Extracto del turno Orcos2: 1 JORNADA DE CAZA El viento soplaba con fuerza contra el jinete y su montura. El enorme lobo tenía la cabeza levantada, olfateando el aire, buscando a su presa. El jinete protegía su boca con un pañuelo y entrecerraba los ojos, para evitar que el polvo le entrara por la boca y los ojos. Miraba en todas las direcciones esperando encontrar el rastro que había seguido. Hacía unos días que había salido de Haigoth, siguiendo las indicaciones que el explorador le había dado antes de perecer. Se le habían dado honores de héroe tras el esfuerzo empleado para, herido de muerte, pasara tres días en camino hasta la ciudad para informar de la presencia de la criatura. Ahora a él le tocaba hacer que la muerte del explorador tuviera sentido. Según Gorbagh esto era otra prueba más, para demostrar finalmente su valor. Cómo si Las Pruebas del Valor no hubieran sido suficientes... pensó el orco. Pero no era por eso que estaba allí, y lo sabía. Estaba para demostrar su valía en combate, para demostrar su fidelidad a la Horda y para que toda la Horda tuviera respeto por el joven orco. Cualquier otro rumor sobre el motivo del viaje eran cosas secundarias. Pensando en todo esto, el orco azuzó al lobo que usaba por montura y lo guió hacia un saliente rocoso, donde podría protegerse de la fuerte ventolera que levantaba una nube de polvo a través de la cual no podía estar seguro de hacia dónde había ido su presa. Cuando quedaron libres del efecto del aire y el polvo, su lobo hizo un sonido gutural, en signo de agradecimiento por el descanso que se otorgaban los dos cazadores. A pesar del poco tiempo que llevaba usando a la montura, apenas un ciclo, se entendían a la perfección, pues Ulglûck había crecido criando y domesticando a los salvajes lobos. Había ayudado a entrenarlos para que hicieran caso a sus jinetes, y por ello no le era difícil conseguir un entendimiento increíble con su montura. Desmontó rápidamente permitiendo que el lobo eligiese su lugar para descansar, y él mismo se sentó con la espalda apoyada sobre un trozo de lisa roca y las piernas cruzadas para serenarse y descansar todo lo posible. Se acomodó la armadura que llevaba para que le molestara lo menos posible, y se sorprendió del suave tacto que desprendía. Parecía increíble que dada su procedencia fuera a la vez tan pesada y protectora como cómoda y suave al tacto. Había sido el regalo del “Mata Gigantes” por su victoria en las pruebas, y como tal la llevaba orgulloso. Olvidándose por un momento de su misión, cerró los ojos y recordó lo que había ocurrido hacia unos dos días, cuando salía de la ciudad hacía el sur... ************************************************************************************************************* Uglûck apenas había tardado un día en prepararse desde que se supo la noticia de que el explorador había muerto. Estaba preparado para partir, a falta de escuchar la orden de Gorbagh. Así que no le sorprendió que unos golpeteos sonaran en la puerta de su casa. Emitió un leve gruñido parecido a “entra” y la puerta se abrió tímidamente dejando ver la cara de un joven orco de unos 12 ciclos. Tenía la cara una cara mezcla de admiración y orgullo, mirando a Uglûck de arriba abajo. Se quedó quieto durante lo que a Uglûck le pareció un minuto interminable hasta que gruñó de nuevo y el joven orco volvió a la realidad. - Gorbagh ordena que vayas a verle. Tiene una misión para ti. - Me lo suponía – fue la única contestación de Uglûck, mientras cogía su espada y se ajustaba la armadura. - Señor... – se atrevió a murmurar el joven orco.- Bonita armadura. - Ja, ja, ja, ja – la risa del orco resonó en la habitación.