Extracto del turno Orcos2:

1 JORNADA DE CAZA

El viento soplaba con fuerza contra el jinete y su montura. El enorme lobo tenía la cabeza levantada, olfateando el aire, buscando a su presa. El jinete protegía su boca con un pañuelo y entrecerraba los ojos, para evitar que el polvo le entrara por la boca y los ojos. Miraba en todas las direcciones esperando encontrar el rastro que había seguido.

Hacía unos días que había salido de Haigoth, siguiendo las indicaciones que el explorador le había dado antes de perecer. Se le habían dado honores de héroe tras el esfuerzo empleado para, herido de muerte, pasara tres días en camino hasta la ciudad para informar de la presencia de la criatura. Ahora a él le tocaba hacer que la muerte del explorador tuviera sentido. Según Gorbagh esto era otra prueba más, para demostrar finalmente su valor. Cómo si Las Pruebas del Valor no hubieran sido suficientes... pensó el orco. Pero no era por eso que estaba allí, y lo sabía. Estaba para demostrar su valía en combate, para demostrar su fidelidad a la Horda y para que toda la Horda tuviera respeto por el joven orco. Cualquier otro rumor sobre el motivo del viaje eran cosas secundarias.

Pensando en todo esto, el orco azuzó al lobo que usaba por montura y lo guió hacia un saliente rocoso, donde podría protegerse de la fuerte ventolera que levantaba una nube de polvo a través de la cual no podía estar seguro de hacia dónde había ido su presa. Cuando quedaron libres del efecto del aire y el polvo, su lobo hizo un sonido gutural, en signo de agradecimiento por el descanso que se otorgaban los dos cazadores.

A pesar del poco tiempo que llevaba usando a la montura, apenas un ciclo, se entendían a la perfección, pues Ulglûck había crecido criando y domesticando a los salvajes lobos. Había ayudado a entrenarlos para que hicieran caso a sus jinetes, y por ello no le era difícil conseguir un entendimiento increíble con su montura.

Desmontó rápidamente permitiendo que el lobo eligiese su lugar para descansar, y él mismo se sentó con la espalda apoyada sobre un trozo de lisa roca y las piernas cruzadas para serenarse y descansar todo lo posible. Se acomodó la armadura que llevaba para que le molestara lo menos posible, y se sorprendió del suave tacto que desprendía. Parecía increíble que dada su procedencia fuera a la vez tan pesada y protectora como cómoda y suave al tacto. Había sido el regalo del “Mata Gigantes” por su victoria en las pruebas, y como tal la llevaba orgulloso.

Olvidándose por un momento de su misión, cerró los ojos y recordó lo que había ocurrido hacia unos dos días, cuando salía de la ciudad hacía el sur...

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Uglûck apenas había tardado un día en prepararse desde que se supo la noticia de que el explorador había muerto. Estaba preparado para partir, a falta de escuchar la orden de Gorbagh. Así que no le sorprendió que unos golpeteos sonaran en la puerta de su casa. Emitió un leve gruñido parecido a “entra” y la puerta se abrió tímidamente dejando ver la cara de un joven orco de unos 12 ciclos. Tenía la cara una cara mezcla de admiración y orgullo, mirando a Uglûck de arriba abajo. Se quedó quieto durante lo que a Uglûck le pareció un minuto interminable hasta que gruñó de nuevo y el joven orco volvió a la realidad.

- Gorbagh ordena que vayas a verle. Tiene una misión para ti.

- Me lo suponía – fue la única contestación de Uglûck, mientras cogía su espada y se ajustaba la armadura.

- Señor... – se atrevió a murmurar el joven orco.- Bonita armadura.

- Ja, ja, ja, ja – la risa del orco resonó en la habitación.- Supongo que sabrás de dónde viene, ¿verdad? Para mí es un regalo y un honor el llevarla, pero no será la única que tenga que usar. Y ahora más te valdría correr y decirle a Gorbagh que ya voy, no te conviene que yo llegue antes.

El muchacho comenzó a correr, mientras Uglûck, con la espada desnuda en la mano salía a un paso más tranquilo. Recorrió los cerca de cien metros que separaban su puerta de la del Señor de la Horda, sabiendo que éste le saldría al encuentro en la puerta, era la tradición. Cuando apenas le quedaban unos pasos la puerta se abrió y un orco apareció de las sombras del interior. El guerrero se detuvo en seco, y con un hábil movimiento giró la espada y la clavó en el suelo delante de él. Después se arrodilló y apoyó la mano en la empuñadura, y la voz de Gorbagh habló desde la puerta.

