Autor Tema: Ambientación: "Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia"  (Leído 6162 veces)

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Eilean

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Visto que el hilo en el que íbamos a preparar la partida entre los jugadores y yo está teniendo un bajo éxito (por ser amable conmigo mismo) he decidido, como ya os comenté, abordar el "plan B", una alternativa, una ambientación, unos personajes y, en fin, todo lo que se necesita para una partida preparado por mi.

En gran medida no estoy enfadado porque la partida no se haya creado entre todos, de hecho creo que estoy hasta feliz y todo. ¿Por qué? Como sabéis, jugar a rol bajo el sistema "Matrix Game" hace que la intervención del árbitro, del GM, Master o como queráis llamarlo, en cuanto a creatividad sea más bien baja, incluso nula. En una partida de rol tradicional se depende en gran medida de la capacidad creadora, de la imaginación del que la dirige, cosa que aquí no sucede.

Hacer la ambientación y preparar a los personajes, al menos me ha permitido poder aportar un granito de creatividad por mi parte.

Espero que os guste, pero tened presente que cualquier cosa aún se puede cambiar, o cuanto menos, discutir muchos aspectos. Para ello, también para que déis vuestra opinión, abriré otro hilo.

Y sin más demora, me pongo a ello.
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"Gasté mi dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto, lo malgasté".
"En 1969 dejé todo eso. Fueron los peores veinte minutos de toda mi vida"

George Best

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Re: Ambientación: "Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia"
« Respuesta #1 en: 05 de Junio de 2007, 11:20:00 am »
Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia

Desde la profundidad del espeso bosque, en mitad de una helada noche, se oyó el aullido desgarrador de un lobo huargo. Llamaba a su manada. Sabía que la lucha empezaría pronto y necesitaba tener a los suyos a su lado. Al mismo tiempo, sobre la rama de un árbol cercano, un búho de las nieves se mantenía impertérrito, dispuesto a abalanzarse sobre su presa. No emitía sonido alguno, ni siquiera cuando volaba. Estaba solo, como casi siempre, no necesitaba a nadie para sobrevivir.
Y un negro cuervo graznaba en la espesura del mismo bosque. Su dormir perturbado por los aullidos. Graznaba y graznaba, como si riese, como si se burlase del bosque y sus sonidos, de quienes lo habitan, de quienes luchan con desesperación día tras día. ¡Crap! ¡crap! ¡craaaaaap!


Sigue en el siguiente mensaje.
« Última modificación: 06 de Junio de 2007, 12:33:01 pm por Eilean »
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"Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia" II
« Respuesta #2 en: 06 de Junio de 2007, 12:33:52 pm »
   La primavera florece en todo Poniente. En el Norte, en Invernalia el frío aún se hace notar, especialmente tras el ocaso. Brandon Stark, señor de Invernalia y Guardián del Norte, acaba de despertarse en mitad de la noche. ¿El lejano aullido de un lobo? ¿Rumor de pasos en la escalera que conduce a su estancia? No lo sabe, su cabeza está embotada por el alcohol ingerido durante la cena. Mira a su lado y observa a la muchacha, mucho más joven que él, que yace en su cama. Duerme plácidamente y él es incapaz de recordar su nombre y que se trata de la hija de un buen amigo .
   Tiene casi cincuenta años y conserva los vicios de juventud, sobre todo merodear tras las faldas de las muchachas jóvenes. Aún es capaz de complacer a cuantas sirvientas, meretrices y doncellitas de sus vasallos se pongan en su camino. Goza de excelente salud y se siente feliz por la vida, sobre todo tras enviudar de la agobiante mujer que le diera cinco hijos y cuyo fallecimiento, hacía quince años, fue para él una verdadera liberación y la situación perfecta para retomar sus correrías amatorias.
   -¿Quién anda por ahí? -pregunta sin moverse de la cama, resguardado tras las mantas del frío nocturno. La joven con la que comparte lecho ronronea ligeramente, sigue dormida.
   No obtiene respuesta y la curiosidad le hace levantarse. Se acerca a la puerta maldiciendo. La abre. Sus ojos se dilatan y al ir a pronunciar una palabra, se echa mano al pecho y cae. Cae de rodillas, aún con la mano sobre su corazón. La oscuridad se apodera del mundo y el resto de su cuerpo golpea con violencia sobre el suelo. Un estruendo recorre el castillo de Invernalia pero nadie comprende lo que sucede y todos siguen durmiendo.

