Extracto del turno Atlantes: Una misión para un Rey:
Más arte Atlante: Inauguraremos en esta ocasión una nueva sección: Los Anales de Myl-Ablos (otras de sus denominaciones son las de Tratado de Razas Extranjeras, o Manual de Uso para Viajeros), especie de cuadernos de campo donde nuestros bienamados atlantes anotan la escasa información que poseen acerca del mundo y las razas exteriores, información que, dada la situación actual, se remite a los relatos de grandes aventureros del pasado que viajaron allende los mares. (Es famoso el dictamen que acerca de ellos emitió, tras haber conocido unos fragmentos, un soberano de los elfos, un tal “Jacki-Sieras” o algo así: “Por lo general son erróneos e incompletos, y necesitarían de una actualización... pero en ocasiones resultan graciosos, incluso para un elfo”). Esta primera entrega mostrará unos pocos artículos relacionados con los pueblos enanos del interior, adonde algunos intrépidos fueron capaces de llegar en épocas pasadas, volviendo con historias que no pueden provocar más que estupefacción.
Cerveza: nombre que el pueblo enano da a la orina, la cual acostumbra a conservar en una especie de ánforas más bien toscas que ellos llaman “jarras”, talladas en cráneos de orcos y profusamente decoradas con ricos y llamativos motivos ornamentales. Montañas: seres fantásticos de la mitología enana, de anatomía rocosa. Algunos viajeros atlantes afirman haberlos visto en persona: unos los describen como terribles monstruos que escupen fuego y azufre, al estilo de los dragones, por ojos, nariz y boca; otros, como señores de unas torres de enormes dimensiones que tocan la bóveda celeste; algunos, como gigantes cuyo vientre está repleto de piedras preciosas, e incluso hay quien afirma que no son sino guardianes de unos templos de sal asentados sobre tremendas columnas de piedra. Testimonios y relatos tan contradictorios no permiten sino suponer que la existencia de tales monstruos es ficticia, y que los que afirman haberlos conocido son o lo suficientemente charlatanes como para pretender engañarnos, o lo suficientemente ingenuos como para haber sido engañado ellos mismos.
La furia de Leviathan Por otro lado, anunciamos felices el regreso de los Ablesèia, de los cuales, en resarcimiento por la interrupción en su publicación el pasado turno, ofrecemos en éste una entrega de mayor extensión: ¿Dónde mete el oro el Rey? El pueblo atlante es de conocido carácter voluble, y tiende a manifestar espontáneamente su descontento o adhesión. El excepcionalmente útil para el historiador y el atlantólogo registro de los Ablesèia no ha dejado de hacerse eco de dicha voluntad popular en no pocas ocasiones, siendo quizá la más conocida la rima que presentamos a continuación, contemporánea a la subida de impuestos dictada por Sardándalo, medida que primeramente no caló bien entre sus súbditos. Anteayer a mi burbuja* Es secreto bien guardado, Pues no deja de pedirlo, Es cosa bastante rara, Pide sin dar nada a cambio, Dicen que dicen que dicen Una sospecha terrible Tan sólo diré una cosa, Confiamos a estas alturas * Refutación indiscutible de la absurda asertación de Waarben acerca de una hipotética forma “no euclidiana” (¿?) de los habitáculos de las ciudades sumergidas. **Recientes excavaciones han confirmado la hipótesis
formulada por Sir W. Faehdros hace ya casi un siglo a partir de extractos
de documentos previos al Gran Cataclismo, exhumados de entre las ruinas
de ciertos silos nucleares, según la cual hubiera sido frecuente
en las casas atlantes el uso de una Gran Ánfora, situada en el
patio central, a modo de “hucha”, donde se guardaban las riquezas
de la familia inmersas en agua de mar. Al parecer quería la superstición
que de ese modo eran protegidas por una especie de genio marino. ***Una vieja leyenda de Myl-Ablos, de gran predicamento entre los atlantólogos clásicos, afirmaba que las fuentes que ornamentaban el Pilón y la zona ajardinada en derredor se hallaban huecas y era posible acceder a ellas a través de pasillos subterráneos, circunstancia supuestamente aprovechada por los amantes celosos para situar en su interior esclavos que espiaran los actos y conversaciones del exterior, con el fin de detectar posibles infidelidades. Bien podría ser cierta la historia, que encaja perfectamente con la mentalidad atlante, mas hasta el momento no se ha hallado prueba alguna de su veracidad. ****La cancioncilla que pone fin a la rima ha provocado no pocos quebraderos de cabeza a los sabios más renombrados, de tal modo que el dilema del escondite donde el Rey Sardándalo guardaba el fruto de sus impuestos sigue sin ser dilucidado. No quiere esto decir que nadie haya aventurado hipótesis al respecto, pero amparándose en un supuesto “doble sentido” (más bien insultante) de la cancioncilla suelen resultar de tan poca seriedad y tamaño mal gusto que optaremos por no reproducirlas aquí. Desde aquí debo pedir disculpas por no pegar parte
alguna del magnífico turno de Enanos2 que lamentablemente ha extraviado
la burocracia. |