Autor Tema: Newsfax Africanos T14 (1070-74)  (Leído 3366 veces)

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Eilean

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Newsfax Africanos T14 (1070-74)
« en: 26 de Noviembre de 2005, 07:30:50 am »
Antes de publicar nada quiero explicar algo.

Esto no está consultado con Eneas, pero si le parece bien lo podríamos hacer así. Yo pongo los NF que hago en otro hilo aparte y cuando se terminen de publicar los que él escribe, entonces yo pego los míos en su hilo.

Lo digo por mi fea costumbre de hacer capítulos :bow_arrow:.
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Re: Newsfax Africanos T14 (1070-74)
« Respuesta #1 en: 26 de Noviembre de 2005, 07:31:29 am »

Saladino, por aquello que comenté de los problemas en la hoja de estado, sería aconsejable que este NF lo leas después de haber leído el NF de Ghana del T13.

Reino de Ghana
Rey Alaroye

El nuevo rey ghanés quiso demostrar su recién estrenado poder absoluto mostrando a todo el mundo que él no era como su padre. No se iba a andar con sentimentalismos. Todos esperaban que marchase hacia la costa y siguiese los planes defensivos de Nkisi, su padre, pero la realidad demostró que las personalidades de padre e hijo eran bien diferentes.
La primera medida que adoptó fue intentar censar a la población de su reino. Mandó a hombres de confianza, muchos de ellos antiguos compañeros de su infancia que tenían serias dificultades para leer con lo que el trabajo quedó en nada. Se produjeron muchas inexactitudes, cuentas mal realizadas… También contribuyó al fracaso el hecho de que muchas tribus eran nómadas con lo que enumerarlas se convirtió en un trabajo, las más de las veces, que quedaba incompleto. Esto hizo reflexionar a Alaroye, por lo que decidió apoyarse en los hombres más ancianos y eruditos del reino para que impartiesen lecciones a sus hombres, creándose en la capital y en los alrededores, una pequeña red de escuelas a las que debían asistir no sólo los niños de las principales familias, si no también soldados con cargos importantes dentro de su ejército, funcionarios reales y comerciantes reputados. Para suerte del rey, la medida fue acogida con verdadero interés por sus súbditos y no faltaron a las reuniones entorno a los sabios, cualquier hombre que se pudiese preciar de tener una mínima responsabilidad dentro del reino.

Acabado el vano intento censal, llegó el momento de expandir las fronteras del reino de Ghana. En esto imitó los procedimientos de su padre y se hizo acompañar de una lustrosa caravana cargada de productos exóticos, de poco valor, pero de gran apariencia. También esta vez, los animales más representativos de su reino formaban parte de la comitiva, eso sí, prescindiendo en esta ocasión de los hipopótamos que se habían demostrado indomables para estos menesteres.
El año anterior, su hijo y heredero, Mumbaka, estableció a través de mensajeros, los primeros contactos con las gentes de la región que su padre quería añadir al reino, Tusyam. Estas acciones no tuvieron tampoco grandes efectos que se notasen a posteriori, pero al menos consiguió esclarecer la situación política en esas tierras, de tal modo que la caravana de Alaroye se encaminase hacia el lugar donde mejores resultados podía cosechar: el poblado del reyezuelo Bomobomjira, el hombre más respetado de todo Tusyam.
El más autorizado y el más grueso, en opinión de todos los que le vieron. Bomobomjira era un auténtico fenómeno de la naturaleza, se decía que pesaba tanto como una jirafa, a pesar de que su altura era normal, tirando a baja. Apenas podía moverse de su asiento de piedra, desde donde, con una amplísima sonrisa en los labios, dirigía los designios de su aldea, de algunas de los alrededores e incluso se le interpelaba para resolver cuestiones en lugares más alejados.

