Rajputado de Uttar-Pradesh
(Hinduismo Civilizado Nación Abierta)
Samprati, Raja de Uttar-Pradesh
Diplomacia: Gujerat -3 Yfc
Contemplad el rajputado de Uttar-Pradesh, la nación mas poderosa de la india, contemplad los campos cultivados, las carreteras y puentes, la opulencia de sus ciudades, las riquezas de sus mercaderes, contemplad la esplendorosa capital, los ornamentados patios y las ricas mansiones, la patria del arte y la cultura, contemplad en definitiva la ciudad de Mathura, y a la casta nacida del Ganges, Kunala señor de todo, el justo, el poderoso, la esperanza del pueblo, la luz de esta tierra, el enviado de los dioses para unificar la india.
Extracto del informe realizado por el cronista Radyerlha para el poderoso Rajendra III de Chola.
Uttar-Pradesh era sin duda la mas esplendorosa nación de toda la india, su poder bélico había quedado demostrado hacia décadas con la conquista de Gujerat en dos años, las carreteras que unían las ciudades del Rajputado, y el puente que cruzaba el Ganges, eran testimonios visuales del poder de Kunala, que en 1080 ya había ordenado la construcción de un nuevo tramo que uniría las ciudades de Kalanjara y Kannauj. Los mercaderes de toda la india, e incluso del lejano oriente medio, soñaban con acudir al rajputado a enriquecerse, y las historias sobre mansiones hechas de oro macizo y tesoros ocultos en las catacumbas de Mathura llegaban hasta las lejanas naciones de Europa y a la mismísima China.
Cuando los extranjeros recibían la gracia de una audiencia con el poderoso Rajá, este les atendía desde su trono de marfil, con todo tipo de abalorios de oro y piedras preciosas cubriendo su atractivo aunque ya anciano cuerpo.
Pero no solo los ajenos envidiaban el trono de Kunala, las víboras crecían incluso en los jardines de palacio, y entre los miembros de la corte. Cualquiera que hubiese vivido en el Rajputado hubiese considerado imposible que algo pudiese suceder y perjudicar la estabilidad de Uttar-Pradesh, pero la avaricia de los hombres muchas veces es demasiado grande para llenarla solo con oro y bienes.
Pero la fortuna asestaría un duro golpe al rajputado, al llevarse la vida de Kunala en febrero de 1080. Si fue realmente la fortuna o no, es algo que quizá jamás se sepa, puesto que aunque los médicos que atendieron a Kunala en sus últimos días, achacaron su dolencia y su posterior muerte a la ingesta de algún alimento en mal estado, las voces de la corte hacian correr el rumor de que había sido envenenado, y los rumores apuntaban a Hamprit, el hermano del heredero Samprati.
Samprati recibió la noticia junto con su hermano pequeño, y pronto acudió a Mathura para tomar su legado y presidir el funeral de su padre. Hamprit por supuesto le acompaño. Al principio el comportamiento del príncipe acalló los rumores de la corte, pues se mostró leal con su hermano, pidiendo ser el quien oficiase la ceremonia por la que se nombraría Raja a su hermano, y quien jurase lealtad al raja en primer lugar.
Los mensajeros reales trajeron la noticia de que Jaichandra deseaba acudir a la ceremonia para jurar lealtad al raja en persona, pero se le dispenso de esta obligación, pues además de los lazos de amistad que unían al general con Samprati, la misión de Jaichandra en Gujerat era demasiado relevante para perder el tiempo en ceremonias.
Por el contrario, el señor de Avanti, el noble Yashovarman, sentía gran apego por el anciano Kunala, que había traído cultivos y prosperidad a sus tierras, pero nunca había tenido buena relación con ninguno de sus hijos, pues sabia que estos ansiaban sus tierras, y que habitualmente se unían a las voces que pedían que se relegase a Yashovarman a un segundo plano, y que Avanti se integrase de una vez al Rajputado. La muerte de Kunala convenció al noble de que era hora de abandonar su vasallaje, y así lo hizo comunicar mientras ordenaba que se defendiesen sus fronteras ante cualquier intento de ocupación por parte del Rajputado.
El funeral de estado se celebro el 5 de Marzo de 1080, y el 7 de Marzo la corte se reunió para asistir a la coronación de Samprati, tras guardar dos días de luto por el fallecido Rajá.
En el enorme salón del trono, con los más altos cargos tanto civiles como militares presentes, comenzó la ceremonia de coronación. Desde un extremo apareció Hamprit, y su aparición levanto algunos comentarios de desaprobación, pues había optado por una riquísima vestimenta, mucho mas ornamentada que la del propio Samprati, una señal de poco respeto o de falta de etiqueta. En cualquier caso, las voces de critica se acallaron ante un gesto de Samprati, y Hamprit portando en sus manos un cojín con el bastón de mando, símbolo de la dinastía gobernante de Uttar-Pradesh desde hacia siglos. Al llegar a la altura de su hermano, este agacho la cabeza y levanto las manos para recibir el símbolo de su reinado, pero Hamprit tenia sus propios planes.
