Autor Tema: La saga de Hrolf el Almirante (parte I). autor Javier.  (Leído 3030 veces)

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Karnak

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La saga de Hrolf el Almirante (parte I). autor Javier.
« en: 25 de Septiembre de 2005, 12:55:57 pm »

                                            DEL FINAL DE UNA VIDA Y UN VIAJE HACIA EL FUTURO

                                                           La saga de Hrolf el Almirante I



La espada impact? con fuerza en el hombro derecho de Hrolf, haciendo que su espada cayera de su mano y quedara colgando de la cinta atada a su mu?eca. Un nuevo golpe se dirigi? a su cabeza, mas esta vez su escudo se interpuso y logr? desviar el impacto mientras Hrolf retroced?a y volv?a a empu?ar su acero.
Su contrincante se mov?a con rapidez y sus golpes eran fuertes y precisos, mas esta vez su ofensiva se encontr? con la defensa del joven noble bien preparada y los barridos dirigidos a sus brazos y piernas fueron desviados, las estocadas dirigidas a su cara fueron paradas con su espada y finalmente el ataque ces? en intesidad.
Cauteloso Hrolf pas? al ataque aprovechando el cansancio de su rival, lanzando golpes r?pidos con su espada larga obligando a la joven mujer que ten?a enfrente a mover su espad?n constantemente agot?ndola a?n m?s. Los golpes de Hrolf cada vez eran detenidos m?s cerca de su objetivo, y el cansancio de Ginebra empezaba a hacer que sus movimientos fueran m?s imprecisos.
El sudor recorr?a los rostros de los contendientes y Hrolf notaba la camisa de lino pegada a su cuerpo bajo la t?nica de acolchado, as? que decidi? acabar con el combate de una vez. Dirigi? una estocada alta a la cara de la joven guerrera para desviarla a medio camino y dirigirla a su hombro derecho, impactando en ?l con fuerza provocando un gru?ido de sorpresa y dolor en su rival.
Su siguiente golpe se dirigi? a su est?mago y fue bloqueado justamente, y el golpe de gracia en el costado que hab?a de decidir el combate a juicio de Hrolf impact? de lleno en Ginebra. Mas ?sta se sobrepuso al golpe y su contrataque pas? la defensa del joven noble impactando en su antebrazo derecho entumeciendo su mano y haciendo que perdiese el control de su espada. El siguiente golpe de Ginebra fue detenido por el escudo pero los otros dos atravesaron la guardia de Hrolf dej?ndolo tendido en el suelo sin resuello con un par de contusiones en las costillas y el abdomen.
Gru?endo Hrolf desat? el correaje de su escudo de cometa y se sent? en el suelo toc?ndose con ciudado las costillas. El dolor era fuerte pero parec?a que ninguna de ellas estaba rota, lo que alivi? en algo el dolor de la derrota. Sab?a por experiencia que una costilla rota o con una fisura era muy molesta y le obligar?a a hacer reposo durante un par de semanas como m?nimo, y con el delicado estado de salud de su padre no pod?a permitirse tanto tiempo de reposo.
La mano de Ginebra apareci? ante sus ojos, y con un suspiro de resignaci?n Hrolf la tom? y se alz? sobre sus pies suprimiendo un gru?ido de dolor al sentir la queja de sus costillas.
?Buen combate Ginebra? como siempre?? dijo con voz baja mientras avergonzado miraba a la guerrera que lo derrotaba con tanta frecuencia. El hecho de que fuera el ?nico rival en la zona capaz de derrotarlo en la mayor?a de los combates no mitigaba la humillaci?n que sent?a Hrolf cada vez que su Housecarl le venc?a en el campo de entrenamiento.
?Gracias se?or? Vos tambi?n hab?is combatido con habilidad, como siempre?? respondi? la bella joven mientras recog?a su mandoble de pr?cticas del suelo y lo dejaba en el estante de las armas situado a un lado del campo de pr?ctica intentando ignorar el dolor que sent?a en el costado y en el hombro ?Pero hab?is vuelto a confiaros. Os falta agresividad y experiencia en combate real, no acab?is de rematar al enemigo y eso os cuesta la derrota conmigo y os puede costar la vida si os enfrent?is a alguien en un combate a muerte?
?Gracias por el consejo. Intentar? recordarlo la pr?xima vez? respondi? lac?nico Hrolf mientras dejaba su armas y su escudo al lado del mandoble de Ginebra. Ten?a raz?n, como siempre, pero el consejo realmente no ten?a un valor real. Nadie se iba a atrever a luchar a muerte con ?l, la sangre de Leif corr?a por sus venas con una pureza que pocos nobles en todo el imperio igualaban y ninguno superaba, y eso era un salvaguarda que le aseguraba una pl?cida y confortable existencia en un mundo dominado por vikirs, por mucho que la idea no agradase al joven. Entre los nobles el veneno y las intrigas pol?ticas hab?an sustituido a las espadas y las hachas como armas de combate desde hac?a m?s de diez generaciones, y hac?a siglos que no hab?a habido una Guerra de Casas digna de tal nombre gracias a la influencia de los Ludovicos.