- No tienes que arrodillarte valiente Uglûck, pues hoy tienes honores de héroe. Habrás oído hablar...

- De ese oso – le cortó Uglûck levantando la cabeza.- Lo mataré si es lo que queréis.

- No - dijo el Señor de la Horda.- No vamos a matarle... vas a cazarle y traerlo vivo.

- De acuerdo – comentó Uglûck un poco confuso, pues no era lo que se esperaba.- Pero...

- Ya sabrás el motivo a tu regreso. Tómatelo cómo la última prueba para demostrar tu lealtad hacia la Horda.

Uglûck volvió a agachar la cabeza en señal de asentimiento, y pudo escuchar la puerta al cerrarse. Se levantó y recogió su espada, y fue entonces cuando observó la multitud que se había congregado cerca de él y no pudo evitar una mueca. El muchacho que había ido a darle el aviso estaba en primera fila, y Uglûck le señaló.

- Muchacho, trae mi lobo.

Apenas lo dijo el muchacho y había salido corriendo, y apenas un minuto después tenía a la enorme bestia a su lado. Se acercó a ella y le acarició el hocico, cosa que ningún orco se atrevía a hacer por las consecuencias que traería por un mordisco inesperado. Enfundó su espada en la silla de montar, e hizo crujir su cuello para liberar la tensión que siempre le embargaba al partir a una misión. Un ágil salto le llevó a montarse en el lobo, al que una palmada en el cuello le hizo emprender el rumbo hacia la salida de la ciudad. Según avanzaba los murmullos se oían a su alrededor. Algún grito de buena suerte, alguna frase de admiración, alguna de venganza hacía los exploradores muertos. Uglûck sólo sonreía. Y cuando estaba cerca del camino principal, espoleó al lobo y éste emprendió una galopada que sólo dejó detrás suyo un rastro de polvo...

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Un aullido de lobo le sacó de sus recuerdos de hacía unos días trayéndole de nuevo al presente. Su montura estaba inquieta, y el viento soplaba con más fuerza, haciendo que el polvo fuera ahora una barrera que la vista no podía atravesar. Uglûck se levantó con agilidad y corrió hacia la montura. Se puso a su lado e intentó tranquilizarla, a la par que desenfundaba su espada.

- Tranquilo Sasha, tranquilo. No queremos que se enfade aún, pero es bueno saber que le hemos encontrado. Ahora es cuestión de tiempo... y de preparar la trampa.

El lobo, pareciendo lo que su jinete le contaba, bajó la cabeza y lanzó un rugido apenas audible para el orco, que le acariciaba las orejas y el pelaje del cuello mientras oteaba en la dirección que su montura había aullado. La nube de polvo era inmensa y apenas podía ver más allá de una veintena de metros. Pero sabía que su presa no estaba cerca, pero si en los alrededores. Les había descubierto y ahora se preguntaba que hacían en sus territorios. Y pronto lo averiguaría. Pronto... muy pronto.

Uglûck volvió a enfundar la espada mientras seguía acariciando el pelaje del lobo, para que se tranquilizara y no llamara la atención de la criatura que buscaban. Después, le liberó de la ligera silla que usaba para montarlo, le obligó a tumbarse en el suelo y se concentró en el contenido de su bolsa. Allí tenía todo lo necesario, incluida la mejor de las cuerdas fabricadas por la Horda. Se decía que esa cuerda se hacía con tripas de tapón, el cariñoso nombre que los orcos le dan a los enanos, aunque seguramente era sólo otro cuento de viejas.

De su cinto sacó el cuchillo de mango de hueso que siempre llevaba, y cortó la cuerda en dos partes, una de cerca de 3 metros de largo, y la otra aproximadamente 27 metros. Esta segunda parte comenzó a unirla con un gancho, y sus manos se movían mecánicamente, como si hubiera repetido esa operación muchas veces. Miró brevemente al lobo y se alegró de ver que continuaba tumbado y su respiración se había calmado. Dudaba que estuviera dormido, pero si calmado. Volvió a enfundar el cuchillo y comprobó el nudo que unía cuerda y gancho. Una mueca que intentaba ser una sonrisa mostró su satisfacción y se preparó para escalar. Se enrolló el cabo de 3 metros en el torso y se colgó la espada a la espalda. Sacó de la bolsa algunas armas más que repartió por el cinto y se tapó el rostro con un pañuelo negro, para evitar el maldito polvo que había.

