Autor Tema: Newsfax T16, 1080 a 1084  (Leído 22877 veces)

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Uve

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #15 en: 09 de Abril de 2006, 05:01:45 pm »
Imperio Khemmer
(Hinduismo Civilizado Nación Abierta)
Akritti, Emperatriz de Khemmer.
Diplomacia: Siam (NT), Surin (NT).

La hermosa Emperatriz Akritti, viuda del gran Iskander, se sentía presionada. El regente Raganan, el héroe que había logrado preservar a la dinastía imperial en el trono del debilitado Imperio ante los ataques de los Generales Andrahuptra y Jayavira, a la muerte del Emperador, llamaba cada noche a sus puertas. Akritti, tan bella como inteligente, no había negado al regente el paso a su lecho ni una sola vez; pero ahora la insistencia de Raganan se tornaba peligrosa.
 
Exigía su mano.

Y cuando era el destino del antaño orgulloso Imperio lo que estaba en las manos de Akritti, y no una simple cuestión sexual o hasta amorosa, la viuda de Iskander sabía que no podía cometer un solo error. Raganan era un hombre hábil, fuerte y muy carismático; gozaba del aprecio del pueblo, y del respeto del ejército. Parecía el candidato perfecto para convertirse en nuevo Emperador de Khemmer, en el hombre que sacara al imperio del pozo en el que había caído tras la última guerra civil. El candidato perfecto, sí. De no ser porque aquel hombre no era su hijo.

Allí era donde residía el mayor de los problemas; su pequeño, el heredero legítimo, apenas contaba con 11 años. La Emperatriz sabía bien que un niño no sería bien recibido entre los nobles en aquel momento de debilidad. Sabía que todos aprobaban la boda con el Regente. Pero sabía también que una boda apresurada despojaría al joven Kertas, hijo de Iskander, de sus derechos al trono. Por todo ello, daba largas al Regente en cuanto éste tocaba el asunto del enlace imperial; le aseguraba su amor, le hacía promesas de futuro... pero siempre era demasiado pronto para la Emperatriz. Los huesos de Iskander, decía, aún no son polvo. Su alma aún busca un nuevo recipiente.

Tal vez era esa alma la que protegía a la Emperatriz, obrando un milagro inesperado incluso para una mujer tan inteligente como bella: el Regente se había enamorado de ella de un modo absoluto. Quizá ya lo estaba cuando acudió a defenderla junto a su pequeño hijo y heredero. Quizá.
La corte se preguntaba por qué la pareja no contraía al fin matrimonio; sobre todo, parecía inexplicable que el gran Raganatan, "Aquel que Había Vencido sin Lucha", no tomara lo que era suyo por derecho de conquista. El gran héroe de Khemmer sólo murmuraba quedas palabras a quien se atrevía a cuestionarle al respecto; "pronto", decía, "será pronto".

Entretanto, ninguno de los dos descuidaba sus obligaciones de gobierno; ambos coincidían en que se enfrentaban a un momento crítico en la historia del Imperio. Necesitaban que el pueblo recuperase su fuerza, el nivel de asunción en el poder de Khemmer y la familia Imperial; necesitaban fortalecer una unión a todos los niveles, comenzando por fortalecer las creencias más profundas e íntimas.

Un brahman de alto rango llamado Vathavooran, gurudev personal de la Emperatriz, creyó dar con la solución al problema: necesitaban un milagro. Un gran milagro, un hecho que mostrase a los hombres y mujeres del Imperio que La Divinidad seguía a su lado frente a cualquier enemigo y que aumentase la fuerza de la Sanatana Dharma en todo el imperio.
Claro que preparar un milagro no es cosa fácil.
Durante casi un mes, actores contratados ensayaron en secreto bajo la observación y dirección del gurudev Vathavooran. Los Hombres Santos dedicaron su tiempo a incrementar el tono en los mensajes al pueblo, y el fervor religioso del Imperio creció con el nerviosismo ante lo que se avecinaba. Después de dudas y mucho trabajo, Vathavooran se creyó preparado y dio la orden que habría de costarle la vida.

Durante las celebraciones de uno de los festivales en los Utsava se congregó a una gran multitud en el templo mayor de Angkor Wat. Los jóvenes aseguraban que aquel día los Vedas se mostrarían al pueblo de forma incontestable. Si los Vedas realmente aparecían, nadie podría negar que La Divinidad estaba del lado del Imperio. La ley de causa y efecto. El principio del Karma.

La expectación era enorme. Miles de hombres y mujeres aguardaban alguna señal, avisados de que algo iba a suceder en aquel día. Demasiado tarde para echarse atrás, el gurudev Vathavooran dio la señal... y se desencadenó la tragedia: ciento veintitrés actores disfrazados aparecieron por entre la multitud, asumiendo las formas de los Asamas. Tras una gran escalinata en el templo, un grupo de siete hombres ocupó su puesto en una enorme estructura que pretendía semejarse a Krishna. No hubiera sido necesario que varios de los actores, sobrecogidos por la muchedumbre, tropezasen y acabasen apaleados por aquellos a quienes debían impresionar, porque los disfraces tan sólo engañaban al pobre Vathavooran. La aparición del gran Krishna entre sones de tambor y platillos tampoco resultó ser tan impactante como se esperaba: tras la sorpresa inicial y la reacción positiva de quienes se encontraban más lejos de la escalinata, la decepción ante la visión de aquella estructura de madera pintada fue demoledora. Dos horas después, la multitud se había desvanecido; el boca a boca funcionó tan rápido como esperaba el gurudev Vathavooran, pero el mensaje que transmitía era el contrario al buscado: les habían engañado miserablemente. Si no puedes confiar en tus brahmines... ¿en quién vas a hacerlo?
La religiosidad de las gentes del Imperio Khemmer bajó en picado. En la noche del 13 de noviembre de 1083, Vathavooran, gurudev personal de la Emperatriz, se quitó la vida cortándose el cuello. Sólo Akritti lamentó la muerte del brahman: con aquel suicidio, su gurudev le había privado de la venganza.