- Supongo que sabrás de dónde viene, ¿verdad? Para mí es un regalo y un honor el llevarla, pero no será la única que tenga que usar. Y ahora más te valdría correr y decirle a Gorbagh que ya voy, no te conviene que yo llegue antes. El muchacho comenzó a correr, mientras Uglûck, con la espada desnuda en la mano salía a un paso más tranquilo. Recorrió los cerca de cien metros que separaban su puerta de la del Señor de la Horda, sabiendo que éste le saldría al encuentro en la puerta, era la tradición. Cuando apenas le quedaban unos pasos la puerta se abrió y un orco apareció de las sombras del interior. El guerrero se detuvo en seco, y con un hábil movimiento giró la espada y la clavó en el suelo delante de él. Después se arrodilló y apoyó la mano en la empuñadura, y la voz de Gorbagh habló desde la puerta. - No tienes que arrodillarte valiente Uglûck, pues hoy tienes honores de héroe. Habrás oído hablar... - De ese oso – le cortó Uglûck levantando la cabeza.- Lo mataré si es lo que queréis. - No - dijo el Señor de la Horda.- No vamos a matarle... vas a cazarle y traerlo vivo. - De acuerdo – comentó Uglûck un poco confuso, pues no era lo que se esperaba.- Pero... - Ya sabrás el motivo a tu regreso. Tómatelo cómo la última prueba para demostrar tu lealtad hacia la Horda. Uglûck volvió a agachar la cabeza en señal de asentimiento, y pudo escuchar la puerta al cerrarse. Se levantó y recogió su espada, y fue entonces cuando observó la multitud que se había congregado cerca de él y no pudo evitar una mueca. El muchacho que había ido a darle el aviso estaba en primera fila, y Uglûck le señaló. - Muchacho, trae mi lobo. Apenas lo dijo el muchacho y había salido corriendo, y apenas un minuto después tenía a la enorme bestia a su lado. Se acercó a ella y le acarició el hocico, cosa que ningún orco se atrevía a hacer por las consecuencias que traería por un mordisco inesperado. Enfundó su espada en la silla de montar, e hizo crujir su cuello para liberar la tensión que siempre le embargaba al partir a una misión. Un ágil salto le llevó a montarse en el lobo, al que una palmada en el cuello le hizo emprender el rumbo hacia la salida de la ciudad. Según avanzaba los murmullos se oían a su alrededor. Algún grito de buena suerte, alguna frase de admiración, alguna de venganza hacía los exploradores muertos. Uglûck sólo sonreía. Y cuando estaba cerca del camino principal, espoleó al lobo y éste emprendió una galopada que sólo dejó detrás suyo un rastro de polvo... ************************************************************************************************************* Un aullido de lobo le sacó de sus recuerdos de hacía unos días trayéndole de nuevo al presente. Su montura estaba inquieta, y el viento soplaba con más fuerza, haciendo que el polvo fuera ahora una barrera que la vista no podía atravesar. Uglûck se levantó con agilidad y corrió hacia la montura. Se puso a su lado e intentó tranquilizarla, a la par que desenfundaba su espada. - Tranquilo Sasha, tranquilo. No queremos que se enfade aún, pero es bueno saber que le hemos encontrado. Ahora es cuestión de tiempo... y de preparar la trampa. El lobo, pareciendo lo que su jinete le contaba, bajó la cabeza y lanzó un rugido apenas audible para el orco, que le acariciaba las orejas y el pelaje del cuello mientras oteaba en la dirección que su montura había aullado. La nube de polvo era inmensa y apenas podía ver más allá de una veintena de metros. Pero sabía que su presa no estaba cerca, pero si en los alrededores. Les había descubierto y ahora se preguntaba que hacían en sus territorios. Y pronto lo averiguaría. Pronto... muy pronto. Uglûck volvió a enfundar la espada mientras seguía acariciando el pelaje del lobo, para que se tranquilizara y no llamara la atención de la criatura que buscaban. Después, le liberó de la ligera silla que usaba para montarlo, le obligó a tumbarse en el suelo y se concentró en el contenido de su bolsa. Allí tenía todo lo necesario, incluida la mejor de las cuerdas fabricadas por la Horda. Se decía que esa cuerda se hacía con tripas de tapón, el cariñoso nombre que los orcos le dan a los enanos, aunque seguramente era sólo otro cuento de viejas. De su cinto sacó el cuchillo de mango de hueso que siempre llevaba, y cortó la cuerda en dos partes, una de cerca de 3 metros de largo, y la otra aproximadamente 27 metros. Esta segunda parte comenzó a unirla con un gancho, y sus manos se movían mecánicamente, como si hubiera repetido esa operación muchas veces. Miró brevemente al lobo y se alegró de ver que continuaba tumbado y su respiración se había calmado. Dudaba que