Extracto del turno Orcos:

Os pongo un enlace a un documento PDF donde podréis apreciar el extracto orco en todo su rigor, desde luego os aconsejo leerlo y admirar las imágenes con las que documenta su texto, especialmente a los minotauros: Extracto Orco


Extracto del turno Atlante: Relato de la Caída del Heredero

Tras tiempos azarosos en los que nos ha sido imposible proporcionaros texto alguno, os brindamos la oportunidad de acceder al testimonio escalofriante de un testigo presencial de la muerte del llorado Heredero de la Corona Atlante. El relato hace que se nos salten las lágrimas….

“Hace frío. Mi cuerpo tiembla, aterido. Pero no sólo tiembla de frío. El miedo y el temor hacen que sufra espasmos incontrolables. Los cada vez más vivos incendios iluminan tenuemente el cielo, reflejándose contra la baja capa de nubes. Seguro que pronto empieza a llover. La defensa está siendo un desastre. Nadie duda que las más oscuras y pérfidas artes mágicas están detrás de esta reiterada invasión de los muertos. ¿Si no cómo se explica que viejos camaradas de armas se alcen cadavéricos y combatan contra nosotros con una fiereza sin igual en todo el mundo conocido? La anterior ocasión conseguimos derrotarlos. Bueno, consiguieron. Por aquel entonces yo todavía estaba felizmente de instrucción en Myl-Adran. Y ahora estoy aquí. Sé que voy a morir. Como están muriendo los demás. Entonces, ¿por qué no arrojo mis armas al suelo y corro, como nunca antes he corrido en toda mi vida? ¿Por qué? La respuesta es sencilla. Por él. Las tropas están dispersas por la ciudad. De vez en cuando se oye el agudo chillido del Grifo de Mord, el valeroso rey humano. Pero en esta parte de la ciudad el que nos manda es él. Hasta hace poco se nos intentaba convencer de que era un traidor. Imposible. Su nobleza y gallardía no son las de un traidor. Su brillante armadura y sus fabulosas armas no son las de un traidor. Sardanápalo contempla sin temor el devenir de la batalla, si es que a esta escaramuza sin sentido con seres de ultratumba se puede llamar batalla. Y es su mirada serena y sus sinceras palabras de ánimo lo que impiden mi aterrorizada huida.

Ahí vienen de nuevo. Incansables. Los bravos atlantes que componían la prestigiosa Guardia del Leviatán yacen agonizantes, pisoteados por los muertos en su nuevo embate. Pocos somos. Muy pocos para lo que se nos viene encima. Frío, dolor y el hedor de la muerte. Luchamos con bravura nacida de la desesperación, mientras siento una agradable tibieza en mi pierna cuando el terror hace que pierda el control de mis esfínteres. Pero Sardanápalo no muestra temor. Cuando todos los que le rodean van cayendo él continúa erguido, desafiante, enfrentándose a cuanto enemigo se le pone al alcance. Pronto la agradable tibieza de mi orín es sustituida por un lacerante dolor. La pierna por la que corría mi meada es limpiamente amputada por una de las herrumbrosas armas de los muertos. Justo por debajo de la rodilla. Fe puedo dar que no existe dolor semejante. Derrumbado por el dolor y la cojera, conseguí arrastrarme hasta un muro cercano, empapado por la lluvia que comenzaba a arreciar. El Heredero está solo ya, a merced de sus enemigos. Su flamante casco yace en el suelo, a pocos metros de él. Cabeza descubierta, lanza un grito de desafío a las mecánicas figuras de ultratumba, mientras la lluvia moja su rostro y un repentino relámpago le envuelve en un fogonazo deslumbrante. Las lágrimas llegan a mis ojos. Lágrimas de dolor, pero también lágrimas de pesar, porque está muy claro lo que va a suceder. Y no es justo. No. No lo es.