Salió del saliente de roca donde se guarecían, y el lobo se levantó de inmediato. Un leve silbido de Uglûck le hizo quedarse quieto mientras su jinete salía a la tormenta de viento y polvo... Con una mano se protegía los ojos para intentar mirar hacia lo alto de la roca, que era más grande de lo que creía. Con la otra mano aferró con fuerza la cuerda con el gancho, y tras unos instantes de duda, comenzó a prepararse para lanzar el gancho.

El primer intentó acabó en fracaso y el gancho terminó en el suelo. El segundo tuvo más fortuna y tropezó con algo. Uglûck tiró con todas sus fuerzas y su sorpresa fue mayúscula al notar que el gancho no tenía un tope y provocaba la caída de una roca más grande que su cabeza, que le habría aplastado de no haber estado dos metros más adelantado. Lo intentó una tercera vez, y los resultados fueron de lo más extraño. No se enganchó con nada, pero al chocar contra lo que supuestamente era roca, provocó un resonar de metal contra metal. El orco no entendía qué había provocado ese sonido, pero estaba seguro que lo habrían oído hasta esos extraños humanos que habitaban al norte de la Horda.

Sin esperar ni un momento realizó el cuarto lanzamiento, consiguiendo por fin un enganche sólido, que probó colgando todo su peso de la cuerda. Cuando estuvo seguro de que no caería otra roca más grande que la que casi le había aplastado, comenzó a ascender. Los primeros metros fueron los más duros, pues no tenía ningún apoyo en los pies y debía subir a pulso. Pero pasado ese trozo, sus pies podían apoyarse en la roca.

El orco no sabía cuánto le había costado subir hasta el lugar donde había quedado enganchada la cuerda, pero por la longitud de la misma apenas estaba a apenas 15 metros de altura. Pero eran los suficientes para que la nube de polvo no fuera tan intensa y se le introdujera en los ojos. Así que comenzó a otear los alrededores, buscando los posibles lugares dónde se escondía su presa. El lugar era una auténtica llanura, a excepción del río que se extendía hacía el sur, y otra enorme roca más grande que la que estaba usando de refugio. Y al ver esa roca se acordó y comenzó a buscar por los alrededores. ¿Qué había producido el sonido metálico?

No le costó mucho encontrarlo, y no esperaba ver eso ahí. Un escudo metálico, o lo que en otros tiempos fue un escudo metálico. El estilo no parecía ser orco, si no que presentaba adornos que le parecía haber visto en algunos de esos humanos que habían aparecido cerca suyo.

Tras sopesar el escudo en sus manos lo tiró al suelo en vez de dejarlo en la roca, con la intención de llevarlo a la Horda por si fuera necesario investigar sobre él. Volvió a echar un nuevo vistazo a los alrededores, ahora que el viento se había calmado y el polvo comenzaba a posarse de nuevo en el suelo. Y entonces lo vio, en esa otra roca, una sombra se movía cerca. Parecía entrar y salir del refugio que había usado durante la tormenta, como si temiera que el viento empezara a arremeter de nuevo con furia renovada.

Uglûck mostró de nuevo esa mueca que intentaba ser una sonrisa, y tras soltar la cuerda, inició un rápido descenso hasta el suelo. Una vez allí comenzó a recoger todo lo que no iba a usar, y emitió un silbido al que el lobo respondió poniéndose en pie y acercándose a donde estaba el orco.

- Bien Sasha nos vamos – dijo Uglûck mientras sujetaba la bolsa a la silla del lobo. Después saco de dentro un enorme bulto y unas boleadoras, dejando dentro el trozo largo de cuerda con el gancho.- Nos vamos de caza.

Luego montó sobre el lobo, llevando las boleadoras en su diestra, y tras azuzar a su montura con unas presiones sobre el costado volvió a hablarle.

- Ahora ya puedes decirle que vamos Sasha, asústale y vamos a cazarle. Corre tan rápido como el viento y vamos a cazarle... – y el lobo emitió un largo aullido que resonó mitad de la noche y comenzó la carrera.

