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Mensajes - Martin

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General / Re: Una propuesta...partida nueva
« en: 04 de Enero de 2007, 03:57:04 pm »
Esto..., ¿como seria?, ¿tipo matrix?, ¿de cuantos jugadores seria aproximadamente?, etc...

          Saludos, Martín.

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Buf, son malos malos.

Aqui va uno de fin de año de esos que recibes por SMS:

Hola, soy Saddam, ¿que vais a hacer esta noche?, es que estoy colgado

           Saludos, Martín.

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 02 de Enero de 2007, 12:01:01 pm »
Recordar que la encuesta se cierra este domingo, animaos y votad que aqui hay muy buenos relatos que desean ser leidos.

                 Saludos, Martín.

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General / Re: Feliz 2007
« en: 01 de Enero de 2007, 07:23:57 pm »
Feliz 2007 a todo el mundo y a disfrutar.

          Saludos, Martín.

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Jugadores / Re: Opiniones y desopiniones sobre el juego
« en: 24 de Diciembre de 2006, 12:52:40 pm »
El que las fortificaciones sean muy buenas depende de lo que afecten, pero si que se podrian poner como algo muy bueno que solo puedes construir en provincias clave debido a su alto coste. Al menos yo prefiero esto a que el mapa este plagado de fortificaciones (aunque estas no sean muy buenas). Todo esto, evidentemente, si se incluyen las fortificaciones.

Sobre el tipo de terreno, en lo unico quepodria afectar es en el sistema de batallas (que si es como dice Bansee, no afecta a la complejidad del juego) y en los recursos que producen. Como no se que recursos habra no se si merece la pena o no poner tipos de terreno.

             Saludos, Martín.

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General / Re: FELIZ NAVIDAD!!!
« en: 23 de Diciembre de 2006, 05:01:19 pm »
Bueno felices fiestas a todos, que los villancicos de los centros comerciales no os molesten mucho ni tampoco los papas noeles colgando de las casas, a fin de cuentas son cosas que hay que sufrir en estas epocas.

              Saludos, Martín.

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La Sfida / Re: Primavera 1456
« en: 23 de Diciembre de 2006, 01:37:00 pm »
Lo ocurrido en Roma es la más vil traición llevada jamas a cabo por un cristiano, me duele ver como un Rey, al que apoye en sus acciones se vuelba contra sus amigos y, lo que es peor, contra su Dios.

El que se hace llamar Cristiano dice que no le apoye en su cruzada contra el infiel turco, pero el bien sabe que di mi bendición tanto a el como al noble Veneciano para que expulsasen para siempre a los Turcos pero que no podria contar con mis fuerzas a menos que estubiese en serios apuros, cosa que en ningun momento ocurrio gracias al apoyo divino, apoyo que ahora ha perdido.

Por otra parte, demostre a todos los presentes las herejias que habitaban en el seno de Florencia y nadie me impidio empezar una purificación de esos territorios, es más, el rey que ahora me tacha de traidor por esa accion me ofrecio su apoyo para mis acciones.

Con todo esto no solo quiero demostrar mi inocencia, sino tambien advertirles del verdadero peligro que se ha levantado entre nosotros, una herejia mayor que cualquiera que hallamos conocido hurdida unicamente por Satanás y que se expandera por todos vuestros estados si no hacemos nada para evitarlo; por eso llamo a todos los estados verdaderamente cristianos a la cruzada contra el traidor Virrey de Napoles.

                  Saludos, su santidad el papa Martín XIX.

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Siguiendo los primeros pasos / Re: Lista de Jugadores
« en: 21 de Diciembre de 2006, 08:18:40 pm »
Ya lo se Guvtasen, pero es para ver como se resuelven las cosas, que recursos se ganan (asi aproximadamente), etc, etc.

            Saludos, Martín.

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Siguiendo los primeros pasos / Re: Lista de Jugadores
« en: 20 de Diciembre de 2006, 06:51:28 pm »
Yo no tengo problema en seguir ahora o despues de navidad, pero creo que es mejor esperar a Enero y ahi ya se comenzara de nuevo.

             Saludos, Martín.

PD: Lo que si podias hacer es enviarme como seria mi turno corregido (si es posible) para ver como va la cosa.

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Jejeje, como mola, el mensaje de Az se publico a las 15:00 y el reloj de mi ordenador marca las 14:59, ¡¡los hombras rata pueden manejar el tiempo a su antojo!!

Me alegra que hayas superado las plagas esas y puedas estar de nuevo aqui, y tranquilo, ¿extinguirse los hombres-rata?, como no podian luchar hicieron la otra accion que saben hacer: fornicar asi que hay hombres rata para rato.

            Saludos, Martín.

PD: Encima tuvo que coincidar la parada con mi turno más movidito... eso si que me reconcome.

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 18 de Diciembre de 2006, 12:32:47 pm »
Relato 10:

…………………….. LOCA DE AMOR…………………….


