Las bellas murallas de la ciudad de Gildor-Estraz en los llanos costeros del suroeste del territorio enano reciben a los héroes enviados a combatir para demostrar su valía. En las almenas se observa a numerosos ciudadanos que miran con curiosidad las diferentes comitivas.
En primer lugar ha llegado Mord, su llegada ha sido tan rápida que los curiosos apenas han podido ver a su grifo descender sobre una bella torre que se eleva en la puerta sur de la ciudad y donde le esperaba su amigo y compañero de batalla Meldar, Puño Encendido, el campeón enano que combatirá en el torneo representando al Reino de los Dos Enanos.
Mientras unos respetuosos enanos llevan su montura a unos establos especialmente edificados para la ocasión ambos héroes se abrazan mientras los soldados apuestan, una tradicional costumbre enana, por la victoria de cualquiera de ellos en el torneo.
Meldar es un enano de gran fortaleza y ya demostró su valía en el pasado mientras Mord es un guerrero humano de fama legendaria que se ha ganado el respeto de orcos, servidores, atlantes y enanos sobre el campo de batalla.
Ambos héroes conversan en voz baja mientras observan apoyados en las almenas de la gran torre como comitiva tras comitiva los héroes que la tarde anterior acamparon en las afueras de la ciudad disfrutan de un grato recibimiento donde la cerveza y las ovaciones son muy numerosas.
En primer lugar entre el campeón humano de la República Humana, George, cuyas hazañas en la guerra contra los Seres Oscuros y su magnífico porte dejan claro que cualquier oponente que se le enfrente lo pasará muy mal.
Su comitiva entra entre grandes aplausos mientras la guardia del héroe, un puñado de humanos, intenta mantener a raya a algunos jovenes que pretenden acercarse y ver de cerca a un héroe humano que según cuentan los rumores tiene bajo su mando a un numeroso ejército de orcos.
Mientras la comitiva se adentra en las rectilíneas unidades que le llevarán a la plaza central de la ciudad hace su aparición otro héroe. La expectación es absoluta pues el ser que la encabeza posee un poderoso torso del cual salen tres brazos en los que sostiene su escudo y espadas.
Algunos quedan en silencio, admirando la petrea mirada del servidor, de nombre Suarsenaje, que entra por las puertas en un respetuoso silencio roto de vez en cuando por algún chismorreo.
La sorpresa pasa pronto y de nuevo la cerveza provoca graciosas ovaciones y todo tipo de bromas sobre los tres brazos del servidor que continua ascendiendo hacia la plaza central donde les aguarda la recepción.
Dos grandes carros siguen al héroe, al parecer con la cuota necesaria para la inscripción. Sin duda todos los héroes llevarán grandes fardos de equipo pero la atenta vigilancia de los enanos evitan cualquier problema con posibles ladrones.
Para la ocasión una decena de unidades custodia la ciudad para evitar problemas de alguna índole, aunque muchos de los milicianos observan con deleite las bellas armas que acompañan al siguiente campeón, un humano en esta ocasión, que en los últimos ciclos parece ser el centro de todos los rumores.
Se afirma que en su día venció a los saurios y que ha venido al torneo para demostrar su superioridad una vez más, aunque los peor pensados creen que un combate entre el humano y los desconocidos saurios podría traspasar las reglas debido a los roces que existen entre ambos.
Liksau es acompañado por un cortejo mucho menor y mucho más pobre que los anteriores pero lo compensa llevando colgadas en su cinturon varias cabezas disecadas de orcos y en cuanto penetra en la ciudad una de las carretas se para para dejar ver su regalo a los enanos.
En la carreta se apiñan las calaveras de multitud de orcos, algunas cimitarras, la mayoría quebradas y el cuerpo disecado de un gran lobo de guerra. Los aplausos que levanta dicha visión son tan grandes que hasta Meldar, en la torre, vuelve la vista para contemplar la causa del alboroto.
Sin embargo pronto el enano retira su mirada de Liksau para posarla en los que tiran de las carretas. Al parecer en la parte de atrás de su columna avanzan casi un centenar de saurios portando su cuota para el torneo. Ninguno está encandenado y parecen en buen estado, aunque es evidente que son antiguos prisioneros y seguramente esclavos del humano.
Mord no puede evitar una mirada de disgusto. Este gesto puede ser considerado un insulto por los saurios o tratarse de un golpe de efecto para las negociaciones que se dice podrían tener lugar en el torneo entre saurios y liksianos.