Las buenas noticias tardaron en llegar, pero fueron recibidas con enorme alegría en la corte. El buen general Adik, quien trabajaba incansablemente en las regiones perdidas tras la guerra civil con el fin de devolverlas al redil del Imperio, logró a principios de 1083 que el Consejo de Siam reconociese con reticencias la supremacía de Khemmer y la legitimidad del heredero, el joven Kertas. El regreso de Siam estaba condicionado a la ascensión al trono del hijo de Iskander I, y el General Adik se comprometió a que así sucedería a no mucho tardar. La misma reacción buscó en Surin, y sólo un mes después de entrar en la región su Consejo accedía a regresar bajo el manto del Imperio: noticias recién llegadas de la capital, hablaban de la coronación de Kertas como nuevo Emperador de Khemmer. El cachorro tenía ya 15 años: era todo un hombre.

Pocos días después de la ceremonia de entronización, el Regente Raganatan y la Emperatriz Akritti contraían matrimonio de manos del propio Emperador, Kertas I de Khemmer. Al finalizar el enlace, ante todos los nobles y por sorpresa, el Emperador nombró a Raganatan Príncipe de Khemmer. Un nuevo sol despuntaba en el horizonte del Imperio.

Y resplandecía.





« Última modificación: 10 de Abril de 2006, 05:37:27 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #16 en: 10 de Abril de 2006, 04:39:25 pm »
Hermandad de Ismail
Príncipe Abu Tamil Ma’ad Al-Mustansir, Imam de la at-Tariqa.
Diplomacia: El Cairo (H), Tebas (H), Mansura (H)

Bismillahi ar-rahmani ar-rahim. Ashhaduan la illaha illa Allah. Ashhadu anna Muhammadan Rasulullah.
En el nombre de Allah, el clemente y misericordioso. Atestiguo que no hay más dios que Allah y que Mahoma es Su Mensajero.


Fue en la segunda decena de Al-Muharram, en el año 1080 de la Ta'rij mawlid al-Sayyid al-Masih, o era del nacimiento del señor Mesías en la lengua vulgar, cuando el gran Imam Abu Tamil Ma’ad Al-Mustansir inició los contactos con los poderes vivos del Califato Fatimí para comenzar el difícil camino de la Tariqa de la Hermandad de Ismail, protectora de la Umma y sus lugares sagrados, defensora de la fe Chi'i, sierva del Señor de los Mundos y enemiga de los infieles.

El Imam era un hombre listo, además de santo. Sabía que los cimientos de la Tariqa eran aún débiles, que debería fortalecer sus estructuras antes de permitirse crecer. Todo el dinero enviado por el ministro del tesoro del Califato Fatimí y por los hombres poderosos del Emirato de Siria fue empleado en construir y ampliar esa base burocrática contratando a sabios y contables, en igual medida que se adiestraba a los primeros muhayidin y se incorporaba a la Tariqa a alguno de los mejores instructores en la fe y la espada.

Durante cuatro largos años, Abu Tamil permaneció en las dependencias de los cuarteles de la Tariqa en Faiyum prestando atención absoluta a sus obligaciones como gestor, preparando su cuerpo en largas meditaciones para el largo caminar que le esperaba en el futuro inmediato; redactaba los discursos que luego presentaría a los líderes políticos y religiosos para lograr su buena disposición; atendía los consejos que le ofrecían los más sabios de entre los sabios del Cairo. Cuatro años de aparente inactividad.

Cuatro años que se mostraron decisivos.

En la tercera decena del mes Rabi`Al-awwal del año 1084 de la era vulgar, el Imam Abu Tamil Ma’ad Al-Mustansir abandonó los cuarteles de la Hermandad y entró en el Cairo precedido por un séquito de fieles que preparaban su llegada desde semanas antes. Aunque las sacas de la Tariqa estaban llenas de oro, todos sabían lo mucho que el Califa apoyaba al antiguo Príncipe en su sagrada tarea, así que no le costó apenas tiempo encontrar un amplio terreno donde edificar, y menos dinero levantarlo, pues los hombres de bien se mostraban ansiosos por mostrar su caridad para con la Hermandad y así mejorar la disposición del Califato hacia sus propios negocios. Pocos días después de iniciar la construcción de la Casa cuartel, ya había una amplia lista de fieles dispuestos a ingresar en la Tariqa. La casa en el Cairo fue la primera, pero no sería la última.

Animado por el éxito inicial, el Imam viajó hasta Tebas; allí fue sorprendido por el caluroso recibimiento que se le dio por parte de los fieles, lo que le llevó a comprender que su movimiento inicial en el Cairo marcaba una pauta que pocos hombres poderosos osarían contradecir en todo el califato: si la gran capital había abierto sus puertas de par en par a la Hermandad de Ismail, negar las actividades de la Tariqa en sus propias regiones podría molestar a los fieles y afectar al buen funcionamiento de los negocios. Tras adquirir tierras a dos jornadas de Luxor e iniciar las obras que darían paso a la segunda casa cuartel de la Hermandad, el Imam tomó una embarcación en el puerto de la cercana ciudad y viajó hasta Mansura.

A finales de año, la tercera casa cuartel de la Tariqa, en la fértil región de Mansura, ya estaba próxima a finalizarse. Abu Tamil Ma’ad Al-Mustansir, Imam de la Hermandad de Ismail, regresó en invierno a los nuevos cuarteles del Cairo donde se retiró a meditar y dar gracias al Señor del Universo.

Glorificado sea Allah, el primero y el último. No hay más Dios que el unico Dios. Él es uno, no tiene par. Suyo es el reino y toda alabanza. Él da la vida y provoca la muerte. Él está por encima de todos los poderes. Gloria a mi señor, el mas alto, el supremo, el generoso.
« Última modificación: 18 de Junio de 2006, 02:11:08 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #17 en: 11 de Abril de 2006, 08:15:13 am »
Dai Viet
(Budismo Chino Civilizado Nación Abierta)
Chea Sim, Rey de Dai Viet.
Diplomacia:

"–¿Qué eres? ¿Un dios, un fantasma, un hombre?–
le preguntó atónito al ver que de él radiaba algo
completamente diferente a otros seres.
–De todos esos condicionamientos, voliciones y
formaciones mentales con base en los cuales
me has descrito como dios, fantasma y hombre
yo estoy completamente libre.