25 de Septiembre de 1510

Mi amor, hoy me acuerdo de ti más que ningún día. Hace cuatro años que abandonaste este mundo para vivir en uno más feliz. No puedo olvidarte, sabes que te quiero. Aquí estoy encerrada, prisionera de mi amor por ti al no poder verte, pues no me lo permiten. Me conformo con ver el correr del Duero desde la ventana de esta torre en la que pasan los días de mi vida y sigo sin olvidarte. No deseo otra cosa que no sea la muerte, para poder estar a tu lado para siempre. Y daré mil veces las gracias a mis padres por prohibirme que fuese monja, pues en ese caso nunca habría podido conocerte. Gracias a ti he tenido estos seis maravillosos hijos a los que quiero con locura, desde Leonor hasta Catalina. Pero no puedo vivir pensando que me fuiste infiel, infiel a la mujer que más te quiere del mundo, que te ama con locura. ¿Acaso las damas de la corte eran más bellas que yo? ¿Acaso esa tal Margarita te amaba más que tu propia mujer? ¡IMPOSIBLE! Sabes que como yo no te amará nadie en la vida. Y ahora me doy cuenta de que no me querías, de que sólo te interesaba el poder,estar casado conmigo sólo por ser la hija de quien soy, de que me dejaste encinta seis veces por hacerme feliz…Y es por eso por lo que te amo, porque siempre pensaste en hacerme feliz aunque no me quisieses. Sé que fuiste a esa fiesta en el palacio de Gante para reunirte con esa tal Margarita, esa a la que agredí con un peine, y lo volvería a hacer mil veces más. Te importó más verla a ella que cuidar de tu mujer, no te preocupaste por mí cuando di a luz a Carlos. Sólo pensaste que te perseguí hasta allí para vigilarte, pero no es cierto. Lo hice porque te amo, y no puedo vivir separada de ti ni un solo segundo. ¿Acaso crees que no sé que Isabel fue producto de tu conveniencia? Sabías que tras la muerte de don Miguel de Portugal la sucesión al trono quedaría en mis manos, y te arrimaste a mí sólo por tu ambición de poder. Y aún así te seguía queriendo. Te quería tanto como para acudir a Flandes contigo, yendo contra los consejos de mi madre cuando me decía que debía descansar tras el parto, pero no le hice caso. Deseabas tanto subir al trono que me diste por loca, cuando sabías que era incierto. Y al final lo conseguiste, conseguiste lo que deseabas con todas tus ganas. Pero a pesar de ello, te seguía amando.
Maldigo con todas mis fuerzas aquel día de septiembre en el que enfermaste. Maldigo esa agua de la que bebiste tras divertirte con tus amigos de Burgos. Maldigo aquel 25 de septiembre en el que me abandonaste. Pero sabes que aunque no estés a mi lado te sigo queriendo. Perdóname por enfadarme contigo cuando me pegabas, ahora me doy cuenta de que me lo merecía. Sí, me lo merecía por no quererte tanto como tú querías. Y como castigo renuncié al trono, aquello que tanto deseaba y por lo que luché para conseguir. Y todo lo hice por ti, porque sabía que tú querías ocupar mi posición en el trono. Si no era tuyo, tampoco quería que fuese mío.
Pasé más de un año de mi vida sin separarme de ti, hasta que me hicieron prisionera entre estas paredes. Mi luto permanecerá siempre en mi alma y en mi atuendo, llevaré esta ropa hasta que me muera, pues por ti, pasaría mi vida entera de luto, porque te quiero con locura y te mereces lo mejor que haya en este mundo.
Y aún recuerdo aquel verano de 1496 en el puerto cántabro de Laredo, en el que con dieciséis años me dirigía hacia Flandes para conocerte. Ilusionada, después de abandonar a mi familia, mi hogar y mi país…Y todo porque iba a conocer al hombre con el que me casaría. Pero cuando llegué no viniste a recogerme. Nadie lo hizo. Ni siquiera mandaste a nadie para que lo hiciese en tu lugar. ¿Qué había hecho yo para merecerme eso? Pero cuando nos conocimos… Nunca olvidaré ese maravilloso día. Nada más verte me enamoré de ti, mi corazón empezó a latir fuertemente, pues sabía que tú eras el amor de mi vida. No pude esperar hasta la fecha concertada por mis padres para casarme contigo, necesitaba hacerlo ese mismo día.
Pero todo esto cambió. Cambió por tu culpa. Dejaste de amarme y preferiste dedicarte a deshacer el virgo de todas las damas de la corte. Me fuiste infiel cada vez que querías, y yo te perdonaba. Y te seguiría perdonando, porque te amo con locura.
Y cuando me abandonaste me rompiste el corazón en mil pedazos. Pero a pesar de eso, cumplí tu sueño. Viajé junto a la corte para que fueses enterrado en Granada, como tú querías. Pero no pude llegar hasta allí contigo, pues me encerraron aquí. Mi padre se encargará de que algún día llegues hasta allí y seas enterrado en la capilla.
No iba a permitir de ninguna manera que te dejasen en Miraflores. No podía permanecer separada de ti, por lo que bajé a la fosa sepulcral y allí permanecí durante todo el funeral. Pero quería estar más cerca de ti, por lo que obligué a que subiesen tu féretro y lo abriesen. Desgarré los sudarios embalsamados que te cubrían. Y allí estabas, tan hermoso como lo estabas antes. Quería sentir el tacto de tu piel, por lo que besé con mis húmedos labios tus suaves pies. Te amaba tanto…No podía aceptar que me hubieses abandonado para siempre.

Dejé de escribir. Catalina, que en enero cumpliría cuatro años, había empezado a llorar otra vez.
-Tranquila, mi niña. Algún día nos sacarán de este lugar, no te preocupes. Dios impondrá la justicia necesaria para que nos saquen de aquí. Cuando seas mayor te casarás con un hombre hermoso como tu padre y serás feliz con él.
Y meciéndola en mis brazos, le di un beso en la frente y la dejé donde estaba para seguir escribiendo.

Los años han pasado y no puedo olvidarme de ti. Quiero volver a verte, pero no puedo. Esperaré a que la muerte me lleve con ella para volver a estar junto a ti, pues sin ti, mi vida no es vida. Vivo sin vivir, encerrada entre estos muros de los que soy prisionera. Pero ten confianza en mí, volveremos a estar juntos. Juntos para siempre.


Doña Juana I de Castilla
“Enmendebus in melius”

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 17 de Diciembre de 2006, 02:47:06 pm »
RELATO 9:

Dada la extension de este relato, 9 paginas, es imposible copiarlo en un solo post y engorroso de leer si lo pongo en varios posts asi que lo cuelgo en formato Word.

