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« en: 04 de Julio de 2016, 10:55:20 am »
Michael dejó la cámara en el suelo... pero tras un momento de duda repuso el bulbo de la lámpara. Fuera lo que fuera que hubiera sucedido instantes antes era evidente que le había ayudado a salir del trance. Dentro de todo lo anormal de la situación una parte de su cerebro celebraba la ocasión de desentrañar este malentendido. Su espíritu tenía aún la fuerza de la juventud hace décadas abandonada.
La única solución parecía ser avanzar por el corredor y se dispuso a ello. Observó con atención las paredes y el suelo buscando cavidades o algún lugar por el que escapar de la única trayectoria posible. Avanzó unos metros antes de encontrar una bifurcación.
El camino dejaba dos opciones. Unas escaleras se hundía en tinieblas de donde salía un olor a muerto y viejo, a decrepitud y abandono, un camino nada apetecible en aceitoso silencio. El otro camino transcurría al mismo nivel y seguía levemente iluminado. Se decidió por este.
Según avanzaba encontró huecos en las paredes, tímidas hornacinas abiertas al pasillo como cuencas de ojos cegados. En su interior el vacío. Sin embargo al pasar la mano por su interior descubrió el sedoso tacto de restos de cera. La pared continuaba indefinida pero con la textura más suave de las rocas rozadas por años de manos.
Al fin vió una leve fuente de luz, apenas un orificio que permitía el paso de un rayo de luz. Usando el mismo como el ojo de una cerradura de una alcoba Michael aplicó su ojo al mismo. Al otro lado de la mampostería aparecía el mundo real. Una estantería ĺlena de volúmenes con un diván y un pequeño escritorio. La estancia aparecía vacía de vida pero firmemente iluminada.
Su anhelo de normalidad se empujó a seguir observando la misma intentando que la piedra permitiera la ósmosis de su sustancia al otro lado de las paredes de piedra.
La puerta de la estancia se abrió y a la misma entraron un pequeño grupo de personas...quizás invitados... con una actitud de cautelosa curiosidad que miraron en todas direcciones pasando su vista por encima del mobiliario.
Michael iba a gritar pero una sensación de peligro le impuso silencio. Prefería saber que sucedía... y quizá ese pasadizo le brindase la oportunidad necesaria... pero su lógica le impulsaba a pedir ayuda y escapar de ese absurdo. Un ruido en el pasadizo le decidió a callar. Se trataba sin duda de una afanosa respiración.
Mientras Michael adaptaba su vista a la oscuridad del pasadizo observó una tililante vela. Su dueño se afanaba atisbando en otro orificio de la pared. Parecía emocionado, extasiado en una palpitante observación. Cuando tras unos momentos cogió la vela para continuar su vigilante paseo su esfinge quedó iluminada... su dueño el anfitrión.
Michael le siguió a distancia escudado en la oscuridad mientras otro nicho acogía la vela, otro agujero el ojo. Los jadeos de emoción del espectador aumentaron levemente de volumen. A continuación se dirigió a un punto donde surgían varios caminos y con paso seguro se introdujo en uno de ellos. Michael miró levemente el puesto de observación y vió como el grupo de invitados abandonaba otra estancia. Le sorprendió la extraña sonrisa del último en salir...cuando, al cerrar la puerta, miró directamente a su posición.
Motivo 1: Michael no tiene más remedio que recorrer el estrecho pasillo para buscar una salida.
Motivo 2: Al haber muy poca luz debe tantear con sus manos y pies las paredes lo que le permite descubrir las hornacinas y los agujeros.
Motivo 3: Al estar a oscuras y en un corredor la luz y el sonido se perciben con más fuerza lo que le permite ver al vigilante anfitrión y seguirle a distancia.
Consecuencia: Michael descubre el sistema de agujeros y pasadizos donde decide seguir a Stapleton y siguiendo sus instintos de corresponsal averiguar que sucede