Soy un Buda."



El sol parecía una joya engastada en el profundo azul de aquel caluroso día de verano. El príncipe del Japón Masakado Soma contemplaba aquel cielo límpido desde la ventana roja de su habitación, en el Palacio del Zorro de Thang Long donde permanecía encerrado entre cojines como prisionero del rey desde hacía dos largos años.
Sabía que el Emperador Vaya-Sanjo había llegado al fin a un acuerdo con sus captores, puesto que Ieng Moul, príncipe de Dai Viet y hermano gemelo del rey Chea Sim, le aseguraba en sus contadas visitas que su regreso a casa estaba cercano. Dos años lejos del hogar le daban mucho en qué pensar. Sobre todo en que el Emperador se había demorado demasiado, pese a que Masakado Soma era esposo de su hija Satoko además de líder del gran clan de los Soma.

Así pues, había avergonzado a Vaya-Sanjo.

Una discordante nube apareció por entre los árboles desde el sur y amenazó con devorar al sol con su avance lento pero seguro. El príncipe la vio recogerse, crecer después y mutar en formas animales mientras se acercaba al gran astro rey.

–Corre, nube –murmuró.
–Sí. Corre. –La fuerte voz a su espalda le hizo perder la concentración, aunque se negó a volverse. Había reconocido a su dueño.
–Príncipe Ieng Moul –dijo.
–Príncipe Masakado Soma.
–¿Sabéis? –Masakado Soma se giró al fin, enfrentando a su captor con la resolución habitual en un hombre de su posición–. El sol es como el Japón. Y esa nube simboliza Dai Viet. –Se permitió una sonrisa antes de continuar–. La nube es valiente, y puede cubrir durante unos minutos al gran sol. Pero al fin, el sol prevalecerá.
–Estoy seguro de ello –dijo Ieng Moul inclinando la cabeza en una leve reverencia. Aquel hombre era insufrible; no había forma de sacarlo de sus casillas–. Ahora, si tenéis a bien acompañarme os llevaré ante vuestro barco. Hoy volvéis a casa.

El camino en palanquín a través de aquellas estrechas calles fue muy ilustrativo. Cuando llegó a Thang Long, dos años atrás, la capital era igualmente pequeña y fétida, pero el ajetreo era el propio de una ciudad: mercaderes, vendedores de alimañas, pedigüeños y viandantes. Ahora, la capital de Dai Viet más parecía un enorme cuartel que una ciudad diminuta: los soldados deambulaban de un lado a otro; infantes de marina, armados con los sables cortos tan propios del lugar, lanceros y arqueros apostando monedas de bronce en las esquinas, porteadores cargados de forma inhumana con capazos repletos de espadas o escudos de mimbre o madera...

El puerto ofrecía un panorama similar; los barcos de guerra ocupaban casi por completo los muelles, y el trasiego de los estibadores era constante. Eran barcos nuevos en su mayor parte, y aunque más burdos y pequeños que los que se construían en la hermosa Daifuzu había de reconocerse que su número era más que importante. Semejante esfuerzo de guerra debía suponer un enorme agujero sin fondo para el tesoro del reino. Un agujero que...

–Vuestro barco –dijo el heredero desde su montura–. Allí.

El príncipe japonés no necesitaba seguir el gesto para localizar su nave, pues destacaba como una flor de cerezo sobre un campo nevado. Las velas eran de un limpio tono marfil, con un gran sol amarillo en el centro; la madera, pulida y barnizada, refulgía ante la palidez y tosquedad de las estructuras cercanas, y hasta los más pequeños detalles de la embarcación habían sido acabados con primor artesanal. Los soldados que lo custodiaban vestían los colores imperiales, aunque el capitán, quien esperaba al pie de la pasarela, usaba el verde de los Soma. Junto a él aguardaba el General Morozane, ataviado con el azul y amarillo de los Fujiwara.

Masakado Soma bajó del palanquín, alisando su elegante kimono verde en cuanto pisó tierra. Junto al capitán vio al mercenario Malak, bien vestido aunque mucho más delgado de como lo recordaba. Mostraba signos de tortura en el rostro, y se apoyaba en un cayado negro. Paseó la mirada por encima del hombre sin prestarle excesiva atención, y la fijó después en su rival, el príncipe de Dai Viet, quien dio una orden muda a uno de sus lacayos que, de inmediato, acercó con la cabeza gacha dos sables envainados en madera roja.

Ieng Moul tomó los sables y se acercó con ellos a su prisionero. Los tendió hacia él con ambas manos, ofreciendo una leve reverencia. Masakado Soma los aceptó, devolviendo la muestra de respeto con un seco cabezazo descendente.

–Son buenos sables –dijo el hermano del rey.
–Sabré darles un buen uso.

Después de una breve ceremonia, los hombres embarcaron. Desde el castillo de estribor de su hermosa nave, Masakado Soma observó a su rival mientras el barco comenzaba a maniobrar.

–Éste es el sol de Japón –dijo voz en grito–. ¡Mirad como brilla!
–Sí –respondió para sí Ieng Moul, mientras abarcaba los numerosos barcos grises que ocupaban todo el puerto con un amplio gesto de la mano–. Y ésta es nuestra pequeña nube, convertida en una tormenta capaz de devorar al sol.



En 1084, los hijos de Chea Sim, gran Rey de Dai Viet, contraían matrimonio con herederos nobles de la nación en una feliz ceremonia. El heredero Ieng Moul apenas participó en las celebraciones, ya que toda su atención se ocupaba en administrar los pequeños gastos de estado en inversiones y los muchos en esfuerzo militar, junto al control de la Flota Real que patrullaba incansablemente el Golfo de Tonkin a la espera de posibles ataques enemigos.

