4 Turno
Absablo avanza entre los hipocampos tratando de llegar hasta el más grande, y por tanto ¿más nutritivo?, blanco, los transportes pero éstos aunque pierden algunas velas al enredarse entre los tentáculos los tripulantes cortan cualquier cabo que queda enredado y continúan hacia el sur aunque siendo empujados por el viento hacia mar adentro.
Los hipocampos deciden seguir fielmente las órdenes de sus cuidadores y abren paso ligeramente a Absablo en el centro dejando distancia con el monstruo y permitiendo a sus compañeros agruparse e ir cerrando la trampa en torno a Absablo haciendo uso de su capacidad de movimiento.
Mientras tanto tanto Abel-Asturii como su compañero, su antiguo aprendiz, han estado concentrados para lanzar con la mayor posibilidad de éxito sus hechizos. El mago, que porta varios cristales de maná, de hecho la totalidad de las reservas, de modo que ambos comienzan a tejer y tallar en el aire las runas… el silencio eriza la piel de todos los presentes e incluso pareciera solidificarse el aire en todo a ellos mientras los dos hechizos comienzan a tomar forma y progresar.
De repente el agua cerca de los magos comienza a elevarse y moverse en una especie de remolino a tremenda velocidad, unos ruidos que producen escalofríos en los presentes inundan el lugar, y ambos remolinos parecen estallar en una nube de agua pulverizada que por un momento tapa el lugar.
Cuando el agua se despeja varios atlantes dejan escapar un gemido de asombro. A pocos metros de los magos se alzan dos poderosos Elementales de Agua. Uno de ellos es de un tamaño enorme, semejante al del propio Absablo, y dentro de él parece moverse el agua como si de un cuerpo vivo se tratara. El poder de la criatura es magnífico.
Su gemelo es mucho menor en tamaño pero aún así más grande que cualquier elemental de agua que se halla visto anteriormente y sus movimientos son tan fluidos y rápidos que parecen marear a quien los observa.
Absablo no parece prestarles atención pero sigue mirando fijamente a su primera presa, ajeno en todo a sus enemigos, y decidido a capturarlo parece conjurar un hechizo, sin embargo es difícil asegurarlo por cualquiera que no sea un mago, hasta que un rayo de agua increíblemente grueso sale proyectado de lo que podría calificarse como su torso en dirección al transporte.
El impacto es brutal y vergas, mástiles, velas y marineros caen en desordenado montón sobre la borda o al mar, arrastrando casi un tercio de la superficie motriz del buque que sin embargo no sufre más daños.
A pesar de que la situación es tensa las armas de asedio hacen fuego con bastante acierto, de nuevo por parte de los espolones, cuyas avezadas tripulaciones parecen seguir las órdenes como autómatas.
Las dos andanadas se pierden en diferentes partes del cuerpo de la criatura sin mayores efectos que cierta irritación en la misma. Los arqueros y la milicia toman el relevo lanzando cuatro nubes de flechas todas las cuales parecen acertar a Absablo.
Sin embargo y para descorazonamiento de los arqueros los proyectiles apenas causan otra cosa que un leve escozor y la mayoría son expulsados o desviados por la viscosa piel de la criatura.