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Por fin lo vio. La enorme criatura se había puesto nerviosa al escuchar al lobo, y no sabía si huir de la roca o intentar buscar protección en su interior. Uglûck frenó a su montura y miró al enorme oso que tenía delante. Le doblaba en altura y posiblemente pesara mucho más que dos orcos adultos juntos. Su pelaje oscuro relucía a cada movimiento, y si se le daba la oportunidad de hacerlo, con uno de sus pies taparía toda la cara del orco. Y unas afiladas garras que no estaba dispuesto a saber cuán afiladas estaban.

El oso miró al jinete y su montura, y tras adelantarse unos pasos emitió un amenazador rugido levantándose sobre sus dos patas traseras y mostrando su imponente tamaño. El orco no se lo pensó dos veces y con un ágil movimiento enarboló las boleadoras y las lanzó hacía las patas traseras de la enorme criatura. El vuelo fue rápido, pero el arma no estaba pensada para atrapar las patas de una criatura tan grande y no consiguió nada. Nada excepto que el oso se enfadara, y tras emitir otro potente rugido y volver a su postura de cuatro patas se lanzará directo al orco.

El lobo no necesitó que Uglûck le indicara nada y comenzó a correr para evitar que el oso le alcanzara. Maldiciendo por la mala fortuna con las boleadoras contra unos dioses en los que no creía, el orco se concentró en desenredar el bulto que había sacado antes de la bolsa. Tras unos momentos logró encontrar dos cabos y se giró en la silla mientras el lobo seguía corriendo para que el oso no lo alcanzara.

Uglûck logró lanzar la red sin caerse de la silla y apuntando todo lo que podía, consiguiendo enredar las patas del oso lo que provocó que tropezara y cayera al suelo. El orco silbó dos veces para que Sasha se detuviera y sin esperar se lanzó al suelo y comenzó a rodar. Cuando hubo parado se levantó y fue corriendo hacia el oso mientras se quitaba la cuerda que le atravesaba el pecho.

Al llegar junto al oso, éste intentó lanzarle un mordisco, pero la inmovilidad que le provocaba la red le hizo fracasar. Uglûck trazó un nudo corredizo experto en un extremo de la cuerda y con un poco de paciencia consiguió atrapar la boca del oso. El nudo corredizo conseguiría que la criatura no le diera un mordisco indeseado a la vez que podía usarlo como una correa improvisada. Dudaba mucho que el oso fuera capaz de romperla aún usando toda su fuerza.

El orco se acercó a la cabeza del oso y tras acariciarle entre las orejas le susurró unas palabras al oído.

- No temas de mí hermano oso. No he venido ha hacerte mal, sino ha llevarte a un sitio donde podrás vivir más tranquilo. Incluso podríamos llegar a entendernos y conseguir que fueras mi montura de guerra, pues eres una criatura valiente y astuta, digna del más grande de los guerreros...


Extracto del turno humanos3:

De los Libros de la Casa de Darloc
Libro cuarto: Donde se habla del encuentro con Erky

Cabalgando sobre su toro Erky rememoraba aquel lejano dia en que siguiendo a su Jarl en la persecución de una partida de elfos partió de su casa siendo aun un joven aspirante a guerrero, grandes eran entonces sus ambiciones, y en su Jarl tenia el modelo a seguir, mucho había llovido desde entonces, incluso ya hacía tiempo que perdida la cuenta de las estaciones ignoraba incluso su propia edad, ya solo él quedaba vivo del grupo de perseguidores, los elfos supieron moverse con pasmosa facilidad, alejándose cada vez mas, quizás con la esperanza de que sus perseguidores se cansaran, pero no era esa una opción contemplada por los minotauros, quizás esperando encontrar una situación propicia para enfrentarse a los mismos, fuera lo que fuera, al final, ocurrió el inevitable choque entre ambos grupos, elfos y minotauros pelearon cara a cara, todos mostraron gran valor, al parecer solo sobrevivieron Erky y un elfo, aunque este pensara ser el único ya que Erky había quedado sin conocimiento al inicio del combate al tropezar inoportunamente y golpearse la cabeza contra el tronco de un árbol.