Pues nada es fijo ni permanente. Lo grande será pequeño, y lo pequeño será grande. Y nada menos fijo y permanente que la paz.

En estas cosas pensaba el príncipe heredero Ieng Moul mientras contemplaba un rojizo atardecer junto al timón de su nave, en el centro de la enorme flota de ataque de Dai Viet.


« Última modificación: 12 de Abril de 2006, 04:58:52 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #18 en: 11 de Abril de 2006, 08:51:06 pm »
Rajputado de Uttar-Pradesh
(Hinduismo Civilizado Nación Abierta)
Samprati, Raja de Uttar-Pradesh
Diplomacia: Gujerat -3 Yfc

Contemplad el rajputado de Uttar-Pradesh, la nación mas poderosa de la india, contemplad los campos cultivados, las carreteras y puentes, la opulencia de sus ciudades, las riquezas de sus mercaderes, contemplad la esplendorosa capital, los ornamentados patios y las ricas mansiones, la patria del arte y la cultura, contemplad en definitiva la ciudad de Mathura, y a la casta nacida del Ganges, Kunala señor de todo, el justo, el poderoso, la esperanza del pueblo, la luz de esta tierra, el enviado de los dioses para unificar la india.
Extracto del informe realizado por el cronista Radyerlha para el poderoso Rajendra III de Chola.


Uttar-Pradesh era sin duda la mas esplendorosa nación de toda la india, su poder bélico había quedado demostrado hacia décadas con la conquista de Gujerat en dos años, las carreteras que unían las ciudades del Rajputado, y el puente que cruzaba el Ganges, eran testimonios visuales del poder de Kunala, que en 1080 ya había ordenado la construcción de un nuevo tramo que uniría las ciudades de Kalanjara y Kannauj. Los mercaderes de toda la india, e incluso del lejano oriente medio, soñaban con acudir al rajputado a enriquecerse, y las historias sobre mansiones hechas de oro macizo y tesoros ocultos en las catacumbas de Mathura llegaban hasta las lejanas naciones de Europa y a la mismísima China.

Cuando los extranjeros recibían la gracia de una audiencia con el poderoso Rajá, este les atendía desde su trono de marfil, con todo tipo de abalorios de oro y piedras preciosas cubriendo su atractivo aunque ya anciano cuerpo.

Pero no solo los ajenos envidiaban el trono de Kunala, las víboras crecían incluso en los jardines de palacio, y entre los miembros de la corte. Cualquiera que hubiese vivido en el Rajputado hubiese considerado imposible que algo pudiese suceder y perjudicar la estabilidad de Uttar-Pradesh, pero la avaricia de los hombres muchas veces es demasiado grande para llenarla solo con oro y bienes.

Pero la fortuna asestaría un duro golpe al rajputado, al llevarse la vida de Kunala en febrero de 1080. Si fue realmente la fortuna o no, es algo que quizá jamás se sepa, puesto que aunque los médicos que atendieron a Kunala en sus últimos días, achacaron su dolencia y su posterior muerte a la ingesta de algún alimento en mal estado, las voces de la corte hacian correr el rumor de que había sido envenenado, y los rumores apuntaban a Hamprit, el hermano del heredero Samprati.

Samprati recibió la noticia junto con su hermano pequeño, y pronto acudió a Mathura para tomar su legado y presidir el funeral de su padre. Hamprit por supuesto le acompaño. Al principio el comportamiento del príncipe acalló los rumores de la corte, pues se mostró leal con su hermano, pidiendo ser el quien oficiase la ceremonia por la que se nombraría Raja a su hermano, y quien jurase lealtad al raja en primer lugar.

Los mensajeros reales trajeron la noticia de que Jaichandra deseaba acudir a la ceremonia para jurar lealtad al raja en persona, pero se le dispenso de esta obligación, pues además de los lazos de amistad que unían al general con Samprati, la misión de Jaichandra en Gujerat era demasiado relevante para perder el tiempo en ceremonias.

Por el contrario, el señor de Avanti, el noble Yashovarman, sentía gran apego por el anciano Kunala, que había traído cultivos y prosperidad a sus tierras, pero nunca había tenido buena relación con ninguno de sus hijos, pues sabia que estos ansiaban sus tierras, y que habitualmente se unían a las voces que pedían que se relegase a Yashovarman a un segundo plano, y que Avanti se integrase de una vez al Rajputado. La muerte de Kunala convenció al noble de que era hora de abandonar su vasallaje, y así lo hizo comunicar mientras ordenaba que se defendiesen sus fronteras ante cualquier intento de ocupación por parte del Rajputado.

El funeral de estado se celebro el 5 de Marzo de 1080, y el 7 de Marzo la corte se reunió para asistir a la coronación de Samprati, tras guardar dos días de luto por el fallecido Rajá.

En el enorme salón del trono, con los más altos cargos tanto civiles como militares presentes, comenzó la ceremonia de coronación. Desde un extremo apareció Hamprit, y su aparición levanto algunos comentarios de desaprobación, pues había optado por una riquísima vestimenta, mucho mas ornamentada que la del propio Samprati, una señal de poco respeto o de falta de etiqueta. En cualquier caso, las voces de critica se acallaron ante un gesto de Samprati, y Hamprit portando en sus manos un cojín con el bastón de mando, símbolo de la dinastía gobernante de Uttar-Pradesh desde hacia siglos. Al llegar a la altura de su hermano, este agacho la cabeza y levanto las manos para recibir el símbolo de su reinado, pero Hamprit tenia sus propios planes.

Desde que se confirmo la muerte de su padre, Hamprit había mantenido contactos con los altos cargos del ejército, ganando apoyos mientras urdía su plan. Camuflado en los pliegos del cojín, llevaba consigo una daga, con la que mataría a su hermano ante toda la corte, para a continuación reclamar el trono para si, con el apoyo del ejercito. Sin embargo su plan había fallado antes de que el lo supiese, puesto que la lealtad de casi todo el ejercito permanecía con Samprati, quien pese a no creerlo, había sido informado de las intenciones de su hermano, y aguardaba el golpe, arriesgando su propia vida para demostrar que todos se equivocaban. Pero no se equivocaban, y cuando Hamprit trato de clavar su afilado puñal en la nuca descubierta de su hermano, este, diestro en el combate, y ágil como un devorador de hombres, se impulso sobre su rodilla golpeando a su hermano en el estomago. El puñal callo, y Samprati pronto lo aferro contra el cuello de su hermano pequeño. Dos oficiales salieron en ayuda de Hamprit, pero no sabían que el resto estaba también atento a los traidores, y pronto fueron reducidos sin poder acercarse a los dos hermanos.