Rodeado, Sardanápalo trata de detener los ataques de los muertos. Pero son demasiados. Con un restallido de chispas es ferozmente golpeado en el pecho. El impacto mella su armadura. Su mano se aferra su corazón, mientras su rodilla cae sobre un charco de agua y sangre. Cuando la mano se separa del pecho un nuevo relámpago me permite divisar el carmesí reflejo de la sangre del Heredero al correr por su mano y antebrazo. Aún así, tiene reflejos suficientes para desviar hábilmente un nuevo y mortal ataque que sin duda habría puesto fin a su vida allí mismo, mientras trata de incorporarse. Pero es sólo cuestión de tiempo. Yo lo sé, el Heredero lo sabe y los muertos, en su limitada e inducida capacidad de comprensión, también lo saben.
Un nuevo mandoble le golpea, esta vez en su espalda. Otro más hiere su hombro. La sangre gotea visiblemente a pesar de la armadura. El fin está próximo. Aún así Sardanápalo se revuelve y cercena el putrefacto brazo que le ha herido en el hombro. Pero sus pies resbalan en el lodo y sangre que cubren el suelo. Se acabó. Es el fin. Su rostro se alza levemente, contemplando los cuerpos de todos los atlantes caídos en esta noche de pesadilla. Los relámpagos van iluminando intermitentemente la calle, mostrando el horror de los cuerpos inermes y sin vida. Hasta que sus ojos se posan en mi. Resignación. Fatiga. La espada apoyada contra el suelo, como si pesara ya demasiado como para poder alzarla. Metálico tintineo al abandonar su mano y caer cuando intenta alzarla por última vez. Los ríos de sangre parten ya claramente visibles desde el cuerpo del Heredero. Los muertos le contemplan brevemente. Y continúan su avance, ignorándole al pasar a su lado. Ya es uno de ellos, parecen indicar con su actitud.

Sardanápalo, con un perceptible gesto de dolor y pesar se dobla sobre sí mismo, cayendo de espaldas sobre el charco de su propia sangre. Su mirada se pierde en el firmamento, mientras las sombras de los muertos pasan sobre su cuerpo. A la suave luz de los incendios observo como contempla las titilantes estrellas en un pequeño claro abierto entre las nubes. Y las lágrimas corren por sus mejillas antes de cerrar los ojos con un suspiro. Su último aliento. A punto de desvanecerme por la pérdida de sangre, me arrastro en el lodo tratando de acercarme al cuerpo de Sardanápalo. Cuando a punto estoy de llegar a su lado una amenazante sombra hace que alce mis ojos. Mord, el rey humano, y su fabuloso grifo, descienden junto al cuerpo roto y sin vida del Heredero. Los ojos del humano, por lo general fríos e inexpresivos, muestran una sincera expresión de dolor. Intento explicarle lo ocurrido. Intento narrarle el valor, la gallardía y el honor demostrado por Sardanápalo en la hora suprema. Intento decirle todo eso y mucho más. Pero lo único que consigo es gemir agónicamente antes de perder el sentido. Lo siguiente que recuerdo es el rostro del cirujano preguntando mi nombre, con su delantal cubierto de sangre y con sus ojos anegados en lágrimas. Porque esta noche, todos lloramos.”

Nota: Lamento no incluir la imagen mandada en el archivo con el turno pero no he podido tratarla correctamente en el ordenador. En compensación diré que hasta el momento me ha parecido el relato más dramático mandado, un diez!


Extracto del turno Nómada:

El bosque estaba silencioso, de detrás de un árbol salió un brazo haciendo señas hacia un lado, dos encapuchados se movieron sigilosamente hacia ese lado, espadas en mano. Unos metros más adelante una hoguera ardía en medio del bosque con tres hombres sentados alrededor y algunas tiendas montadas más allá. Un tercer encapuchado, con un arco en la mano se subió a un árbol sin hacer un solo ruido. Las victimas estaban rodeadas.
La flecha silbó en la oscuridad y se clavó en medio de la hoguera, los hombres sentados frente a ella dieron un salto hacia atrás mientras desenvainaban las espadas, pero al instante se vieron rodeados por cinco encapuchados. Una segunda flecha se clavó delante de ellos como señal de aviso, lo que provocó que el trío soltase sus armas.
-Alto, vale, nos rendimos.-dijo el que parecía el jefe de los tres hombres mientras se ponía de rodillas con las manos en alto. Los otros dos le imitaron.

