Autor Tema: Newsfax Turno 17 (1085-1089)  (Leído 29358 veces)

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Uve

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Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« en: 25 de Mayo de 2006, 06:47:12 am »
Reino de Inglaterra
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Edmund I, Rex Anglorum.
Diplomacia: Gwynned (Ea).

Tras el esfuerzo de guerra realizado en los años pasados, en previsión de la posible entrada del reino en la cruenta guerra del Norte, el Rey Edmund I pudo dedicar sus energías y las de su nación a mejorar la situación interna. Gran parte del oro inglés se destinó a la contratación de matemáticos, escribientes, recaudadores o traductores, con lo que Edmund confiaba en multiplicar la eficiencia del aparato de gobierno.

Esos años, toda vez que la guerra entre Noruega y Dinamarca había acabado al fin, fueron los primeros coronados por la tranquilidad en su aún corto reinado; sin tiempo para reponerse de la alegría por los nacimientos de sus dos hijos en los años pasados, pronto quedó claro que la leyenda acerca de la enorme fertilidad de las mujeres Stonewall iba a verse amplificada tras el excelente trabajo que la reina Lady Nelida Stonewall, de Lancashire, continuaba realizando al respecto: su tercer descendiente, una hija, nació en 1086. En octubre de 1087 llegó al mundo otro niño, un varón, y un segundo varón en marzo de 1089. Cinco niños en menos de ocho años. Algún día tendría que erigir una estatua ecuestre en honor a la reina, que de forma tan aplicada se empeñaba en contribuir a la prosperidad futura de la gran nación inglesa.

El resto de notables del reino, dirigidos desde Londres por el Rey, dedicaron sus esfuerzos a la vigilancia de las costas en el sur. El heredero, el Príncipe Aethelbert, pasó todos aquellos años en la región de Wessex a viajar de castillo en castillo, de atalaya en atalaya, manteniendo la atención permanentemente en la línea del horizonte del Gran Canal.

El Príncipe Alchfrith acudió a la región de Gwynned con el fin de mejorar las relaciones entre los lugareños y la corona; hizo varias promesas en nombre del Rey en lo relativo a los porcentajes sobre los impuestos que habían de recibir los nobles de la región, se comprometió a mejorar el mantenimiento de los antiguos caminos romanos y las reacciones positivas no tardaron en llegar, aunque fueron más moderadas de lo que tanto el Príncipe como los aristócratas de la región hubieran deseado: los lugareños no dejaban de ver aquel acercamiento con cierta hostilidad; su fe cristiana culdí no era bien vista desde la lejana Londres, y lo sabían bien, por lo que el temor a movimientos de fuerza por parte de la corona les hacía recibir sus atenciones con franca reticencia.
Quizá por ello, el Príncipe Alchfrith decidió empeñar parte de su tiempo en dirigir una campaña de conversiones por todo Gwynned; su intención era la de empeñarse con más ahínco en el futuro, pues todas sus atenciones y recursos dispensados a ello dieron resultados absolutamente infructuosos, pero la cruel fortuna quiso que el príncipe falleciera poco después de regresar a Wessex, en octubre del año del Señor de 1089.

Tras el envío de más comida al reino vasallo de Albain, el Rey dispuso el inicio del viaje del Príncipe Eorwalp hacia la isla de los irlandeses al mando de un ejército de colonos, artesanos y mano de obra barata. Pretendía su Majestad levantar de nuevo la ciudad de Dublín, así como el establecimiento de buenos ingleses en los territorios vecinos. La expedición partió de Londres mediado septiembre del año del Señor de 1085, haciendo tierra en octubre del mismo año en las costas de Lienster. Acto seguido, se alzaron campamentos de trabajo en las cercanías de la abandonada villa de Dublín; se trabó contacto con los aldeanos escasos de Lienster y los colonos fueron poblando lentamente la región.
En Junio del año del Señor de 1086, el Príncipe Eorwalp oyó hablar por primera vez acerca de aquel extraño guerrero pelirrojo, un irlandés enorme de poblados cabellos carmesíes quien, a decir de los lugareños de Lienster, había logrado unir bajo su espada a los clanes de Connaught. Eorwalp hubo de escuchar más y más noticias acerca de aquel guerrero de origen celta, a quien unas veces llamaban "El Dragón", otras "El Oso", y otras sencillamente "El Pequeño Clancy"; el Príncipe inglés, desoyendo los consejos de sus capitanes, decidió apartar su atención de los movimientos de aquellos salvajes sin capacidad ninguna y durante el resto de años comandó las labores de reconstrucción de Dublín sin darse cuenta de que, a sus espaldas, el "salvaje" había logrado construir todo un reino.

Tal vez, fue demasiado tarde cuando una mañana de Abril del año del Señor de 1089 el Príncipe Eorwalp tomó consciencia de que las palabras murmuradas entre susurros de sus criados celtas se referían a aquel nuevo reino. Cuando al fin envió una expedición hacia la frontera con Connaught, las noticias acerca de los numerosos pendones verdes y el movimiento de tropas le estremecieron: debería informar a su Majestad de cómo una nación de salvajes había logrado organizarse a espaldas de su atención mientras él se dedicaba a mirar hacia otro lado. (Ver NF del Reino de Heireann)
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

Orson Welles.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #1 en: 31 de Mayo de 2006, 07:19:21 am »
Ríocht na Heireann
(Reino de Irlanda)
Roinn Bhinse an Rí Pádraig Clancy
Diplomacia: Ulster (F), Munster (F)

"Siete de Marzo del año del Señor de 1042. Tras la caída de Dublín.

Los dos grandes caballos de guerra que encabezaban la pequeña marcha agitaban las cabezas malhumorados tratando de espantar las miles de moscas que revoloteaban por doquier, atraídas al olor de la carne quemada y en descomposición de los muchos irlandeses muertos en cada rincón de la ciudad.
Las casas quemadas se combaban alrededor de los hombres armados que avanzaban hacia el río; de los árboles pendían cuerpos desnudos terriblemente mutilados, ensangrentados o quemados cuando no algo peor. Los caballos bufaron nerviosos y esquivaron el cadáver de una mujer de edad indiscernible, vuelta de espaldas en el centro del camino, una carcasa rígida sobre la que piaban discutiendo por su carne un grupo de albatros de gran tamaño. Dos gatos famélicos mordisqueaban los dedos desnudos de la mujer sin quitar ojo a los picos ganchudos de las aves: no era aquél un buen día para perder un ojo.
Tras bordear una enorme roca, situada en el centro de una plaza para obligar a los propietarios de carretas a disminuir la velocidad evitando el peligro de aplastamiento a los viandantes, el grupo de caballeros enfiló por una estrecha callejuela que desembocó en la calle mayor de Dublín; el gran Duque Robert II de Normandía paseó la mirada por entre los componentes de la interminable fila de refugiados que abandonaban a través de aquella ancha calle la hasta entonces capital del extinto reino de Irlanda.

–Diablos. Estos bárbaros huelen igual de mal muertos que vivos.
–Sí, mi Señor –respondió al instante el caballero que cabalgaba a su lado, un pequeño guerrero con el rostro sudoroso repleto de hollín, surcado por completo de cicatrices recientes–. Los irlandeses acostumbran a dormir con sus animales, según se dice. Claro que se dicen muchas cosas al respecto de estas bestias, y ninguna es agradable.
–No es de extrañar, Jacques. Si yo fuera irlandés, preferiría metérsela a una vaca antes que a una de esas horribles pelirrojas malhumoradas –dijo el gran Duque señalando a una mujer encinta que llevaba en brazos a dos niños pequeños.

La comitiva siguió paseando sin mucha prisa por entre las ruinas de la ciudad hasta llegar al fin al cauce del gran río que atravesaba Dublín. Robert II detuvo su caballo y señaló con el guante de cuero hacia una pequeña colina sobre la que aún ardía un molino de agua.
–Allí. Ése es el sitio.
–No está mal –concedió el general Jacques–. Aunque llevará un tiempo levantar un castillo aceptable con una mano de obra tan penosa. Quizá debamos contratar ingleses, o comprar esclavos a los nórdicos...
–Es igual. Cueste lo que cueste, quiero un castillo ahí mismo. Me gusta la vista de ese río... ¿cómo era? –dijo el gran Duque hacia el hombre maniatado que montaba un asno situado a su espalda.
–Liffey –respondió con voz queda el interpelado–. Río Liffey.
–Le cambiaremos el nombre. No me gusta como suena.
–Llamadlo Río "Grace la Turgente" –dijo entre carcajadas el general. La comitiva entera rompió a reír.
–Menuda zorra... ¿verdad? –Robert asintió, devolviendo su atención a las casas de alrededor. Su semblante recuperó el tono sombrío que le había acompañado durante todo el sitio de Dublín–. Odio esta mierda de ciudad. Dos años cercándola, dos años sintiendo ese hedor insoportable a perros y a irlandeses. A duras penas podré conciliar el sueño en mi futuro castillo con este olor.
–No durará, mi Señor. Los cuervos y las alimañas acabarán con los cuerpos en un mes. Después del verano, con las lluvias, el hedor se hará soportable.
–Tanto da. –El gran Duque extendió de nuevo la mano y trazó un arco con ella–. Quemadlo todo, derruir las casas hasta sus cimientos. No quiero ver nada habitable desde aquí hasta el puerto.
–Mi señor... –murmuró el hombre maniatado en su francés tan áspero como desacostumbrado–. La ciudad se ha rendido. Permitid que...
–No dejéis piedra sobre piedra –dijo Robert II sin prestar atención al pelirrojo que ejercía de intérprete desde que fuera capturado dos días atrás mientras trataba de huir disfrazado de soldado normando. Hablar francés le había salvado la vida–. Esta ciudad es horrorosa; me afea la vista del río. –El gran Duque volvió con cuidado a su enorme caballo y clavó la mirada en el hombre maniatado–. No debieras interrumpir el discurso de quienes son tus superiores de clase, pelirrojo.
–Bueno –dijo con una enorme sonrisa el general Jacques–, lo cierto es que el tipo éste pertenece a la nobleza local. O lo que sea.
–Ah, ¿sí? –Robert II acercó su caballo al asno del prisionero–. ¿Sois noble, pues?
El hombre bajó la cabeza.
–Jefe de clan.
–Clan. –El Duque sonrió–. Vaya con el pelirrojo, si sois todo un jefe de clan. ¿Qué coño es un clan para estos bárbaros, Jacques?
–Como una especie de tribu de salvajes, o algo así. Algo familiar... o qué sé yo, joder.
–Jefe de Clan. Estoy verdaderamente impresionado. ¿Cuál es vuestro blasón, pelirrojo?
–No... no tenemos blasones ni... –el pelirrojo dudó, buscando la palabra adecuada. Al final desistió–. No tenemos bandera ni escudo, mi Señor Duque.
–Ah. Pero eso no puede ser –dijo Robert II cabeceando, buscando la aprobación de sus generales. Desenvainó con cuidado la gran daga sujeta a la tobillera de su pierna derecha y cruzó con cuidado la frente del pelirrojo con la hoja mellada. Una línea de sangre inundó el rostro ennegrecido por el hollín del hombre maniatado–. Mucho mejor así, ¿no creéis, monsieur le Roux? Línea roja sobre fondo negro. Ya tenéis escudo.

Los hombres rompieron a reír. El gran Duque volvió de nuevo el caballo y lo encaminó hacia los muelles.