Samprati cometió aun así un último error. Arrebato el basto que su hermano tenia cogido con fuerza, y tras alzarlo en el aire como signo indudable de su rango, aparto el arma de su hermano, y le ordeno que abandonase sus tierras, y que jamás volviese. Hamprit humillado salio de la corte ante las miradas atónitas de los cortesanos, pero no dejo el país, ni tampoco la ciudad. Aun contaba con el apoyo de quinientos hombres, recientemente reclutados por el mismo. Tomando el mando de sus soldados, que se habían apostado a pocos kilómetros de la ciudad, trato de arrebatar por la espada lo que no había logrado con el subterfugio.

Pese a la sorpresa, el ejército de Hamprit fue reducido rápidamente, el propio príncipe murió durante los combates a manos de Samprati, quien derramaría lágrimas en la oscuridad de sus habitaciones durante muchos años por esta muerte indeseada.
Ante la inestable situación solo la ciudad de Jodhpur trato de liberarse de la opresión del Rajputado, pero la mayor parte del ejército se encontraba en la ciudad, y aunque con más bajas de las esperadas, la rebelión de la ciudad fue vencida con rapidez.

Jaichandra, que perjudico gravemente con su actitud militar la visión que del gobierno central tenían los habitantes de la región, pudo asegurar sin embargo que los ánimos rebeldes de Gujerat se apagasen antes si quiera de encenderse. Pese a todo Jaichandra nunca hubo de reportar su fracaso en las negociaciones en Gujerat, pues murió en 1084 como un héroe, leal y ejemplo de todo lo bueno que se puede esperar de un militar.

Entre tantas malas noticias, sin embargo, 1081 fue el año de la esperanza. Pese a los conflictos y desdichas, las órdenes dadas por Kunala seguían cumpliéndose en todo el rajputado, y fue precisamente durante la ampliación de la ciudad de Kalanjara, que ocurriría algo inesperado.

Como era habitual en todas las obras de cierta envergadura, los constructores que realizaban la ampliación de la ciudad, contaban con mano de obra tanto de hombres, como de elefantes.

Estos enormes animales resultaban increíblemente útiles en muchas tareas, pues aprendían fácilmente a realizar tareas sencillas, como transportar o mover cargas pesadas, lo que ayudaba a que las obras se realizasen con gran rapidez. En las obras de Avanti habían mas de 20 elefantes trabajando, codo con codo con los obreros, y uno de ellos, mientras su educador descansaba, reacciono como había aprendido al percibir que una viga se caía, y con una rapidez que pocos creerían de no verlo con sus propios ojos, detuvo la viga antes de que llegase al suelo aplastando a un niño de 5 años que corría jugando por el lugar.

Esto, aunque poco convencional, no hubiese tenido gran importancia, de no ser porque en sus correrías, y antes del accidente, el niño había tirado un gran cuenco lleno de polvo, que por casualidad había caído sobre el elefante. El polvo era blanco.
Curiosa casualidad, que el animal tras salvar al niño fuese a comer cerca de uno de los innumerables afluentes del Ganges que pasaban por la rica región. Curiosa casualidad, porque al entrar en el agua, el polvo, lógicamente se fue con el agua.

Pero aunque todas estas circunstancias son algo que aun siendo raro a cualquier buen observador se le hubiese antojado tan solo como raro, no se les antojo raro a dos trabajadores que vieron parte de la escena, concretamente vieron a un elefante blanco salvando la vida de un niño. Quizá si no hubiesen abusado de la botella, no hubiesen contado a sus compañeros que un elefante blanco, y mucho más grande de lo habitual, había salvado a un niño de una viga que caía.

Y por esta regla de tres, tampoco los demás obreros hubiesen contado historias similares en sus hogares y a sus vecinos. Pero lo hicieron, y cuando la historia llego al gobernador de Kalanjara, el elefante gigante, había detenido con su trompa 10 metros de pared que caían sobre un recién nacido.

No majestad, contarían semanas mas tarde a Samprati, no solo el elefante detuvo el edificio, y volvió a colocarlo para salvar al recién nacido y a su madre, sino que hablo con la familia, y desapareció en el Ganges.
Los libros registraron como un fenómeno místico, que la diosa Shiba, adoptando la forma de un elefante blanco y gigantesco, había impedido que un terremoto derrumbase las obras de Kalanjara matando a cientos de trabajadores. Y la ciudad de Kalanjara, salvada por la propia deidad, se convirtió en un punto de referencia para miles de peregrinos.
Los caminos de los dioses son inescrutables, no hay duda.
"Supongo que había que inventar las camas de agua. Ofrecen la posibilidad de beber algo a media noche sin peligro de pisar al gato."

Gm en Lote53

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #19 en: 12 de Abril de 2006, 08:22:51 am »
Reino de Chola
(Hinduismo Civilizado Nación Abierta)
Rajendra III, Raja de Chola.
Diplomacia: Vengi (F), Bandar (F), Malabar (F), Golconda (F), Kosala (PT).

Fueron años extraños a lo largo y ancho del Rajputado de los Chola. Muchos hombres creían que el buen Rajá Rajendra III no sólo era el Tocado por la Divinidad por derecho, sino también de facto; otros aseguraban que era su avanzada edad la causante de aquellas extrañas decisiones; los menos, empero, se atrevían a murmurar que el Rajá había enloquecido.