Uno de los encapuchados comenzó a hablar- ¿quiénes sois y que hacéis por aquí?

El jefe, un hombre corpulento y fuerte respondió- Somos mercaderes, venimos con productos exóticos de occidente.
-No cuela, ¿unos mercaderes con dos vigilantes y con espadas en mano?, dijo mientras otros encapuchados traían a dos hombres atados y amordazados.- Sabéis luchar, y bien, tal como lo demuestran vuestros reflejos, ahora responderme, ¿quiénes sois?.
-Vale, somos los supervivientes una grupo de bandidos, fuimos atacados por una quimera y tuvimos que separarnos del grupo central, llevamos veinte noches al menos vagando por estas tierras sin rumbo. Ahora, ¿quiénes sois vosotros que habláis nuestro idioma?.
-Ibram, ¿estuviste dormido el día en que te enseñe a situar a los guardias?- dijo el encapuchado mientras se descubría la cabeza. Cuando el fuego alumbro la cara recién descubierta apareció un rostro delgado, con el pelo largo y rubio.
-¡Rackham!, ya te creía muerto, por Dehm, ¿dónde estuvisteis todo este tiempo y que hacéis vestidos asi?, pero ¿cómo es posible?, esa bestia del demonio os siguió a vosotros hasta el río, y ...
-¡Tranquilo! –respondió Rackham. Mientras, los hombres atados ya estaban sueltos y abrazaban a sus viejos amigos, solo un encapuchado, más alto que los demás permaneció aparte, de la juerga. –Te presento a Eldrad –dijo Rackham- El día en que nos separamos corrimos hasta el río, que nos corto el paso. La quimera venia hacia nosotros pero una lluvia de flechas cayó sobre ella matándola casi al momento. Fuero ellos –Su dedo apuntaba al encapuchado que en realidad era un elfo.
-¿un elfo?
-Tranquilo, eres muy impetuoso Ibram -comento Eldrad- sabemos de tu estancia aquí desde hace ya 10 noches y os venimos siguiendo desde entonces.
-Pero, ¿por qué?-pregunto sorprendido Ibram y mirando a Rackham. Este simplemente asentía.
-Cuando encontramos a tus amigos -continuo el elfo- nos contaron su historia y nos pareció sorprendente que unos humanos estuviesen tan versados en las artes de la guerra y del sigilo.
-¡¿Que quieres decir con eso?!-pregunto indignado otro de los hombres.
-Tu debes ser Lijad, Rack ya me habló de ti, de tu capacidad para construir cosas pero también de que tienes la lengua muy suelta. –La cara de Lijad expresaba un odio profundo hacia el elfo.- Ahora venid con nosotros, estaréis muy cansados.

El arquero, que ya había bajado del árbol, condujo al grupo por el bosque hasta un claro y se detuvo.
-¿por qué nos paramos?
El arquero se descubrió la cara y resulto ser una elfa bastante atractiva a los ojos de los hombres.- Tenemos que vendaros la cara para que no veáis el camino el camino.
-Si quieres, cuando lleguemos te vendo yo la cara a ti para hacer otras cosas -dijo, groseramente, Lijad. Medio segundo después estaba en el suelo, con un ojo morado.
-Una palabra más y te corto la lengua. -Dijo la elfa frotándose la mano dolorida por el puño.
Todos los demás se estaban riendo por los suelos.- ¡Y vosotros, callaros!.

