Extracto del turno Minotauro:

Saga de Ragnar Astas de Acero II Parte (la primera puede consultarse en Trovador o en este enlace)

De cómo Ragnar lideró la defensa del Norte

Pese a sus esfuerzos por convencer a su padre Ragnar vio apesadumbrado como casi todos los varones de su clan marchaban con los guerreros de Sigurd hacia los bosques convencidos de que lograrían una rápida victoria sobre los odiados elfos.

El grupo de minotauros marchaba desordenadamente, y mientras se alejaban hacia el bosque intercambiando bromas y cantando Ragnar movió apesadumbrado la cabeza al observar que el confiado Sigurd no ordenaba a los pocos cazadores que se habían unido a la expedición que se adelantasen para explorar o prevenir posibles emboscadas.

“Maldito estúpido” musitó Ragnar con lágrimas de impotencia en los ojos al observar como la expedición desaparecía en la lejanía “está llevándolos al matadero y ni se dá cuenta... Padre, ¿por qué no me habéis hecho caso?”

Resignado dirigió su vista hacia la granja familiar, y observó desolado que únicamente se habían quedado su tío Harald, dos clientes de confianza, tres de sus primos menores, y una decena de campesinos o demasiado viejos o demasiado jóvenes para unirse a la expedición y las mujeres y niños del clan y los clientes.

“¿Y cómo demonios voy a organizar la defensa de la granja con ellos cuando los elfos hayan exterminado al idiota de Sigurd, a sus hombres y a mis familiares?” pensó Ragnar, que no tenía dudas sobre el fracaso de la expedición y estaba convencido de que los elfos se envalentonarían tras la victoria y volverían a atacar las granjas fronterizas como la suya.

Tras una breve discusión con su tío Olaf que acabó con éste en el suelo inconsciente con algunos dientes menos y su hijo mayor Erik con un ojo cerrado el resto de minotauros de la granja aceptó sin demasiadas dudas al joven como el dirigente de la misma hasta la vuelta de su padre, y Ragnar procedió dirigir a los miembros de su clan, o lo que quedaba de él, en los preparativos de la defensa de las tierras de sus ancestros.

Se despejaron los campos cercanos para prevenir que los elfos se acercasen sin ser detectados, se reforzaron las paredes y puertas del granero, y se aseguraron los techos de las casas cubriéndolos de pieles que se mojaban constantemente para mantenerlas húmedas y prevenir ataques con flechas incendiarias.

Una vez asegurados los edificios de la mejor manera que sus escasos recursos le permitían, Ragnar procedió a entrenar sin descanso a los hombres del clan y a los clientes, que se quejaban de que con estas rutinas los campos quedaban descuidados y que las cosechas serían pobres este año como continuasen abandonándolos para entrenarse. Mas pese a las quejas Ragnar se mostró inflexible, y entrenó a su gente sin respiro agotándolos con los duros ejercicios a los que se sometía él mismo, de manera que en una semana todos los varones de la granja estaban a punto para el combate, equipados con armaduras de pieles que cubrían casi íntegramente los cuerpos de los combatientes y les protegían contra flechas de manera eficiente, no tanto como las buenas cotas de malla que portaban Harald y Ragnar, pero al menos de una manera suficiente.

Menos de diez días habían pasado desde la partida de Sigurd cuando noticias del desastre acaecido en los bosques llegaron a la granja de los Olafsson.

El clan vecino cuyas tierras lindaban al norte de los Olafsson, los Haraldsson, cruzó las tierras de la familia de Ragnar huyendo del peligro salido de los bosques del norte y acarreando sus más preciadas posesiones, mientras narraban cómo los elfos eran vistos casi cada noche meroreando por los alrededores de sus tierras y los rumores que decían que Sigurd y sus hombres habían perecido en una emboscada a manos de miles de elfos.

Estos rumores se confirmaron al día siguiente, cuando llegaron a la granja un grupito de ocho guerreros minotauros heridos y cansados, cubiertos de barro y con la mirada perdida, supervivientes de la otrora orgullosa y confiada fuerza de Sigurd. Cinco de ellos estaban tan atemorizados que cuando vieron que los Olafsson se aprestaban a defender sus tierras en vez de abandonarlas como los otros granjeros cuyas granjas habían cruzado continuaron sin pausa su huida hacia el sur, mas los otros tres mostraron que recordaban aún que eran guerreros minotauros y avergonzados por haber huído abandonando a sus compañeros en el campo de batalla se quedaron a luchar con Ragnar y los suyos y morir honorablemente en una batalla perdida de antemano y evitarse así el deshonor de volver a su clan con el estigma de su cobardía.