Cuando Erky despertó, y tras recorrer todo el campo de batalla, pudo comprobar que de los suyos él era el único vivo, y por las huellas dedujo que un elfo había salido con vida, así que profundamente avergonzado, tanto por no haber peleado como por no haber muerto con honor como sus compañeros de partida, se puso a seguir las huellas jurándose que jamás regresaría a su casa con la vergüenza de no haber terminado antes su misión, y aquel elfo fugitivo era la clave.

Pronto tuvo que interrumpir la persecución, el rastro se perdió en un arroyo, así que Erky regreso al campo de batalla a cumplir con los caídos, paso todo el resto del día amontonando leña para las piras funerarias de sus compañeros, cuando las tubo todas completas, puso a cada uno en su pira individual, a cada cual con sus armas y tras prender fuego estuvo cantando los hechos de su clan, para que el dios del trueno reconociera a quienes con honor habían vivido y muerto y así los acogiera en su morada.

Al día siguiente Erky reinicio la búsqueda del elfo que faltaba, por lo visto en el campo de batalla antes de perder el conocimiento, faltaba uno, al que había visto con una magnífica armadura, pero bien el humo de las piras o bien los cantos épicos de Erky habían debido de poner en alerta al elfo, pues ya nunca más lo volvió a ver, solo de tarde en tarde descubría alguna huella que le permitía saber que no andaba demasiado lejos.

Muchos años habían pasado, con el toro que montaba ya eran al menos 5 los que tuvo que cazar y domesticar para disponer de una montura, este ya estaba viejo, pero sería el último, el mismo Erky mostraba sus canas mientras su vista dejaba ya mucho que desear, de hecho era el toro el que con su instinto decidía el camino a seguir, siempre ardedor de la cueva que les servia de refugio y de los suculentos pastos junto al arroyo que descendía del monte. Erky todos los días hacia sonar desafiante su cuerno de caza, deseando que el maldito elfo diera la cara y al menos le permitiera morir en un combate digno y con honor, pues no se sentía con fuerzas para seguir mucho tiempo esperando, sus días tenían límite, a diferencia del elfo, que si nadie lo remediaba, podía “esperar sentado a que pasara el cadáver de su enemigo”.

El sonido del cuerno de Erky, por extraños efectos de eco y vientos coincidentes, fue el que escucho Darloc, y que le indujo a abandonar temporalmente sus estudios y partir en búsqueda de respuestas.

Caminando en dirección a contraviento, Darloc se fue alejando de “Pe_Dra”, siempre en dirección sur, acercándose a las estribaciones de Mart, y sin encontrar nada de especial ni mucho menos volver a escuchar el ansiado cuerno, dudaba ya de si no había sido fruto de su imaginación, pues estaba llegando a una pared vertical de roca que se perdía en el horizonte en ambos sentidos, sin encontrar a quien pudiera haberlo hecho sonar, cuando, siguiendo un riachuelo, encontró una estrecha y retorcida garganta que permitía entrar en el macizo montañoso, el camino era empinado y abierto a lo largo de los siglos por la erosión del agua, que cascada a cascada descendía desde lo alto, la cuestión es que por allí podía seguir explorando, así que empezó a remontar y adentrarse en la hasta entonces temida y desconocida sierra de Mart.

Tres días llevaba avanzando, y cuando pensaba que había errado el camino volvió a escuchar el cuerno en la lejanía, recobrando ánimo fijo la posible procedencia del sonido entre dos picos casi gemelos que se remontaban a lo alto y que aun mantenían nieve en sus cumbres, así que se dirigió hacia allí mientras consumía los restos de alimento que había traído, nunca pensó en que tuviera que alejarse tanto.

Tras pasar entre los dos picos pudo observar un valle aparentemente cerrado por todas partes, ocupado por un frondoso bosque, en donde destacaba un gigantesco ejemplar de árbol con hojas plateadas, y protegido por altas cumbres y farallones, solo se observaba un paso posible hacia el Este, pero que para el era inaccesible, así que se fue aproximando buscando un modo alternativo de acceso, lo único que encontró fue el cauce desgastado de un arroyo que bajaba directamente sobre un estanque. No teniendo mejor alternativa y recordando los toboganes por los que no hacia tantos años que se deslizaba, decidió lanzarse por el tobogán acuático confiando en que el estanque del fondo fuese lo suficientemente profundo como para frenar la caída, y así fue, pero un frió sudor cubrió su frente cuando ya en el estanque pudo ver como se desmoronaba una especie de represa de tierra y la masa de agua antes retenida seguía ahora el viejo cauce, dejando la roca del fondo a escasos centímetros de la superficie, si hubiera tardado unos minutos mas en decidirse se hubiera destrozado contra las piedras.

