Autor Tema: La saga de Hrolf el Almirante (parte II). autor Javier.  (Leído 3120 veces)

0 Usuarios y 1 Visitante están viendo este tema.

Karnak

  • Gruntz, traeme m?s grog!
  • Mago
  • ***
  • Mensajes: 2320
  • Et in Arcadia Ego
    • Ver Perfil
    • Espada y Brujer
    • Email
La saga de Hrolf el Almirante (parte II). autor Javier.
« en: 25 de Septiembre de 2005, 12:57:38 pm »

                                              DE MALAS NOTICIAS, INTRIGAS Y BOLOS

                                                            La saga de Hrolf el Almirante II



?Bienvenidos a la gran ciudad de Capital, la joya del imperio, la m?s bella de las ciudades al oeste de las monta?as negras y no s? cuantos t?tulos m?s?? anunci? con sorna Hrolf al coronar el peque?o mont?culo y divisar a lo lejos la gran ciudad que atestaba la mitad del gran llano ?Grandes nombres para una ciudad tan fea, ?no cre?is??
?Por el hedor que desprende un buen incendio o una inundaci?n no le ir?a nada mal?? coment? disgustada Ginebra tap?ndose la nariz, mientras a su espalda Aoife cerraba s?bitamente la boca mirando con disgusto a la altiva vikir a la que detestaba, sin duda reprimiendo un comentario similar.
Lydonn y Gwnn guardaron silencio como era habitual en ellos, mientras Thomas observaba nervioso la ciudad y con tono preocupado comentaba ?La zona de extramuros es enorme, y buena parte parecen campamentos improvisados? ?es eso normal mi Se?or??
?No, me temo que son refugiados, debe haber m?s de veinte mil ah? abajo?? repuso con seriedad Hrolf olvidada ya su broma inicial al observar con atenci?n la ciudad y sus alrededores ??y si hay tantos las incursiones no se han detenido durante el invierno y son m?s serias de lo que dec?an los informes Ludovicos??
?Entonces esto nos beneficia?? dijo con una sonrisa feroz Ginebra ??el Duque te ver? como un regalo ca?do del cielo y te dar? su apoyo para levantar la flotilla que bajo tu mando defender? sus costas??
?Tal vez Ginebra, tal vez? pero te recomiendo que no olvides esta frase? ?nunca se debe subestimar la estupidez humana?? es una de las m?ximas de Leif que mi maestro de protocolo no se cansaba de repetirme?? dijo Hrolf meneando la cabeza y clavando los talones en los flancos de Brioso puso a su temperamental corcel al trote mientras murmuraba ??y mucho me temo que en extramuros la gente no dispone ni de un mendrugo de pan duro que llevarse a la boca??