–Cuando suba a mi barco de regreso a Normandía –dijo en voz alta hacia su general sin volverse–, cortadle la lengua a monsieur le Roux. Asadla con ajo y vino y que se la coma después."




El hombre de cabellos rojos observaba el vuelo de las gaviotas sobre un mar templado por el ocaso desde lo alto del cortante acantilado cercano al campamento de verano de los Clancy, situado en la costa sur de Connaugth. Los pájaros volaban cerca del agua, patrullando a la búsqueda de bancos de peces de bajío, con lo que se encontraban en realidad a mucha distancia bajo los pies del pelirrojo. Le gustaba contemplar el vuelo tranquilo y calculado de aquellos animales blanquinegros de estridente piar: todo un universo de agua azul que explorar sin barreras ni límites, sin apenas enemigos, sin obligaciones ni un destino por cumplir. Desvió la atención de los pájaros y paseó la mirada a lo largo de la costa irregular, dibujando los límites de aquello que era una isla y que comenzaba a ser de nuevo un país.

Su país.

A espaldas de Pádraig Clancy el bramido de varios cuernos hechos sonar con fuerza rompió por completo la tranquilidad, haciendo que hasta las gaviotas en lo bajo se dispersaran asustadas. El joven patriarca de los Clancy, apenas un hombre maduro de recia constitución cuyos largos cabellos rojos hacían cumplido honor a su apellido, suspiró sin poder controlar la tensión y volvió sus pasos de regreso al campamento y a la asamblea: aquellos cuernos anunciaban la esperada llegada de los Maguire, los MacManus y los Conroy de Munster. Ya estaban todos.
Había llegado el gran día para Pádraig.

Cinco horas después, en el centro de una plaza natural formada por altos robles, el líder de los Clancy y nuevo "Máistir na Connaught" acababa con su discurso. Por todas partes hondeaban las telas pintadas con los colores de los Clancy, la raya carmesí sobre el fondo negro que se había hecho famosa por todo Connaught en los últimos meses. Alrededor de una gran hoguera, los líderes de los clanes de Munster y el Ulster asentían mostrando su satisfacción con mayor o menor énfasis; habían sido atraídos hasta allí por el gran Concobhar MacNaois, el hombre de confianza de Pádraig, un hombre de talla gigantesca y gran habilidad con el hacha cuya fama alcanzaba todos los rincones de la isla. Si el jefe de los MacNaois seguía a aquel pelirrojo... diablos, entonces merecía la pena viajar para conocerlo.

–Dices que somos un reino. –Concobhar se puso en pie, hacha en mano–. No sabemos de reinos, no desde hace más de cuarenta años. No nos fue bien como reino. ¿Por qué deberíamos unirnos de nuevo, me pregunto?
–Un reino es como un hombre –respondió Pádraig. Su fiel general nunca escondía sus opiniones, ni cesaba de criticar sus decisiones cuando le parecían cuestionables. Era justo el amigo que necesitaba en aquellos momentos–. A un hombre puedes arrancarle los brazos y las piernas, que seguirá sintiéndolas aunque no las tenga en su sitio. Y por más que se le arrebaten las extremidades, seguirá siendo un hombre. Somos lo que somos, y no podemos evitar serlo. Pese a todos los que nos han atacado a lo largo de los tiempos de nuestros Padres... ni ingleses, ni franceses, ni vikingos ni moros podrán despojarnos de lo único que es de verdad nuestro: esta isla y nuestra identidad.
Los hombres asintieron de nuevo. El anciano líder de los Macklin se levantó con gran dificultad, alzando su espada para acallar los susurros.
–Yo serví en Dublín en el año del Señor de 1042. Sangré por culpa de los Normandos, y también los hice sangrar. Vi como esos animales asesinaban al Rey Dave junto a toda su familia, su joven mujer y sus tres hijos pequeños. Vi cómo traicionaron al gran General Bono, el Azote de Munster, enviado a Rouen junto a esos bastardos para pactar un acuerdo de paz... –los gritos de indignación brotaron a lo largo de todo el círculo. Cuando cesaron, el anciano continuó–. Vi lo que le hicieron a tu padre, Pádraig. Lo que nos hicieron a todos. –El hombre tembló a causa de la furia y el odio–. Nos hicieron cagarnos de miedo, nos obligaron a escondernos bajo las faldas de nuestras mujeres y nuestras madres. Y yo digo, ¡basta!

Los representantes de todos los clanes de la isla repitieron la palabra a gritos; después de unos segundos de pausa, el anciano levantó su espada.

–Yo, que he visto tantos amaneceres y tantas muertes –dijo con voz firme pese a la edad el líder de los Macklin–, digo aquí y ahora que tú, Pádraig Clancy, eres mi "Roinn Bhinse an Rí". Y que Heireinn es mi isla y mi reino, joder, como siempre lo ha sido y siempre lo será.
Acto seguido Concobhar dio un largo paso hacia el centro del círculo y, alzando con un solo brazo su gran hacha de batalla, dio un largo grito que fue secundado de inmediato por el resto de los hombres. Luego avanzó el hacha en dirección a Pádraig Clancy.
–Y yo, Concobhar MacNaois, hijo de Roibeárd "el grande", hijo de Steafán, hijo de Caoimhín "el dos veces alto", ¡juro por Cristo nuestro Señor y por mi sangre que ésta –agitó el hacha– y yo hemos de seguirte hasta las mismas puertas del infierno!
Todos los hombres se alzaron, gritando enfervorecidos. Pádraig Clancy sonrió, agradeciendo aquel consenso entre hombres verdaderos con suaves gestos de asentimiento. Después se acercó a su general, tomándolo de los hombros.
–Descuida, Concobhar, que tanto tu hacha como tú tendréis oportunidad de seguirme hasta allí muy pronto. Y Dublín aguarda a mitad del camino.

En octubre de 1089, todos los clanes del Ulster, Munster y Connaught se habían unido en torno a la cicatriz roja sobre fondo negro de los Clancy y el verde del antiguo reino de Heireann. Pádraig Clancy, quien conocía la llegada de los colonos extranjeros a la prácticamente despoblada región de Lienster, así como el inicio de las obras en la ruinosa Dublín, meditaba en silencio en el inicio del invierno acerca del siguiente paso del joven reino.
Porque sin duda el primer paso es siempre el más difícil.


"En la tienda había un hombre muy viejo, con el rostro acartonado y los cabellos blancos, antaño pelirrojos, escasos, gruesos y golpeados sin misericordia alguna por el correr del tiempo. Del exterior llegaban los gritos alegres de los hombres, las canciones tradicionales y el sonido de los tambores. Pádraig Clancy, iluminado por varias velas de sebo, acariciaba al anciano con cuidado en la cara, dibujando con los dedos el rastro de la enorme cicatriz que le surcaba la frente de lado a lado.
Al anciano le costaba mucho respirar. De tanto en tanto, un ronquido dolorido interrumpía el ritmo desacompasado y hacía toser al viejo. A su lado, la mujer aún joven que era la madre de Pádraig y segunda esposa del anciano, rompe a llorar dejando caer su cabeza sobre el pecho del enfermo.
Clancy se agacha y murmura unas palabras junto al oído derecho del hombre.
–Está hecho, padre. Está hecho.

El hombre asiente con la cabeza y los ojos. No puede responder, porque le falta tanto el aire como la lengua, pero sonríe con enorme gratitud. Luego exhala un último suspiro que rezuma una paz de espíritu largamente buscada."
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

Orson Welles.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #2 en: 31 de Mayo de 2006, 06:50:24 pm »
Reino de Zeila
(Islam Sunní Marítima Nación Abierta)
Zayed, Rey de Zeila
Diplomacia:

En el nombre de Allah, el clemente y misericordioso.

El final del año 1085 de la era vulgar había dejado al reino de Zeila en una situación desesperada. El ataque brutal realizado por los seguidores del Crucificado a la región de Zeila casi había acabado con todo el ejército del modesto reino africano, y el Rey Zayed sabía que una nueva invasión podría destruir para siempre toda la capacidad de resistencia de su pueblo.

Fueron tiempos difíciles en los territorios del reino. Los emisarios enviados por el Nilo hacia el mar fueron numerosos, con la esperanza de Zayed puesta en la supervivencia de alguno de ellos: esperaba el Rey que las poderosas naciones islámicas del norte estarían dispuestas a reaccionar en favor de Zeila si conocían las circunstancias terribles en que vivían bajo la amenaza de Funj. Quizá una llamada al socorro de sus hermanos musulmanes podría darle esa oportunidad que tanto necesitaban.

Pero el rey Zayed era un hombre previsor; no aguardaría una reacción islámica dejando de lado la puesta a punto de las defensas de Zeila. Las inversiones realizadas a lo largo del tiempo en las estructuras básicas de gobierno probaron su eficacia durante esos años de finales de la década de los ochenta: la afinada burocracia permitió que la sincronización entre los diferentes estamentos mejorase notablemente; los recursos se distribuyeron de forma más efectiva, permitiendo que las muchas fortificaciones que formaron la nueva línea defensiva en la región de Zeila se levantaran con inesperada rapidez. También el reclutamiento de nuevas tropas se realizó con limpieza y excelentes resultados: en Marzo de 1086 el ejército Real volvía a ser fuerte.

Las noticias que hablaban acerca de las reacciones que la invasión de Zeila por parte de Funj había despertado en las naciones islámicas del norte llegaron a la capital en Junio del mismo año 86. Según contaban los emisarios recién desembarcados provenientes del Cairo, el propio Gran Califa había advertido al rey de Funj de las reacciones que una nueva invasión del territorio de Zeila desencadenarían en contra del gran reino cristiano del sur. Meses después, llegó a hablarse en el puerto de Zeilania de que Funj había involucrado en la crisis al Patriarca cristiano de Roma (ver NF de Funj). Tal vez todo aquello fuera cierto, tal vez no. Tal vez la intervención del Califa de los fatimíes resultara clave en la determinación del Rey de Funj de buscar una vía de acuerdo pacífica y negociada, o tal vez aquella decisión del rey cristiano hubiera sido tomada con anterioridad a las advertencias de los correligionarios de Zeila. Tal vez jamás se sabría con certeza.
Pero lo cierto es que, tras el caluroso verano del año 1086 y la finalización de la terrible plaga de langostas que asoló los campos de Funj, una delegación del rey Zayed fue enviada hasta la ciudad de Kamey para firmar un tratado con el poderoso reino vecino; acuerdo en virtud del cual se firmaba la paz tras la renuncia incondicional por parte de Zeila de toda pretensión futura sobre la región de Danakil y la ciudad portuaria de Kamey.

Sólo el Señor del Universo sabía si aquel acuerdo era o no suficiente garante para alcanzar una paz duradera. El tiempo diría, pensaba el Rey Zayed deseando que aquella tregua fuese al fin definitiva.

Al-hamdu Al-illah.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #3 en: 01 de Junio de 2006, 03:25:00 pm »
Reino Copto de Funj
(Cristianos Coptos Civilizado Nación Abierta)
Bartolomé I, Rey.
Diplomacia: Kamey (+8Yfc)

Tras los avances realizados durante los últimos años por los ejércitos del reino, en el año nuevo del año del Señor de 1086 el anciano Rey Bartolomé I confiaba en poder cerrar la conquista de la vecina Zeila en pocos meses.
El aparato militar del poderoso reino cristiano de África se fortaleció enormemente durante aquellos primeros meses de año 1086 de la era de Nuestro Señor: grandes inversiones en afinar la eficacia del arma de Caballería y la adquisición y entrenamiento de miles de caballos junto a sus pertrechos completos, las levas masivas y el reclutamiento de jóvenes de buenas familias para ingresar en el ejército en concepto de oficiales junto con animales de su propiedad fortalecieron aún más la capacidad ofensiva de Funj.