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 17 de Diciembre de 2006, 02:42:04 pm »
RELATO 8:

LA MARQUESA

Un cañonazo de La Sultana, contestado por otro de la Real, provocó que se izaran las banderas de combate.
El ruido llegó hasta la bodega de La Marquesa, donde Miguel, tumbado en su coy, llevaba varios días con fiebre. Inmediatamente empezaron las maniobras en cubierta. Mientras, abajo, el cómitre intensificaba los latigazos, y con ellos, el ritmo de la boga.
Al llevar varios días enfermo, no había podido ver como se agrupaba la flota cristiana, le habían dicho que había por los menos quinientos barcos, y al mando de ellos, en la Galera Real, Don Juan de Austria. Llegó a cubierta justo cuando en la Real se izaba la señal: Avanzar en formación. Y por primera vez pudo ver la escuadra completa
La formación ocupaba un frente de más de 6 km de largo. En el centro mandaba la galera Real de don Juan de Austria flanqueada por las galeras capitanas de Venecia y del pontificado, cubiertas por 61 galeras junto a las que formaban el cuerpo central, todas ellas con gallardetes azules. El ala izquierda estaba formada por 53 galeras que lucían gallardetes amarillos. En el ala derecha, bajo el mando de Andrea Doria, iban 54 galeras con gallardetes verdes. Había además una escuadra de reserva, de 30 galeras con gallardetes blancos, al mando de Alvaro de Bazán.
-" Hijos, a morir hemos venido. A vencer si el cielo así lo dispone" - recordó Miguel las palabras de Don Juan, mientras se dirigía al alcázar a solicitar un puesto en cubierta.
Tomando sus armas se presentó ante su capitán, Don Alvaro de Bazan. Este, al comprobar su estado enfebrecido, le ordenó que regresara bajo cubierta a lo que Miguel replicó:
- ¡más quiero morir peleando por Dios é por mi rey que no meterme so cubierta!
Un puesto en el esquife, arcabuz en mano, fue lo que consiguió.
La mañana avanzaba, mientras las dos escuadras se posicionaban, pero el viento cambió. El capitán, viendo como se movía el gallardete blanco de La Marquesa, ordenó largar mayor y trinquete, que se inflaron al momento entre urras de la tripulación.
A sotavento, la escuadra turca a duras penas conseguía avanzar más que a latigazo y sangre.
Llegó el mediodía cuando ambas escuadras se encontraron.

Los turcos se habían alineado casi igual que los cristianos: en el centro navegaba la potente Sultana, la capitana de Ah Pachá, con 87 galeras. El ala izquierda, que se enfrentaría a Andrea Doria, alineaba 61 galeras y 32 galeotas. En el ala navegaban 55 galeras y una galeota. La escuadra de reserva contenía solo 8 galeras y varios barcos mas pequeños hasta completar un treintena.

Miguel, desde la retaguardia, vio como las naves chocaban entre si, mientras las hondonadas de los cañones destrozaban todo a su paso. Por momentos, el humo no dejaba ver nada, mientras la infantería y los jenízaros intercambiaban arcabucazos y flechas. La Real consiguió acercarse a la Sultana, abordándola por estribor, a pesar del haber perdido gran parte de la jarcia y de los agujeros que poblaban su velamen.
Las tropas españolas intentaban llegar al alcázar, mientras los turcos se defendían con ferocidad y arrojo, de manera que los españoles empezaron a defender cada palmo ganado en vez de ganar mas distancia.
La llamada de zafarrancho impidió a Miguel seguir observando. El ala izquierda había sido rodeada por las tropas turcas, y los gallardetes blancos se dirigían raudos a hacer lo mismo con ellos.
Cuando faltaban unos veinte metros para llegar a la línea turca, navegando de bolina era difícil llegar muy rápido. La Marquesa, abrió sus portas y soltó su primera traca. Ciñendo el viento podría soltar un par de hondonadas mas hasta llegar a la galera turca que tenía a barlovento, que estaba ya abordada con un barco español del que estaba tomando buena cuenta.
Una nube de pólvora, lo cubrió todo, y otra vez a repetir la carga y disparo:
Uno colocaba el cañón en posición, otro cargaba y otro pasaba munición, otro suministraba la pólvora y el último apuntaba y disparaba.
Segunda hondonada, que recorre la cubierta del barco turco arrasando todo a su paso: cabos, palos, infieles, ayudados por las astillas al tocar madera.
Le llega su hora a Miguel, tiempo de abordar. Lo usual era hundir el mascaron de proa en el barco enemigo, para luego luchar en cubierta para ganar el barco, pero Don Juan había ordenado cortar todos los mascarones para mejorar la maniobrabilidad.
Al entrar en contacto con la nave turca, se estremecieron las cuadernas de roble, la arboladura y jarcia vibraron como las cuerdas de un arpa de 20 metros, y cuando se lanzaron los ganchos, ambas embarcaciones quedaron unidas como una sola.
Las tropas de la Marquesa, dieron cuenta rápida de las turcas, que cansadas y rodeadas, se rindieron arriando su verde bandera.
El flanco izquierdo se había recuperado, mientras, en el centro, la Real y la Sultana seguían su encarnizado combate.
Don Alvaro de Bazan reagrupó sus naves y acudió en auxilio de la Real, que seguía defendiéndose lo mejor que podía, sin protección por que las naves capitanas se habían trabado con otra turcas y solo podian mandar arcabucazos, pero ni un solo hombre. Mientras, la Sultana recibía refuerzos de otras seis galeras.
Don Alvaro de Bazan mando sus barcos contra los que abastecían a la Sultana, mientras que él mismo, al mando de la Marquesa, se abordaba con ella.
Las tropas de la Real, al ver a las otras entrando por babor en la Sultana, se lanzaron a un último asalto.
Miguel, que había sido de los primeros en abordar la Sultana, no por valentía, si no por su puesto en el barco, tuvo tiempo de lanzar un arcabucazo y varios estoques, antes de recibir el primer arcabucazo en el pecho.
Tumbado en la cubierta, lleno de sangre, medio sordo por los cañonazos, intentó alcanzar su arcabuz, quizás podría volver a cargarlo. Cuando fue a sacar la pólvora de su bolsillo izquierdo, comprendió que no podría volver a disparar mas arcabuces. Al menos ese día.
Mientras, Andrés Becerra, capitán de los tercios, nacido en Marbella, consiguió llegar hasta el estandarte turco, mientras Alí Pachá, almirante turco, moría a arcabucazos de las ropas españolas.
Quizás alguno era de Miguel, o quizás ninguno, pero en adelante siempre diría que perdió el movimiento de la mano izquierda para gloria de la diestra.
Miguel sobrevivió a la batalla, y tuvo tiempo de participar en muchas otras, en el tercio de Lope de Figueroa, en Corfú, Modón, Navarino, Túnez, La Goleta,...Hasta que un buen dia, los corsarios berberiscos atraparon una preciosa galera llamada Sol, donde se encontraba tan ingenioso hidalgo, o mejor dicho, soldado. Trasladado a Argel, permaneció cinco largos años de cautiverio hasta que fué rescatado. Pero esa es otra hitoria, de un lugar del que seguro ni quería acordarse.