Con mal disimulado disgusto Hrolf observ? al guardia que guardaba las doradas puertas que guardaban la entrada a la zona amurallada de la ciudad, un enorme vikir que pese a medir unos 6 palmos (1) deb?a pesar m?s de cuarenta piedras (2) y no precisamente de m?sculo. La brillante armadura recubierta con la sobreveste del Duque estaba finamente trabajada y brillaba al sol y las joyas refulg?an en la empu?adura de la espada, lo que aument? las dudas de Hrolf sobre su competencia en combate, y para su disgusto el orondo guardia ten?a la cara maquillada con colorete, las cejas y pesta?as marcadas con l?piz y sombra de ojos en los p?rpados, exhibiendo unas u?as largas y pintadas como las de una dama y apestando a perfume femenino.
?Alto en nombre del Duque Grodo? exigi? el rid?culo fantoche con voz aflautada y forzada adoptando lo que en el sur deb?a ser una pose intimidante o orgullosa ?identific?os y exponed los motivos de vuestra visita a Capital?
Recordando los rostros demacrados de los refugiados y los llantos de los ni?os fam?licos abrazados a sus madres que hab?an suplicado desesperadas que por piedad Hrolf y su s?quito las ayudaran a alimentar a sus reto?os, el joven vikir tuvo que reprimir su impulso de descargar su ira en el pat?tico guardia, limit?ndose con hast?o a mostrar el anillo de acero de su Casa, que ?nicamente los nobles vikir con un sesentaycuatroavo de Sangre en sus venas pod?an exhibir.
El guardia mir? el anillo sin reconocerlo, exigiendo una vez m?s que se identificasen mientras alzaba su lanza adoptando una titubeante postura de ataque y gritaba alertando al cuerpo de guardia. Thomas y Ginebra acercaron sus caballos al de Hrolf desenvainando sus espadas mientras a su alrededor los viandantes y los refugiados que suplicaban comida y ayuda empezaban a correr, aterrorizados ante la perspectiva de verse envueltos en un combate.
Torpemente varios guerreros salieron de la caseta de guardia a medio armar gritando asombrados y perplejos. ?Menuda panda de bolos? pens? Hrolf observando sus enormes barrigas y torpes movimientos, bajando de su caballo ?gilmente. ?A ver pat?tica excusa de guardia, ?cu?l de ?sos in?tiles es el oficial al mando?? pregunt? altivamente el joven noble apoyando su mano en la empu?adura de su espada.
El guardia enrojeci? de ira y lanz? un torpe golpe con su lanza que habr?a hecho sonrojar de verg?enza ajena a los guerreros que hab?an instruido en el uso de las armas a Hrolf, que el joven esquiv? con calma antes de desenvainar su espada y cortar de un tajo la punta de la lanza ante la incredulidad del guardia. Con un r?pido movimiento lanz? su mano y cogi? al guardia por el cuello, empuj?ndolo contra el muro y poniendo la punta de su espada antes sus ojos.
??Me has atacado y me amenazas!? chill? hist?ricamente el s?bitamente p?lido guardia mientras el sudor corr?a el grueso maquillaje sobre su grasiento rostro ??Nadie se atreve a atacar a la guardia del Duque! ?Morir?s por esta afrenta!?
?Mira idiota, estoy empezando a perder la paciencia? ?d?nde est? el oficial?? dijo con voz fr?a Hrolf inclin?ndose sobre el guardia (3) y soportando con mal gesto el mareante olor a perfume que desprend?a el guardia mientras a su espalda Thomas y Ginebra manten?an a raya a la otra media docena de guardias con la mera amenaza de sus espadas desenvainadas.
?Ser Sigurd no ha llegado todav?a? dijo con voz temblorosa un kelt vestido con los colores del Duque, que se acerc? haciendo reverencias tanto a los guardias como a Hrolf antes de preguntar con voz queda y atemorizada ??En qu? puedo serviros mi Se?or??
??Es casi mediod?a y a?n no ha llegado?... menudo incompetente? Ac?rcate t?, a ver si alguien en esta puerta sabe hacer su trabajo?? dijo altivamente Hrolf, que dejando ir al guardia ense?? con impaciencia el anillo de acero al kelt ??he venido a ver al Duque, si segu?s retras?ndome sin motivo voy a enfadarme y no os va a gustar??