Como ya se acercaba la noche, Darloc buscó donde resguardarse, aunque lo benigno del microclima del valle, pese estar ubicado dentro de la cordillera, invitaba a pasarla al raso, pero siendo terreno desconocido y estando agotado por los esfuerzos anteriores, consideró prudente el ocupar un hueco elevado en el tronco de un viejo roble, allí, y mientras el sueño le vencía, cayó en la cuenta de que no solo se había quedado sin reserva de alimentos, cosa que tampoco le preocupa, estaba acostumbrado a sobrevivir con lo que la naturaleza le ofreciera, sino que su única arma era un cuchillo de monte, así que decidió que su primera tarea seria poner remedio a ambas, antes de proseguir su búsqueda.

Darloc se despertó con el amanecer, y bajando de su refugio se dirigió a las orillas del arroyo a recolectar juncos, tiras de corteza de sauce llorón, y cañas, tarea fácil con la ayuda de su cuchillo, a continuación preparo con esos materiales pequeñas trampas de caza que situó estratégicamente, y se alejo algo en su siguiente tarea, que fue de recolección de bayas y frutos, por último y tras elegir cuidadosamente varias varas de diferentes maderas regreso a repasar las trampas, había tenido suerte, dos conejos se debatían por librarse de sus ataduras, tras elegir uno al que sacrifico inmediatamente, liberó al otro y deshizo las trampas, no tenia sentido el que siguieran capturando presas si no sabia si se quedaría por allí.

Tras encender un pequeño fuego en una oquedad rocosa, preparó sus alimentos que devoro con agrado, luego trabajó con el fuego las diferentes varas, de forma que mientras unas adquirían dureza, otra aumentaban de resistencia, de las primeras pronto fabrico una especie de jabalina y cinco flechas, mientras de la segunda y tras trenzar tiras de la piel del conejo cazado, construyo un arco, no se conservaría en buen estado muchos días, pues el cuero no estaba curado, pero tampoco pensaba estar ausente demasiado, y quizás ni siquiera lo necesitara.

Erky, acostumbrado a todas las sensaciones propias del bosque en el que residía, empezó a notar sutiles señales de alarma, primero fue el murmullo del arroyo cuando se vació el estanque, ahí aun no hizo caso, pues lo reconoció como algo que esperaba que ocurriera de un momento a otro, luego, ya en el día siguiente, cierto olor a humo y a carne asada que llevado por diferentes ráfagas de viento eran claro síntoma de que, por fin, el maldito elfo había bajado la guardia, si podía localizarlo no le daría ocasión de volver a desaparecer.

Erky avanzaba andando con sumo cuidado para evitar efectuar el más mínimo ruido, llevaba años entrenándose en ello, pero su vista ya no era lo que había sido, de hecho ya no podía leer su historia, tal como había escrito con escritura rúnica en las paredes de su cueva refugio, hacía ya mucho que desistió de seguir escribiendo, pues como muchos ancianos se negaba a reconocer las cada vez mayores muestras de su torpeza.

A pesar de todo su cuidado no pudo evitar ser detectado, también Darloc estaba acostumbrado a los ruidos del bosque, y podía diferenciar el sonido del roce de las hojas al andar sobre ellas, además los pájaros de los árboles en dirección sur estaban callando, mientras los gorriones de cabeza púrpura salían volando ostentosamente hacia los lados, tal como acostumbraban cuando veían algún invasor de a zona de nidificación en un intento de llamar la atención para ser seguidos y salvar así las nidadas.

Alertado, por tanto Darloc, se refugió rápidamente detrás de un grueso tronco, y espero sujetando su improvisada jabalina con ambas manos, no mucho tiempo tuvo que hacerlo, pocos minutos después veía pasar de largo al viejo minotauro, este avanzaba con su hacha en la mano izquierda, mientras maldecía en voz baja al dichoso elfo que pretendía mofarse de él. Darloc quedó sorprendido, nunca antas había visto a un minotauro, aunque su existencia no le era desconocida, los antiguos libros hablaban de muchas razas de seres inteligentes y de muchísimas más de bestias, de los minotauros recordó que eran hospitalarios, así que se dispuso a presentarse.