Mas tarde escribiría: Y aquel día, que fue para la Cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, en aquel día, digo, donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada.

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 17 de Diciembre de 2006, 02:41:17 pm »
RELATO 7:

Aquella noche Leonardo se había acostado con un cierto nerviosismo, con una ligera sensación de cosquilleo, algo que le pasaba siempre la noche previa a un viaje.

Leonardo era un chaval asturiano de trece años, al que le gustaba mucho leer: desde “Mortadelo y Filemón” hasta “El Quijote”.

-Debo ser un bicho raro-se decía a sí mismo.

Y es que nadie creía que se hubiera leído la versión íntegra de la gran novela cervantina. Lo que le más le apasionaban eran los temas históricos, los legendarios y los mitológicos; sus héroes se llamaban Alejandro Magno, Cid Campeador, Julio César…

Otra de sus grandes pasiones era viajar y siempre que lo hacía procuraba informarse previamente de los sitios que iba a visitar. Así lo hizo cuando estuvo en la “Alhambra”, cuyo nombre significa castillo rojo en árabe y deriva de “Al Qal’a al-Hamrá” que los cristianos, con su deficiente pronunciación, transformaron en “Alhambra”; y cuando visitó el monasterio de El Escorial, que Felipe II mandó construir para conmemorar la victoria de San Quintín. De este modo disfrutaba mucho más de su visita y de las explicaciones que iba dando el guía.

Ahora iría a Santiago de Compostela y, siguiendo su costumbre, se informó sobre todo lo relacionado con esta ciudad.

Por eso supo que su origen se remonta al siglo IX (813), cuando unas brillantísimas luces celestiales condujeron al ermitaño Pelayo hacia un despoblado en Iria Flavia, allí estaba el sepulcro del Apóstol Santiago. Así nacía no sólo la ciudad de Santiago de Compostela, sino también el Camino de Santiago, la ruta de peregrinación, el camino de la fe que conmoverá Europa en el Medievo. A su vera surgieron ciudades, se levantaron ermitas, hospitales, monasterios… se realizaron milagros como el de Santiago de la Calzada, donde un gallo cantó después de muerto para salvar a un inocente; o el de O Cebreiro, donde las especies eucarísticas se convirtieron en auténtica carne y sangre de Cristo, o el del propio Santiago Apóstol, convertido en Santiago Matamoros, que tanto ayudó a los cristianos en su lucha contra el infiel apareciendo en el cielo con su caballo blanco, blandiendo la espada y contribuyendo decisivamente a ganar batallas, como la de Clavijo, en la que Ramiro I derrotó a Abderramán II, liberándose así de pagar el tributo de las cien doncellas.

La verdad es que cuanto más leía más interesado en la ruta Jacobea, siendo, sin duda, lo que le más le impresionó la fe y la devoción con la que los peregrinos recorrían el camino en unas condiciones tan difíciles como las de aquella época.

Leonardo era católico y católico practicante, pero estaba muy lejos de sentir aquella fe y se cuestionaba la existencia de Dios y la vida eterna.

-Soy creyente por mi educación y porque es gratificante creer que Dios Todopoderoso vela por ti, no por auténtica fe, ni por convicción-pensaba.

Y así, estando en estas cábalas el sueño le venció.

Corría el año de nuestro Señor 1.190, cuando en el valle de Arán, en plenos Pirineos, Ginés contemplaba, una vez más, la impresionante puesta de Sol.

-Algún día lograré captar tanta belleza en mis romances- se decía, no muy convencido.

Ginés era un mozalbete de recién estrenada adolescencia, hijo primogénito de un noble aragonés, poseía un espíritu alegre y un alma pura y caritativa capaz de emocionarse tanto ante un paisaje, como con los melodiosos sonidos del canto gregoriano, pero sobre todo, de conmoverse ante la desgracia ajena.

Querido por todos cuantos le conocían, era muy frecuente verlo por las plazas de su villa, Jaca, tocando el laúd o recitando poemas épicos que contaban las excelencias de los héroes de la Reconquista. Pero, tal vez, donde más feliz se sentía Ginés era en la leprosería cercana, que visitaba siempre que podía, para llevar un poco de esperanza, de alegría y entretenimiento a aquellos seres marginados del mundo, consumidos por tan terrible enfermedad y cual trovador en el castillo de un noble, les recitaba estos versos sobre el Cid.