Pero las malas noticias no se hicieron esperar; varios emisarios de Zeila fueron capturados navegando el Nilo en dirección a las fronteras del norte. Nadie podía determinar cuántos emisarios habían iniciado viaje, pero parecía posible que más de uno hubiera superado la vigilancia en el gran río. El mensaje de socorro que portaban hacia el Gran Califa de los fatimís preocupó al Rey profundamente (ver NF de Zeila). Sin perder tiempo, a sabiendas de que el califato era un enemigo con el que no podían jugar, el Rey se encerró en su palacio de Adefa y dedicó todo su tiempo y atención a los asuntos internos del reino, mientras dejaba las labores de coordinación militar y atención al exterior a su hijo y heredero, el Príncipe Tomás.

Gran parte de los recursos internos se destinaron al levantamiento de fuertes defensas en las fronteras del norte. Una línea de fortificaciones, atalayas, torres menores de vigilancia y campamentos amurallados se trazó a lo largo de las regiones cercanas al califato, y tanto el Príncipe Bartolomé como el Gran Señor de Kassala fueron enviados al mando cada uno de un ejército a ocupar y mantener la nueva línea defensiva.

La terrible advertencia del Gran Califa no tardó en llegar. Si los ejércitos coptos atacaban Zeila, el Califato Fatimí tomaría tal acto como una acción contra la fe islámica y contraatacaría de inmediato con todas sus armas. Bartolomé I, quien esperaba algo así tras la detención de los emisarios musulmanes a inicios del año del Señor de 1086, ya se había reunido repetidas veces con el Patriarca de Funj, Pedro II. Tales encuentros se intensificaron durante semanas.
Sabían ambos que el Sumo Pontífice de Roma era de la opinión de que todos los cristianos eran y debían ser hermanos en la fe. El contacto con el Patriarca de Roma había sido fluido y cercano en los últimos tiempos, y quizá era momento de probar la sinceridad de aquellas opiniones conciliadoras y el alcance de las mismas. En la soledad de África, en aquel mundo peligroso rodeados de vecinos hostiles, una situación desesperada parecía exigir una medida igualmente desesperada: ambos grandes mandatarios decidieron de común acuerdo solicitar el auxilio en la crisis del Papa Severo III.

El Príncipe Tomás, mientras tanto, al conocer las noticias que hablaban de las amenazas del Califa, ordenó la inmediata retirada de las tropas de la región de Zeila, replegándose a Danakil con la intención de defenderla o utilizar la zona como punto de partida en caso de su padre ordenase una nueva invasión. Envió mensajeros a la capital del reino vecino, Zeilania, en los que se solicitaba el envío de una comitiva oficial con la que se discutirían los términos de un posible acuerdo de paz. Mientras esperaba noticias, y tras enviar correo a su padre el Rey con las novedades, el heredero decidió reunirse a diario con los nobles de la ciudad de Kamey con el fin de mejorar sus relaciones con el reino, siendo auxiliado en tal labor por el general Bernabé.

Los esfuerzos conciliadores del heredero en Kamey lograron buenos resultados en un momento en que todo parecía torcerse para el reino de Funj: en Junio del año del Señor de 1086, una espantosa nube viva de pulsante movimiento fue vista por un campesino en las faldas de las montañas de la región de Sennar. Las primeras langostas llegaron a los campos de cultivo cercanos a Adefa a la caída de la noche del quince de Junio, y cuando abandonaron la región habían dejado a su paso un páramo desolado. Desde aquella noche y hasta finales de Agosto del mismo año, la  terrible plaga de langostas en forma de nube creciente se movió a lo largo y ancho del territorio de Funj, destruyendo gran parte de las cosechas y dejando impracticables por mucho tiempo numerosos campos antaño fértiles.

Las noticias llegadas desde Roma en las que se confirmaba el apoyo y la ayuda del Sumo Pontífice en caso de ataque a Funj por parte del infiel Fatimí no variaron la dirección del rumbo que había determinado el Príncipe Tomás en relación al conflicto con Zeila. Ni él, ni su majestad el Rey Bartolomé I, aun cuando contasen con el auxilio de los cristianos europeos, tenían el menor interés por iniciar una guerra con el Califato de la cuál su reino jamás podría salir bien parado. El acuerdo firmado con la delegación de Zeila en la ciudad de Kamey puso fin al conflicto con el reconocimiento por parte de Zeila de las nuevas fronteras con Funj, incluyendo el cese de sus pretensiones sobre la región de Danakil y la ciudad portuaria de Kamey.

A su avanzada edad, no confiaba el buen rey Bartolomé en ver la llegada de muchos más Años Nuevos. Pero al menos esperaba haber alcanzado en el ocaso de su vida la estabilidad de las fronteras con su vecino del sur, además de contar con la seguridad de haber dejado para el reino al mejor de los herederos posibles: su hijo, el Príncipe Tomás.
Si Funj necesitaba crecer, tendría que hacerlo otro Rey.

Y muy probablemente en otra dirección.
 
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

Orson Welles.

eneas

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #4 en: 01 de Junio de 2006, 03:26:43 pm »
Pontificado Romano Católico
(Romano Católico Civilizado Primacía Religiosa)
Severo III, Osric las ingles, Papa de Roma, Guardián de la Fe
Diplomacia: Milano Ch, San Pietro Ch, Sicily Ch, Apulia N/e, Spoleto Ch, Romagna Ch, Flanders Ch, Arras Ch, Brabant Ch, Holland N/a, Provence Ch, Languedoc Ch, Vermon N/a, Swabia N/a

En Septiembre de 1085, las fuerzas del khanato llegaron a Latium. La región que había regresado a las manos del Papado, y la llegada del Khan se esperaba desde enero del mismo año. Pero saber que vendrían y verlos llegar no era lo mismo, y la población de la región quedo sobrecogida al ver la enorme fila de guerreros, acompañados de mujeres y niños, que se perdía en el horizonte. Más de 70.000 personas formaban aquel comité, que seguía a un solo hombre, el poderoso Vlad, Khan de Kuban.

Casi la mitad de los 70.000 seguidores del Khan estaba formada por el gigantesco ejercito de Kuban contra el que no hacia tantos años se había combatido con fiereza en diversos puntos de Europa, demasiado cercanos a Latium para que la gente pudiese olvidar las historias de masacres y batallas que contaban los juglares de aldea en aldea.

La comitiva siguió avanzando durante varios días, atravesando la región, hasta que llegaron a las puertas de Roma. 70.000 personas se prepararon para acampar durante varios días en la región, tan solo Vlad y un pequeño grupo seleccionado entre sus mas fieles y veteranos guerreros atravesaron la puerta de San Sebastiano, entrando en la esplendorosa ciudad de Roma.

El Khan fue recibido por cientos de pajes, guardias y miembros del clero, que pronto comenzaron a procurar lo necesario para hacer la corta estancia de Vlad lo mas confortable posible. Pese a las reticencias de muchos, que difícilmente olvidarían el sangriento camino recorrido por aquel bárbaro para llegar hasta allí, tanto el bárbaro como su comitiva fueron aplaudidos mientras recorrían las arterias principales de la ciudad camino de las dependencias papales.

Sebero hizo esperar al recio guerrero durante dos días, mientras los preparativos de la ceremonia se finalizaban, y el día 12 de Septiembre del año de nuestro señor de 1085, la ceremonia mas multitudinaria de cuantas se habían visto en la ciudad desde hacia muchos años, tuvo lugar. El Arzobispo Pietro de Sicilia participo en la ceremonia junto con Sebero. Vlad fue bautizado y abrazo por juramento el catolicismo. El propio Sebero corono a Vlad como rey del Sacro Imperio de Italia, titulo por el que a partir de ese día habría de ser conocido Vlad.

La ceremonia no faltó de sorpresas, pues no solo la llegada del temido Vlad había despertado la expectación del pueblo, sino también la que seria la primera aparición publica de Severo, con las vestiduras negras que el mismo había impuesto recientemente como vestiduras pontificales. Según su visión, tan solo el hijo de dios en la tierra merecía usar el color de la pureza y la piedad. La elección del color negro para las vestiduras oficiales y no oficiales del pontífice, no fue del agrado de muchos de los purpurados, pero la doctrina mantenida por Severo, respecto a vestir de luto en señal de dolor por la crucifixión de Jesucristo, no pudo ser rebatida con opiniones estéticas intrascendentes.
Mientras la ceremonia se llevaba a cabo, miles de clérigos salieron de la ciudad y celebraron millares de bautizos, mientras los 70.000 bárbaros allí acampados abrazaban la religión bajo el lema “Catolicismo y pan”, y es que poco preocupaba a aquella gente a que dioses rendir culto mientras tuviesen el estomago lleno. Y ahora unos hombres, pálidos y con hábitos pasaban tienda por tienda mojándoles la cabeza, y dándoles de comer una miga del pan prometido. Ni uno solo se opuso al catolicismo, ni al pan.

El Arzobispo Pietro, que participaba en la ceremonia, tenia un papel destacado en la misma, era la forma en que sebero le libraba del poder político para encaminarlo a labores mas espirituales. Pietro apunto con uno de los traductores que se habían encontrado a última hora, todos los movimientos, las palabras y los juramentos del futuro rey de Italia. Pietro asumiría el papel de garante de la nueva fe del rey Vlad. Su mano derecha, su conciencia cristiana, para librar al mundo de las barbaridades que un sujeto como este llevaría a cabo si se le permitiese.

El Arzobispo no disfrutaba de ver como sus posesiones, su poder, su puesto, pasaba a estar sometido a la voluntad de aquel individuo, pero poco podía hacer. Su lealtad era para con Sebero, aun cuando Pietro consideraba que estaba equivocado.
Sebero finalizo la ceremonia leyendo varios pasajes del libro de Job. La elección no pudo ser mas acertada, y pronto Pietro se sintió aludido por la historia del hombre justo que debe comparecer ante Dios. El mensaje quedo claro para el Arzobispo. Aceptaría el destino elegido por Sebero, y seria recompensado por ello.

El Rey de Italia dejo roma 4 días después de la ceremonia, y 2 días después de jurar vasallaje a Sebero. (Ver NF Kuban)
Tras la marcha del nuevo rey, los enviados de la iglesia comenzaron atareados a cumplir los enormes encargos que Sebero les había hecho. Por cada territorio donde se asentasen los súbditos de Vlad, pasaría un Cardenal para construir una nueva iglesia.

Sebero sin embargo, cumplidos sus planes hasta el momento, lidero durante los 4 años restantes, con la ayuda del Cardenal Carlo Estefano, la difícil labor encomendada a cientos de escribas hacia ya 6 años. La unificación del credo ortodoxo y católico, en un único libro.
La tarea que empezó como algo a largo plazo, se volvía más urgente por momentos. Los continuos viajes de Sebero, y de muchos de sus representantes por todos los territorios de Bizancio y Kiev, lograban rápidamente ganar el respeto, y la aceptación de miles de ortodoxos, que veían con buenos ojos la fe católica. El objetivo del libro en cuestión, no era otro que el de unificar los credos de ambas ramas del cristianismo, para permitir que tanto ortodoxos como católicos abandonasen sus diferencias, y volviesen a ser simplemente cristianos. La unificación de doctrinas no seria real tan rápidamente, pero si una obra podía recoger todas las doctrinas de ambos credos, la división cristiana desaparecería.

