una cría llegó a sus oídos claramente “¡Astrid! ¡A la espalda del Jarl!”, y Ragnar vio como la hembra se giró rápidamente y lanzó un golpe en su dirección. La punta de la lanza atravesó la rasgada capa de Ragnar para clavarse en un engendro que a su espalda estaba a punto de herirlo, y mientras Ragnar se desvanecía sintió los fuertes brazos de la hembra que lo rodeaban y detenían su caída mientras una cálida voz le decía “No temáis señor, yo cuidaré de vos mientras os recuperáis”


Una decena de exploradores cubría el avance del destacamento de doscientos guerreros de Erik que avanzaba lentamente por las tortuosas sendas que atravesaban las colinas que eran el corazón de los dominios del Jarl Gunther. Hacía ya un par de meses que la resistencia del Jarl se había quebrado ante los continuos ataques de Erik y sus aliados, y las tropas del gran señor del sur aún patrullaban sin cesar la zona intentando acabar con los pocos grupos de Carls que se empecinaban en continuar resistiendo negándose a aceptar lo inevitable. La victoria de Erik estaba cerca.
De repente uno de los exploradores divisó un movimiento entre los arbustos situados a su izquierda y comprobó aterrado que dos arqueros tensaban las cuerdas de sus armas apuntándolas hacia él. Desesperado intentó hacer virar a su montura para huir, mas las anchas puntas de flecha hendieron su pecho y cayó aullando de dolor.
Los otros exploradores observaron atónitos la muerte de su camarada antes de caer víctimas de las saetas de los emboscados, y mientras el oficial al mando de los Carls de Erik aullaba órdenes apresuradamente a sus guerreros numerosas saetas cayeron sobre el destacamento cobrándose cuantiosas víctimas. La pendiente que seguía la senda dificultaba los movimientos de los Carls, y ya varias decenas de muertos y heridos cubrían el suelo cuando los guerreros de Erik lograron formar un muro de escudos y sus arqueros pudieron responder al fuego de los asaltantes.
Finalmente el oficial sureño dió la orden de retirada al constatar que sus arqueros no podían contener a los asaltantes y que lo abrupto del terreno impedía a sus Carls atrapar a los asaltantes. Con la faz lívida de ira por la derrota sufrida y los guerreros perdidos y temblando de pánico al imaginar la reacción de su señor al conocer la noticia el oficial guió la lenta retirada del destacamento hacia las zonas más seguras de la frontera.

“Se retiran Jarl. Una gran victoria” dijo orgulloso el joven Klaus mientras los Carls de Gunther se afanaban en recuperar las armas, armaduras y objetos de utilidad que portaban los guerreros caídos.
Con aire ausente Gunther palmeó el hombro de su sobrino y le dijo con voz queda “En efecto. Ves a ayudar al resto, hemos de partir en diez minutos a lo sumo”.
Mientras el joven se dirigía orgulloso a cumplir las órdnes del Jarl Gunther observó preocupado a sus guerreros. Apenas una cuarentena de los que lo seguían eran guerreros con experiencia, el otro centenar eran jóvenes como Klaus que deberían ayudar a sus mayores en las granjas o en los talleres en vez de dedicarse a perseguir y emboscar a los destacamentos de Erik. Y lentamente el número de guerreros disminuía y cada vez menos jóvenes decidían unirse a la causa desesperada de su Jarl al saber las terribles represalias que las tropas de Erik cometían tras cada ataque de Gunther.
“Seguiremos luchando hasta que nos maten a todos, pero a veces desearía haber muerto en el Norte con Ragnar y Normann y haberme ahorrado ver como mi gente sufre bajo el yugo de Erik” murmuró pesaroso Gunther antes de erguirse y ordenar a sus seguidores que se aprestasen a la marcha. En breves horas toda la zona sería un hervidero de patrullas y destacamentos de Erik en busca de los asaltantes.



“Me prometiste las cabezas de los tres Jarls rebeldes a cambio de que te nombrase Senescal del reino, Osmund, y me temo que sigues sin cumplir tu parte del acuerdo” dijo Erik desde su trono de acero mientras ante él Osmund tocaba nervioso el gran medallón de oro que lo distinguía como el segundo minotauro más poderoso del reino... al menos en teoría.
“Mis guerreros pronto traerán la cabeza de Ragnar, os lo prometo...” murmuró nervioso Osmund “He ordenado a Heinrich que dirija personalmente la búsqueda y no tardará en dar con su escondite...”
“Ya, eso mismo me dijiste hace un par de semanas... y que Gunther caería en días... y pasan las semanas y sigo sin poder colgar sus cabezas de la puerta de mi salón...” gruñó irritado Erik antes de tomar un largo trago de vino “Pero bueno, has conseguido acabar con los Thanes que habían apoyando a Normann y a los Jarls traidores, eso se merece una recompensa...”
A un gesto de la mano del Jarl un guardia abrió una puerta situada a la izquierda del trono y por ella empezaron a desfilar una sucesión de hembras bellísimas ataviadas con sensuales vestidos que formaron en una fila a la derecha del Jarl.
“Me has servido con fidelidad abandonando tus tierras durante largos meses... y aunque los resultados no han sido todo lo buenos que se podía esperar no puedo negar tu dedicación... así que como seguro que habrás añorado a tu esposa te pido que escojas cual de estas esclavas te place más... seguro que esta noche dormirás mucho más a gusto en una cama caliente que en una fría” dijo sonriendo Erik mientras las esclavas bajaban la vista avergonzadas.
Osmund se acercó a la hilera de hembras y procedió a inspeccionarlas rudamente, palpando sus cuerpos y obligando a las hembras a mirarlo para poder apreciar sus rostros. Realmente Erik era un rey magnífico, cada una de las esclavas era una hembra magnífica y su hermosura era encomiable. Finalmente tras mucho pensar Osmund se decidió por una belleza de pelaje negro como el carbón y aterrada por su presencia, a la que tomó por el brazo mientras se retiraba del salón de ERik expresando su agradecimiento por el regalo.