La mejor cara del rajputado era el continuo progreso económico y cultural promovido por el gobierno. Las continuadas inversiones en la educación de las castas de los vaisya y sudra auguraban un futuro de franca prosperidad, y muchas fueron las ciudades dotadas de grandes mejoras, entre las que destacaban alguna de las más importantes de Chola por su situación estratégica, como las costeras Seilania o Bandar que bañaban sus puertos en dos mares. En aquellos años se fundó una nueva ciudad portuaria en la nórdica región de Kalinga sobre el antiguo pueblo de Chalendry, región que recibió fuertes inversiones con la intención de mejorar su situación dentro del rajputado.

Entre tanto, los hijos y prohombres del Rajá viajaban constantemente hacia las cuatro esquinas del rajputado, negociando aumentos en inversiones con los kshatriya de ciudades y regiones con el fin de mejorar las relaciones internas del país, logrando grandes resultados merced a aquella sensación de solvencia económica y felicidad que despedía la tierra sagrada de los Deva por todos sus poros.

El heredero Mowgli afianzó la confianza de los nobles de la ciudad de Bandar, satisfechos de por sí a causa de las mejoras con que se había dotado a la ciudad; el príncipe Apu, tras un largo viaje, llegó a la costera región de Malabar y anunció a los kshatriya la intención del gobierno de invertir grandes cantidades de dinero en las estructuras básicas de la región, tras lo cuál le resultó sencillo afianzar las simpatías del pueblo hacia el gobierno; Mahadma, el Amado de Vishnú, el que Ahogó a la Serpiente, el de Las Muchas Vidas, llegó junto a Mowgli a la región de Vengi donde viajó de pueblo en pueblo atrayendo el corazón de los brahmines de toda la zona que veían en el apuesto príncipe al más cercano a Brahma de entre toda la familia del Rajá.

Las noticias de la muerte del kshatriya Mapetilon en el vecino rajputado de Pala llegaron cuando el año 1084 estaba presto a finalizar. Su labor diplomática en Nalanda, la capital de Pala parecía conducirse con excelente ánimo y las relaciones entre ambos rajputados mejoraban de forma evidente, cuando el noble murió inesperadamente durante una visita al templo mayor de la ciudad a causa de la enfermedad del Sol. Por tal causa no llegó a firmarse tratado alguno entre los rajputados, pero desde ambos gobiernos se confiaba en poder certificar la creciente amistad en un futuro cercano.

Pero algo extraño sucedía en el interior de la mente del Rajá Rajendra III; a finales de 1080 encargó al general Manjula la conquista de Kosala, poniendo a sus órdenes para tal cometido a 4.000 infantes acuartelados en Vengi. El General, acompañado de Anantapurma, kshatriya feudal de Chela, y de Bathalapalli, aliado de Kakatiya, llegó a Vengi en febrero de 1081, para descubrir que en la región no había más soldado que los habituales miembros de la guardia del rajputado. No había rastro de los 4.000 infantes que el Rajá había destinado a su servicio. No existían.

Con todo, logró conquistar la región al mando de los ejércitos feudales de Anantapurma y Bathalapalli sin apenas lucha, pues los hombres de Kosala, una vez mostrado su honor al presentar batalla, decidieron iluminados por Brahma que era mejor servir que morir, y mejor aún servir a quien podía mejorar su calidad de vida que a quien sólo querría saquear y matar. El general, tras un éxito tan absoluto, acudió a Kalinga a reunirse con los vaisya de la región, tratando de hacerles ver que sólo bajo el manto de los Deva podrían prosperar en el rajputado; las creencias paganas de los habitantes de Kalinga eran nocivas para ellos mismos, pues obligaban a sus almas a vagar interminablemente sin llegar jamás cerca de Brahma. El éxito fue menor, pero al menos logró captar su atención y abrir el paso a los brahmines de Chola en el futuro inmediato.

Anantapurma, tras poner a su ejército al servicio del general Manjula, recibió despacho del Rajá informándole de que debía iniciar contactos diplomáticos en la región. Aturdido ante la extraña orden, pues su relación con el Rajputado de Chola se limitaba al espectro militar, y tras consultar al general Manjula –quien quedó tan sorprendido como el mismo Anantapurma–, el feudal decidió volver a casa haciendo caso omiso mientras se interrogaba una y otra vez acerca de la salud mental de Rajendra. El general Manjula había tratado hasta el último momento de mantener a su lado al noble feudal, ofreciéndole un tratado que mejorase las relaciones entre su feudo y el Rajputado, pero Anantapurma no quiso escuchar a quien hablaba en representación del Tocado por la Divinidad y regresó a Chera dejando las cosas como estaban antes.

Pero aquello no fue todo; el noble capitán Bthalapalli, aliado de la región de Kakatiya y excelente estratega que había servido en la feliz batalla de Kosala a las órdenes de Manjula, recibió otro despacho del Rajá en el que se ordenaba mejorar las relaciones del Rajputado con Kalinga, donde el general Manjula luchaba por acercar a sus habitantes a la verdadera religión. Bathalapalli era un hombre listo y, aunque la inusual orden de Rajendra le hizo meditar mucho acerca de la decisión a tomar, finalmente resolvió aprovechar la situación y trabajó incansablemente para tratar de acercar a su posición a las fuerzas vivas de Kalinga. Los vaisya y los sudra de la región, contentos a causa de la fuerte inversión en estructuras que venía realizando en Kalinga el rajputado desde cuatro años atrás, no dudaron en incorporarse al feudo de Bathalapalli con todas las consecuencias.

Aquello supuso para el Rajputado la pérdida de enormes cantidades de dinero en inversiones, además del fortalecimiento –Shiva diría en el futuro de si peligroso o no– del aliado feudo de Chela.