Pero antes de llegar, la caravana real de Ghana sufrió un suceso de cierta importancia. Desde los primeros días en la región de Tusyam, empezaron a perecer los caballos que seguían el cortejo. Alaroye se hizo acompañar por el grueso de su ejército, lo cual incluía casi dos mil hombres a caballo. Fue avisado de lo que podría suceder, pero insistió tanto que nadie fue capaz de hacerle retirar esa idea. Alegaba que eso impresionaría a sus nuevos súbditos, que era imprescindible mostrarles el poderío de su ejército.
Dos días antes de llegar hasta Bomobomjira, murió el último de los caballos entre los lamentos desgarradores de sus apenados jinetes.

- El rey es estúpido – comentaba uno de sus hombres – Le avisamos de esto y ahora tiene que lamentar tan cuantiosa pérdida.
- Tenemos un rey que no nos merecemos, cabeza de buey – replicó otro – O que tú al menos y todos los que le consideráis estúpido no os merecéis. Alaroye ha hecho una gran jugada trayendo aquí a los caballos para morir.
- Debes haber bebido de su misma leche, porque pareces tan chalado como él.
- Escucha y  luego opina. La caballería no nos sirve de nada. Los jinetes están muy orgullosos de sus monturas y se pavonean sobre ellos como si fuesen los reyes de la selva porque dicen dominar a esos animales. Pero lo cierto es que apenas se sostienen sobre su lomo, son incapaces de hacerlos maniobrar a su gusto, de tal modo que yo he visto como algunos caballos pacían tranquilamente mientras el jinete les espoleaba para ir al combate. En definitiva, esas tropas no servían para prácticamente nada, salvo quizás, ahuyentar al enemigo en un primer momento, pero a la hora de la verdad, preferiría verme a tu lado, mendrugo cobarde, que estar entre cien de esos caballos. El rey sabe esto, porque es inteligente como yo. Los ha traído aquí a sabiendas de que morirían, de tal modo que ahora esos jinetes son malas tropas de tierra, como tú, pero en el futuro se las podrá entrenar y hacer de ellos aceptables guerreros.
- ¡Ja! Si hubiese querido hacer eso, les podría haber ordenado que dejasen los caballos  y en paz. Para eso es el rey.
-  Tengo que reconocerlo… Tu inteligencia me desborda – acto seguido le dio un “amistoso” golpe en la nuca a su compañero.
- ¡Eh! – se quejó.
- No creo que lo entiendas pero trataré de explicártelo. Los jinetes, se sienten muy apegados a sus animales. Imagino que te das cuenta de que no es un animal muy frecuente en nuestras tierras, por lo que tiene un alto valor. Alaroye, si les obligase a desprenderse de sus caballos, se arriesgaría a perderlos como tropa a su disposición, o lo que sería aún peor, a un motín en toda regla. Al traerlos aquí, se ha desprendido de la parte de ellos que les molestaba y nadie puede achacarle nada a él; han sido los extraños mosquitos los que han acabado con los caballos.

Cualquiera que fuera la motivación para acabar de ese modo con los caballos, Alayose se presentó ante su anfitrión igualmente envestido de una gran pompa. El sonriente Bomobomjira le recibió dando muestras de gran predisposición. Al poco tiempo empezaron las negociaciones.

No hubo demasiados problemas, ambas partes se entendieron bien y el pacto estaba a punto de sellarse cuando el gordo señor de Tusyam impuso como condición que debía certificarse el acuerdo por mediación de una boda, para que así “un rechoncho nieto suyo fuese rey”, según  palabras textuales. Alaroye se mostró de acuerdo con el ofrecimiento y subió la oferta manifestando que tanto él como su hijo estaban solteros por lo que no habría problema alguno en contraer matrimonio ambos. Bomobomjira asintió con una enorme sonrisa, como no podía ser de otro modo. Al día siguiente les explicaron los procedimientos de las bodas que se celebraban en aquel lugar, haciendo hincapié en que no se podía ver a la novia hasta el momento de la ceremonia y que tras esta, el padre de la misma debía certificar que el marido era capaz de cumplir con sus obligaciones para perpetuar su sangre, durante siete noches seguidas. Alaroye y Mumbaka dijeron comprender y estar de acuerdo.