“Realmente el regalo ha sido mucho más generoso de lo esperado...” pensó agradecido Osmund mientras notaba cómo Ingrid volvía a despertar su deseo con sus caricias y sus besos. Tras un primer escarceo amoroso en que Osmund la había tratado rudamente demostrando su superioridad la belleza de pelaje negro se había afanado en complacer a su nuevo amo, tanteando sutilmente sus gustos y acoplándose a ellos admirablemente y de manera incansable.
Tras tres horas de relaciones con tamaña beldad Osmund se encontraba totalmente agotado, y dejaba pasivamente que Ingrid se esforzase mientras él disfrutaba tendido boca arriba en la cama con una sonrisa de felicidad en el rostro. Cuando Ingrid detuvo el movimiento de sus caderas y se inclinó para besarlo una pregunta de la esclava lo sorprendió.
“Tras tantas horas juntos, ¿aún no me reconocéis mi señor?” dijo con una sonrisa y un puchero.
Osmund besó los apetecibles labios de la bella esclava mientras murmuraba “Es imposible que nos hayamos visto antes... merecería la muerte por olvidar a una hembra tan bella y ardiente como tú....”
“Pero si me habéis visto con anterioridad....” murmuró Ingrid mientras empujaba a Osmund contra el colchón de la cama y atenazando juguetonamente las manos del Jarl con una de las suyas se inclinaba para ofrecerle sus pechos “lo que es posible que no me reconozcáis por que entonces no tenía el mismo aspecto que tengo ahora....”
“¿Y donde fue eso preciosa?” preguntó ausentemente Osmund mientras besaba con pasión los senos de la beldad.
“En el Norte, bastardo...” respondió Ingrid mientras con su mano libre empuñaba la daga que había cogido del cinto del Jarl aprovechando su cansancio y la dirigía a la entrepierna de Osmund cortando su miembro erecto. Un chorro de sangre manchó la cama mientras Osmund aullaba de dolor y se sujetaba la herida por la que su vida se vertía a raudales “Me miraste a los ojos mientras tus malditos esbirros asesinaban a mi familia y me encadenaban para venderme como esclava a ese degenerado de Erik...” Un patada de Ingrid en la cara de Osmund lo derribó en el suelo, y mientras la esclava oprimía con su pie la entrepierna sangrante del sollozante Jarl preguntó con sorna “¿Me recordáis ahora? ¿Mi señor?”
“Maldita seas... desearás no haber nacido cuando acabe contigo...” murmuró con odio entre dientes Osmund mientras intentaba incorporarse una vez más “Lo que le hice a Olaf no será nada comparado con lo que......”
La cara de Osmund se contrajo por el dolor, y sus ojos se fijaron con sorpresa en la daga que le sobresalía del cuello antes de caer muerto al suelo. Fríamente Ingrid la retiró y mirando el cadáver en el suelo musitó “Es una lástima que no me haya podido entretener más contigo, pero creo que tus guardias me habrían interrumpido... Con esto me conformo.... Los míos ya pueden descansar en paz, han sido vengados por uno de su sangre...”
Pasados unos minutos los golpes y gritos al otro lado de la puerta despertaron a Ingrid de su aturdimiento. La guardia de Osmund se había percatado de que algo le ocurría a su señor y se afanaban por entrar en la habitación.
Sonriendo satisfecha por haber aprovechado la ocasión de vengarse Ingrid se dirigió a la puerta empuñando su daga, dispuesta a matar a algunos sureños antes de reunirse con sus ancestros y así poder presentarse ante ellos con la cabeza alta y orgullosa.



“Deja de mirar hacia el jodido nodo Rodrik, aún te partirás la crisma con alguna rama” gruñó Lognar mientras dirigía a su montura entre los árboles hacia el norte.
“Lo siento, es que me atrae mucho... es tan... especial...” murmuró avergonzado el joven tras lograr desviar la mirada del nodo y volver a centrar su atención en el bosque que los rodeaba.
“Concéntrate... si Ragnar quiere que investiguemos esos bichos que nos atacaron es por que le preocupan... y son peligrosos...” refunfuñó Lognar mirando al joven explorador.
“Sí mamá, lo que digas mamá...” rió Rodrik
“Jovenzuelo desvergonzado... ya lo dice el refrán, cría cuervos y te arrancarán los ojos...” dijo indignado Lognar mientras intentaba evitar que una sonrisa aflorase a sus labios.
El viaje al norte acababa de empezar y ninguno de los dos sabía lo que les deparaban las Nornas....

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