Autor Tema: Ambientación - El Sol Naciente  (Leído 4898 veces)

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Raimon

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Ambientación - El Sol Naciente
« en: 25 de Septiembre de 2006, 12:20:25 pm »
Santuario de Ise, región de Yamato, Japón. Octubre de 1094.


Como todos los días, taltaba todavía un rato para el amanecer cuando Aoi entró en la habitación de Akikonomu para despertarle. Pero hoy no era necesario. La Gran Sacerdotisa yacía inmóvil en su cama, pero sus ojos se abrieron en cuanto vio la luz de la lámpara que llevava Aoi.

-- Gran Sacerdotisa – susurró Aoi.
-- Estoy despierta – respondió Akikonomu.

Como todos los días, se levantó, se puso la simple túnica blanca que Aoi le ofrecía y calzó unas sandalias de madera. Sin más adornos, sin nada que indicara su rango, salió de su habitación, precedida por Aoi llevando la lámpara en alto. Fuera le esperaban una docena de sacerdotisas. Se inclinaron cuando Akikonomu apareció y luego siguieron a la Gran Sacerdotisa sin decir palabra.

Como todos los días, la reducida procesión se dirigió hacia el Jardín Sagrado del Santuario. Todos lo eran, pues en todos residen los kami. Pero éste era el principal de todos, reservado para los ritos especiales y para la Gran Sacerdotisa.

Como todos los días, Aoi les guió por uno de los muchos caminos de grava que cruzaban el jardín. Aparentemente no tenían ninguna lógica en su trazado, pero no había ningún riesgo de que la comitiva se extraviara. Aoi hubiera podido seguir el camino con los ojos cerrados, igual que todas las sacerdotisas que la seguían. Sólo aquellas que llevaban varios años de fiel servicio en el Santuario de Ise tenían el honor de acompañar a la Gran Sacerdotisa en sus ritos matinales.

Como todos los días, llegaron al estanque central del jardín cuando faltaba muy poco para el amanecer. El jardín estaba construido en el centro del complejo del Santuario, pero los edificios estaban distribuidos de tal manera que desde el estanque había una vista nítida del mar. Cuando se acercaron al estanque, la comitiva de sacerdotisas se detuvo. Sólo Aoi y Akikonomu se acercaron al borde del agua.

Como todos los días, unos instantes antes de que saliera el sol la Gran Sacerdotisa se despojó de su túnica y de sus sandalias. Desnuda, mirando al este, esperó. Y en el preciso momento en que los primeros rayos del sol naciente aparecían en el horizonte, entró en el agua del estanque. Avanzó unos metros hasta que se sumergió completamente en el agua.

Como todos los días, tras unos segundos emergió y se dirigió de vuelta hacia la orilla. Ya purificada, vistió la túnica que le ofrecía Aoi y se calzó las sandalias. Se inclinó hacia el horizonte saludando a Amaterasu y las otras sacerdotisas hicieron lo mismo. Luego emprendieron el camino de vuelta hacia los edificios del Santuario. Cuando llegaron a la habitación de Akikonomu las sacerdotisas se inclinaron y sólo Aoi entró con ella.

Como todos los días, Aoi ayudó a Akikonomu a vestirse con sus ropas de Gran Sacerdotisa para los otros rituales de la mañana. Una vez purificada, su apariencia debe mostrar el debido respeto a los kami y al Buda. Aún con la ayuda de Aoi y los años de experiencia, el vestir su kimono, ponerse el maquillaje y peinarse le llevó casi dos horas.

Como todos los días, la Gran Sacerdotisa entró en el Templo principal del Santuario para hacer sus ofrendas matinales. Primero a Amaterasu, la diosa del Sol. Luego al Buda, el que Ilumina el camino. Luego a Izanagi-no-Mikoto e Izanami-no-Mikoto, los padres de los kami y de Japón. Luego a Ninigi-no-Mikoto, nieto de Amaterasu y el primer kami que bajó al Japón, y a su nieto Jimmu, que fue el primer Emperador del Japón y antepasado del actual Emperador Go-Shirakawa. Y luego aún a varias docenas más, pues todos los kami merecen ser honrados.

Como todos los días, Akikonomu seguía los ritos con atención, complacida en la repetición, en hacer una tarea útil y en hacerla bien. Sus ritos y sus ceremonias eran su vida, una vida para la cuál se había preparado desde niña, y en la cuál había llegado al más alto rango que podía esperar: el de Gran Sacerdotisa de Ise. Y esa iba a ser su vida: el cumplir con los ritos necesarios para honrar a los kami y al Buda, para que estos protejan al pueblo del Japón. Así iba a hacerlo como lo hacía hoy, hasta el fin de su vida, todos los días.

Pero no. Hoy no era un día como todos los días y aunque no quería pensar enello, Akikonomu lo sabía. Cuando acabó los rituales en el centro del templo le esperaba la sacerdotisa Haruko. Se saludaron con una profunda inclinación, la de Akikonomu un poco menos baja y unos instantes más corta, como correspondía a la diferencia de rango. Entonces Akikonomu empezó a quitarse las ropas de su cargo. Con la ayuda de Aoi, se quitó su tocado y el kimono de Gran Sacerdotisa y las sandalias que sólo debían ser usadas en el templo, y se puso un kimono y unas sandalias más sencillas. Aoi dobló cuidadosamente los ropajes ceremoniales, y con una profunda reverencia se los entregó a Haruko. Esta los tomó por un instante, saludó, y se los devolvió a Aoi. Tras ello, Haruko salió del templo y se dirigió a sus habitaciones, seguida por Aoi con los atributos de la Gran Sacerdotisa.