                                         Cómo explica todo esto,
                                         las tierras que conquistó,
                                        el valor de su ejército,
                                       sarracenos que rindió,
                                       su bravura en el combate,
                                       las vidas que perdonó,
                                       su destreza con la espada
                                      ¡Cómo su fe defendió!

Fe, precisamente, era lo que tenía arraigado profundamente en su corazón Ginés, la misma fe que percibía en los peregrinos que se dirigían a Santiago y que trataba de inculcar a aquellos seres con motivos suficientes para carecer de ella.

Un día llegó al hospital Bernardette, una joven procedente de Francia que hacía el Camino de Santiago, pues todo lo que deseaba era postrarse ante la tumba del Apóstol antes de su muerte. Pero las llagas de sus pies le hacían imposible continuar. Ginés, que conectó de inmediato con ella, decidió lo que, en el fondo de su alma, hacía mucho tiempo que deseaba, hacer el Camino; peregrinar, en un acto de fe, junto a los enfermos de la leprosería, simbolizados en “el hábito de leprosa” de Bernardette, que él llevaría como ofrenda al Santo. Y así, con una inmensa devoción se puso el hábito de peregrino, cogió el bordón, el zurrón, la calabaza, el laúd… y comenzó a andar.

Atravesó tierras aragonesas, riojanas, cruzó los montes de Oca, se adentró por los parajes llanos de Tierra de Campos, del Páramo leonés, del Bierzo… Siempre en compañía de otros peregrinos y siempre atento a las peculiaridades de las tierras por las que pasaba, como si quisiera retenerlas para siempre en su retina, siendo, sin duda, la hospitalidad de las gentes lo que siempre quedaría en su corazón; hospitalidad a que él correspondía con coplillas como estas:

             
                                         Caminito de Santiago
                                         te hago con alegría,
                                        por la noche las estrellas,
                                       por el día mi fe me guía.
                                      buenas gentes del lugar
                                      dejad la melancolía
                                     a Santiago peregrinad
                                    que es fuente de vida.


                                         Camino de Santiago
                                        camino de fe y devoción
                                      ¡Oh! Gran Apóstol Santo
                                     que a los cristianos reunió
                                     el que ayudó a Mauregato
                                     y salvó el reino de León.
                                    Si tanto nos has ayudado
                                    nuestra peregrinación
                                    te ofrecemos con fervor.

-“Es nuestro peregrino trovador”- decían cariñosamente sus compañeros de “ruta”.

Con sus manantiales de aguas cristalinas y sus verdes florestas el macizo galaico se muestra ante ellos esplendoroso, pleno de belleza y majestuosidad. Pero también saben que sus montes encierran graves peligros, son refugio de bandidos, malhechores, sin más fe ni religión que obtener suculentos botines atacando despiadadamente a cuantos se aventuran por sus lares. Además, la traicionera neblina puede envolverlos y dejarlos perdidos a merced de precipicios y barrancos, tan abundantes en aquella zona. Nada importa, su fe puede con todo.

Ginés se quedó absortó en la contemplación de estos paisajes que tanto le recordaban a su tierra natal y, mientras llenaba su calabaza de agua fresca, algo rezagado del grupo y la inspiración de un romance le rondaba la cabeza, llegó a sus oídos un estruendo, mezcla de sonidos de cascos de caballos y de voces atemorizadas, suplicantes.

Allí, al pie del monte Cebreiro, sus compañeros sufrían el ataque de unos sanguinarios bandoleros. Rápido de reflejos y con absoluto desprecio de su vida se puso el hábito de leproso que llevaba para que Santiago lo purificara, y se presentó ante ellos. Ante la vista de aquel “apestado”, los bandidos huyeron despavoridos. Sin duda, había sido la bienvenida que el Apóstol les dispensaba a la llegada a su tierra, puesto que también podían aquellos criminales segarles la vida y dejarles allí como lo que, sin duda, ellos pensaban que era, “carroña”.

Desde entonces sus compañeros, entre los que siempre había despertado un gran cariño y admiración, empezaron a ver al “peregrino trovador” de una forma especial, tocado por la mano de Dios.

Estaban en la cima del monte del Gozo, las tierras compostelanas se divisaban en el horizonte, una intensa satisfacción, un gozo indescriptible, les invadía, y mientras caminaban, entonando al unísono cantos en honor del Apóstol, se vieron rodeados de un nutrido grupo de sarracenos. Almanzor estaba lanzando su “razia” más feroz contra Santiago, quería destruir aquel importante núcleo de la fe cristiana.

De repente Archembaud, aquel pacífico, misterioso y silencioso monje que les había acompañado durante todo el camino, se había transformado en un caballero guerrero, vestía ahora una túnica blanca con una enorme cruz roja en el pecho, a la vez que blandía una espada que desprendía una luz tan cegadora que puso en fuga, desorientados y ciegos por la luminosidad, a aquellos “infieles” que les atacaban.

-¡Un milagro!,¡ un milagro!-se dijeron.

Santiago volvía a hacerles un guiño de complicidad.

Ya más serenos, fortalecidos, ¡aún más!, en su fe, escucharon la historia de Archembaud; era un monje templario que había hecho voto de silencio hasta que realizara las peregrinaciones a los tres lugares santos (Roma, Jerusalén y Santiago) para expiar sus culpas. Ahora, estaba acabando la última de ellas. ¡Sin duda había sido perdonado!

La ciudad estaba siendo saqueada, sin piedad, por Almanzor. Ginés oraba con gran fervor ante la tumba del Apóstol, cuando la basílica comenzó a arder y, en ese momento, vio el prodigio más grande que imaginar pudiera: El sepulcro se elevaba hacia el cielo, envuelto en luz celestial, poniéndose a salvo del fuego, mientras, a mil kilómetros de allí, en las proximidades de Jaca, esa misma luz celestial envolví a la leprosería, dejando a los enfermos limpios de cuerpo y alma.