Ambos, como estaba previsto, conocieron a las novias en la misma ceremonia. También allí se enteraron de que eran las hijas de Bomobomjira quien desde su sillón de piedra, reía de forma espasmódica, símbolo decían, de que aceptaba de buen grado a sus nuevos yernos.
Akosua, la esposa designada para el heredero, era una muchacha de 15 años, en apariencia fuerte y animosa. Por otro lado, Juba, a quien le había tocado en suerte a Alaroye, era… la viva imagen de su padre. Gruesa hasta un límite inhumano que le entorpecía gravemente la movilidad; sonriente como su padre pero con los dientes dispuestos irregularmente lo que le daba una expresión terrorífica; y apocada a más no poder, quizá cohibida por los encantos de su hermana o por simple personalidad, pero el caso es que esta joven, un par de años mayor que su hermana, era un duro precio a pagar por la región, según opinara Alaroye a su círculo más intimo cuando regresaban a casa.
Las siete noches de verificación pasaron. Ambos cumplieron, Mumbaka holgadamente, Alaroye con grandes dificultades. Bomobomjira, satisfecho, despidió a sus hijas y a la comitiva ghanesa con una estruendosa carcajada. Nadie se explicaba como podía llegar a abrir tanto la boca vista su inmensa papada.

Al llega a la región de Ghana, antes de hacer entrada en Kumbi-Saleh, la capital del reino, Alaroye dejó claras las posiciones a su hijo.

- Yo soy el rey, tú mi hijo, así que obedecerás.
- Decid, padre – respondió sumiso Mumbaka.
- Intercambiamos las mujeres. Juba será tu esposa y la bella Akosua dormirá conmigo.
- No, no, no… Bomob…
- Ni Bomobomjira, ni Bomobomjiro, aquí mando yo. ¿Acaso quieres tener una piara de cerditos como hermanos?
- ¿Y tú un nieto “redondo”?
-  No, pero tú eres joven y podrás tomar otras esposas en el futuro, cuando Bomo… como se diga, reviente en uno de sus interminables banquetes.

Y así se hizo, al llegar a la capital, intercambiaron a las mujeres y el pueblo alabó la belleza de la nueva reina.

El problema surgió cuando aproximadamente nueve meses después de todo aquello, Akosua tuvo un hijo. Nadie, ni los más reputados hechiceros del reino, se atrevieron a determinar si el padre había sido Mumbaka durante las celebraciones de la boda, o Alaroye cuando tomó posesión de su nueva esposa ya camino de Kumbi-Saleh, apenas unos días después.

Fin
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Re: Newsfax Africanos T14 (1070-74)
« Respuesta #2 en: 26 de Noviembre de 2005, 07:32:19 am »
REINO DE SUDÁN
Rey Mankum

Las ansias de poder del rey Mankum no parecían tener límites. Por eso, cuando fue informado que tras sus ataques de los años anteriores, el dinero en las arcas reales era menor que las previsiones sobre lo que se obtendría con una adecuada administración del reino, rugió como un león enfermo. Sus consejeros, hombres venerables siempre dispuestos a ayudar a su rey, le recordaron que ya fue avisado de que algo así podía suceder.

- Dad gracias al espíritu de vuestro padre que se ha obtenido suficientes ingresos para pagar a los guerreros que regresaron de la última campaña. Bien podía haber ocurrido que algunos jefes tribales hubiesen renegado del reino y la situación sería aún peor que la actual.

No sentaron nada bien esas palabras al orgulloso rey sudanés. Su rostro constreñido por la rabia fue una clara invitación para que todos los consejeros abandonasen de inmediato la sala.

Mankum quería llegar a ser recordado como el más grande rey que esas tierras hubiesen tenido jamás y no estaba dispuesto a oír con complacencia que sus ansias de grandeza estaba gestionándolas de un modo ineficaz. Mankum sería grande y para ello no pensaba quedarse en su modesto palacio a la espera de acontecimientos, ni deseaba verse sometido a las farragosas órdenes de un puñado de burócratas que le molestasen con pequeñeces sobre recaudación de impuestos, tomar decisiones sobre la propiedad de unos camellos viejos o decidir si había que cortarle la mano a un ladrón de poca monta sorprendido en un bullicioso mercado.