Dos horas más tarde, el grupo llego a su destino. Los cinco hombres vendados estaban doloridos y arañados debido a la crueldad del bosque.
-¿ya esta? -pregunto Ibram- Ya era hora, tengo el cuerpo lleno de moratones.
Cuando los cinco hombres se descubrieron la cabezo, dieron un grito de asombro. Se encontraban en lo que parecía ser una ciudad excavada en la montaña.
-Bienvenidos a La Comunidad –dijo la elfa- seguidme.

Los cinco hombres le obedecieron mientras admiraban la belleza de la ciudad, en ella había elfos, enanos, humanos y otras especies que no conocían. Después de un tiempo recorriendo la ciudad llegaron a un edificio gigante.
-Pasad, ahora veréis a nuestros señores- Dijo Eldrad.
-¿No venís?-Pregunto Ibram.
-No, ellos quieren veros a vosotros.
-¿tu sabes quienes son?- Le pregunto Lijad a Rackham. Este lo negó con la cabeza.

Unos guardias abrieron unas grandes puertas. Dentro, una especie de hombre con escamas y branquias les saludo- Bienvenidos señores, venid a ver a nuestros lideres.

El grupo, integrado por 15 hombres y liderado por Rackham miro al humanoide con extrañeza.
-Tranquilos soy un atlante, no os quedéis mirándome asi porque lo tendréis que hacer con casi todo el mundo -dijo haciendo un gesto con el brazo que abarcaba todo el espacio.- Ahora acompañarme hasta la sala central.
El atlante les condujo por un pasillo hasta otras puertas casi tan grandes como un gigante cada una. Cuando se acercaron las puertas se abrieron lentamente dejando pasar una luz blanca que no les dejaba ver nada. Cuando por fin consiguieron vislumbrar algo se vieron dentro de una sala gigantesca con forma de dodecaedro blanco entero. En una cara estaba el grupo de hombres, también había 15 sillas.
-Sentaros por favor -dijo el atlante y luego desapareció.
En la sala no parecía haber gravedad, tampoco ninguna dirección.
En cada una de las otras 11 caras había un sillón, y en cada sillón sentado alguien, el grupo no podía distinguir que o quienes estaban sentados allí.
-Bienvenidos al consejo- dijo una voz poderosa.-Me llamo Morgana, aquí represento a los humanos.
-¿representas a los humanos?, ¿que quieres decir?.-pregunto tímidamente Lijad.
-Silencio Lijad- Dijo una elfa sentada en otra cara.- Os encontráis en el centro de La Comunidad, donde conviven un grupo de razas con el fin de lograr la paz en este mundo, esta ciudad esta construida bajo tierra, nadie exterior conoce su situación. Ahora os presentaremos a los componentes del consejo. Yo soy Ecaterina La Sabia, represento a los elfos.
-Yo soy Baruk, Barba de Hierro., represento a los enanos en esta, nuestra comunidad. Dijo un enano que parecía malhumorado.
-Saludos extranjeros, me llamo Lilith, represento a los arcones –Ahora quien hablaba era una mujer con alas en la espalda.
Un hombrecillo se incorporó de su sillón para dejarse ver mejor- Yo soy David, represento a los gnomos.
-Y yo a los silfos- chilló una criatura pequeña situada a su lado- En llamo Barkil Calders .
Una atlante dijo con voz solenme- Yo soy Cracias, represento a los talantes.
Una criatura mitad toro mitad humano bramó desde el otro lado de la sala- Yo represento a los minotauros, mi nombre es Partikos.
-Bueno, me toca –dijo un hombre muy pálido- represento a los inmortales, he vivido tantas cosas y tanto tiempo que ya no me acuerdo de mi nombre, se que en una época me llamaban...
-Para el carro, podéis llamarle Macharius, y a mi Kulthu, yo represento a los saurios- dijo una especie de lagarto sentado encima de ellos
Por fin hablo el ultimo , o más bien la ultima de los presentes- Yo soy Larilsa, represento a los servidores- Solo cuando hizo un saludo con una mano que no se veía, el grupo se dio cuenta de que tenia tres brazos.

