Iniciativa
Los orcos son dirigidos por Zrogh, secundado a su vez por Mugrath, un orco enviado por el lejano Tor Wauki en el norte para ayudar a sus congéneres del sur, que montado en un ave que flamea en el aire da vueltas sobre la fortaleza contemplando a los humanos hasta, siguiendo instrucciones, posarse en el interior de la misma junto a su general.
Sin embargo la iniciativa está en manos de los asaltantes, Kiel y su hermano Grenurd, que acuden a la batalla montados en sendos corceles dando instrucciones a sus tropas a grandes voces y por medio de ampulosos cuernos que suenan gravemente en el llano frente a la fortaleza.
El Vigilante del Norte carece de los complicados, y sofisticados en ocasiones, sistemas de defensa y fortificaciones de otras fortalezas pero cumple su misión a la perfección. Y pronto se verá si sus murallas son lo suficientemente sólidas.
Primeras Fases de la Batalla: el duelo artillero
Es difícil describir el cúmulo de soldados, armas de asedio y observadores que atestan las almenas del Vigilante pero la llanura contigua está igualmente llena de tropas de todo tipo y clase.
Aunque el número da cierta ventaja a los defensores el limitado espacio desde el cual deben hacer frente a su enemigo iguala las posibilidades y más cuando se hace evidente que los humanos no mueven sus fichas hasta estar seguros de que no hay riesgo de salida alguna por parte de los orcos colocando sus tropas de choque relativamente cercanas a las tropas de ataque a distancia por si fuera necesario socorrerlas.
Y la batalla comienza cuando todos a un paso los humanos entran dentro del campo de tiro de las armas de asedio orcas y viceversa. La movilidad de las ballistas permite adaptarlas a la táctica y son desplazadas con premura por sus tripulaciones.
Los orcos observan la maniobra sonriendo, aunque el nerviosismo es evidente, alguna que otra flecha escapa de los defensores, sobretodo de algún nervioso que desea que la batalla se desate cuanto antes.
Los humanos tensan sus arcos, las cuerdas de las ballistas y todo artilugio capaz de lanzar el más mínimo proyectil y disparan una nube que cubre el cielo cuando casi 400 hombres y armas de asedio disparan sus proyectiles.
Los asaltantes han concentrado sus tropas en el extremo occidental del campo de batalla seguramente para concentrar su potencia de juego en un solo lugar en vez de pretender barrer toda la muralla.
Alguna unidad de arqueros o grupo de ballistas se halla en otro lugar pero la mayoría de las flechas y los virotes impactan en el extremo oeste de las murallas. Las unidades del interior, milicia en su mayoría, están cubiertas, pero no así las tropas que se hallan sobre la muralla, sin almenas ni ningún otro parapeto.
La carnicería es horrorosa, soldados y servidores de armas de asedio caen asaetados por decenas todo a lo largo de la muralla. Sabedores de lo mortífero de sus proyectiles los arqueros concentran su fuego en las ballistas mientras que los grupos de armas de asedio lo hacen en los arqueros que son atravesados por los pesados virotes.
En unos instantes mueren casi ciento cincuenta hombres dejando secciones enteras de las murallas sin protección. Pero los orcos responden sin dudarlo usando los arqueros flechas incendiarias con objeto de mermar la capacidad de apuntar de los atacantes aunque en algunas partes son muchos artilleros por cada blanco y en otras demasiados pocos.
Las flechas incendiarias o caen donde no deben o no prenden para desesperación de los orcos aunque las ballistas y lanzapiedras dan buena cuenta de tres grupos de ballistas e incluso de una bien escondida unidad de arqueros en la maleza de la parte oriental.
Por segunda vez se repite el lanzamiento de proyectiles por parte de los humanos aunque los orcos orden a varias unidades de milicia y arqueros desplazarse hacia el lugar donde se concentra el ataque.
Pero las órdenes son difíciles de cumplir sobretodo cuando hay muchas tropas en el interior concentradas en torno a las puertas impidiendo el paso de los refuerzos hacia la otra línea, los gritos y el desorden son evidentes.
Sin embargo, ya sea por la falta de blancos sobre las murallas, como la situación de muchos de ellos tras las mismas esta segunda descarga elimina a pocas unidades, tres, de las más expuestas mientras los orcos responden con bastante poco acierto, dado que muchos de sus tiradores deben disparar sin ver sus blancos.
Sorprendentemente las milicias obtienen varios éxitos inesperados que merman el delicado número de arqueros humanos e incluso en algunos puntos comienzan a elevarse las llamas.
Dado lo voraz de las llamas y se rápido avance los humanos deben decidir si avanzar o retroceder pero se inclinan por lo primero acercándose a los muros que pretenden castigar y obligados a abandonar el ligero resguardo del sotobosque.