Con gesto ausente extendi? sus brazos y esper? a que Ginebra le quitase el coselete de mallas que lo hab?a protegido en el combate, para acto seguido ayudarla a ella a desprenderse del suyo. Inquietamente not? por en?sima vez una oleada de calor recorrer su rostro al observar el bello cuerpo de la joven, claramente apreciable con las ropas acolchadas pegadas a su cuerpo debido al sudor y al peso de la cota de mallas. Y por en?sima vez descart? la idea de alabar la belleza de Ginebra en voz alta y robarle un beso. La joven pertenec?a a una familia de empobrecidos hidalgos que vend?an sus espadas a los nobles m?s acomodados y por sus venas corr?a tambi?n la sangre de Leif, pero la diferencia de posici?n entre ambos era enorme y la joven aceptar?a sus halagos y proposiciones sin dudarlo? sin que Hrolf pudiera saber nunca si lo hac?a por que realmente se sent?a atra?da por ?l o si lo hac?a con la esperanza de tener un hijo suyo que mejorase la posici?n y riqueza de los suyos.
?Y para qu? enga?arme? pens? sombr?amente Hrolf mientras cog?a una toalla del banco al lado del estante de armas y empezaba a secar el sudor que cubr?a su rostro ?la esperanza de tener un hijo con un maldito y sagrado sesentaycuatroavo ser? la que la decidir? a calentar mi cama esta noche si se lo pido??
Tras limpiarse ambos el sudor que los cubr?a y aflojar las t?nicas de acolchado Hrolf y Ginebra se dispon?an a abandonar el patio de armas cuando la llegada del joven Gwnn los detuvo.
?Mi se?or, vuestro padre solicita vuestra presencia en su despacho inmediatamente? dijo el joven criado kelt que hac?a las veces de sirviente personal de Hrolf junto al veterano Lydonn, qued?ndose a medio camino entre una reverencia profunda y una genuflexi?n.
Sorprendido por la petici?n Hrolf dirigi? sus pasos hacia la torre que dominaba la fortaleza mientras comentaba a su escolta ?Ir? a ver qu? quiere padre. En cuanto acabe bajar? al pueblo a hablar con el pr?ctico del puerto, un par de mercantes est?n por llegar y quiero entrevistarme con sus capitanes... y por la tarde saldr? a cazar al bosque...?
?Os estar? esperando en la puerta del castillo con los caballos Alteza Imperial? respondi? formalmente Ginebra mientras la dedicaba una reverencia al exasperado Hrolf. Tras varios meses a su servicio hab?a una serie de tics que no hab?a conseguido que la obcecada Housecarl abandonase, y el tratamiento formal que le dispensaba en p?blico era uno de ellos.
?Por favor Ginebra... me basta con un simple Hrolf, o un Mi Se?or si no quieres tanta familiaridad, pero olvida de una vez lo de Alteza Imperial... Ni soy pr?ncipe ni pertenezco a la familia directa del Emperador, Tyr sea loado por ello, as? que no vuelvas a llamarme as?? dijo Hrolf con escasas esperanzas de que sus instrucciones fueran obedecidas.
?Como ordene su Alteza Imperial? respondi? imperturbable Ginebra con una expresi?n totalmente seria aunque Hrolf crey? distinguir la sombra de una risa en sus preciosos ojos azules.

Reprimiendo un rugido de exasperaci?n Hrolf cruz? las inmensas puertas de la torre del homenaje del castillo sin reparar en su tama?o ni en la decena de guardias vikir protegidos por brillantes cotas de malla que hac?an guardia frente a ella y que lo saludaron con una reverencia.
Los criados kelts se afanaban por los pasillos de la torre en su interminable quehacer y se apartaban de su camino con presteza pero sin mostrar el temor que sent?an por otros habitantes de la fortaleza conocidos por su mal genio con las ?razas inferiores?. A Hrolf simplemente lo tem?an por su rango y condici?n de posible heredero de los dominios de la Casa del Almirante.






 ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? (..........contin?a).
« Última modificación: 25 de Septiembre de 2005, 01:08:57 pm por Karnak »
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.

Karnak

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Re: La saga de Hrolf el Almirante (parte I). autor Javier.
« Respuesta #1 en: 25 de Septiembre de 2005, 01:03:30 pm »
? ? El primer cap?tulo completo en formato Pdf.

? ? Saludos
? ? Karnak.
« Última modificación: 25 de Septiembre de 2005, 01:09:59 pm por Karnak »
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.