El kelt palideci? al ver el anillo y se postr? cuan largo era en el suelo gimiendo ?Perdonadnos Su Grandeza, no era nuestra intenci?n incomodaros? pod?is continuar, faltar?a m?s? os aseguro que en el palacio del Duque os recibir?n como os merec?is??
Los guardias titubearon al ver la reacci?n del kelt intrigados al verlo postrarse ante un viajero ataviado con resistentes prendas cubiertas de polvo, dudando si dejar pasar al peque?o s?quito cuando la voz del kelt los sac? de su incertidumbre al advertir la inactividad de los vikir ?Honorables guardias, perm?tanme recordarles que su Excelencia el Duque Grodo ha ordenado que todos los sesentaycuatroavos que lleguen a la ciudad han de ser tratados como merece su elevada situaci?n y una escolta de honor debe acompa?arlos hasta su palacio??
Los guardias palidecieron al saber que el extra?o visitante era un noble tan poderoso y salieron de su estupor corriendo hacia la caseta entre gritos hist?ricos mientras el guardia que hab?a atacado a Hrolf se desmayaba y ca?a al suelo.
??Dejar que estos in?tiles perfumados me escolten? Ni loco?? pens? Hrolf reprimiendo un estremecimiento al imaginarse la escena, y alz?ndose en la silla de Brioso coment? al criado kelt que era el ?nico que manten?a algo de compostura ?No hace falta que me acompa?en, se ha de tener en cuenta que no se puede dejar la puerta sin vigilancia? no temas, no tendr? problemas en llegar al palacio?? y sin esperar respuesta azuz? con las riendas al caballo y parti? al trote, dejando atr?s la puerta sumida en el caos.
??A qu? ha venido esa arrogancia y esas est?pidas posturitas que has puesto?? pregunt? intrigada Ginebra poniendo su caballo a su altura.
?Soy un sesentaycuatroavo? es el comportamiento que se espera de m? respondi? Hrolf encongi?ndose de hombros ??y por lo que he o?do en este Ducado los nobles son extremadamente altivos, les pondr?a en guardia si actuase de otra manera??
??En guardia?? se extra?? Ginebra ??Esperas tener problemas?? a?adi? tocando la empu?adura de su espada en un acto reflejo.
?De los peores querida?? repuso Hrolf poniendo mala cara ?? voy a tener que jugar a pol?tica? eso significa que sonreir?, alabar?, mentir? y lo que haga falta con gente a la que despreciar? en cuanto vea y a la que odiar? una vez conozca? y me temo que tendr? que hacerles creer que podr?n lograr una alianza matrimonial conmigo, ser? el m?todo m?s seguro y r?pido para conseguir lo que quiero??
Hrolf se interrumpi? mirando a Ginebra, y dese? haberse mordido la lengua al observar la expresi?n dolida que se dibuj? en su rostro. A duras penas contuvo su impulso de abrazarla y mostrar su afecto en p?blico, limit?ndose a sonre?rle con toda la entereza que pudo y explic?ndole en voz baja ?Ginebra, no significar? nada para m?, ser? todo un enga?o? ninguna mujer es capaz de llamar mi atenci?n estando t? a mi lado, no temas?? y ante la mirada de duda de ella gui?? un ojo y acab? con una risa ?? adem?s, por duro que sea estoy dispuesto a demostr?rtelo cada noche tantas veces como sea necesario, en el castillo del duque podremos dormir juntos sin levantar el m?s m?nimo comentario, raro es el noble en este Ducado que no mantiene un peque?o har?n para su solaz??
La chanza alivi? un poco a Ginebra, que asinti? mientras murmuraba quedamente ?No lo dudes ni por un momento cari?o? te voy a dejar tan cansado que no tendr?s fuerzas ni para levantarte, mucho menos para mirar a otras??
Hrolf ri? al o?rlo provocando que Ginebra se ruborizase violentamente, avergonazada al darse cuenta que hab?a expresado sus pensamientos en voz alta, y mir?ndola con cari?o a lo ojos el joven dijo ?Por estas gestas se distingue a los meros hombres de los h?roes, ?no es cierto?? con una risa franca el noble continu? diciendo ?? no dudes que pese a los peligros perseverar? y me enfrentar? a todos los desafios que me propongas sin pesta?ear? de hecho, estoy deseando a que llegue la noche y empieces a llevar a cabo tu mal?vola venganza??