De esa forma se escribió la historia de San Ginés, el Santo Trovador.

Las luces de la mañana despertaron a Leonardo, que recordaba con todo lujo de detalles lo que había soñado:

-“¡Que barbaridad! ¡Vaya batiburrillo que he montado! ¡Si hasta he inventado, en mi sueño, la vida de un santo! ¿Existiría de verdad San Ginés? ¿Cuáles serían su vida, obra y milagros?”- Se preguntaba, mientras ya iniciaba el viaje junto a su familia.

Lo que Leonardo aún no sabía es que no sólo sería un viaje turístico-cultural, pues, en el fondo de su alma estaba germinando una semilla de fe, que el Santo Apóstol haría crecer.

Y esto sí que era un milagro, no un sueño.

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General / Re: III Concurso de Relatos de Klaskan
« en: 17 de Diciembre de 2006, 02:40:04 pm »
RELATO 6:

LA MARCHA

Desde que tu no me amas
Amo a los animales
Y el animal que mas quiero
Es el buitre carroñero
(extremoduro).

   Gruntz desplegó el pergamino que había desenrollado de la pata del buitre.  Lo observó curioso y se lo entregó a Fuzkazam.  –Creo que no sé leer.

   El mago lo miró con reproche y tomó el pergamino que le ofrecían.  Lo desenrolló cuidadosamente y estudió las runas, luego lo volvió a enrollar y se lo pasó a su acólito. –Guárdalo.

   -¿Y bien?-. Preguntó el Gran Señor de la Horda intrigado.
   -Son noticias de Zakâl, el Grimburt.  Dice “pocas defensas, cosa fácil”.

   Los reunidos se miraron unos a otros y luego bajaron la mirada pensativos hacia la mesa donde habían desplegados varios mapas y algunas revistas de elfas ligeras de ropa.  Las miradas se clavaron en las revistas.

   Finalmente el Gran Señor de la Horda carraspeó, y todos se movieron inquietos con culpa simulada.  –¿Qué significa eso exactamente?-. Preguntó.

   -Significa que hay pocas defensas y que la cosa es fácil. –Contestó el mago-.
   -Fácil desde el punto de vista del explorador, que ya sabemos cómo ven las cosas esta gente. –Dijo Gruntz-
   -Eso es cierto  –Replicó Tor-Wuaki- todos sabemos cómo es el mismo Daôn de exagerado.   Aún recuerdo su historia de cómo trajo el huevo de dragón y de su lucha con la enorme dragona. Luego el Mago lo identificó como el huevo de un avestruz.

   Daôn no se encontraba presente en la reunión, todavía no había regresado de su misión ante los Minotauros.  Pero si hubiera estado presente no habría dicho nada.  Ningún Orco es lo suficientemente tonto o temerario como para replicar al Gran Señor de la Horda.

   -Cabe la posibilidad de que en realidad hayan pocas defensas tal y como dice Zakâl. –Apuntó Sûlwine el Señor de los Olog-Khush.
   -O puede que sea todo lo contrario y nos encontremos con un ejército mucho más poderoso de lo que imaginamos.  Yo creo que debemos andar con precaución antes de lanzar el ataque definitivo.  –Tor-Wuaki pasó el dedo por el mapa, aunque miraba hacia la portada de una de las revistas donde una exuberante elfa mostraba sus atributos alimenticios-.  Avanzaremos hacia el norte por esta ruta, nos encontraremos en este punto con Zakâl que nos trasmitirá un nuevo informe. Y esta vez espero que sea más concreto.  Gruntz envía un buitre a Zakâl y dale las nuevas instrucciones y manda otro a Laghâsh e informa al Señor de la Muerte de la situación, dile que precisamos de su magia para ablandar las defensas humanas.  Mañana por la noche salimos, espero que para entonces haya llegado Daôn con noticias.  –Y con un golpe en la mesa que lanzó mapas y revistas por el suelo, dio por acabada la reunión-.

   Al día siguiente la Horda se puso en marcha como una marabunta, desordenada e imparable rumbo norte.  Encabezando la marcha se encontraba el Gran Señor de la Horda junto a su inseparable lugarteniente Gruntz.  A su lado cabalgaba el Señor de la Ilusión Fuzkazam.  Tras ellos la infantería y los arqueros, en el centro las carretas tiradas por esclavos con los pertrechos y las máquinas de asedio despiezadas.  Cerrando la marcha los cabalgalobos y lejos avanzando a traspiés y variando el rumbo continuamente se arrastraba la Patrulla Condenada, el grupo de no-muertos que acompañaba a la Horda. En el aire Muggrath bramaba su enfado contra los enanos por no haberle permitido luchar en su torneo para niñas, mientras las arpías se divertían lanzando sus excrementos sobre las tropas que caminaban bajo ellas.  A media mañana se incorporó al grupo Daôn, quien informó al Gran Señor de sus negociaciones con los Minotauros tras lo cual ocupó su lugar en la avanzadilla de la Horda.

   Durante varios días avanzaron por un territorio salpicado de colinas de pendientes suaves con poca vegetación bordeando el hermoso valle que se veía a lo lejos y donde según los informes de Daôn los minotauros habían construido una de sus ciudades.  Al quinto día divisaron los llanos al norte pero antes de entrar en las praderas Tor-Wuazi ordenó acampar, desplegó guardias en el perímetro y esperó acontecimientos. 

   Al atardecer llegó un buitre con un mensaje desde Katund-Zâdûk.  El Mago recogió el mensaje antes de que Gruntz le metiera la zarpa y desplegó el pergamino de piel humana leyendo en voz alta. 