Aquel invierno, al menos los consejeros consiguieron apaciguar sus ánimos y lograron convencerle de lo inapropiado de seguir con sus campañas de pillaje más allá de sus fronteras. Debía quedarse a cumplimentar las tediosas labores de gobierno y así se comprometió con ellos, tras no pocas discusiones. Pero Mankum no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados, si tenía que pasar mucho tiempo en Gao y alrededores complaciendo los deseos de los viejos sabios, lo haría primero gestando los planes para una campaña que debería reportarle cuantiosos beneficios y después, una vez realizada, recreando en su mente los heroicos enfrentamientos en los que habría tomado parte, en las muestras de camaradería de la tropa en el campo de batalla y por encima de todo, en el jugoso botín.

No tardó mucho en definir los planes, apenas unos días después de aceptar las consignas de los consejeros, en su bulliciosa mente ya estaban dibujados los esbozos principales de lo que sería la búsqueda de gloria para los próximos años. Tampoco se demoró mucho en disponer lo necesario para llevarlo a cabo. Eso sí, sabía que hasta unos meses más tarde no sería demasiado prudente comenzar la campaña en sí.

Lo primero era llamar a Yebowa, señor de las tierras de Adawara y fiel vasallo de la monarquía sudanesa. Le mandó mensajeros indicándole una serie de sugerencias que bien sabía Mankum, dichas por él, se convertían en poco menos que órdenes. De todos modos, conociendo como conocía a Yebowa, sabía que aquel hombre se sentiría complacido de llevarlas a cabo.

“…Hacia poniente, donde se halla el gran océano, las tierras son ricas y fértiles. Los hombres están habituados al comercio, a la pesca, al cultivo de los campos; la riqueza fluye por doquier. Pudimos comprobar eso cuando hace unos inviernos estuvimos en Senegal. Bien pudisteis ver los fastuosos tesoros que de allí nos llevamos. Al norte y al sur de esa región, las riquezas son igualmente incomparables y si vais con la prudencia que os ha caracterizado siempre, volveréis ricos y famosos a vuestra tierra, que es también la mía. Todo sea por la grandeza de Sudán. Marchad allí y no temáis por vuestras tierras, enviaré a mis mejores guerreros para que la protejan.”

Como era de esperar, Yebowa aceptó y marchó hacia el oeste contento de que su rey le otorgase derecho a saquear cuantas regiones pudiese al oeste de su territorio. Mankun se dio cuenta, cuando regresó de sus campañas de saqueos (ver T13) y pasó por tierras de Yebowa, que éste miraba con avidez el tesoro obtenido, e incluso se atrevió a insinuar un ligero reproche por no haberle hecho partícipe de la expedición. En ese momento alegó que el reino debía quedar protegido y las tropas de Yebowa eran las encargadas de tal “honor”. Ahora, con la propuesta realizada, el rey de Sudán compensaba a su vasallo.

En los siguientes meses, Mankun se cercioró que Yebowa efectivamente estaba marchando hacia el éste. Cuando le llegaron noticias de que hubo llegado hasta la costa atlántica, llegó el momento de poner en marcha los planes febrilmente concebidos en ese tiempo.

Fin del primer capítulo. Falta uno más.
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Re: Newsfax Africanos T14 (1070-74)
« Respuesta #3 en: 01 de Diciembre de 2005, 09:25:44 pm »
REINO DE SUDÁN II

El fastuoso ejército del rey Mankum se puso en marcha. Cuatro mil hombres, la mayoría a caballo y muchos, expertos guerreros veteranos de las campañas anteriores, avanzaron hacia el oeste. A su cabeza, el ansioso gobernante sudanés se preparaba para hacer realidad los planes urdidos en los últimos meses, mientras con gran pesar, se dedicaba a las labores propias de su rango desde la capital, Gao. El momento había llegado, la gloria llegaría a él en poco tiempo.