El so?oliento y nervioso Senescal del Duque Grodo, ser Sigdried, se deshac?a en excusas por haber hecho esperar casi media hora al noble reci?n llegado y aseguraba a Hrolf que dispondr?a de estancias adecuadas a su nivel mientras el joven intentaba reprimir la risa. Y es que el aspecto del noble vikir era realmente grotesco, ataviado con una larga t?nica holgada de chillones colores rosados y azul pastel bordada con hilos de oro y plata que no pod?an disimular el enorme est?mago o las piernas patizambas, todo ello adornado con un rid?culo gorro de dormir con una borla dorada en el extremo que mostraba a las claras que el Senescal segu?a en la cama al llegar Hrolf al palacio y hab?a llegado corriendo sin perder tiempo en cambiarse.
?Tras el desayuno estar?n preparadas, os lo prometo? dijo ser Godfried se?alando con la cabeza a su ayudante kelt ?har? que Hergist se encargue personalmente de ello tras el desayuno??
??Desayuno?? se extra?? Hrolf ?Ya ha pasado el mediod?a, ?a qu? hora se desayuna en el palacio??
?En el castillo del duque Grodo somos austeros y frugales? dijo con sonrisa satisfecha su interlocutor ??nicamente comemos dos veces? el desayuno se empieza a servir a las dos y la cena empieza a las once??
Hrolf enarc? una ceja mirando al orondo Senescal y dijo despreocupadamente ?Intentar? adaptarme? estoy acostumbrado a levantarme con el alba y entrenarme hasta media ma?ana, as? que posiblemente haga que mis criados me traigan comida de las cocinas, si no ten?is inconveniente??
?Como dese?is ser Hrolf?? dijo sorprendido ser Godfried ?aunque os advierto que dificilmente os podr?is levantar tan temprano. Tras la cena se debaten los asuntos de gobierno del Ducado y se administra la justicia, y los asuntos son tan delicados y el trabajo tan arduo que habitualmente se prolongan hasta bien pasada la madrugada, a veces se levanta la sesi?n poco antes del alba? y estoy convencido que su Excelencia el Duque insistir? en que particip?is en las reuniones y los juicios??
?Ser? todo un honor?? respondi? Hrolf con una inclinaci?n de cabeza antes de a?adir ?Me retirar? ahora si no dese?is nada m?s, debo entregar unas cartas e informes a los Ludovicos??
Ser Godfried y Hergist no pudieron evitar un gesto de disgusto al oirlo, que el kelt r?pidamente disimul? a diferencia de ser Godfried, que no se molest? en hacerlo ?Indicar? a uno de los criados que os gu?e hasta su zona? dijo fr?amente el noble vikir mientras Hrolf preguntaba con inocencia ??Os pasa algo ser Godfried? Os noto molesto??
?Nada que os deba preocupar ser Hrolf? quit? importancia al asunto el orondo Senescal moviendo disciplientemente su mano de dedos grasientos y rechonchos llenos de brillantes anillos ?es que micer Artorius lleva unos meses intentando obstaculizar las sabias medidas y propuestas del Duque, y ahora mismo los Ludovicos no son precisamente muy populares en la corte??
?T?pico de los Ludovicos?? suspir? Hrolf notando la mirada inquisidora de Hergist sobre ?l ??siempre obstaculizando las iniciativas que les pueden quitar poder o pueden mejorar el gobierno de un feudo? no era mi intenci?n hacer otra cosa que limitarme a entregarles unas cartas e informes que sus colegas de mi provincia me hab?an suplicado que les hiciera llegar, tras saber la desfachatez con que se comportan los evitar? en la medida de mis posibilidades??
?Ser? lo mejor?? asinti? ser Godfried ?? son mala gente, mezquinos y envidiosos? no son dignos de que los tom?is en consideraci?n??
Con gesto autoritario el Senescal agit? una campanilla y r?pidamente se abri? una peque?a puerta lateral del enorme y lujoso despacho por la que entr? un criado kelt, que hizo una profunda reverencia y se qued? inm?vil a la espera de instrucciones.