   -“Avistados dos espolones con bandera Atlante en el mar de Dot-Zô.  Nos mantenemos a distancia, esperamos instrucciones”.  Lo firma Nyhârgo, Krîtar al mando de la flota.-.

   Tor-Wuazi se llevó la garra al mentón, pensativo y con expresión preocupada.  Miró hacia el horizonte, donde se encontraba la ciudad humana.  -Los Atlantes vuelven a la carga, esto no presagia nada bueno-  pensó en voz alta.  Volviéndose hacia el Mago le dijo:
   -Envía un buitre a Nyhârgo con estas instrucciones: “eludir el combate, poned rumbo al sur, agrupad la flota”.

   El Mago tomó nota rápidamente de las órdenes y corrió hacia su carromato.  –Mago¡¡¡- Bramó Tor-Wuaki. –Alerta todas las guarniciones y envía un buitre a la Skûthrgraî para que movilicen sus tropas-.  Y volviéndose hacia su Lobo gritó:
   -Gruntz, levantamos el campamento.  Mañana nos espera la Gloria o la Victoria-.

   En poco menos de un surco de reloj el campamento fue recogido precipitadamente (o simplemente abandonado) y toda la Horda se adentró en los llanos del norte camino de la ciudad humana.  Tras varias horas avanzando sin ningún percance observaron en el horizonte la silueta de una pequeña construcción de madera, una torre de vigilancia sin duda alguna.  En lo alto alguien ondeaba un trapo de color rojo.

   -Es Zakâl –Dijo Gruntz sin apartar el acercalejos de su cara-.
   -Puntual a la cita, a veces pienso que este tiene sangre elfa, creo que es demasiado eficaz en lo que hace para ser un Orco-. Dijo Tor-Wuaki asintiendo.
   
   En esos momentos notaron un leve estruendo a sus pies que fue aumentando su volumen mientras la tierra comenzaba a estremecerse.  –A alguien le suenan las tripas- Dijo Gruntz despreocupado.  Aunque la mayor parte de la Horda miraba a todas partes intentando averiguar el origen  del bramido al mismo tiempo que el pánico asomaba a sus ojos.  Finalmente el ruido se volvió ensordecedor y una nube de rocío cayó sobre ellos empapándolos de arriba abajo. 

     -Agua¡¡, que asco. –Dijo Gruntz sacudiéndose-.
   -¿Qué demonios ha sido eso?, preguntó Tor-Wuaki.
   -He sentido una gran explosión de energía mágica más al norte.     –Dijo Fuzkazam-. Creo que el Señor de la Muerte ha cumplido su parte.
   -Pues veamos qué nos tiene que decir Zakâl, a ver si ha cumplido la suya 
    Tor-Wuaki dio la orden de continuar la marcha mientras se lanzaba a la carrera a través de la llanura, seguido por los jinetes de lobo y sus lugartenientes.



   Allá donde avanzaba la horda toda la tierra se encontraba cubierta de charcos y la llanura se había transformado en un erial de barro y fango.   El ejército avanzaba cautelosamente por el territorio húmedo hacia la torre de vigilancia que se encontraba ya muy cerca, mirando por donde pisaban y guardando un miedo atávico a la magia y a lo desconocido que nadie se atrevía a reconocer.  Al poco rato llegó la vanguardia hasta una pequeña colina de suave pendiente donde los humanos habían construido la torre de vigilancia que básicamente se trataba de una pequeña construcción de madera con una torre de poca altura desde donde los vigías oteaban el horizonte.  El perímetro se hallaba rodeado de una pequeña cerca de madera que parecía más diseñada para impedir que saliera nadie al exterior que para impedir a nadie acceder al interior.  Habían algunos edificios construidos contra la parte interna de la muralla de madera: unos establos  donde se revolvían nerviosos 4 garañones negros, un almacén a medio saquear, y un pequeño recinto para dar cobijo a los viajeros pues la guarnición dormía en el interior del edificio fortificado. La torre no tenía ninguna ventana en la parte baja y la puerta de acceso se encontraba a más de 10 metros de altura.  Unos pequeños ventanucos situados a esa altura permitían dar cobijo a los arqueros mientras descargaban lluvias de flechas sobre el enemigo.  Una escalera asomó por la puerta alta y se deslizó hasta el suelo, arriba asomó un rostro embozado y cubierto por una túnica de color gris que hacía señales con la mano invitando a los orcos que se encontraban en el patio a subir. 

   Arriba se dirigió Tor-Wuaki seguido de su lugarteniente Gruntz y entraron en la torre donde la figura descubriendo su rostro se arrodilló ante el Gran Señor de la Horda mientras se tocaba la frente con la palma de su mano derecha e inclinaba ligeramente la cabeza en lo que es el saludo habitual a un superior de la Horda.   

   -Mi Gran Señor.  La torre es nuestra –saludó Zakâl-
   -Buen trabajo explorador, ¿qué ha sido de la guarnición?, ¿no habrán conseguido escapar? –Preguntó Tor-Wuaki mirando alrededor-.
   -Están ahí abajo –Respondió Zakâl señalando hacia la estancia en la parte baja de la torre- Después de encargarme del guardia caí sobre el resto que murieron en la cama sin siquiera emitir un quejido.

   Efectivamente, en un rincón del amplio salón se encontraban seis literas, en todas ellas excepto en una había un humano con una sonrisa roja abierta en el cuello.  El otro se encontraba desplomado sobre una silla frente al fuego, donde con seguridad el desgraciado había ido a buscar un poco de calor en el frío de la noche.

   -Buen trabajo Zakâl –dijo el Gran Señor palmeando la espalda del explorador- Pasaremos aquí la noche y mañana emprenderemos el asalto a la ciudad.  Gruntz prepara los caballos y los humanos.  Hoy comemos carne fresca.