Tal vez Rajendra III fuera el querido de Brahma, el Tocado por la Divinidad. Pero a finales de 1084 los nobles del Rajputado comenzaban a pensar si, tal vez, no fuera cierto que los Deva lo habían tocado demasiado.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #20 en: 12 de Abril de 2006, 05:54:11 pm »
Emirato de Kash
(Chi’i Islam Civilizado Nación Abierta)
Amir Asim, Emir de Kash.
Diplomacia: Registan (PT+2Yfc)

Si en algo se preciaba el Emir Amir Asim, era de su pragmatismo y fría objetividad. Sabía bien que su pequeño emirato apenas podía pensar en crecer sin contar con el enorme vecino del Este. Sólo con la ayuda del gran Imperio Ghaznavid, Amir Asim lograría mejorar el estado de su patria, y por ello solicitó ayuda al Emperador con la que poder afrontar los gastos de construcción de la nueva ciudad de Bas Ossowa, en la región de Kash.

Merced a esta ayuda económica la ciudad pudo completarse en 1083 permitiendo al gobierno del país situar sus infraestructuras en una sede estable; el palacio del Emir se levantó en el centro de la ciudad, que no tardó en ser nombrada capital del Emirato. 

El anciano Emir, pese a su edad avanzada seguía liderando los esfuerzos diplomáticos de la nación; desplazado en Registan, logró mejorar el estado de relaciones con la región pese al duro golpe que supuso para él conocer la muerte de su hijo, el heredero Musam Ibn Asim, quien murió en 1081 tras cuatro días de atroz sufrimiento después de sufrir una profunda herida de espada en el vientre mientras entrenaba con uno de sus hombres. Con 72 años, el Emir había perdido al mejor de sus hijos, el único varón reconocido y la persona que había de sucederle al frente del emirato. Allah el Misericordioso, el Señor del Universo, le había castigado del modo más cruel: obligándolo a enterrar a su hijo.

Dos años más tarde, en ceremonia oficiada en Septiembre de 1083 en el Palacio del Emir de la recién finalizada capital, Amir Asim nombró heredero de Kash al hijo de su hijo, un niño de apenas once años, llamado Bilma Ahmed. Los nobles afilaban sus colmillos mientras el Emir pedía al Señor de los Mundos sólo cinco años más de vida que poder dedicar a la educación del heredero.

Por si no fuera poco, el general Hamdam, el más fiel de entre los fieles, murió en marzo de 1082 tras sufrir la amputación del brazo derecho en un combate de ejercicio con el mismo hombre que había matado al heredero Musam Ibn Asim. El Emir, abrumado por las circunstancias pero sin abandonar el práctico pragmatismo que lo caracterizaba, decidió nombrar general a aquel que le había privado de su hijo y del mejor de sus hombres: el hábil guerrero llamado Yahim, de 29 años, quien desde entonces fue llamado El Tres Veces Afortunado.
En cuanto asumió sus funciones, Yahim fue enviado al servicio del Imperio Ghaznavid. Allah el misericordioso acogiese en su seno al desventurado que cruzara espada con aquel hombre.

El Emir Amir Asim hizo colgar un bando en las dependencias gubernamentales en el que se advertía a todos los funcionarios que aquel que osara incumplir sus obligaciones para con el Emirato sería enviado a entrenar con el General Yahim.

Durante años, el aparato de gobierno del Emirato de Kash funcionó con asombrosa eficiencia.
« Última modificación: 12 de Abril de 2006, 06:09:14 pm por Uve »
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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #21 en: 12 de Abril de 2006, 06:06:18 pm »
Reino de Japón
(Shintoismo Civilizado Nación Abierta)
Vaya-Shanjo, Emperador de Japón
Diplomacia: Akita (P+10Yfc)

"Todas las cosas tienen una belleza y misión únicas. Toda persona tiene una misión singular, su propia individualidad y un camino en la vida hasta la muerte. Éste es el orden natural de las cosas"

Para que un sol brille en lo alto sobre todas las cosas, primero ha de nacer. Para que un sol nazca en el amanecer, primero debe haber otro sol que muera al atardecer. Eso es Karma.
Los últimos años en la larga y fructífera vida del Emperador Vaya-Sanjo estuvieron repletos de alegrías por el presente y el futuro de sus dos hijos amados: los nacidos de mujer, y la tierra que, al fin unida, formaba el gran Imperio del Sol naciente.

En los albores de 1080, la hermosa Atusko, hija pequeña de Vaya-Sanjo y preferida por el Emperador, se unió en matrimonio con Fumihiko Soma, miembro del clan de los Soma hegemónico en la región de Kanto; de forma simultánea se inició la construcción de la nueva ciudad portuaria de Nagoya, surgida de la unión de dos aldeas vecinas de la región de Aichi, cuyas obras finalizarían felizmente en Junio de 1083. También se iniciaron en aquel año las obras para el levantamiento de la ciudad de Shimonoseki, en la fértil región de Yamaguchi, ciudad que habría de abrirse a los colonos en Agosto de 1083 presta a desempeñar un importante papel en el Imperio del futuro por la privilegiada situación de su puerto, abierto a dos mares.

El Emperador completó mejoras significativas en el cuerpo de gobierno con pequeñas pero estratégicas inversiones; su innegable capacidad de mando no disminuía con la edad, sino antes al contrario: cuantiosos desembolsos del tesoro imperial mejoraron las estructuras vitales de Yamato, el corazón de la nación, al tiempo que se destinaba otra gran partida de dinero a la reconstrucción en Daifuzu de la flota perdida en el cercano pasado ante Dai Viet.

El anochecer fue hermoso para Vaya-Sanjo. En febrero de 1081 accedió al fin a realizar el pago por el deshonrado príncipe Masakado Soma, a quien el pueblo apodaba "El Panda", tras las súplicas constantes de su desventurada hija Satoko. El pago a Dai Viet lo llevó en persona el General Morozane, miembro del influente clan Fujiwara, un hombre muy poco notable que se caracterizaba por meter la pata con acostumbrada regularidad (ver NF de Dai Viet). Hay quien piensa que Vaya-Sanjo había perdido la confianza en los Fujiwara a causa de los desméritos constantes del General Morozane, así como que fue entonces cuando se cimentó la ascensión de los Minamoto hacia la preponderancia que habrían de ocupar en la corte durante mucho tiempo.
En aquellos productivos días, el Emperador firmó el documento que garantizaba la independencia de la región de Hokkaido, y dedicaba todo su tiempo a gobernar el Imperio con la misma fuerza de sus días jóvenes.