Por primera vez en mucho tiempo, Akikonomu salió del templo como una simple sacerdotisa. Nadie la esperaba en la puerta, nadie la siguió. Fue a su habitación y allí vio que sus pertenencias estaban ya empaquetadas. No eran muchas: la mayor parte de sus posesiones correspondían al cargo de Gran Sacerdotisa; Akikonomu tenía pocas cosas que pudiera considerar suyas: la ropa correspondiente a su rango, algunos libros y dibujos, unos pocos recuerdos familiares... Todo eso estaba empaquetado pulcramente, y junto a los paquetes estaba Sayuri, su segunda sirviente hasta hoy. A partir de hoy sería la primera. Un par de novicias tomaron los fardos y Akikonomu emprendió la marcha, siguiendo a Sayuri. Media docena de sacerdotisas se unieron al grupo, cada una con una novicia que llevaba algunos bultos.

Por primera vez en muchos años, Akikonomu salió del Santuario de Ise. Frente a la puerta principal encontró al Príncipe Takeda junto con varios samuráis de su casa, algunas monturas y un palanquín con porteadores y sirvientes para ella. El Príncipe la saludó respetuosamente.

-- Gran Sacerdotisa, es un honor acompañaros.
-- El Emperador me honra a mí al enviar a un noble de vuestro rango para escoltarme, Príncipe. – respondió Akikonomu.
-- No es sólo para escoltaros, Gran Sacerdotisa. El Emperador me ha encargado que os sirva en todo en esta nueva empresa. Podéis disponer de mí y de estos miembros de mi casa para lo que gustéis.
-- Va a ser una dura tarea, Príncipe. El Emperador ha puesto una pesada carga sobre mis débiles hombros. Me alegra teneros para ayudarme a llevarla.

Akikonomu subió al palanquín ayudada por Takeda mientras los sirvientes cargaban los fardos en las monturas. Cuando todo estuvo listo, uno de los samuráis gritó:

-- ¡Abran paso a la Gran Sacerdotisa de Honji Suijaku!

Y así emprendieron la marcha hacia Heian-kyo, hacia la nueva vida de Akikonomu, una vida que sería distinta de la de todos sus anteriores días.


Raimon   :samurai:
« Última modificación: 25 de Septiembre de 2006, 03:47:02 pm por Raimon »
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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #1 en: 25 de Septiembre de 2006, 12:25:01 pm »

 El emperador Go-Shirakawa acudira al torii de entrada a la ciudad imperial para daros la bienvenida y acompañaros a vuestras nuevas dependencias.
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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #2 en: 10 de Septiembre de 2008, 01:44:28 am »
[Off-topic: Andaba yo releyendo a horas intempestivas viejas reliquias de la partida, y he recordado una vieja duda que tengo. Si mal no recuerdo el emperador nipón eliminó a la primacía poco después de su creación, ¿alguien puede explicarme cuál fue el motivo? En su día fue algo que me extrañó bastante.]
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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #3 en: 11 de Septiembre de 2008, 06:34:07 am »
Basicamente fue una decision personalisima del caprichoso emperador japones.

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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #4 en: 11 de Septiembre de 2008, 08:53:30 am »
Decisión de la cuál nunca supe la razón, ni en público ni en privado. Y ahora que resurge el tema algo de curiosidad sí que tengo, sí. :dontknow:

Sólo añadir que en realidad la Honji Suijaku no desapareció del todo. La Gran Sacerdotisa Akikonomu y su fiel servidor y protector Takeda escaparon a la masacre y mantenían la Honji Suijaku en la clandestinidad.  :jawa: (Si de ahí hubiera podido salir algo, no lo sé, que fue entonces justo cuando se paró la partida y "cortamos" Japón).


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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #5 en: 11 de Septiembre de 2008, 01:52:55 pm »
Vaya, qué curioso...

¿Y esa organización clandestina funcionaba como Primacía o como Imperio Secreto? :P
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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #6 en: 11 de Septiembre de 2008, 02:32:03 pm »
La clandestinidad a la que se refiere Raimon es que tuvieron que salir por patas, para no morir. Vamos que es una pena que no hubirea un turno mas, porque tenia a varios lideres peinando las regiones y ciudades.

Raimon

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Re: Ambientación - El Sol Naciente
« Respuesta #7 en: 12 de Septiembre de 2008, 09:05:15 am »
De momento funcionaba como primacía clandestina. Si la cosa hubiera seguido así supongo que se hubiera tenido que transformar en IS o similar; no llegamos a estudiar la mecánica.

En que es una pena que no hubiera un turno más, coincido, porque la Gran Sacerdotisa se estaba planteando muy seriamente empezar a soltar excomuniones, interdictos y maldiciones sobre el Emperador impío que había ofendido de esa manera a los dioses. Pero bueno, ya digo que no se sabe qué hubiera salido de eso.


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