Siguiendo la orilla norte del río Níger, avanzaron hacia poniente hasta llegar a la región de Adawara, la que estaba gobernada por Yebowa desde hacía muchos años; la misma que, ante la ausencia de su señor, estaba desprotegida. A su llegada, el gran ejército sudanés dijo que iban a quedarse un tiempo en la región, protegiéndola de posibles ataques. A esta región habían llegado noticias de que el rey de Ghana movilizó a su ejército hacía no demasiado. Si bien se sabía que ese ejército había partido hacia el sur por lo que debería representar ningún peligro para esa región, Mankum, haciendo alarde de una gran preocupación por sus súbditos, dijo estar intranquilo por la carencia de lógica de ese movimiento y que tal vez las noticias que habían llegado pudieran ser una estratagema ghanesa para atacarlos por sorpresa. Las gentes de Adawara, los hombres que Yebowa dejó al cargo de la región, honraron con gran fasto a su rey, pensando que realmente este ponía gran celo en la protección de sus gentes. Así, el cortejo real fue tratado del mejor modo posible, grandes banquetes, la siempre cariñosa compañía de mujeres nativas y en general, cualquier muestra de aprecio hacia el rey ensalzaba de continuo su presencia allí. Muchos pensaban que lo que el rey quería era ganarse el favor de esas gentes, los más osados pensaron que quizá, de algún modo, Yebowa había dejado de contar con el favor real y tal vez los verdaderos planes del rey fuesen deponerle. Estos hombres, sin demasiado recato, trataron con toda su perspicacia de conseguir complacer a Mankum; si las cosas cambiaban, ellos debían destacarse ante el rey para conseguir las mejores prebendas que todo cambio hace salir a la luz.