Cuidar del espíritu de los cristianos no evito que la iglesia cuidase también de su cuerpo, y las ayudas enviadas a Francia, Dinamarca, León, y Albain fueron fiel testigo de la beneficencia de la iglesia.
Algo que paso desapercibido para los ajenos, pero que ocupo todos los recursos y el trabajo de cientos de siervos de la iglesia, fue la llegada del rey de Venecia en Julio de 1085, poco antes de la llegada del mismísimo Vlad.

Carlo Cardiano, llego con una pequeña escolta, de no más de 2.000 hombres, que pronto se acomodaron en la ciudad santa.
El rey había acudido a la llamada de Sebero, y mostraba en público gran arrepentimiento por sus actos, aunque en privado, su arrepentimiento era patentemente nominal.

Los agentes Venecianos que habían sido enviados a proteger a Carlo, unieron sus esfuerzos a los bastos esfuerzos de la guardia romana. El rey apenas si podía moverse por las dependencias de Sebero, sin que uno de sus guardaespaldas, o de los de su santidad, le observasen, vigilando que nadie estropease el retiro que para la redención de sus pecados había exigido el pontífice.

Los días se tornaron semanas, las semanas meses, y los meses pasaron con gran lentitud ante los ojos cansados de un Carlo Cardiano que se descubría menos paciente de lo que hubiese creído. Pero la medicina del espíritu pronto actuaría, como esperaba Sebero, curando el alma de aquel hombre que a punto había estado de ser excomulgado.

Lo que ni Sebero, ni toda la corte veneciana ni el clero al completo podía esperar, era el desenlace de este arrepentimiento. El 5 de Junio de 1087, los siervos que atendían a su alteza Carlo cada mañana encontraron el cadáver del rey, tendido sin vida sobre la alfombra, atravesado el corazón por su propia espada.

La noticia corrió como la pólvora, y la guardia romana pronto comenzó a investigar las causas que habían llevado a esto. Pese a las evidentes pruebas de que Carlo se había suicidado, el asesinato del regente no podía descartarse tan rápidamente.

Sin embargo el informe fue concluyente, aunque la mayor parte no se hizo publico. Lo que si se hizo público fue que sin duda el rey de Venecia se había quitado la vida. Lo que solo llego a oídos de Sebero y otros pocos elegidos, fueron los hallazgos que entre las pertenencias del difunto se encontraron. Una cruz deformada e invertida, y diversas cartas sin remitente, que evidenciaban cuan alto habían llegado las conspiraciones del maligno en la ciudad de Venecia.

Por el buen nombre de Carlo, todo esto se oculto al público. Sebero quiso proteger así a su familia, pero aunque los protegió del escándalo y la ignominia, no pudo protegerlos de los hombres (Ver NF Venecia).

¿Por que ocurren las cosas? ¿Por qué la fortuna es tan esquiva y los designios del señor tan inescrutables? En estos pensamientos se encontraba sumido Severo mientras contemplaba las cenizas de los cientos de libros y manuscritos perdidos en el incendio de la biblioteca de Roma.

El incendio había empezado sin que nadie supiese como, pero de pronto en mitad de la noche los gritos de alarma sonaron al unísono en la ciudad al ver el fuego que devoraba la gran biblioteca. Las voces de los vecinos, habían servido de aviso para la guardia romana que pronto corrió a extinguir el incendio. Varios monjes murieron tratando de rescatar los cientos de volúmenes que allí se almacenaban para que no fuesen devorados por las llamas.

Parecía una cruel broma del destino que aquel emblemático edificio ardiese ahora, cuando en el gran incendio de 1067 se había salvado. Tristemente esta vez la biblioteca no tuvo la misma suerte.

Mientras celebraban las exequias por los muertos, entre los que se encontraba el hermano Tobías, el viejo bibliotecario nombrado por el propio Severo durante sus primeros años como pontífice. Y que aunque demasiado mayor para ejercer sus funciones aun vivía en la biblioteca cuidando de los sagrados textos.

Los daños materiales se podrían reconstruir, pero algunos de los textos que se perdieron tenían un valor incalculable. Y las vidas, casi media docena de muertos en total, y varios hombres que pasarían el resto de sus vidas sufriendo las agonías de las terribles quemaduras sufridas.

Las lágrimas del anciano pontífice no pudieron ser contenidas por este durante más tiempo, y finalmente corrieron por sus mejillas. Los últimos días de Noviembre de 1089, los paso el pontífice en soledad, tratando de encontrar respuestas a preguntas que no hacia en voz alta. Si obtuvo o no respuesta es algo que nunca supo nadie mas que el.
« Última modificación: 03 de Junio de 2006, 10:29:18 am por eneas »
"Supongo que había que inventar las camas de agua. Ofrecen la posibilidad de beber algo a media noche sin peligro de pisar al gato."

Gm en Lote53

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #5 en: 02 de Junio de 2006, 08:41:14 am »
Khanato de Saraba
(Pagano Asiático Nómada Nación Abierta)
Tukeban Khan, "El Rayo que Cabalga"
Diplomacia: Tarhain (F), Kirguiz (F), Ghuzz (F), Patzinak (F), Bolgar (F)

Tukeban Khan era un excelente jinete, diestro como pocos con el arco corto en las manos y dotado de un gran carisma capaz de atraer a su lado a hombres mucho más fuertes y de mayor edad. Su ambición desmedida no conocía límites, y desde que mató al Lobo y pasó a ser Hombre dedicó su tiempo a cabalgar de tribu en tribu, contando a los hombres las maravillas del mundo rico y repleto de incontables bellezas del que hablaban los mercaderes que atravesaban las estepas, mundo de riquezas que se abría a lo lejos en el oeste desconocido y que sólo tenían que tomar con las manos si eran lo bastante hombres como para alargar el brazo.

En el año 1086, acompañado de cientos de jinetes de su tribu, el nuevo Kahn abandonó las tierras yermas de Saraba e inició una larga cabalgata a través de las estepas. Atrajo junto a sí el apoyo de guerreros y colonos de todas las regiones por donde pasaba la larga caravana, y pronto los cientos se convirtieron en miles. Incluso aquellas regiones cuyas tribus habían quedado vacías a causa de las cabalgatas previas de otros khanes dejaron el paso abierto para Tukeban y sus hombres, facilitando alimentos, pertrechos y agua a los guerreros, así como el forraje del que disponían para los animales.
Cuando Tukeban Khan y sus hombres llegaron en 1087 hasta las tierras de Taman, en el Mar Negro, la tempestad cayó sobre los pacíficos habitantes de la región: los saqueos se prolongaron en tanto quedó algo vivo en aquellas tierras cristianas situadas entre Bizancio y Kiev; muertes, violaciones constantes, campos exprimidos y luego quemados... El humo negro ascendió a los cielos de Taman durante toda una semana.

En el año 1088, la comitiva llegaba a la región de Bolgar, tras cruzar el río Volga en su repliegue para evitar represalias. Allí, el gran Khan contrajo matrimonio con la hermosa hija del Khan local, un enorme guerrero llamado Kama Bulgar, quien se unió como Hermano de Sangre a Tukeban poniendo a todos sus hombres a su servicio.
Y fue en Bolgar donde Tukeban pasó el resto del tiempo hasta el invierno del año 1089, disfrutando de los placeres arrebatados en Taman y de la cariñosa compañía de su joven esposa, quien le dio dos fuertes hijos gemelos que habrían de llevar el nombre de la sangre de Tukeban hasta el fin de los siete mundos.

?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #6 en: 02 de Junio de 2006, 09:21:26 am »
Reino de Noruega
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Svien el Temido, Rey de Noruega, Señor de los Mares del Norte.
Diplomacia:

Los primeros años tras la paz firmada con el vecino danés fueron productivos como el propio Svien no podía haber imaginado nunca. La tranquilidad que daba tener que reducir con mucho la atención puesta sobre el esfuerzo de guerra permitía que el anciano rey, aún fuerte como un roble, dedicase todos sus esfuerzos a gobernar su renaciente país desde Alesund, con la ayuda de su amado hermano Eric, y a mejorar los recursos dispensado a la antaño temida flota noruega.

Así, y con la mirada puesta en el futuro, Svien ordenó que la mayor parte de los ingresos en oro y sal, junto al resto de recursos del país, fueran guardados y racionados para poder disponer de ellos cuando fuera realmente necesario.

Las labores diplomáticas del fuerte reino escandinavo en las Shetlands resultaron de todo punto infructuosos. Los habitantes de las islas recordaban la llegada de las velas de los Drakkar como el preludio a la muerte y las depredaciones, y no concebían el diálogo pacífico con aquellos hombres brutales y despiadados. El General Klovner hubo de regresar a Alesund con el rabo entre las piernas y una enorme furia contra aquellos paganos desarrapados que le habían rechazado como a un perro de aguas. De buena gana hubiera lanzado a sus vikingos contra los lugareños si las órdenes de Svien no fueran tan claras al respecto... Y Klovner era un hombre sensato cuando el nombre de Svien aparecía en liza.

El príncipe Olaf II, entre tanto, viajó con sus "Hachas" hasta la región de Jamtjand. Tras conquistarla en una breve lucha sin importancia en la que apenas perdió a un hombre a causa de una descomunal borrachera, saqueó las tierras bárbaras sin dejar piedra sobre piedra. Desde allí, tras establecer un campamento base, viajó con sus hombres hasta los cercanos bosques nevados de Vasterboten, donde pasó tres meses saqueando todas las tribus y aldeas que encontró a su paso. Con un buen botín, casi todo en forma de animales y todo tipo de comida, regresó de nuevo a través de las montañas hasta Oslo, siendo recibido con gran alegría por el pueblo y con evidente satisfacción por los tesoreros reales.

Pero quizá la labor más importante de los hombres de Svien durante aquellos años fuera la puesta sobre los hombros del General Mladen, quien al mando de 10 Drakkar de guerra pesados, entre los que se encontraba el buque insignia, partió de Alesund para explorar la ruta de las Faroes. Y aunque el terrible invierno del año 1088 le cogió en alta mar, obligándolo a regresar antes de lo previsto a la capital, logró recopilar importante información que sería de gran ayuda en el futuro.

Svien el Temido recibió la llegada del invierno de 1089 en su castillo real, sabedor de que Noruega volvía a alzarse vigorosa y en todo su potencial tras una gestión eficiente y mucho más paciente de lo habitual en él.
Quizá los años habían logrado al fin aplacar sus apetitos.

Quizá.


?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #7 en: 03 de Junio de 2006, 07:54:23 am »
Rajputado de Rajput
(Budismo Hindu Civilizado Nación Abierta)
Mahide, Raja de Rajput
Diplomacia:

El gran Rajá Mahide de Rajput había dedicado gran parte de su reinado en mejorar las estructuras del rajputado y la situación económica del pueblo; tan buenos resultados había dado aquellos continuados esfuerzos de construcción interior que aun cuando muchos nobles le pedían que mirase hacia las tierras exteriores para crecer, Mahide decidió no variar su política ni un ápice.