Los tres guerreros, Hans, Éomund y Sven, intercambiaron su sangre con Ragnar y solicitaron su protección prometiendo ayudarlo como clientes a él y a su clan, disponiéndose a cumplir sus órdenes.

Siguiendo las instrucciones del joven procedieron a relatar cómo los elfos habían hecho caer en una pequeña emboscada a las fuerzas de Sigurd cuando llevaban cinco días adentrándose en los bosques. El ataque había sido rápido y eficaz, y los 10 elfos que los habían emboscado acabaron en breves minutos con sus flechas con los 5 cazadores que acompañaban a Sigurd y con otros 4 guerreros, hiriendo a varios más antes de huir hacia las profundidades del bosque perseguidos por los encolerizados Carls de Sigurd, que con su Thane a la cabeza se lanzaron a la persecución de los ágiles y escurridizos atacantes.

Rápidamente los voluntarios del norte se dieron cuenta de que en un terreno tan boscoso y con tantos matorrales la agilidad de los elfos les permitía mantener una cómoda ventaja sobre los más grandes y corpulentos minotauros, cuya envergadura les hacía ir lentamente sorteando los obstáculos que los elfos ignoraban. Mas Sigurd se empeñó en seguir a los elfos a toda velocidad, de manera que el grupo de minotauros se fue dividiendo en pequeños grupitos cada vez más separados entre ellos.

Y entonces los elfos atacaron.

Uno a uno los grupos solitarios de minotauros fueron atacados por varias decenas de elfos que los acribillaron a flechazos desde la distancia, mientras los enfurecidos guerreros de la expedición trataban sin éxito de reunirse en un muro de escudos que les permitiese protegerse de los proyectiles.

Mas la falta de arqueros y la separación que se había producido entre los grupos de minotauros impidió que se formase un grupo compacto, y únicamente un centenar de voluntarios del total de trescientos minotauros que formaban la expedición lograron organizar una defensa efectiva al reunirse varios grupos en una zona ligeramente elevada. Mas incluso este grupo fue finalmente aniquilado tras sufrir una constante lluvia de flechas que acabó por herir a gran parte de los guerreros que lo formaban y éstos no pudieron resistir el ataque final de los elfos, que rompieron el muro de escudos y exterminaron a los defensores en un combate sin cuartel que pese a la superioridad de los elfos acabó con gran parte de éstos muertos o heridos.

Varios de los grupitos más rezagados habían logrado escapar al percatarse de la emboscada elfa, y la noticia de la derrota de Sigurd se había extendido por todo el norte como el fuego provocando la huida de multitud de familias hacia las tierras del sur.

Sólo unos pocos se habían quedado a defender las tierras de sus mayores como la familia de Ragnar, y se esperaba que en breve los elfos salieran del bosque y arrasaran la zona fronteriza tras su gran victoria.

Dos días después de la llegada de los derrotados guerreros a la granja de Ragnar sus habitantes observaron con preocupación cómo en la lejanía se elevaban numerosas columnas de humo, señal inequívoca de que las granjas abandonadas por los minotauros estaban siendo destruidas por los elfos, y Ragnar aprestó a sus familiares y clientes a la defensa, conocedor que no pasaría mucho tiempo antes de que los elfos llegasen a sus tierras.

La espera se hizo interminable para los atemorizados minotauros, y hasta Ragnar empezó a notar la tensión de la espera mientras trataba de levantar el ánimo de los suyos y comprobaba sus armas y armaduras.

Finalmente en los lindes de los campos Ragnar empezaron a vislumbrarse sombras moviéndose sigilosamente, y en poco rato los minotauros distinguieron una veintena de elfos que se acercaban a la granja.

Ragnar había dispuesto a los tres guerreros, a su tío, a dos de sus primos y a los dos clientes de confianza de su padre en la casa principal de la granja, ya que con ellos pensaba cargar contra los elfos al no tener sentido mantenerse a distancia de ellos dado el poder de los arcos élficos y la falta de tales armas en la granja, mientras en el granero se encontraban los campesinos jóvenes y viejos al mando de su otro primo, con instrucciones de salir a combatir únicamente cuando Ragnar y su grupo hubieran llegado al contacto con los elfos para así cortarles la retirada.