estuviera dormido, pero si calmado. Volvió a enfundar el cuchillo y comprobó el nudo que unía cuerda y gancho. Una mueca que intentaba ser una sonrisa mostró su satisfacción y se preparó para escalar. Se enrolló el cabo de 3 metros en el torso y se colgó la espada a la espalda. Sacó de la bolsa algunas armas más que repartió por el cinto y se tapó el rostro con un pañuelo negro, para evitar el maldito polvo que había. Salió del saliente de roca donde se guarecían, y el lobo se levantó de inmediato. Un leve silbido de Uglûck le hizo quedarse quieto mientras su jinete salía a la tormenta de viento y polvo... Con una mano se protegía los ojos para intentar mirar hacia lo alto de la roca, que era más grande de lo que creía. Con la otra mano aferró con fuerza la cuerda con el gancho, y tras unos instantes de duda, comenzó a prepararse para lanzar el gancho. El primer intentó acabó en fracaso y el gancho terminó en el suelo. El segundo tuvo más fortuna y tropezó con algo. Uglûck tiró con todas sus fuerzas y su sorpresa fue mayúscula al notar que el gancho no tenía un tope y provocaba la caída de una roca más grande que su cabeza, que le habría aplastado de no haber estado dos metros más adelantado. Lo intentó una tercera vez, y los resultados fueron de lo más extraño. No se enganchó con nada, pero al chocar contra lo que supuestamente era roca, provocó un resonar de metal contra metal. El orco no entendía qué había provocado ese sonido, pero estaba seguro que lo habrían oído hasta esos extraños humanos que habitaban al norte de la Horda. Sin esperar ni un momento realizó el cuarto lanzamiento, consiguiendo por fin un enganche sólido, que probó colgando todo su peso de la cuerda. Cuando estuvo seguro de que no caería otra roca más grande que la que casi le había aplastado, comenzó a ascender. Los primeros metros fueron los más duros, pues no tenía ningún apoyo en los pies y debía subir a pulso. Pero pasado ese trozo, sus pies podían apoyarse en la roca. El orco no sabía cuánto le había costado subir hasta el lugar donde había quedado enganchada la cuerda, pero por la longitud de la misma apenas estaba a apenas 15 metros de altura. Pero eran los suficientes para que la nube de polvo no fuera tan intensa y se le introdujera en los ojos. Así que comenzó a otear los alrededores, buscando los posibles lugares dónde se escondía su presa. El lugar era una auténtica llanura, a excepción del río que se extendía hacía el sur, y otra enorme roca más grande que la que estaba usando de refugio. Y al ver esa roca se acordó y comenzó a buscar por los alrededores. ¿Qué había producido el sonido metálico? No le costó mucho encontrarlo, y no esperaba ver eso ahí. Un escudo metálico, o lo que en otros tiempos fue un escudo metálico. El estilo no parecía ser orco, si no que presentaba adornos que le parecía haber visto en algunos de esos humanos que habían aparecido cerca suyo. Tras sopesar el escudo en sus manos lo tiró al suelo en vez de dejarlo en la roca, con la intención de llevarlo a la Horda por si fuera necesario investigar sobre él. Volvió a echar un nuevo vistazo a los alrededores, ahora que el viento se había calmado y el polvo comenzaba a posarse de nuevo en el suelo. Y entonces lo vio, en esa otra roca, una sombra se movía cerca. Parecía entrar y salir del refugio que había usado durante la tormenta, como si temiera que el viento empezara a arremeter de nuevo con furia renovada. Uglûck mostró de nuevo esa mueca que intentaba ser una sonrisa, y tras soltar la cuerda, inició un rápido descenso hasta el suelo. Una vez allí comenzó a recoger todo lo que no iba a usar, y emitió un silbido al que el lobo respondió poniéndose en pie y acercándose a donde estaba el orco. - Bien Sasha nos vamos – dijo Uglûck mientras sujetaba la bolsa a la silla del lobo. Después saco de dentro un enorme bulto y unas boleadoras, dejando dentro el trozo largo de cuerda con el gancho.