   Nadie halló su cuerpo hasta la mañana siguiente. Se interrogó, sin resultado,  a la muchacha que fue su última amante, hasta que su padre, esgrimiendo su condición de noble, les obligó a dejarla en paz. El maestre de Invernalia determinó, tras varios exámenes exhaustivos, que había fallecido porque su corazón dejó, de repente, de latir: ataque cardíaco. No encontraron prueba alguna de que su muerte se produjese de forma violenta, ni signos de envenenamiento, ni de que fuera estrangulado.
   Los rumores empezaron a extenderse por toda el Norte con una facilidad asombrosa. Se hablaba de que Brandon Stark se topó con uno de los Otros, que fue envenenado, que su amante le apuñaló por la espalda... Rumores y más rumores.

   El capitan de la guardia, mandó rápidamente que los más rápidos mensajeros partiesen de inmediato para llamar a su hijo mayor, Edwin Stark que se encontraba en esos momentos en Puerto Blanco.


Sigue en el mensaje siguiente.
« Última modificación: 07 de Junio de 2007, 06:33:41 pm por Eilean »
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Re: Ambientación: "Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia"
« Respuesta #3 en: 07 de Junio de 2007, 06:37:42 pm »
   Cuando halló al joven heredero, el mensajero dudó en como trasmitirle una noticia así. Tan rápido le enviaron, que no dio tiempo a redacar nada; ya llegaría un segundo mensajero con cartas selladas para que no confirmar la desagradable noticia. La prioridad era hacerle llegar la noticia con la mayor celeridad.
   El chico, decidió recitar tan rápido como pudo el mensaje, tanto que Edwin Stark no entendió lo dicho y tuvo que repetirlo, para su desgracia. La fría mirada del joven Stark, tan glacial como indolente, tan profunda como misteriosa, le sorprendió por la impavidez que mostraba, como si le hablase de un tema intrascendente. Se quedó con la boca abierta, anonadado por su hieratismo y fue entonces, su señor, quien tuvo que repetirle el mensaje que debía llevar de vuelta.
   -¿Eres estúpido? Diles a todos que de inmediato me pongo en camino hacia Invernalia -repitio algo enojado-. Puede que incluso llegué antes que tú, patán.
   La impresión no fue muy distinta a la imagen que tenía el mensajero y todo el Norte en general, del que ahora sería nuevo señor de Invernalia, pero esperaba que tan grave noticia hiciese mella en su impronta, compungiendo su semblante; no fue así y pensó que llegaban malos tiempos al Norte, que aquel iba a ser un señor cruel y sin escrúpulos.
   La fama de ser un joven hosco, violento y desapasionado la llevaba sobre él desde muy jovencito, casi desde la más tierna infancia. Sus ojos, de un azul tan intenso que, decían tenía increibles poderes hipnóticos, solían mirar y producir terror en las gentes. Sus actos, a menudo crueles, reafirmaban lo que su mirada hacía intuir. Pocos le querían,  muy pocos se podían considerar sus amigos, y casi nadie le apreciaba en lo más mínimo.
   No contó a nadie cómo se sentía, tampoco nadie fue capaz de desentrañarlo. Su rostro, la máscara que permanentemente posaba sobre él, era tan rígida que no permitía saber si estaba triste por la pérdida de un padre, o feliz por heredar sus tierras.
   Él y los otros catorce hombres que le habían acompañado hasta Puerto Blanco, se pusieron de camino hacia Invernalia en unas pocas horas. Edwin lo organizó todo con la eficacia que le caracterizaba.