Los elfos se acercaron a la casa de la granja agrupados y lanzando flechas para cubrirse mientras un par de ellos intentaban encender un pequeño fuego, y a la que Ragnar vio que la mayoría de elfos estaban alrededor de la hoguera preparando flechas incendiarias lanzó un rugido y tras abrir de par en par la puerta de la casa cargó contra los elfos.

Las flechas que lanzaron los elfos hirieron levemente a Ragnar mientras sus largas zancadas devoraban la distancia que lo separaba de los elfos, y a su espalda escuchó rugidos de dolor de sus compañeros, mas buena parte de los elfos lanzaron las flechas apresuradamente al ver el inesperado ataque de los minotauros, y esa precipitación evitó que los arcos élficos mostraran la efectividad demostrada en el bosque contra los hombres de Sigurd, y ante la velocidad de la carga de Ragnar rápidamente tuvieron que dejar de lado sus arcos para desenvainar las largas espadas que portaban al cinto.

Blandiendo su espada Ragnar se lanzó contra los primeros elfos, que no tuvieron ninguna opción contra el gran guerrero enfurecido cuyos poderosos golpes destrozaban por igual escudos, espadas y huesos, y en breves instantes el resto de minotauros estaban a su lado aprovechando su ímpetu para caer como lobos sobre los desorganizados y sorprendidos elfos, que cayeron como ovejas y cuya retirada se vio imposibilitada por la aparición del grupo de minotauros salidos del granero, que acabaron con los pocos elfos que intentaron huir.

Únicamente un pequeño grupo de cinco elfos se agrupó alrededor de su líder, y tal era su pericia de con que blandían sus largas espadas que a su alrededor cayeron los únicos cuatro minotauros que murieron ese día, y pese a los ataques de los guerreros de Ragnar se mantuvieron firmes dispuestos a morir vendiendo cara su derrota.

Tras acabar con otro guerrero elfo de un golpe Ragnar retiró su espada de la cota de mallas partida del enemigo y observó el combate, percatándose de que únicamente seis elfos agotas y heridos se mantenían en pie, mientras a su alrededor se movían cautelosos sus guerreros.

A un grito suyo los minotauros se retiraron unos metros, y Ragnar pasó entre ellos dirigiéndose al líder de los elfos con estas palabras: “Tú y tus guerreros habéis luchado bien, pero vuestra muerte es segura. En honor a tu valentía te voy a dar una opción: lucha conmigo y si me vences tú y los tuyos podréis partir sin daño. Si te venzo tus guerreros se rendirán y acabaré con ellos de un solo golpe y no sufrirán. Tú decides.”

El elfo dudó unos instantes, y tras observar a los minotauros furiosos que los rodeaban y a sus elfos cansados y heridos suspiró resignado y se separó de sus guerreros aprestando su escudo y su espada para el combate.

Ragnar sonrió y tras recordar a sus clientes y parientes que si era vencido los elfos tendrían libre paso y no serían atacados, se dirigió resueltamente hacia el elfo blandiendo su espada y confiado en su rápida victoria.

Esa confianza casi le cuesta la vida, ya que el elfo se movió con una agilidad sorprendente y pasando por debajo del arco que dibujó el acero de Ragnar se lanzó contra el joven minotauro y le hirió en la pierna derecha con una rápida y certera estocada de su espada para acto seguido deflectar el siguiente golpe con el escudo y situarse fuera del alcance de la espada de Ragnar.

Éste sonrió pese al dolor que sentía, y esta vez se acercó con más cautela al elfo, lanzándole golpes cortos sin abrir la guardia, a lo que el elfo respondía también con tiento mientras se movía a su alrededor ágilmente, esperando su oportunidad. Pasados unos minutos ésta llegó, ya que el joven minotauro pareció impacientarse y lanzó otro golpe más profundo de lo necesario, y durante una fracción de segundo su guardia se abrió, permitiendo al elfo lanzar otra estocada.

Al ver al elfo acercarse Ragnar sonrió y giró la espada, cambiando la dirección de la estocada a medio camino impactando al elfo en su hombro derecho y desequilibrándolo, en una demostración de fuerza que su oponente no se esperaba, y aprovechó la pérdida de equilibrio del elfo para acosarlo con una serie de poderosos golpes que acabaron por poner de rodillas a su oponente y destrozaron su escudo.

Inútilmente alzó su espada el elfo para detener el golpe de gracia de Ragnar, ya que la espada de éste parti&o