Después de hacer un corto viaje hasta Jihjhoti, el Rajá se puso manos a la obra y asumió una vez más toda la dirección administrativa y judicial del rajputado, dedicando gran parte del tesoro a las inversiones en los diferentes estamentos de gobierno, así como en la construcción de todo tipo de obras públicas en las regiones de Jihjhoti y Rajput. También ordenó el inicio de las obras de mejora y ampliación de la pequeña aldea de Patna, en Jaunpor, logrando con ello que en el año 1088 se alzase una pequeña pero hermosa ciudad portuaria en la intersección del Ganges alto con el Ganges bajo.

Sabedor de que no podía lograr un crecimiento más rápido sin el apoyo del ejército, así como que sus vecinos incrementaban sus efectivos militares año a año, el gran Rajá dedicó fuertes cantidades de oro a la construcción de fuertes defensivos en Jihjhoti, además de otras inversiones importantes en todos los estamentos militares del rajputado: academias de entrenamiento de oficiales, adquisición de las mejores y más modernas armas y armaduras para el cuerpo de infantería y caballería... Mahide no era un hombre especialmente belicista. Pero tampoco especialmente inocente.

El heredero, Príncipe Sahedra, inició un viaje en marzo de 1086 que le llevó hasta las tierras del vecino reino de Uttar-Pradesh, donde permaneció durante casi dos años realizando intensos contactos diplomáticos con la familia real con el fin de mejorar las relaciones interregnos. Una vez concluido aquel periodo de tiempo, regresó a Rajput junto con sus hombres y se hizo cargo tras recibir órdenes del Rajá del las más y mejor equipadas unidades del ejército, realizando con aquellos hombres un trabajo de entrenamiento intensivo durante otros dos años. En 1089, el ejército de Sahedra fue reestructurado, licenciándose a los hombres menos hábiles (que fueron destinados a labores policiales por todo el territorio del rajputado) y formando con los más fuertes y disciplinados un cuerpo de ejército de élite no muy numeroso pero terriblemente efectivo.

Durante la última parte del año 1086, el gran General Hanhu se dedicó a formar una partida de ataque con el ejército regular de Rajput. Seleccionó unos 5000 infantes con dotación ligera y se dirigió a Jaunpor, donde estableció campamentos temporales y desde donde partió, con un tercio del ejército, hasta la vecina región de Sikkim en Junio de 1087 para realizar una fulgurante campaña de saqueo que duró apenas un mes. Los hombres de Hanhu, con dotación ligera y especialmente seleccionados por su efectividad, saquearon la región de arriba a abajo sin ser detenidos ni por las escasas fuerzas defensivas de Sikkim ni por el ejército pesado Tibetano que fue sorprendentemente descubierto allí por los zapadores del Rajputado. Aunque lo cierto es que los hombres del Tibet no parecían demasiado preocupados por el ejército enemigo (ver NF del Tibet), el general Hanhu decidió regresar rápidamente con el botín hasta Jaunpor, donde reunió el ejército y permaneció a la espera de acontecimientos.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #8 en: 03 de Junio de 2006, 08:25:53 am »
Reino del Tibet
(Budismo Bárbaro Nación Abierta)
Ughar, Rey del Tibet
Diplomacia:

Ughar era un hombre desesperado. A inicios del año 1086, la situación del Reino del Tibet era terriblemente caótica, con apenas ingresos, deficientes estructuras de gobierno, pocos alimentos y menos mano de obra. Pese a que se esforzaba año tras año en mejorar la fuerza de su pobre reino, las circunstancias geográficas y los hados parecían aliadas en su contra.

Si algo tenía claro el Rey era que necesitaba hombres fuertes a quienes poner a trabajar día y noche. Necesitaba mano de obra de la más barata posible. Necesitaba esclavos.
Con los pocos recursos a su alcance, el Rey ordenó el reclutamiento de una enorme cantidad de unidades de caballería, en su mayor parte bien entrenadas y equipadas. Casi toda la riqueza del Tibet se invirtió en esos hombres de élite: muchas eran las esperanzas que recaían sobre los hombros de aquellos jinetes.

Con las nuevas adquisiciones, y con el propio Rey al mando de su ejército, Ughar se lanzó a una larga campaña para capturar esclavos en las regiones norteñas de Khutar, Suachu y Astin. Eran regiones pobres, y repletas de guerreros dispuestos a vender cara su suerte, pero pese a todo ello el Rey logró capturar más de mil esclavos en total. Había dedicado el doble del tiempo previsto en la campaña, pero cuando regresó al Tibet en compañía de todos aquellos esclavos lo hizo sabedor de que el éxito era total.

El Príncipe Urghen, quien había sido dejado en el Tibet al mando del reino en tanto el rey no regresase de su campaña en el norte, dedicó todo aquel tiempo a moverse de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, de fortificación en fortificación, manteniendo la vigilancia de las fronteras con la mayor de las atenciones a sabiendas de que el grueso del ejército estaba lejos. Fueron años agitados para el Príncipe, pero para su fortuna a finales de 1089 las fronteras seguían tranquilas.

Entre tanto, el noble Señor de Khotan, el inefable Khotan-ho, había sido enviado por el rey hasta la región de Sikkim con la misión de acercar a los líderes del lugar y a su población hacia los intereses del reino del Tibet. Khotan llegó a Sikkim con su ejército, y dedicó la mayor parte de su tiempo a pasear junto a su escolta por las bellas montañas del lugar, adquiriendo unos terruños donde pretendía construir una granja donde llevar a la familia en lo peor del invierno de Khotan. Para sorpresa de los nobles de Sikkim, el Señor de Khotan no mostró el menor interés por negociar con ellos ningún tipo de acuerdo en beneficio del Tibet: una cosa es que aceptara servir al gran rey Ughar en la guerra junto a todos sus valerosos hombres, y otra muy distinta que estuviera dispuesto a perder su tiempo parloteando con campesinos hediondos de asuntos insignificantes relacionados con el intercambio de vacas.

Fue en Sikkir, durante uno de sus paseos, cuando descubrió la partida de saqueo del Rajá de Rajput (ver NF del Rajputado de Rajput). El ejército enemigo estaba mucho peor equipado que el suyo, y tentado estuvo de enfrentarse a él por el simple placer de matar el terrible aburrimiento en que se encontraba. Incluso movió al ejército siguiendo al enemigo durante un día y medio. Pero cuando comprendió que los infantes del Rajputado se movían demasiado rápidamente y que deberían sudar más de lo tolerable para interceptarlos, prefirió no molestarse ni un segundo más en aquel jueguecito infantil y, tras advertir a los zapadores del Rajputado de que en lo alto de una de las colinas de Sikkir pensaba montarse una casa de verano y preferiría encontrarlo todo en su lugar cuando regresase en el futuro, picó espuelas y volvió a su hogar junto a todo su ejército.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #9 en: 03 de Junio de 2006, 07:55:06 pm »
Sacro Imperio Romano Germano
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Káiser Adler (1086 ✝),
Káiser Ludovico.
Diplomacia: Lausatia (EA), Bravant (NT), Friesland (T)

El autoproclamado Emperador del Sacro Imperio Romano Germano, el magnicida general Adler, sabía que debía reconciliarse con todos los estamentos de su pueblo y que la mejor forma de lograrlo era recibir el perdón del Papa Severo III y la coronación en Roma de manos del mismo Santo Padre. Teniendo en cuenta la gran ascendencia que la Iglesia mantenía a lo largo y ancho del Sacro Imperio, no le cabía duda de que aquella proyectada peregrinación a Roma, apoyada por el prometido perdón de su Santidad, permitiría que su gobierno fuera aceptado por todos y que su estirpe se mantuviera al mando del Imperio durante siglos.

Para evitar mayores problemas, había cruzado cartas personales con el Cardenal Schellenberg, el hombre al mando del ejército combinado que se había enfrentado al Khan de Kuban años atrás y a quien la súbita partida de Adler sobre la capital del Imperio había dejado en solitario en el momento del enfrentamiento decisivo contra la horda. Adler había ofrecido cumplidas disculpas al religioso, pero sin renunciar a los motivos legítimos que le habían llevado a asesinar al antiguo Emperador. El Cardenal, un hombre del Imperio llegado al purpurado por sus propios méritos, sabía perfectamente que el Emperador era una figura de especial importancia dentro de los cimientos del cristianismo, y que si bien había alcanzado el trono por medios ilegítimos y reprobables, si bien había estado a punto de causar una derrota de incalculables consecuencias con su escapada inesperada, el perdón de Severo acabaría por llegar. Su función, por tanto, era facilitar la llegada de ese perdón, de modo que trató de convencer a su Santidad de la necesidad de no alargar la situación y aceptar el arrepentimiento de Adler tras su llegada a Roma.

La peregrinación se iniciaría en Marzo del año del Señor de 1086, pero los preparativos comenzaron con el año nuevo. El Emperador, desde la Alsacia, seguía todos los movimientos de sus ayudas de cámara con gran atención. Se enviaría una comitiva de heraldos que anunciarían la llegada de Adler a la región de Latium; la escolta Imperial, una división especial de caballería pesada de élite compuesta por algo más de un millar de efectivos, acompañaría al Emperador hasta la Toscana, donde lo dejarían llegar a la Ciudad Eterna en aparente soledad. Incluso se había planificado la realización de jornadas de trabajo diplomático en los palacios cardenalicios de Letrán con el rey de Venecia, a sabiendas de que también él se encontraría en Roma realizando su propia peregrinación en expiación de sus pecados. Adler aprovecharía el tiempo para asistir en calidad de Káiser del Imperio a la coronación del nuevo Rey de Italia, con quien pretendía acercar posturas diplomáticas, y posteriormente sería proclamado Emperador legítimo a manos de su Santidad el Papa.
Todo estaba cerrado. Todo estaba previsto.

Todo menos el infortunio.

El catorce de Enero de 1086 el Emperador Adler paseaba junto a su secretario personal por entre los pasillos de su castillo en Mainz, dictando despachos y disponiendo órdenes para los ejércitos imperiales. Tras cruzar un patio interior ambos hombres llegaron hasta las caballerizas, donde Adler pasó revista a sus dos yeguas preferidas. Una de ellas, nerviosa durante toda la noche a causa de una herida en la pata anterior derecha, hizo un movimiento brusco cuando se acercó el Emperador haciéndole recular sin equilibrio. El cuerpo de Adler cayó sobre unas horquillas para el heno, clavándose profundamente uno de los dientes a la altura de los riñones.
Él mismo se arrancó la herramienta, y de su propio pie, y entre bufidos y apropiadas blasfemias, llegó a sus habitaciones donde habría de ser atendido de la herida, que perdía sangre copiosamente.

Cuatro días después, un pequeño fragmento de madera desprendido por la horquilla durante el accidente y clavado tan profundamente en el interior del Emperador que fue del todo imposible extraerlo le causaba una gangrena incontrolable y le hacía perder la consciencia para no recuperarla más. El día veintiuno de Enero, el Emperador Adler moría entre terribles fiebres en su cama de Mainz, rodeado de quienes le querían y sin haber podido saborear el fruto del triunfo más allá de unos pocos meses.

Durante días, la tensión en la corte podía cortarse con un cuchillo de carnicero. La sucesión al trono imperial nunca había sido fácil, de modo que el heredero, el Príncipe Ludovico, no abandonaba ni un momento las dependencias del ejército. Si alguien demostraba tener ganas de seguir con la tradición, se las vería con él y con los soldados veteranos de Adler.