   En los últimos estentores del invierno, las nevadas fueron muy abundantes. Ahora que las temperaturas eran más altas, el deshielo tuvo sus efectos en los distintos ríos, con monumentales crecidas. La forma más rápida para llegar a su destino no era la más corta. Era mejor marchar hacia el oeste y tomar el camino real que seguir los tortuosos senderos y vericuetos del que seguía el curso del Cuchillo Blanco, donde había muchas posibilidades de que la crecida del río se hubiese llevado por delante algunos tramos del mismo. Por el contrario, el camino real ofrecía un firme que permitía moverse rápido, postas para cambiar los caballos y plena seguridad. No hubo ni siquiera discusión sobre el tema.
   Avanzaron con extrema rapidez, siempre con Edwin a la cabeza y los demás tratando de seguir su ritmo como buenamente podían. Recortaron en una jornada el tiempo considerado normal para cubrir esa distancia a todo galope y ya estaban muy cerca de Invernalia, cuando uno de sus hombres sugirió abandonar el camino real y tomar un atajo que les haría ganar unas horas más. El joven Stark fruncio el ceño y luego aprobó la propuesta. Se adentraron por un estrecho paso a su izquierda, internándose en la margen sur del bosque de los lobos.
   -Sólo los cazadores de la región saben cuanto se acorta por aquí. El camino real traza una imperceptible curva hacia el este. Lo hicieron así para encontrarse con el puente sobre el Cuchillo Blanco. Por esta senda iremos rectos y retomaremos el camino real más allá del Cuchillo Blanco.
   -¿Y por dónde cruzaremos el río?
   -Hay un pequeño puente por aquí, es tan viejo como esta tierra, como el mismo bosque, aunque poca gente lo conoce.
   El camino era estrecho, con el firme desigual y alguien que no lo conociese se hubiese perdido más de una vez, pero quien les guiaba lo conocía bien. Su ritmo seguía siendo rápido, muy rápido.
   Al llegar al puente, vieron que era tan estrecho que tenían que cruzarlo de uno en uno, en fila india. El agua rugía de forma ensordecedora, venía tan cargado de agua que no se veían los ojos entre los pilares que lo debían sostener. La violencia del río en aquel lugar, cerca de un recodo que amansaba su fluir para luego lanzarlo con mayor energía, era brutal y los enormes árboles que guarnecían el terreno creaban una sensación fantasmagórica. La naturaleza, en todo su esplendor, dejaba allí la impronta de su fuerza y poder en una conjugación de elementos visuales que asombraba.

   Todo sucedió muy rápido. El guía ya había cruzado al otro lado del puente cuando seis hombres, entre ellos Edwin Stark, estaban sobre él. Los demás esperaban su turno ensimismados mirando el aterrador paisaje. El puente se vino abajo con un estrépito ensordecedor. No hubo gritos, no les dio tiempo; no hubo peticiones de auxilio; no hubo nada, como si tras el destrozo nunca hubiese habido allí un puente, unos hombres, el heredero del Norte...
   Tardaron tres días en localizar el cadaver de Edwin. Completamente destrozado, a duras penas pudieron sacarle el anillo que demostraba su linaje.






Un trocito más y ya está lista.

Alguna cosilla de esta parte quiero retocarla, pero el sentido general se va a mantener.
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Re: Ambientación: "Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia"
« Respuesta #4 en: 18 de Junio de 2007, 11:22:08 am »

        Cuando llegaron a Invernalia los supervivientes estaba cercana la hora del ocaso. El cielo, cubierto de un iridiscente rojo, hacía presagiar una nueva fría noche, típica de la primavera norteña en la que el día comenzaba a ser soportable, pero la noche mantenía las heladas.
   Llegaron harapientos, sucios. En sus rostros se reflejaba el cansancio y los ceños fruncidos indicaban que el viaje había sido poco agradable. Les ofrecieron descanso, fuego, tomar un baño, cambiar sus andrajos por ropas limpias, pero todo lo negaron. Con gran estruendo pidieron primero la presencia de Barth Stark, luego, cuando volvieron a ofrecerles descanso y les solicitaban sosiego, exigieron lo mismo, a grandes voces, con impaciencia.

    -Haced el favor de calmaros. El señor de Invernalia yace muerto a la espera de que llegue su hijo para ser enterrado en la cripta.
    -Vos sois hombre de su guardia personal, sosegaos y explicadnos porqué no está con vosotros lord Edwin Stark —-el mayordomo de Invernalia y el capitán de la guardia intentaban apaciguar a los recién llegados.
    -Traed ante mi a lord Barth y entonces hablaré con él. Hasta que no lo hagáis, guardaré silencio, maldita sea, ¿cómo os lo tengo que decir?

   Barth Stark era hermano de Edwin, apenas trece meses menor. Sin embargo, la corta diferencia de edad no les hacía parecidos en nada, ni en lo físico ni en el modo de ser. Mientras a Edwin se le notaba arrojo y una cierta majestad, Barth Stark era un muchacho siempre encogido, silencioso hasta la exasperación y cuya presencia muchas veces, ni siquiera se percibía. Era capaz de pasar semanas enteras sin pronunciar palabra, encerrado en la biblioteca, husmeando entre los libros. Más de uno pensaba, y probablemente con razón, que sufría algún tipo de deficiencia mental. Le costó más de lo normal aprender a hablar, a escribir, y jamás consiguió mantenerse erguido sobre la silla de montar. No profesaba ningún tipo de admiración entre su familia, ni entre los allegados. Se hablaba de que acabaría siendo un septón, o tal vez un maestre, pero cuando se le consultaba sobre el tema, se encogía de hombros y no daba a entender ni su aprobación ni su desprecio. Era mantenido en el castillo casi como una rareza. No molestaba y a fin de cuentas, llevaba sangre Stark.