- Nos vamos de caza. Luego montó sobre el lobo, llevando las boleadoras en su diestra, y tras azuzar a su montura con unas presiones sobre el costado volvió a hablarle. - Ahora ya puedes decirle que vamos Sasha, asústale y vamos a cazarle. Corre tan rápido como el viento y vamos a cazarle... – y el lobo emitió un largo aullido que resonó mitad de la noche y comenzó la carrera. ************************************************************************************************************* Por fin lo vio. La enorme criatura se había puesto nerviosa al escuchar al lobo, y no sabía si huir de la roca o intentar buscar protección en su interior. Uglûck frenó a su montura y miró al enorme oso que tenía delante. Le doblaba en altura y posiblemente pesara mucho más que dos orcos adultos juntos. Su pelaje oscuro relucía a cada movimiento, y si se le daba la oportunidad de hacerlo, con uno de sus pies taparía toda la cara del orco. Y unas afiladas garras que no estaba dispuesto a saber cuán afiladas estaban. El oso miró al jinete y su montura, y tras adelantarse unos pasos emitió un amenazador rugido levantándose sobre sus dos patas traseras y mostrando su imponente tamaño. El orco no se lo pensó dos veces y con un ágil movimiento enarboló las boleadoras y las lanzó hacía las patas traseras de la enorme criatura. El vuelo fue rápido, pero el arma no estaba pensada para atrapar las patas de una criatura tan grande y no consiguió nada. Nada excepto que el oso se enfadara, y tras emitir otro potente rugido y volver a su postura de cuatro patas se lanzará directo al orco. El lobo no necesitó que Uglûck le indicara nada y comenzó a correr para evitar que el oso le alcanzara. Maldiciendo por la mala fortuna con las boleadoras contra unos dioses en los que no creía, el orco se concentró en desenredar el bulto que había sacado antes de la bolsa. Tras unos momentos logró encontrar dos cabos y se giró en la silla mientras el lobo seguía corriendo para que el oso no lo alcanzara. Uglûck logró lanzar la red sin caerse de la silla y apuntando todo lo que podía, consiguiendo enredar las patas del oso lo que provocó que tropezara y cayera al suelo. El orco silbó dos veces para que Sasha se detuviera y sin esperar se lanzó al suelo y comenzó a rodar. Cuando hubo parado se levantó y fue corriendo hacia el oso mientras se quitaba la cuerda que le atravesaba el pecho. Al llegar junto al oso, éste intentó lanzarle un mordisco, pero la inmovilidad que le provocaba la red le hizo fracasar. Uglûck trazó un nudo corredizo experto en un extremo de la cuerda y con un poco de paciencia consiguió atrapar la boca del oso. El nudo corredizo conseguiría que la criatura no le diera un mordisco indeseado a la vez que podía usarlo como una correa improvisada. Dudaba mucho que el oso fuera capaz de romperla aún usando toda su fuerza. El orco se acercó a la cabeza del oso y tras acariciarle entre las orejas le susurró unas palabras al oído. - No temas de mí hermano oso. No he venido ha hacerte mal, sino ha llevarte a un sitio donde podrás vivir más tranquilo. Incluso podríamos llegar a entendernos y conseguir que fueras mi montura de guerra, pues eres una criatura valiente y astuta, digna del más grande de los guerreros... |
Extracto del turno humanos3: De los Libros de la Casa de Darloc “Escuchad los vivos, “Thordehm, Dios del Trueno, Cuido Darloc que no se apagara el fuego hasta que todo fue consumido, y ya al amanecer esparció las cenizas al viento, para que fueran las fuerzas quienes las dejaran reposar donde correspondiera. A continuación libero al toro cerró la cueva con un montón de rocas y tras guardar el cuerno como le correspondía a quien al difunto había honrado, paso buscar otra vez el cuchillo de Erky, pero si bien no lo halló, si encontró unas extrañas pisadas y ciertas manchas de sangre, pero con unas cosas y otras ya se ocultaba el sol, al día siguiente seguiría buscando. Aquella noche Darloc tubo un extraño sueño, vio a un enorme grupo de minotauros montados sobre impresionantes toros cazando a gigantescas bestias, y entre ellos estaba Erky, rejuvenecido y en la plenitud de sus fuerzas, y soñó que Erky en un momento dado se separaba de la cacería, y acercándose le sonreía, le daba su cuerno, y le señalaba el gigantesco árbol que había vislumbrado cuando encontró el valle, luego volvió a sonreír y continuó con la cacería. |