   Aquella noche la Horda comió y descansó en previsión de la batalla a la mañana siguiente.  Tan sólo permaneció despierta la Patrulla Condenada que se encargó de vigilar los alrededores de la torre de vigilancia, si es que se le puede llamar despierto al estado de eterna vigilia que tienen los no-muertos.

   Al día siguiente el ejército emprendió nuevamente la marcha, con las carretas de pertrechos más llenas aún gracias al saqueo de la torre de vigilancia que ardía elevando su columna de humo a los cielos como un tributo a los dioses de la guerra.  A media mañana llegó la Horda a los arrabales de la ciudad nómada, ésta se encontraba perfectamente amurallada y rodeada de un espectacular foso, algo que no inquietó en lo más mínimo al Gran Señor de la Horda que ordenó a sus tropas desplegar y disponerse para el combate.  Daôn dispuso las balistas y los arqueros, Muggrath se desplazó al flanco derecho junto con las arpías y el Mago.  Sûlwine y sus Ogros se desplazaron al flanco izquierdo mientras el propio Tor-Wuaki y su guardia ocupaban el centro del despliegue.  Los no-muertos iban de aquí para allá sin saber muy bien qué hacer. Entretanto los goblins y los esclavos al mando de Gruntz descargaron las piezas de artillería de las carretas y las montaron en la línea de batalla.  Después de un tiempo de desorden y descoordinación el frente del despliegue quedó relativamente organizado y todos los Krîtar miraron al Gran Señor esperando sus órdenes, éste sin quitar la vista de la ciudad hizo un ligero movimiento con la cabeza.  Gruntz alzó y bajó su cimitarra al mismo tiempo que Daôn alzaba su arco y los lanzapiedras, diez balistas y el grupo de arqueros comenzaron a descargar una nube de proyectiles sobre las murallas.  La primera andanada barrió las defensas, la segunda destrozó amplios sectores de muralla y las puertas.  Muggrath emprendió el vuelo sin esperar por las Arpías que permanecieron junto al Mago.  Abajo los no-muertos comenzaron a avanzar sobre el foso, cada uno arrastraba un carromato de mano con ramas y tierra que los esclavos habían dispuesto para rellenar el foso.  Al llegar al pie de las murallas lanzaron al interior del foso los materiales de relleno consiguiendo abrir un camino hacia las brechas de los muros, en ese mismo instante la infantería comenzó a avanzar sobre la ciudad a cubierto tras los escudos la guardia personal de Tor-Wuaki mientras los Ogros y los arqueros al mando de Daôn avanzaron sobre sus flancos.  En esos momentos Muggrath se abatió sobre la ciudad a toda velocidad sobre su pájaro de fuego que lanzó un alarido estremecedor. 

   Sin ni siquiera comenzar la batalla ya había finalizado.  Muggrath apareció sobre el resto de las murallas y alzando su martillo de guerra anunció la victoria.  Los humanos habían sido aplastados, literalmente, bajo el fuego devastador de los lanzapiedras. Toda la horda se encontraba ya en el interior de la ciudad conquistada saqueando y destruyendo todo lo que encontraban a su paso.  Aún así poco quedaba de lo que anteriormente había sido una ciudad humana que había osado ofender a la Horda, no había un solo ser vivo y todos los edificios de importancia habían sido desmontados o destruidos.  Sólo quedaban algunas chozas en pie que pronto sufrieron la ira de los invasores.  Los únicos humanos que habían permanecido en la ciudad eran las dotaciones de las balistas que habían sido abatidos por los lanzapiedras antes incluso de que pudieran cargar sus armas y sus restos ya estaban siendo disputados por Arpías y Ogros.  También se observaban los cadáveres de algunos vagabundos y ancianos que habían sido abandonados a su suerte por los nómadas humanos en su cobarde huída de la ciudad, todos habían muerto ahogados.

   La victoria estaba siendo celebrada por la Horda, devorando los cadáveres que habían conseguido encontrar entre las ruinas y bebiendo el grog que Gruntz destilaba gracias a su alambique de campaña.  Sólo Muggrath, que destrozaba los restos del muro con su martillo de guerra, se lamentaba. 

    -Primero los enanos no me permiten combatir en el torneo –rugía mientras golpeaba con su martillo- Y ahora estos humanos rehúyen el combate.  Es que ya no hay valientes en Klaskan?.
   -Hay que ver qué mal se lo ha tomado el Muggrath –le decía Gruntz al Gran Señor de la Horda-.
   -Yo ya me lo temía, este muchacho siempre ha sido muy impulsivo y se toma a pecho lo del combate con honor.  Pero bueno…en cuanto termine de derruir las murallas, cargamos las piedras y nos lanzamos en persecución de este cobarde para darle su merecido escarmiento.  Mañana partimos, envía buitres con mensajes a todas las guarniciones e informa de la batalla.  Y ahora vamos a descansar que cosechar victorias es muy agotador.

   A pesar de todo el Gran Señor de la Horda pudo dar satisfacción a las veinte concubinas que le acompañaban durante las campañas de guerra.


   En la Torre de Lughash el Nigromante leía el mensaje que daba noticias de la victoria de la Horda.  Tan contento estaba que ordenó a su acólito sacrificar un enano para honra de los dioses y para la cena.

   En la flota la noticia fue coreada por las dotaciones de las naves, las nuevas órdenes fueron rugidas con odio por todos blandiendo sus armas al aire o golpeando sus escudos.  “muerte”, “muerte”, “muerte”.

   Lejos los Skûthrgraî se ponían en marcha, infantes, arqueros, cabalgalobos y carros de pertrechos se dirigían al Sur convocados por el Gran Señor de la Horda.

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