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Temas - SirRembrandt

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Atención: Esto no es un juego / Pasos desencaminados
« en: 07 de Febrero de 2006, 03:19:34 pm »
Sospechoso pensé.
Alzar la cabeza de mi lectura me costó horrores pero las altas horas de la noche así lo precisaban. No pude hallar descanso en mi lecho pues esas palabras aún daban vueltas en mi cabeza pero lo que necesitaba ahora era repasar mis ideas, o quizás, sospechas. Había seguido los pasos del profesor Laban, Laban Shrewsbury para los otros catedráticos de la lejana Massachussets, y a cada paso que avanzaba en mi investigación todo parecía concordar más.

Él había desaparecido misteriosiamente siguiendo los mismos pasos que yo ahora estaba dispuesto a afrontar y eso atenazaba mi corazón en un puño, dando una sensación de ¿miedo? que nunca había poseido. No creía en las leyendas de Al Azif, pero demasiadas notas me daban ese nombre como respuesta. Lamentablemente estaba siguiendo los mismos pasos que alguien siguió hace casi 75 años y aseguraba haber conocido el Libro de los Muertos , y eso eliminaba toda posibilidad de que los datos que en estas anotaciones había aún se mantuvieran en pie. Hablaban del mundo del Sueño, hablaban de una lejana isla llamada R'lyeh - a la que yo reconocí como la Atlantida en algún nombre arcaico de una mitología perdida, Lemuria o Mu no encajaban en ese concepto - y peor aún hablaban de una organización mundial, un conjunto de hombres - y mujeres y vete a saber que más - que luchaban juntos por el retorno de una criatura. Una criatura que también había sido mencionada por los Caldeos siglos, por no decir milenios, atrás. No daba crédito a esta, ahora mi, lectura. El manuscrito, estas anotaciones de 1938, habían desaparecido junto con el profesor entonces, y habían aparecido en mi buzón una semana atrás, envuelto en cuidadosa lona de tintes escarlatas y demasiado polvo.

Dude de su veracidad instantaneamente, más yo entrenado en el arte de la historiografía y la ciencia pura, pues incluso informes tan perseguidos por locos como el profesor Harold Hadley allá en los mismos años no podían aparecer a miles de kilometros de distancia, por casualidad en mis manos. Pero quizás erré. No pude verificar aún su legalidad y mis cartas a Miskatonic no habían obtenido respuesta cuando la premura y mi impaciencia me hicieron sentarme horas atrás a leer estos legajos. Hablaba de los Dioses de las Estrellas, los Siete, sus Siete Sellos y Zonei y sus atributos, y hablaba de Ur. La mística, y mítica, Ur. Que cuando iniciara mi visita a la ciudad, a las Yermas Tierras, debería andar con pies de plomo. Que el Camino a través del Mar de las Esferas era uno en el que el cuerpo quedaba atrás. Que Ishtar, o Shammash, o quizás Innana - no sabía ya, demasiados nombres y muy pocas referencias, incluso con toda una biblióteca mitológica a mis espaldas - gobernaban el mundo, que Dylath Leen era el nombre de una de sus ciudades y que la gran criatura a la que esta secta adoraba controlaba, ¿o influenciaba?, los sueños de los hombres.

Me levanté de la silla con claras intenciones de prepararme un café. Lo necesitaba pues si al menos no podía dormir, no lo haría a disgusto. El chorro de whisky en el café, una costumbre tomada de mi abuelo, aireó mi nariz al tiempo que pareció aclarar mi mente. Encendiendo el flexo sobre la mesa, con un último vistazo a las palabras de Laban, tomé mi ejemplar de Prim dispuesto a consultar algunas de sus palabras. Antes había indagado por las obras de Sir Amery, Andrew Jackson Davis, el reverendo Arthur, o incluso el más celebre Poe, pero ninguna de ellas daba solución a mis incognitas o arrojaba una mínima luz.

Tras horas de insomnio y con la mente desvelada, volví a sentarme ante las revelaciones que mencionaban a Irim. Extraño, pues había aprendido arameo - mejor dicho algo del dialecto sirio y apenas conocía la mayor parte de su vocabulario a excepción de ese que había servido para mis fines bibliógraficos o el que mi compañero Issa Asaad me había enseñado cuando visitabamos a su familia al sur de Damasco, - y era una palabra que, para mi, no servía para nombrar una ciudad. Literalmente significaba sagrado, quizás dívino, o también separado. Unos conceptos que habían hecho errar más de una traducción en siglos anteriores. Me apresuré a intentar traducirla con algún simil relacionado, quizás "algo santo", y la palabra "angel" vino a mi cabeza. Pues la misma palabra provenía de la etimología de Irim en el arameo. Sin embargo, en el hebreo primitivo adoptó la forma de Mal’ak, que se traduce principalmente como mensajero o enviado de alguien "santo". En las fuentes testamentarias, el término Mal’ak, muchas veces significa "espíritu" o "viento"(Tal vez aludiendo a la velocidad del mensajero), pero esto depende del contexto.

Esta idea estuvo apoyada por un conjunto de idiomas arcaicos como el ugarítico, el arábigo (Malik) y el etíope, donde su significado me parecía de uso similar. En algunos pasajes bíblicos como el de II Reyes 20: 2, 3, él término Mal’ak, se aplicaba a los mensajeros reales que envió el rey Ben-Hadad de Siria al reino de Israel en una misión diplomática. En todos los casos parecía atribuirse a alguien que ha sido designado como correo real y que debe transitar a través de una gran distancia con el fin de comunicar "algo importante" a "alguien influyente". Sin embargo, en la mayoría de los casos o ejemplos que rondaban mi cabeza, el término se adjudicaba a seres sobrenaturales que cumplen papeles comunicativos en carácter de asignación divina.

Pero ¿Quiénes eran estas entidades propias de algunas mitologías? ¿Por qué se los presenta en muchos núcleos míticos como seres ambivalentes, es decir, de una naturaleza santa, pero a la vez demoníaca sin llegar a ser dioses? ¿Por qué propenden a desarrollarse estas figuras simbólicas de una manera más notable en el seno del monoteísmo? No lo entendía. Mis estudios no comprendían esto y podría tirarme semanas en vela hasta que indagara lo suficiente.
Asi pués, volvi a tomar las anotaciones de Laban en mis manos. Minutos después, observé un parrafo que había pasado por alto, sobre el cual había escrito el mismo profesor y cuya escritura era más ilegible, asi como más antigua. Era interesante, cuanto menos...

Y entonces, comprendí.

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