?Acompa?a al caballero al ala de los Ludovicos? orden? ser Godfried antes de inclinarse ante Hrolf ?Ser Hrolf, ha sido un placer conoceros. No dud?is en pedirle a Hergist lo que dese?is, estomos a vuestro servicio?
?Muy agradecido ser Godfried?? respondi? afablemente Hrolf sonriendo antes de girarse e indicarle con un gesto al criado kelt que los guiase fuera de la sala, que abandon? seguido de una silenciosa Ginebra que no hab?a abierto la boca en toda la reuni?n limit?ndose a aguantar con mal disimulado disgusto las miradas apreciativas que el orondo Senescal le lanzaba de vez en cuando.
Una vez en el pasillo Ginebra se acerc? a Hrolf y abri? la boca, mas ?ste alz? su mano indicando que se separara y ante la mirada dolida y confundida de la mujer se?al? con la cabeza el criado kelt, que pese a precederlos un par de metros seguro que podr?a o?r todo lo que dijeran.
Hrolf sonri? para s? mismo y pens? ?Bien, vamos a darles de qu? hablar?? antes de decir en voz alta ?A ver si esta noche podemos disfrutar de una fiesta como Leif manda Ginebra, tener que pernoctar tantas noches en esas infectas posadas kelt ha sido m?s de lo que puedo soportar? estas ?ltimas jornadas han sido tan arduas que me despertaba mucho m?s cansado que antes de irme a dormir??
?Estoy de acuerdo con vos Alteza Imperial? asinti? gravemente Ginebra luchando por no sonre?r abiertamente ?ha sido una viaje agotador...?
?S?? tan largo y duro?? suspir? Hrolf con falso pesar mientras Ginebra conten?a a duras penas la risa al captar el doble sentido de la frase de su amante y su obsceno gesto ?Pero con suerte esta noche podremos relajarnos y disfrutar? por fin hemos llegado a un lugar civilizado??
?S? mi Se?or, el palacio del Duque Grodo es magn?fico?? afirm? sin mentir Ginebra, algo impresionada por el apabullante lujo que los rodeaba a medida que se adentraban en la sede del Duque.
Tras varios minutos de charla intrascendente mientras recorr?an los largos pasillos adornados con tapices y lujosos candelabros sobre suelos de piedra pulida recubiertos de gruesas alfombras el criado kelt se gir? y con una profunda reverencia se?al? una puerta de aspecto m?s austero que las anteriores que hab?an cruzado mientras dec?a con respeto ?Hemos llegado ser Hrolf??
?Puedes retirarte?? dijo Hrolf ignorando al criado mientras llamaba con desidia a la puerta imitando el porte de los lamebotas y cortesanos que tanto hab?a aprendido a detestar en su Ducado ?Ya llamar? a otro de los tuyos cuando me haga falta??
El criado hizo una reverencia que mantuvo el tiempo suficiente para asegurarse que la puerta se abr?a antes de retirarse dejando a la pareja ante un Ludovico de bajo rango ataviado con una sencilla t?nica negra de lana que se inclin? ante ellos tras estudiarlos brevemente.
??En qu? puedo serviros mi Se?or?? pregunt? con perfecta cortes?a mientras les indicaba que entrasen en la estancia.


? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ?(........contin?a).
« Última modificación: 25 de Septiembre de 2005, 01:05:26 pm por Karnak »
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.

Karnak

  • Gruntz, traeme m?s grog!
  • Mago
  • ***
  • Mensajes: 2320
  • Et in Arcadia Ego
    • Ver Perfil
    • Espada y Brujer
    • Email
Re: La saga de Hrolf el Almirante (parte II). autor Javier.
« Respuesta #1 en: 25 de Septiembre de 2005, 01:02:46 pm »
? ? ?El cap?tulo completo en formato Pdf.?

? ? ?Saludos
? ? ?Karnak.
« Última modificación: 25 de Septiembre de 2005, 01:10:42 pm por Karnak »
Muchas mentiras contadas unas pocas veces se convierte en conspiraci?n.? Una mentira contada muchas veces se convierte en realidad.