Pero la transición fue extrañamente tranquila. Quizá se debía al agotamiento, al hastío ante tantas muertes y tantas luchas intestinas, a la fatiga de una nación que ya no podía ni quería mantener más guerras civiles; lo cierto es que el día treinta de Enero, en una gran ceremonia celebrada en la basílica de Mainz, el príncipe Ludovico se convertía en nuevo Emperador del Sacro Imperio Romano Germano, coronado por el Arzobispo de la ciudad y con la bendición expresa del Santo Padre.

Las primeras acciones del nuevo Emperador fueron continuar con las políticas ya decretadas por Adler; alguna de ellas, de hecho, eran heredadas del anterior Káiser: tan rápida había sido la sucesión que la mayor parte de los despachos imperiales que Ludovico firmó durante sus primeros meses de reinado llevaban en el encabezamiento el nombre del Káiser Edgard.
Se ordenó el reclutamiento de nuevos soldados que recuperarían las bajas sufridas en la guerra contra el Khan; se enviaron los derechos por la región de Latium hasta los palacios de Letrán, para que fuera gestionada la cesión de la región que pasaría a formar parte del nuevo reino creado por el Papa Severo. Ludovico pasó meses poniéndose al día y aprendiendo, y en Julio del año del Señor de 1086 contrajo matrimonio con la hija del Duque de Lausatia (enlace preparado por el Príncipe Lotard, quien llevaba tiempo estableciendo contactos con el Duque), una niña de 15 años que facilitó el acercamiento de los nobles de la región que aquel mismo día regresó de nuevo al redil imperial. Los fastos de la boda, celebrada en Mainz entre los vítores y la alegría desbordada del pueblo, se alargaron durante dos semanas. Después de muertes y traiciones, infanticidios y guerras, una boda suponía un agradable cambio de aires en las costumbres de la familia real.

El resto del tiempo fue empleado por los nobles y generales del Káiser en mejorar las relaciones con las regiones separadas del Sacro Imperio tras las cercanas guerras civiles. Tanto el General Martin como el Gran Capitán Johanes alcanzaron sus objetivos en las regiones de Bravant y Friesland. Tan sólo el General Leopold fracasó en sus intentos por acercar posiciones con los nobles de Génova. Aquella importante ciudad, tan necesaria en el organigrama Imperial, parecía decidida a permanecer independiente y vivir tranquila de su comercio con sus vecinos.

El Káiser Ludovico recibió tanto las buenas como las malas nuevas con reflexiva tranquilidad. Génova regresaría al corazón del Imperio en su día. Era cuestión de tiempo, y el Emperador confiaba en poder disponer de alguno más del que disfrutaron sus predecesores.
Lo cuál no parecía demasiado difícil.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #10 en: 04 de Junio de 2006, 10:48:57 am »
Reino Sacro de Italia
(Romano Católico Nómada Nación Abierta)
Vlad, Rey de Italia
Diplomacia: Campania T, Sicilia F, Calabria F, San Pietro F, Corisca C, Sardinia C.

A principios de 1085, el enorme contingente de la lejana Kuban, abandono la región de Tyrol, y comenzó su viaje en dirección a Roma (Ver NF Pontificado Romano Católico)

La cesión de Campania se había hecho efectiva en cuanto el Vlad se convirtió al catolicismo, el propio Carlo Cardiano había firmado la cesión en Roma. Con el documento sin embargo no se obtuvo la aceptación de la región, que tan solo accedió a enviar tributos anuales al nuevo Rey.

Las reacciones en los territorios del Arzobispado fueron del todo dispares. Sicilia y Calabria, así como la ciudad de San Pietro aceptaron al nuevo rey, en la misma medida en que habían aceptado el mando del Arzobispo. Sin embargo los gobernadores de Corisca vieron en esta extraña fusión una oportunidad para librarse de sus obligaciones, y no reconocieron los derechos del Rey Italiano sobre sus territorios. Aun fue mas lejos el gobernador de Sardinia, desenterrando para aumentar su legitimidad, un antiguo tratado aun no roto, con el reino Catalano-Aragonés, que confiaba en que sirviese para interponerlo ante cualquier futura pretensión del nuevo monarca.
Mientras tanto en Latium, Vlad dividió sus fuerzas.

Al mando de poco más de 2.000 guerreros, Argen lidero a más de 10.000 súbditos hacia la casi deshabitada región de Spoleto, donde miles de hombres con sus familias ocuparon gustosos las ricas tierras de la región, y otro tanto ocurrió poco después en la región de Apulia.

Mientras Argen se dedicaba a estos asuntos, Vlad en Latium se había desposado con la Duquesa de Corsica. Las esperanzas de Severo estaban puestas en esta union que quiza significase una mayor aceptación del pueblo hacia Vlad, pero cuando la misma isla de Córsica repudio a la mujer que había contraido matrimonio con un salvaje converso, estas esperanzas se desvanecieron.

Pero a Vlad esto no le importo, no estaba interesado en islas desconocidas, pero la hermosa mujer que le habían proporcionaba cumplía sin dudarlo los objetivos que en este campo se había marcado el monarca.

Con el grueso del ejercito bajo su mando, había ordenado a sus súbditos que se asentasen en la región de Latium, cosa que hicieron gustosos. Las ordenes eran respetar en la medida de lo posible las propiedades de los habitantes, y así se hizo. Los nuevos pobladores de la región, se asentaron en la misma tomando solo lo necesario. Primero tomaron las vidas de los grupos de aldeanos que se levantaron formando un ejercito para impedir que les arrebataran las tierras. Después tomaron todo lo demás. En poco tiempo la provincia contenía una casta que lo tenia todo y hablaba en turco, y otra que se repartía las tierras mas pobres, o se mudaba a otras regiones, y hablaba italiano.

Si Severo desaprobó esta medida, no lo hizo publico, pero para los cada vez mas numerosos detractores del pontífice, este fue otro mas de los precios desmedidos que se pagaban a un bárbaro que mejor estaría muerto.

Cuando Vlad ocupo la región de Latium, avanzo hacia Romagna, pero aunque muchos de sus seguidores querían lanzarse a ocupar la rica región, los planes del rey de Italia eran otros. Dejo atrás Romagna y entro en Verona.

Cuando Vlad planeo su plan de acción durante su viaje a Latium, sabia que la región de Verona estaba casi despoblada. Su decisión de ocupar tan rica provincia se baso en este dato en primer lugar. Sin embargo antes de abandonar Latium sabía que la situación había cambiado. La población de la región había ido creciendo, y con la llegada de miles de Venecianos en los últimos años, que veían en la región la misma tierra de oportunidades que veía Vlad, habían hecho que las antiguas aldeas medio abandonadas comenzasen de nuevo a bullir de vida y actividad. Vlad también sabia en aquella época, que los diplomáticos venecianos habían logrado, poco antes de la muerte de Carlo Cardiano, que la región prestase un pequeño ejercito a las ordenes del reino.

Mientras avanzaba sobre Romagna, se planteo cambiar sus planes y dejar Verona a los venecianos, pero esta idea duro poco. Las ofensas de este pequeño y egocéntrico reino habían sido múltiples y variadas durante el invierno del 84 al 85, e incluso posteriormente, el propio rey de Venecia había osado tratar con condescendencia absoluta a Vlad, mientras firmaba los documentos que completarían la cesión de la región de Campania.

Haber aceptado la nueva religión, y aceptar la moral que le imponía aquella religión no eran una misma cosa, y la ira del rey de Italia contra los venecianos había crecido día tras día.

La entrada del Khan en Verona, no había pasado desapercibida, y pronto mensajeros del señor de la región pidieron ayuda al nuevo rey Nicolás, y a las fuerzas polacas y húngaras situadas en Bavaria y Carpathia.

Vencel, rey de Hungria recibió a los emisarios de Verona, que le pidieron que cumpliese el tratado de defensa mutua entre ambos reinos mandando tropas para detener a Vlad, pero Vencel se negó. Sus acuerdos eran para con Carlo, y no reconocía al Usurpador que ahora se sentaba en el trono veneciano. Las fuerzas de Polonia en Bavaria, se encontraban en la región para ayudar a los húngaros, y si estos no acudían en ayuda de Venecia, menos lo harían los polacos que nada tenían con el pequeño reino.

Solo el propio Nicolás prometió enviar a sus fuerzas a la región, pero como se vería mas tarde, Nicolás no cumplió su promesa. Cuando el nuevo rey supo de la rotura del tratado con Hungria, y del gigantesco contingente que avanzaba sobre la región, comprendió que su única oportunidad de supervivencia era fortificar la ciudad, ahora sin murallas, y no arriesgaría su capital por un vasallo que ni tan solo pagaba una pieza de oro a la corona.

Las tropas de Verona lucharon con valor frente a un enemigo que les superaba más de 10 veces en número. Bueno, más bien murieron con valor, pues apenas algunos heridos y un par de muertos fueron las bajas entre los atacantes. Verona cayó y fue colonizada, y desde la región, Vlad se planto frente a la ciudad, gritando al reyezuelo que allí se escondía que saliese a cruzar su espada con la de él si le quedaba algún tipo de honor.

El silencio fue su única respuesta, mientras la ciudad entera temblaba sabiendo que sin las murallas, los numerosos soldados que protegían Venice, seguramente no podrían detener al enemigo.

Las ventanas se cerraron por toda la ciudad, y las puertas fueron atrancadas desde el interior. El único sonido que se oia por toda la ciudad fue el de las plegarias de miles de familias que esperaban lo peor.

Nicolás en su mansión, cerca del puerto había enviado mensajes a todas las naciones cercanas pidiendo auxilio, pero usurpar el trono había jugado contra el, y ahora nadie reconcia tener ningun tratado con Aleixandre.

En Julio de 1089, las fuerzas de Vlad asaltaron la ciudad de Venice. A penas 7.000 soldados y 8.000 marinos de la flota veneciana, bajo el mando del habil general Umberto, tratarian de hacer frente a casi 30.000 guerreros sedientos de sangre y venganza. Desgraciadamente poco podian hacer los valientes soldados de Umberto sin muralla alguna que les defendiese.

La carga fue brutal. Los guerreros de Vlad se lanzaron desde todas las direcciones. Las calles de la ciudad se llenaron con el sonido del metal al chocar, y los gritos de dolor de los miles de muertos, pero la batalla estaba pérdida antes de empezar. Finalmente los defensores fueron perdiendo terreno hasta el puerto, donde en un último esfuerzo, miles murieron para que la mayor parte del ejército junto con Umberto y Nicolás pudiesen huir de la ciudad en los buques que pudieron ocupar, y huyeron en dirección a Naples.

Vlad capturo la ciudad, el tesoro real y a muchos vasallos venecianos a los que convirtió en esclavos. La recompensa de ser católico no aguardaba al parecer solo en el mas alla.

En 1089, el Arzobispo Pietro recibió la noticia de la invasión de Verona y Venice. Pietro, que había estado dedicándose a las tediosas tareas de administrar el reino, recibió tal impacto por la noticia, que sufrió una apoplejía. Quizá la idea gravada en su mente por el discurso de Severo sobre Job, hizo que el hombre viese su reunión con Dios demasiado pronto, y con las muertes de miles de católicos a sus espaldas. No se equivocaba, pues a los pocos días murió en San Pietro.
"Supongo que había que inventar las camas de agua. Ofrecen la posibilidad de beber algo a media noche sin peligro de pisar al gato."