   Finalmente apareció, con gesto taciturno, andar dubitativo y mirada perdida. Todos los allí presentes le miraban sobrecogidos mientras el hombre recién llegado le contaba como su hermano mayor había perecido en el Cuchillo Blanco.

   -... y aquí tenéis el anillo de lord Edwin, os corresponde a vos quedároslo.

   Nadie dijo nada, tampoco Barth, nuevo señor de Invernalia, pero se palpaba en el ambiente la estupefacción de todos. Si aquel joven tenía que llevar las riendas de su casa y ser el Guardián del Norte, es que las siete caras de Dios se habían vuelto contra Invernalia. Un silencio sobrecogedor, infinito, espeso, recorrió el ambiente. Barth levantó la cabeza y miró poco a poco a todos los allí presentes. Había que ser muy estúpido para no notar en los gestos de todas esas personas lo que podían estar pensando. Barth volvió a agachar la cabeza, a sumirse en sus misteriosos pensamientos, y sin decir nada, regresó por donde había venido, con paso lento, mirando al suelo o tal vez al anillo de su hermano. Tampoco nadie se despidió de él, hizo gesto alguno. Toda Invernalia tenía el semblante compungido, Brandon Stark, Edwin Stark: muertos. Las inmensas posesiones de la casa Stark en manos de Barth Stark, el sombrío, el... imbécil.

   La consternación aún no se había diluido, el silencio seguía tan pesado como una montaña cuando se oyó un estruendo en la parte de atrás del patio principal, cerca de los aposentos de Barth, cerca de la biblioteca de Invernalia. Corrieron allí y encontraron a un joven escudero con los ojos abiertos, la espada de madera con la que estaba practicando en el suelo. Le preguntaron qué había pasado, no respondió; le zarandearon una y otra vez, no respondió. Al final, alguien le abofeteó y, por fin, reaccionó.

   -Desde arriba, desde la biblioteca. Se ha lanzado al vacío. Lo he visto con mis ojos. Ha caído ahí, dentro de la carreta.

   De inmediato miraron en el interior y descubrieron, entre un montón de aperos de labranza, el cuerpo descoyuntado de Barth Stark.

   En apenas unos días, había fallecido el señor de la casa Stark y luego, sucesivamente, sus dos hijos mayores.

   -Mandad llamar a los gemelos.

   El trono de Invernalia, el poder en el Norte, el cargo de Guardián del Norte quedaba ahora en manos de los únicos hijos supervivientes de lord Brandon Stark: los gemelos Beron y Rodwell Stark. Eran dos jóvenes de apenas quince años cuyo destino parecía ser la Guardia del Muro, pero que ahora deberían llevar las riendas en las posesiones de su padre. No se sabía cual de los dos era el que nació primero. Su madre murió al poco de nacer ellos, consecuencia más que probable de su duro embarazo doble. Las comadronas que la atendieron, estuvieron demasiado ocupadas en frenar las hemorragias como para fijarse en cual de ellos vio antes la luz. De todos modos, se pensó entonces, daba igual el orden ya que antes de ellos iban tres hermanos varones. Uno de ellos, Rickard, murió durante su infancia y ahora, con el fallecimiento de Edwin y Barth, uno de ellos se convertía en heredero y, de pronto, aquella vieja cuestión carente de interés se convertía en vital.
   Los dos hermanos siempre se habían llevado bien, pero cuando el capitán de la guardia y el mayordomo de Invernalia les notificaron que sus hermanos habían muerto, ambos, por separado, manifestaron su deseo de gobernar. La cuestión quedó aplazada para cuando se hubiese enterrado a su padre y sus hermanos.

   En el funeral de Brandon Stark y sus dos hijos, mientras sus cuerpos eran conducidos a la cripta de los Starks, bajo el castillo, se oyó a lo lejos... el graznido de un cuervo. Ese día, los lobos se mantuvieron por completo en silencio, como guardando duelo. ¡Crapppp! ¡Crappppppp! Se oía en la lejanía. Dos veces, dos graznidos...

   ...Dos frías espadas, tanto como la propia Invernalia, están a punto de batirse. Las gentes han de tomar partido, o tal vez no..

FIN.
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