Desde que se confirmo la muerte de su padre, Hamprit había mantenido contactos con los altos cargos del ejército, ganando apoyos mientras urdía su plan. Camuflado en los pliegos del cojín, llevaba consigo una daga, con la que mataría a su hermano ante toda la corte, para a continuación reclamar el trono para si, con el apoyo del ejercito. Sin embargo su plan había fallado antes de que el lo supiese, puesto que la lealtad de casi todo el ejercito permanecía con Samprati, quien pese a no creerlo, había sido informado de las intenciones de su hermano, y aguardaba el golpe, arriesgando su propia vida para demostrar que todos se equivocaban. Pero no se equivocaban, y cuando Hamprit trato de clavar su afilado puñal en la nuca descubierta de su hermano, este, diestro en el combate, y ágil como un devorador de hombres, se impulso sobre su rodilla golpeando a su hermano en el estomago. El puñal callo, y Samprati pronto lo aferro contra el cuello de su hermano pequeño. Dos oficiales salieron en ayuda de Hamprit, pero no sabían que el resto estaba también atento a los traidores, y pronto fueron reducidos sin poder acercarse a los dos hermanos.
Samprati cometió aun así un último error. Arrebato el basto que su hermano tenia cogido con fuerza, y tras alzarlo en el aire como signo indudable de su rango, aparto el arma de su hermano, y le ordeno que abandonase sus tierras, y que jamás volviese. Hamprit humillado salio de la corte ante las miradas atónitas de los cortesanos, pero no dejo el país, ni tampoco la ciudad. Aun contaba con el apoyo de quinientos hombres, recientemente reclutados por el mismo. Tomando el mando de sus soldados, que se habían apostado a pocos kilómetros de la ciudad, trato de arrebatar por la espada lo que no había logrado con el subterfugio.
Pese a la sorpresa, el ejército de Hamprit fue reducido rápidamente, el propio príncipe murió durante los combates a manos de Samprati, quien derramaría lágrimas en la oscuridad de sus habitaciones durante muchos años por esta muerte indeseada.
Ante la inestable situación solo la ciudad de Jodhpur trato de liberarse de la opresión del Rajputado, pero la mayor parte del ejército se encontraba en la ciudad, y aunque con más bajas de las esperadas, la rebelión de la ciudad fue vencida con rapidez.
Jaichandra, que perjudico gravemente con su actitud militar la visión que del gobierno central tenían los habitantes de la región, pudo asegurar sin embargo que los ánimos rebeldes de Gujerat se apagasen antes si quiera de encenderse. Pese a todo Jaichandra nunca hubo de reportar su fracaso en las negociaciones en Gujerat, pues murió en 1084 como un héroe, leal y ejemplo de todo lo bueno que se puede esperar de un militar.
Entre tantas malas noticias, sin embargo, 1081 fue el año de la esperanza. Pese a los conflictos y desdichas, las órdenes dadas por Kunala seguían cumpliéndose en todo el rajputado, y fue precisamente durante la ampliación de la ciudad de Kalanjara, que ocurriría algo inesperado.
Como era habitual en todas las obras de cierta envergadura, los constructores que realizaban la ampliación de la ciudad, contaban con mano de obra tanto de hombres, como de elefantes.
Estos enormes animales resultaban increíblemente útiles en muchas tareas, pues aprendían fácilmente a realizar tareas sencillas, como transportar o mover cargas pesadas, lo que ayudaba a que las obras se realizasen con gran rapidez. En las obras de Avanti habían mas de 20 elefantes trabajando, codo con codo con los obreros, y uno de ellos, mientras su educador descansaba, reacciono como había aprendido al percibir que una viga se caía, y con una rapidez que pocos creerían de no verlo con sus propios ojos, detuvo la viga antes de que llegase al suelo aplastando a un niño de 5 años que corría jugando por el lugar.
Esto, aunque poco convencional, no hubiese tenido gran importancia, de no ser porque en sus correrías, y antes del accidente, el niño había tirado un gran cuenco lleno de polvo, que por casualidad había caído sobre el elefante. El polvo era blanco.
Curiosa casualidad, que el animal tras salvar al niño fuese a comer cerca de uno de los innumerables afluentes del Ganges que pasaban por la rica región. Curiosa casualidad, porque al entrar en el agua, el polvo, lógicamente se fue con el agua.
Pero aunque todas estas circunstancias son algo que aun siendo raro a cualquier buen observador se le hubiese antojado tan solo como raro, no se les antojo raro a dos trabajadores que vieron parte de la escena, concretamente vieron a un elefante blanco salvando la vida de un niño. Quizá si no hubiesen abusado de la botella, no hubiesen contado a sus compañeros que un elefante blanco, y mucho más grande de lo habitual, había salvado a un niño de una viga que caía.
Y por esta regla de tres, tampoco los demás obreros hubiesen contado historias similares en sus hogares y a sus vecinos. Pero lo hicieron, y cuando la historia llego al gobernador de Kalanjara, el elefante gigante, había detenido con su trompa 10 metros de pared que caían sobre un recién nacido.
No majestad, contarían semanas mas tarde a Samprati, no solo el elefante detuvo el edificio, y volvió a colocarlo para salvar al recién nacido y a su madre, sino que hablo con la familia, y desapareció en el Ganges.
Los libros registraron como un fenómeno místico, que la diosa Shiba, adoptando la forma de un elefante blanco y gigantesco, había impedido que un terremoto derrumbase las obras de Kalanjara matando a cientos de trabajadores. Y la ciudad de Kalanjara, salvada por la propia deidad, se convirtió en un punto de referencia para miles de peregrinos.
Los caminos de los dioses son inescrutables, no hay duda.