Gm en Lote53

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #11 en: 05 de Junio de 2006, 07:19:54 am »
Emirato de Fars
(Sunni Islam Civilizado Nación Abierta)
Abas Abdul, Emir de Fars
Diplomacia: Shadad (+3Yfc), Zagros (T)

En virtud a los muchos acuerdos que mantenía el pequeño emirato con el gran Emir de Bagdag, Abas Abdul ordenó una vez más, pese a sus reticencias fundadas, la partida del ejército con destino a la antigua capital de Persia, la una vez hermosa Isfahan. Tendrían que ayudar con su concurso al terrorífico ejército turco para que la ciudad cayera al fin, y aunque sabía que se arriesgaba a perder más unidades a manos de aquellos bárbaros que de los propios defensores, al Emir no le quedaba otra alternativa.

Procurando que el concurso del emirato resultase más útil y efectivo que durante años anteriores, se ordenó el reclutamiento y entrenamiento específico de varios cuerpos de ingenieros que habrían de trabajar intensamente en el asedio de Isfahan. Con aquellos soldados especializados, el ejército de Fars partiría de nuevo hacia los antiguos territorios del Emirato de Persia.

Pero no vería Abbas Abdul la consecución de sus esfuerzos, ni la caída de Isfahan, ni apenas nada de nada: durante el viaje a Zagros, junto a su hijo el Príncipe Abd Amir Asim y su fiel General Abih, el Emir de Fars moría tras fuertes dolores en el pecho que habían hecho detener la marcha durante cuatro días.

Pese al dolor sufrido por la súbita pérdida del Emir, el heredero Umhad Abdal, arropado por el ejército y los generales de mayor importancia, asumió el mando del emirato de inmediato y pocos días después era proclamado nuevo Emir de Fars. Sin tiempo que perder, pues para nada quería el nuevo Emir dar la sensación de que desoía los mandatos del bagdadí, Umhad Abdal partió de inmediato junto al General Rohit camino a Persia, con el fin de unirse al turco en el asedio de Isfahan.
Para cuando el ejército de Fars llegó a destino, en abril del año 1086 de la era vulgar, la ciudad ya había caído (ver "La Caída de Isfahan"). El Emir decidió entonces encaminar sus pasos hacia la región de Shadad, donde dedicó muchos meses a acercar posiciones con los dirigentes de la región fronteriza con Kash.

Tras todo ello, el Emir regresó junto al grueso del ejército a la capital, Abbas Fars. El General Rohit regresó a su servicio para con el Emir de Bagdag, en tanto el Emir Umhad decretó todo tipo de inversiones para mejorar las estructuras y habitabilidad de la capital. Aprovechando unas partidas de dinero enviadas a la ciudad Shiraz por el anterior Emir, destinadas a mejorar los cultivos cercanos a las murallas de la urbe, el Emir ordenó la mejora del aprovechamiento de los campos de cultivo de toda la región de Neyriz. Por último, toda vez instalado con comodidad en el trono del emirato, el Emir Umhad decidió acceder a las constantes súplicas por parte de los habitantes de Dasht' E' Lute, concediéndoles la independencia y liberando al Emirato de Fars de la carga en que aquella región yerma se había convertido con los años.


Mientras los acontecimientos se iban sucediendo sin demasiado estrépito a lo largo del Emirato, el Príncipe Abd Amir Asim y su fiel general Abih, quienes habían acompañado al anterior Emir en su lecho de muerte durante el camino a Zagros, continuaron con su misión llegando a la región a finales del año 1086 de la era vulgar.
Los encuentros diplomáticos se sucedieron a lo largo de los meses, y parecía que el acuerdo estaba ya cercano cuando en marzo de 1088 el enorme ejército de jinetes turcos del General Basut, compuesto por cerca de 10.000 hombres, entró en la región y comenzó a saquear y destruir sistemáticamente todo cuando encontraban a su paso. El Príncipe Abd Amir Asim trató de detener al ejército, encontrándose con Basut y explicándole que la región estaba ahora bajo protección del Emirato de Fars. Basut contempló al príncipe Asim, asintió, ejecutó con sus propias manos de un golpe de sable al General Abih, quien apenas vio venir el ataque, y después ordenó que se esclavizase a aquel mequetrefe que se consideraba a sí mismo digno de cruzar palabra con Basut y que pretendía detener el legítimo saqueo de aquella región de mierda por parte de los ejércitos turcos (ver NF Turcos).
« Última modificación: 06 de Junio de 2006, 04:20:33 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #12 en: 05 de Junio de 2006, 08:36:58 am »
"La Caída de Isfahan"

La columna de humo negro hacia la cuál se encaminaba la larga fila de caballos y carromatos formada por el ejército de Fars crecía con cada amanecer desde casi cinco días atrás. Los hombres murmuraban alrededor de los fuegos durante las noches acerca de las bandadas de cuervos y buitres que se vislumbraban acechando el avance de los soldados, escoltándolo quizá. O quizá sólo era que carroñeros y hombres se dirigían a un mismo destino.

El nuevo Emir de Fars, el Príncipe Umhad Abdal, intuía el significado de aquella creciente columna de humo. Sus más fieles colaboradores y amigos, héroes reputados como el General Rohit y los mejores filósofos y consejeros del emirato, asentían cariacontecidos cuando el Emir les preguntaba si acaso merecía la pena seguir el camino hacia Isfahan, cuando parecía evidente que la capital de Persia había caído al fin. Asentían porque era la obligación del Emir cumplir con sus compromisos, porque las promesas adquiridas con un Señor tan poderoso como el gran Emir de Bagdag debían respetarse como se respeta la oración.

El 16 de Abril del año 1086 de la era vulgar los primeros grupos de esclavos, maniatados y golpeados con fustas de forma salvaje por sus guías, se cruzaron con el avance de la vanguardia del ejército de Fars. Partían en dirección norte, en un viaje de meses al que sólo una pequeña parte de los prisioneros sobreviviría.
Por los atuendos desgajados de aquellos hombres cubiertos de mugre y sangre, entre los miles de esclavos se contaban tanto nobles como sirvientes, gentes que no mostraban inquietud por haber sido siempre esclavos y llorosos giñapos que temblaban y suplicaban ayuda al saber que pronto recibirían el trato que ellos mismos habían dispensado a otros. El Emir apartaba la mirada de aquellas columnas de prisioneros maltratados, evitando mirar, sin demasiado éxito, las cabezas mutiladas o los restos de narices, dedos y orejas arrancadas que colgaban de los cuellos y pendones de los guías y soldados Turcos que custodiaban la larga fila.

Habían llegado hasta allí para compartir esfuerzos y campamento con unos bárbaros henchidos de sadismo.

En el amanecer del día 16, la avanzadilla del ejército vislumbró al fin los minaretes de las mezquitas de la ciudad. Pocas horas después, el emir Umhad Abdal contemplaba la aterradora vista de una ciudad en llamas desde lo alto de una colina cercana a Isfahan, rodeado por su guardia de élite y en compañía del General Rohit.
Los gritos de dolor a causa del martirio de cientos de guerreros formaban un coro estremecedor, constante, que sólo encontraba pausas a la hora del rezo y durante las comidas; mujeres maltrechas con los ropajes arrancados se bamboleaban desconcertadas de un lugar a otro, en una desnudez que rezumaba patetismo, abandonadas a los brazos del primer soldado turco que las reclamaba sin ya ser capaces de resistirse o llorar. El Emir vio trineos tirados por niños ensangrentados, hombres sin ojos usados como juguete, cuerpos cubiertos por flechas tras ser usados en competiciones improvisadas de tiro con arco.

Uhmad Abdal, en lo alto de su hermoso alazán, no pudo contener el vómito y se curvó sobre sí mismo con el estómago repleto de calambres. Los hombres, atendiendo a la orden inmediata del General Rohit, lo rodearon para cubrir su vista a los curiosos. Minutos después, junto a un pequeño campamento donde los perros de guerra turcos se alimentaban de fragmentos de carne cuya procedencia el Emir prefería desconocer, Uhmad Abdal se encontró con el Príncipe Tughrul-Beg, quien completamente desnudo recibía un masaje con aceites por parte de tres eunucos mudos.

Tughrul-Beg era un hombre imponente. Debía superar con creces el metro ochenta, y su cuerpo moreno estaba tatuado en el torso y espalda casi por completo con frases del Corán. Llevaba el pelo largo y aceitado, y las barbas negras anudadas en trenzas de colores azul y rojo. Desde unos ojos oscuros y profundos, cuyos párpados parecían igualmente tatuados, contemplaba con evidente condescendencia al Emir Uhmad Abdal quien, sudando con profusión, trataba de disimular su temblor negándose a bajar del caballo.

–Mis saludos, Emir –dijo el Príncipe Tughrul-Beg–. Una lástima lo de Abas Abdul: era un hombre santo.
–Saludos, Tughrul-Beg. –El Emir tomó aire, y lanzó al suelo un esputo de bilis–. Veo que ya no necesitáis la ayuda de Fars para tomar Isfahan.
–No, la verdad es que no. –Tughrul-Beg se encogió de hombros–. Puedes irte con tu ejército de señoritas cuando lo desees. Y muchas gracias por el apoyo prestado: trasmitídselas de mi parte al gran Emir de Bagdag.
Al lado del Emir, el General Rahit tosió levemente para hacerse oír.
–Le transmitiré personalmente vuestra gratitud, Príncipe. –El General inclinó la cabeza en una calculada reverencia desprovista de todo respeto–. Y si no disponéis nada más, el ejército de damiselas del Emir partirá hoy mismo. La vista que ofrece el gran ejército turco les asusta y perturba, como no puede ser de otro modo.
–Si el olor a hombre os molesta, largaos de una jodida vez –dijo Tughrul-Beg con una enorme sonrisa–. Cuando acabemos con Isfahan, es probable que sigamos con mucha hambre.

Isfahan fue reducida a ruinas tras cuatro semanas continuadas de saqueos y la orgía de destrucción a la que se abandonó el ejército turco, desde el primero de sus oficiales hasta el último de sus soldados rasos. Su población fue esclavizada, cuando no torturada o muerta, y sus soldados olvidaron tras aquellos inacabables días de dolor que la rendición había sido pacífica y pactada.

Y la memoria del Emirato Persa fue borrada de la historia.
Y sus páginas de futuro arrancadas para siempre del eterno Libro del Tiempo que nunca habrá de cerrarse.

?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #13 en: 06 de Junio de 2006, 09:47:11 am »
El Camino de Abd'al'Kahil

Las llamas ascendían temblorosas y aterradas hacia el oscuro cielo de aquella noche sin luna, sabedoras de que su final estaba cercano al sentirse rodeadas de la fría agua del Mediterráneo. Pero no morirían sin consumir por completo los restos del último de los trirremes bizantinos sobre el que danzaban furibundas.
Abd'al'kahil contemplaba el fuego desde el castillo de proa de su nave insignia, la ممر, un navío de guerra cordobés adaptado con los años para mejorar su velocidad en vacío y su capacidad total. El Príncipe Pirata desvió la mirada hacia el agua tranquila de su mar amado; tablones ardiendo se alejaban hacia las costas de Marsella, y un grupo de bizantinos malheridos se sujetaban con dificultad a un fragmento de palo mayor de grandes dimensiones. No sobrevivirían al frío, y Abd'al'Kahil no pudo dejar de admirase por la tenacidad con que las personas se agarran a la vida cuando el final estaba tan cercano.