Apenas se movió Dalroc cuando Erky detecto su presencia a sus espaldas, maldiciendo en voz alta al elfo traidor que le atacaba por detrás se giro todo lo rápido que pudo y se abalanzó sobre su odiado enemigo, Darloc que no se esperaba esa reacción, solo pudo retroceder, con la desgracia de tropezar y caer sobre su propia espalda, mientras enfrentaba su rudimentaria arma a su oponente. Si Erky no vio la estaca o si no pudo desviarse es algo que no importa, la cuestión es que la vara afilada de Darloc acabó atravesando el pecho del anciano guerrero. Darloc se levanto como pudo y se aparto unos pasos mientras intentaba sacar su cuchillo de monte, pero esta vez fue mas rápido Erky, que lanzo el suyo contra el bulto de un arbusto que el viento había movido, para después caer de bruces, la estaca le había cercenado su arteria principal provocando una herida mortal de necesidad y fulminante en sus efectos.

Darloc, una vez comprobado que no habían mas agresores, y que el minotauro yacía muerto, decidió explorar el valle con cuidado como medida preventiva. No tardo en reparar en el toro domesticado de Erky que le miraba desconfiado, ni en la cueva que este usó para vivienda, pero no se acerco a la misma hasta que no estuvo seguro de que no había nadie más alrededor, fue entonces cuando se animo a entrar y observar su contenido, fue entonces cuando encontró la historia de Erky el minotauro escrita sobre sus paredes, y supo entonces quien era su agresor, incluso adivino el error de identificación del anciano, por lo que no le guardo rencor y decidió que seria honrado como su perseverancia merecía.

Darloc dedicó el resto del día en acarrear maderos y ramas hasta construir una enorme pira, luego y tras capturar al toro y demostrarle que era él quien mandaba, lo utilizo para cargar el cuerpo de Erky y trasladarlo y ponerlo sobre la pira, luego recogió de la cueva todas las pertenencias del guerrero y las coloco a su alrededor, en su mano izquierda puso su espada, una magnifica espada que cualquiera hubiera deseado conservar, en la derecha un hacha de guerra no tan bien conservada, debajo de la cabeza un escudo cuya imagen de águila supuso que era la del clan de origen del guerrero, estuvo buscando el cuchillo que lanzo Erky, pero estaba anocheciendo y sin encontrarlo regreso a terminar su tarea.

Cuando calculó que era la media noche prendió fuego a la pira, y puesto en pie, hizo sonar el cuerno de caza del minotauro tres veces antes, y elevó su voz diciendo:

“Escuchad los vivos,
atended los muertos,
aquí yace un guerrero,
de aquí se levanta y parte,
le esperan para eterna partida de caza
Loky le llama por su nombre,
Porque el gusano no comerá su cuerpo,
ni alimaña mancillara sus despojos”.

“Thordehm, Dios del Trueno,
mira a Erky el valiente,
que raudo va a tu encuentro,
JavIer, Jarl celeste de guerreros,
recibe a Erky entre ellos,
que su estrella brille siempre,
pues así lo merecen sus hechos”

Cuido Darloc que no se apagara el fuego hasta que todo fue consumido, y ya al amanecer esparció las cenizas al viento, para que fueran las fuerzas quienes las dejaran reposar donde correspondiera. A continuación libero al toro cerró la cueva con un montón de rocas y tras guardar el cuerno como le correspondía a quien al difunto había honrado, paso buscar otra vez el cuchillo de Erky, pero si bien no lo halló, si encontró unas extrañas pisadas y ciertas manchas de sangre, pero con unas cosas y otras ya se ocultaba el sol, al día siguiente seguiría buscando.

Aquella noche Darloc tubo un extraño sueño, vio a un enorme grupo de minotauros montados sobre impresionantes toros cazando a gigantescas bestias, y entre ellos estaba Erky, rejuvenecido y en la plenitud de sus fuerzas, y soñó que Erky en un momento dado se separaba de la cacería, y acercándose le sonreía, le daba su cuerno, y le señalaba el gigantesco árbol que había vislumbrado cuando encontró el valle, luego volvió a sonreír y continuó con la cacería.