Pasaron los días, hasta que Mankum, extenuado por tanta falsa adulación, mostró su verdadera cara y reveló de la forma más explícita posible sus planes. Reunió a toda la pléyade de aduladores, a la familia de Yebowa y a los hombres más allegados a éste que quedaban en la región. Adujo celebrar un banquete que acabó convirtiendo a estos pobres hombres, en el verdadero alimento de Mankum y su insaciable voracidad. Cuando los tuvo a todos a su alcance, mandó a sus hombres, estratégicamente apostados en los alrededores, que los tomasen prisioneros. No adujo razón alguna. Tampoco estas gentes la pidieron pues a la llegada de los guerreros sudaneses, opusieron todo cuanto había a su alcance. Muchos, la mayoría, se resistieron, tanto que hubo decenas de muertos, tanto de un bando como de otro. La mujer y la bellísima hija de Yebowa murieron heroicamente cuando fueron a ser tomadas cautivas, resistiendo con todas sus fuerzas y demostrando a Mankum que sus gloriosos planes no iban a ser tan fáciles de ejecutar como él pensaba.
A pesar de la carnicería, el rey pudo tomar prisioneros a la mayoría de los comensales de aquella farsa. Entonces les exigió que les fuese entregado todo aquello de valor de cuanto disponían, sin excepción. Ellos iban a ser convertidos en esclavos en Gao, la alternativa era la muerte. Algunos prefirieron morir que someterse a ese rey traidor, pero la mayoría, agachando la cabeza, intentó sobrevivir de la mejor forma posible.
El palacio de Yebowa fue saqueado y luego convertido en cenizas, la aldea en la cual se asentaba sufrió el mismo y triste destino. Pero Mankum no estaba aún saciado y exigió más a los cautivos. Estos eran en su mayoría jefes tribales de distintas aldeas de la región, los cuales habían acudido hasta el rey cuando llegó a la región intentando ganarse su favor. El ejército sudanés fue dividido para que cada grupo de hombres pudiese ir hasta las posesiones de varios cautivos y arañar allí las riquezas que estos tuviesen protegidas en sus propios pueblos. El propio rey, a la cabeza de quinientos de sus mejores hombres participó en el saqueo sistemático de la región.
Las tropas fueron llegando a las aldeas, donde se obligaba al jefe de las mismas a dar cuenta de las tesoros que allí podía haber. Se robaba lo que se considerase oportuno y se partía hacia la siguiente aldea. Ese fue el sistema habitual. Las gentes de Adawara no aceptaron la situación, como es lógico, y fueron muchos los enfrentamientos que se produjeron con los hombres de Mankum, pero el problema para los defensores era que sus mejores guerreros estaban de campaña en el oeste. Así, pese a la resistencia tenaz de los nativos, se pudo conseguir un gran botín, superior a lo capturado en los saqueos de años anteriores y gracias a la treta de enviar a Yebowa bien lejos, sin que el ejército asaltante sufriese apenas bajas de consideración. La tan ansiada gloria para Mankum parecía estar llegando.
Hubo dos acontecimientos, un tanto anecdóticos,  que más tarde serían decisivos.
El primero tiene que ver con los hijos gemelos de Yebowa. Estos, que apenas contaban con 9 años de edad no participaron del banquete en el que fueron traicionados los de Adawara con lo que pudieron salvar la vida en un primer momento. Luego, cuando se destruyó el palacio de su padre, Mankum decidió no emplear violencia sobre ellos, si no mantenerlos cautivos allí mismo por si al regreso de Yebowa, podían servirle para negociar. Sabía muy bien Mankum que Yebowa sentía admiración por aquellos chicos, el hecho de que fuesen gemelos, algo bien poco frecuente, aumentó el lógico amor paterno hacia ellos, así que podrían ser una gran baza.
El segundo acontecimiento tuvo lugar en una apartada población al norte de la región. Allí llegó el propio Mankum con el jefe de esa región prisionero y obligado a entregar todo lo de valor. Aquel poblado, a diferencia de muchos, no pudo resistirse con las armas ya que los hombres en edad de luchar estaban todos ellos junto a Yebowa, en algún lugar del oeste, con lo que no tuvieron otro modo de hacer frente a Mankum que con el silencio. El jefe fue ejecutado, pero el pueblo seguía callando. Mankum, exasperado, los reunió a todos y mandó ejecutarlos uno a uno hasta que alguien revelase el emplazamiento de un supuesto botín. Tuvo que morir la mitad de la población para que alguien revelase el lugar donde se hallaba escondida una gran acumulación de oro extraída recientemente y que esperaba la llegada de una caravana cordobesa para ser entregada. El tesoro fue el más rico que Mankum y los suyos consiguieron.

Mientras esto sucedía, Yebowa se encontraba en las playas de Senegal esperando el momento oportuno para lanzarse de nuevo contra Gambia. El primer intento de realizar incursiones se saldó con un paupérrimo botín y sin víctimas entre sus hombres. Se vieron obligados a salir corriendo de la región cuando una de las partidas fue sorprendida por nativos que les persiguieron. Yebowa que era un hombre muy prudente, decidió que lo mejor era esperar en invierno en Senegal y preparar con más cuidado una nuevo intento.
Se encontraba discutiendo los futuros planes cuando le llegó la noticia de lo que estaba sucediendo en sus tierras. Unos comerciantes ghaneses les hablaron de la traición del rey Mankum y de cómo sus tierras estaban siendo cruelmente desvalijadas. Yebowa, el señor de Adawara, no dudó ni un instante en olvidarse de los planes de saqueo y ponerse en marcha hacia sus posesiones. Enfurecido tanto por lo sucedido a su pueblo (no sabía en esos momentos que había sido de su familia) como por la vileza de su rey al aconsejarle que partiese lejos de su tierra, clamó venganza. Sus hombres, como no podía ser de otro modo, aceptaron regresar sin botín, algo más importante les esperaba en sus casas, si es que aún estaban en pie…

Pues lo siento mucho pero aún falta otro. Definitivamente, no sé hacer Nf...
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