–Mi Príncipe –su contramaestre, un siciliano tosco y bajito, marinero como pocos, le alargaba un mapa tosco dibujado sobre un pergamino barnizado–, el capitán del trirreme tenía esto en su cámara.
–Un mapa... ¿de dónde?
–Creemos que de las costas Corsas, en el Tirreno. Estarían volviendo a casa cuando los pescamos vía Roma.
–Una lástima, ¿verdad?
–Una jodida lástima –dijo su contramaestre con una sonrisa que dejó al descubierto una boca casi vacía por completo de dientes a causa del escorbuto. El hombre se volvió y comenzó a dar órdenes a voz en grito, mientras el Príncipe devolvía su atención a las llamas que casi devoraban ya la nave escolta de la caravana bizantina que acababan de saquear.

Recordó al ver el fuego sobre el negro de la noche el primero de los enfrentamientos con la partida de guerra veneciana que su hermano, el Hâjib de Córdoba, había logrado reunir con el fin de detenerlo y devolverlo a casa. En aquel enfrentamiento habían perdido dos naves previamente capturadas, demasiado pesadas como para escapar a los barcos venecianos, y Abd'al'Kahil había quedado impresionado al ver arder las embarcaciones rodeadas de agua, como dos pequeñas islas de luz a punto de ser engullidas por la oscuridad.
Desde aquella primera noche de pánico, tanto él mismo como sus hombres –una variopinta tripulación compuesta de marineros veteranos de todos los credos y procedencia– habían aprendido mucho. No sólo consiguieron evitar a la flota de caza, tan superior en número de barcos, cantidad de armas y calidad de las mismas que el simple pensamiento de entrar en combate con ellos ni siquiera había pasado por la mente de Príncipe, sino que al tiempo que los eludían dejaban una estela de naves saqueadas, cargamentos robados y tripulaciones secuestradas que posteriormente vendían a los esclavistas en Tabarca. Flotas comerciales bizantinas, mercantes venecianos, franceses, borgoñones, cordobeses, fatimíes y hasta pertenecientes a la recién creada flotilla de carga castellana.
Más de cinco años de depredaciones en alta mar.
Más de cinco años de absoluta felicidad.

–Mi Príncipe... –el contramaestre sonreía de nuevo, aunque con un brillo diferente en los ojos que alertó a Abd'al'Kahil.
–¿Los habéis encontrado...?
–Sí, mi Príncipe. Los dos birremes venecianos, a unas cuatro horas por poniente. Tal como nos los habían descrito.
–Excelente. –El Príncipe Pirata contempló a su expectante contramaestre siciliano. Asintió, sonrió a su vez y señaló en dirección Oeste–. ¿Y a qué esperamos?


Desde el año en que abandonó el Califato hasta el momento en que los barcos de Abd'al'Kahil cazaron y lograron interceptar los barcos venecianos que transportaban gran parte del pago a Córdoba por la nueva ciudad en las costas africanas, habían pasado ya cinco años. El nombre del Príncipe Pirata Abd'al'Kahil había dejado de ser usado en chanzas contra su hermano el Hâjib, para susurrarse entre temblores en todas las bodegas desde Constantinopla hasta Geb-Al-Tarik. La nave del Príncipe Pirata, ممر, "El Camino", era ya conocida y temida en todo el Mediterráneo.
Quizá era el momento de crecer y asumir riesgos. Donde el viento y el mar.

Donde el viento y el mar.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax Turno 17 (1085-1089)
« Respuesta #14 en: 06 de Junio de 2006, 06:11:41 pm »
Turcos Seljucidas
(Sunni Islam Bárbaro Nación Abierta)
Osman, Sultán de los Territorios del Este, Gran Jefe de los Turcos, Señor de Todas las Estepas.
Diplomacia: Bukhara (F +6 Yfc),


Aunque el corazón del Gran Sultán Osman estaba centrado en la ciudad de Isfahan, que había osado resistir al asedio del ejército turco durante años, la cabeza le obligó a situar su atención en los muchos asuntos pendientes en los vastos dominios del Sultanato. El propio Gran Sultán dirigió las labores de acercamiento diplomático con la ciudad de Bukhara, en los Territorios Medios; los dirigentes de la ciudad, sanguijuelas sedentarias abotargadas a causa de la mucha comida y el poco movimiento, esperaban a lo sumo la llegada de alguno de los generales del Sultán, y con más probabilidad la de los escribas y burócratas habituales con quienes compartían lenguaje e intereses. Ver aparecer y pasar bajo las puertas de entrada de la ciudad al enorme ejército privado del Gran Sultán, el cortejo de esclavos haciendo sonar tambores de guerra y las cientos de jaulas repletas de perros de guerra hicieron enmudecer a los habitantes de Bukhara. Muy satisfecho quedó el Gran Sultán cuando apenas cinco meses después la ciudad firmaba los compromisos que la unían por completo al Sultanato. Cinco meses en los que no había podido ni reunirse siquiera con los notables de Bukhara, ya que los pasó de agasajo en agasajo sin apenas dejar de comer.

Tras abandonar la ciudad, decretando una semana de ayuno para todos sus habitantes en señal de duelo, el Gran Sultán se dirigió hacia la enorme región fronteriza de Khwarzim, desde donde se dedicó a dirigir el país ordenando inversiones en las estructuras de diferentes regiones y ciudades, además de la contratación (o compra) de escribas, traductores y contables con los que se mejoraría el aparato de gobernabilidad del sultanato. La adquisición de un importante número de funcionarios de la destruida administración Persa, tras la caída y saqueo de Isfahan, permitió que aumentase de forma importante la efectividad de los trabajadores turcos. Fue desde los campos abiertos de Khwarzim donde el Gran Sultán decidió nombrar heredero al Sultanato al príncipe Masud, y al General Tughrul-Beg nuevo príncipe al mando de 10.000 jinetes.

La caída de Isfahan en 1086 calmó, al fin, la furia desatada del Gran Sultán. El General Basut, quien era el gran protagonista del asedio que había acabado al fin con la resistencia de la antigua capital de Persia, partió de camino a Media tras la llegada a Isfahan del Príncipe Tughrul-Beg, quien habría de encargarse del saqueo absoluto al que el sultanato pensaba someter a la ciudad rebelde (ver NF La Caída de Isfahan). El General Basut llevaba consigo un enorme contingente de jinetes compuesto por cerca de 10.000 soldados, y una vez en Media decidió tomar al asalto la región sin encontrar apenas resistencia. Tras la rendición de las aldeas y pequeñas poblaciones locales el General entró en Hamadan con la intención de atraer hacia el Sultanato a los líderes de la ciudad; los nobles, aterrados y enfurecidos a partes iguales por el comportamiento de los bárbaros jinetes turcos, se negaron en redondo a todas las solicitudes de diálogo de Basut, confiando en que la cercanía del Emirato de Bagdag permitiría que el General mantuviera la calma. Basut, a quien le importaba muy poco la cercanía de nadie, prefirió no perder el tiempo con otro asedio y partió en dirección sur esgrimiendo una sonrisa repleta de promesas hacia los habitantes de Hamadan. En el año 1088 llegó a la región de Zagros, donde apenas iniciados los saqueos y hechos los primeros prisioneros descubrió que un príncipe heredero de Fars se encontraba en el lugar tratando de anexionar la región con su Emirato (ver NF del Emirato de Fars). En una reunión celebrada en el interior del campamento turco, el príncipe Abd Amir Asim informó al general Basut de que la región se encontraba ahora bajo la protección de Fars y que el ataque turco enfurecería al Emir. Basut, sin inmutarse, dijo al príncipe que no veía a ningún ejército de ningún emirato de Fars protegiendo Zagros, que le importaba más bien poco si el Emir se enfadaba hasta reventar y que, además, se tomaba aquella interferencia en la legítima labor de saqueo intensivo a la que los ejércitos turcos estaban sometiendo a la región como un asunto de estado. Tras matar personalmente al tipo que acompañaba al Príncipe, un soldado repleto de oro en su armadura quien no tuvo tiempo de decir que era el famoso General Abih, Basut prendió a Abd Amir y tras esclavizarlo lo envió de camino al Sultanato donde seguro aprendería modales.

A principios del año 1089 de la era Vulgar, Basut pensó que ya había pasado demasiado tiempo lejos de casa y, tras esclavizar al resto de los habitantes de Zagros, regresó con el ejército a la región de Media donde pasó varios meses esclavizando a todo el que se atrevía a abandonar las murallas de Hamadan. Cuando no quedó alma viva en la región, tomó al fin el camino hacia el Sultanato al mando de una interminable fila de soldados y prisioneros. Cuando pocos meses después llegó a Zagros el nuevo Emir Umhad de Fars era demasiado tarde; el príncipe Abd Amir estaba lejos, y cercano ya el invierto, de forma que el Emir decidió esperar futuros acontecimientos antes de tomar el camino de la guerra.

El Príncipe Tughrul-Beg, al mando de su ejército de diez mil jinetes, llegó a Isfahan cuando la ciudad había ya caído. Cumpliendo las órdenes que el Gran Sultán había dispuesto para él, Tughrul-Beg saqueó a conciencia la ciudad y esclavizó a la población tanto de la capital como de la región circundante. Cuentan las crónicas bagdadíes que ni siquiera los perros escaparon a las cadenas turcas, y la caída de Isfahan se convirtió en un símbolo desde Jerusalem hasta la India.

Una vez finalizada su labor en Persia, el Príncipe Tughrul-Beg se desplazó junto al ejército hasta Khurasan, donde trató de convencer a los nobles de la región para que se unieran al gran Sultanato; los ánimos en las zonas cercanas a Persia no eran los más propicios en aquel momento, y la resistencia de los habitantes de Khurasan hubiera obligado al Príncipe a luchar de nuevo. No le hubiera importado hacerlo –de hecho, le habría encantado poder hacerlo–, pero su obligación era llevar a los esclavos hasta el Sultanato y no podía descuidar la vigilancia de aquellos miles de almas por esclavizar a otros pocos cientos, así que asumió su fracaso y viajó hasta Tabaristan, donde acampó y decidió pasar el invierno con el grueso del ejército tras enviar a los esclavos camino a Samarkanda bajo el control de un contingente de jinetes veteranos.

Durante aquellos años, el Príncipe Masud había emprendido su viaje de peregrinación escoltado por doscientos Hermanos de Sangre, su guardia personal de honor que lo acompañó durante el largo viaje que lo llevó hasta Bagdag, donde pasó unos meses de meditación, y de allí a Jerusalem y La Mecca, donde finalizó su viaje.
En La Mecca recibió con enorme sorpresa la noticia de que su joven hijo había sido nombrado Gran Ulema del Islam y, según se decía, dirigía con mano férrea las mezquitas de medio Sultanato (ver NF Primacía Sunní de Sahada). Masud pasó dos días llorando de pura alegría y profunda tristeza, deseando regresar a casa cuanto antes para poder reunirse con su amado hijo quien, según se decía, había exigido al Gran Sultán Osman la liberación de todos los Verdaderos Fieles esclavizados en Media y Zagros.

No parece extraño que entre todos aquellos acontecimientos que sacudieron el sultanato de arriba a abajo apenas nadie se percatase de que los religiosos y misioneros enviados a la región pagana de Scythia no acababan de regresar tras cinco años de lo que se suponía un intenso trabajo en beneficio de la propagación de la verdadera fe. Los cadáveres mutilados, clavados en los árboles y expuestos al sol, fueron encontrados por una pequeña partida de guerra turca a finales de 1089; a su regreso a los territorios del Sultanato, los jinetes ulularon durante los días y las noches de toda una semana clamando venganza.
« Última modificación: 06 de Junio de 2006, 06:30:24 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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