-Muy bonita toda esta parafernalia, pero ¿que Dehmonios hacemos aquí?-preguntó Lijad una vez recuperado del asombro inicial.
-No blasfemes contra el dios supremo –exclamó Morgana.
-Tranquilo, Lijad, déjame a mi- comenzó a decir Rackham –pero necesitamos respuestas, primero, ¿por qué decís “represento” en vez de dirijo o lo que quiera que hagáis?.
-Esta es una comunidad pacifica- respondió Partikos- aquí dentro nadie es superior a nadie, por lo que nosotros somos los representantes de las diferentes razas, no sus gobernadores, proponemos mejoras que son consultadas con el pueblo.
-Están chiflados- murmuro Mkoll apenas inaudible. Mkoll era como el aristócrata del grupo, provenía de una familia de comerciantes muy rica y conocía los ambientes de los estatus altos, a diferencia que el resto del grupo. –Dejar que “gobierne” el pueblo es una locura, no está capacitado.
-Es posible Mkoll, pero para eso estamos nosotros para controlarlos pero sin obligarles. –dijo Ecaterina. El grupo se sorprendió de que la hubiese oído, algunos de ellos no lo habían echo.
-Pero, ¿están representadas aquí todas las razas?-inquirió Mkoll.
-No -respondió Lilith- los orcos serian incapaces de entender nuestro objetivo y además si lo hiciesen no lo aceptarían, los engendros son seres creados para la guerra y los trogg son como un solo ser unidos mentalmente, serian incapaces de vivir aquí.- Lilith parecía enojada, o al menos molesta por algún motivo, seguramente algún odio hacia alguna de estas razas.

Kulthu se levanto y mirando al grupo comenzó a decir:
-Bien, ahora pasemos a vosotros. No hace falta que os presentéis, ya os conocemos y por eso os hemos llamado, necesitamos de vuestros servicios para una misión muy importante.
-¿cómo que nos conocéis?- pregunto Lijad- Rackham, ¿les contasteis a estos todo?
-Si y no-el que respondía no era Rackham, sino Kulthu.-Todos los aquí presentes somos grandes maestros en alguna técnica, Baruk lo es en arquitectura e ingeniería, David es un gran inventor y yo tengo ciertos poderes con lo que controle a vuestro amigo –dijo señalando a Rackhan- y le “pregunte” a decirme lo que quería saber.
-Es decir, le obligaste- dijo furioso Ibram. Mientras Rackham se tocaba la cabeza incrédulo como intentando encontrar prueba de lo que el saurio había dicho.
-Lo hizo por propia voluntad, yo solo le di los motivos- todo el consejo asintió casi al unísono.- A lo que íbamos vuestra misión es sencilla, un renegado de nuestra política ha huido, y...
-Vaya, la utopía falla, que raro- dijo irónicamente Mkoll. De repente se quedo sin voz, el hacia gestos de gritar, pero de su boca no salía ningún ruido.
-Tranquilos, a vuestro amigo no le pasa nada- dijo tranquilamente y con una sonrisa en la boca Cracias.
-Gracias Cracias-continuo diciendo el saurio- Bueno, sigamos, como iba diciendo un renegado ha escapado con información peligrosa para nuestra existencia, vuestra misión es traerlo aquí y asi nosotros haremos el juicio pertinente. Para la misión os acompañara un discípulo mío y un explorador elfo.
Por las puertas entraron un saurio y un elfo. El saurio era inmenso, con una armadura, verde de escamas y una espada de un metro de largo.
-excelente, seguro que es un gran guerrero –comento alguien en el grupo.
-No soy un guerrero, soy un hechicero -dijo el saurio- mi nombre es Rughom.
Todo el grupo pensó como seria un guerrero saurio si un hechicero era asi.
El elfo, había pasado desapercibido detrás de Rughom, pero cuando Rackham se fijó en ella y exclamó- Hombre, pero si es...
-Julliana, mi nombre es Julliana- dijo la arquera que horas antes les había acompañado por el bosque. Lijad se froto el ojo instintivamente.

CONTINUARÁ...