Una tarde de inicios de Marzo, el retorcido cerezo situado en el centro del pequeño jardín privado del Emperador floreció inesperadamente, adelantándose casi un mes a su tiempo; aquel pequeño árbol parecía mirar a los ojos de Vaya-Sanjo quien pasó varias horas ante el cerezo, contemplando las flores más hermosas de toda la naturaleza y meditando acerca de la magnificencia de su brevedad.
La flor más hermosa era también la más efímera.
Meditando, se vio convertido en aquel árbol que lo había acompañado desde la niñez: su vida había estado repleta de flores deslumbrantes, y también de otras menos dignas; había enviado a la muerte a muchos hombres, en ocasiones salvando con ello a otros muchos. En el plato de bronce de una balanza imaginaria situó sus muchas obras, y en el otro los momentos tristes de los que se avergonzaba: fuera lo que fuera lo que vio en aquella balanza, el Emperador se alejó del jardín con aire satisfecho.

Se acostó pronto, como en él era habitual. A la mañana siguiente, el 3 de Marzo de 1081, el Emperador Vaya-Sanjo fue encontrado muerto sobre el tatami de su habitación cuando contaba con 72 años de edad.

El sol del Imperio se había puesto. La nación lloró de dolor, y durante los siete largos días que duraron los funerales sus herederos permanecieron en silencio. El 10 de marzo la corte reclamó al heredero Shirakawa, el hijo de Vaya-Sanjo, para que acudiera a Yamato a convertirse en el nuevo Emperador. El joven Shirakawa, aconsejado por su esposa Toshiko Taira, decidió aguardar en su palacio hasta comprobar si el ejército y la nación estaban con su causa, o si alguno de los nobles decidía traicionar a la dinastía imperial.

Se dice que aquella falta de decisión del heredero al trono fue la causante de los años de mala suerte que habrían de llegar. Se dice igualmente que el mal siempre viene acompañado, y que también esto es Karma. Dos semanas después de la muerte de Vaya-Sanjo fue la tierra quien enmudeció y lloró de dolor: una terrible plaga de langostas asoló las islas y redujo la producción agraria del país de modo significativo, acabando con un tercio de las cosechas previstas para aquellos años. Por último, en febrero de 1082, la esposa de Vaya-Sanjo, su Emperatriz Kensei, murió a causa de la desesperación dejando huérfano al nuevo Emperador. Sólo entonces, un año después de la muerte de Vaya-Sanjo, un entristecido Shirakawa decidió acudir a Yamato y reclamó el trono imperial. Al fin había un nuevo sol naciente en el Imperio.

Entre tanto, el General Yoshiie Minamoto ocupaba su tiempo en labores diplomáticas en Kanto. Quiso la desventura que la plaga se cebara en aquella región, acogotando el de por sí entristecido ánimo de sus habitantes. Pese a la llegada a Kanto en 1083 de Morozane –o tal vez a causa de ello–, enviado al lugar tras liberar al príncipe Masakado Soma para apoyar los esfuerzos de Yoshiie, el General no logró mejorar la disposición de los nobles de Kanto hacia el Imperio. Por fortuna, su fracaso forzado por las circunstancias tampoco acarreó consecuencias adversas; aprovechando la estancia en la región del general Morozane, a quien sabía caído en desgracia a causa de su probada ineptitud, Yoshiie se descargó de toda responsabilidad mencionando a todo aquél que quisiera escucharlo las nefastas dotes diplomáticas del miembro de los Fujiwara.

Por su parte, el príncipe Masakado Soma al mando de la flota de Morozane marchó tras su liberación hacia Song para ayudar al Imperio en sus esfuerzos contra la Peste. El príncipe no sabía si realmente había caído en desgracia a causa de su derrota contra Dai Viet, pero sospechaba que, de ser así, aquel alejamiento temporal sólo podría resultarle beneficioso.
Su compañero de cautiverio, el mercenario Malak, dedicó varios meses a recuperarse de los muchos males sufridos en Thang Long. En agradecimiento al Imperio por haber pagado su rescate, Malak ofreció sus servicios a cambio de un salario normal, renunciando a todos sus emolumentos habituales y dedicando el resto de su tiempo a negociar con los nobles de Akita, mejorando con mucho la imagen del Imperio en la región.

Tal vez sólo fuera un mercenario, pero resultó evidente a todos que hasta un guerrero como Malak podía resultar tan eficiente en asuntos diplomáticos como el primero de los Fujiwara. Y al lado del notoriamente torpe Morozane Fujiwara, hasta mucho más.
 
« Última modificación: 12 de Abril de 2006, 09:24:11 pm por Uve »
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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #22 en: 13 de Abril de 2006, 01:56:47 pm »
El Imperio Ghaznaví
(Chi’i Islam Civilizado Nación Abierta)
Amir, Emperador de Persia
Diplomacia:

El enorme tamaño del imperio había preocupado al anterior Emperador, Ossowa, tanto como a su hijo Amir. No era tanto la gran cantidad de tierras cobijadas bajo el estandarte del Imperio, sino el ingente aparato burocrático de control necesario para administrar con eficiencia la nación. Y si Ossowa había invertido en administradores y funcionarios, Amir seguiría por el mismo camino hasta lograr mejorar esa necesaria solvencia y efectividad administrativa que tanto parecía resistirse.

Un contable sencillo, enjuto y de piel curtida y oscura, llamado Abdel Azîm, quien trabajaba recibiendo un mísero jornal a las órdenes del imperio desde su remota juventud, enfermó de lepra a inicios del 1080 de la era vulgar. Bajo terribles fiebres que nada parecían tener que ver con la enfermedad de la carne, el hombre comenzó a proferir incoherencias demasiado coherentes: acusaciones de corrupción, tráfico de bienes inmuebles, ventas ilegales de animales a altos cargos y autoridades religiosas... todo ello entre risas y lloros. Los discursos febriles de un hombre anciano, que no tendrían la menor trascendencia de no ser porque las acusaciones tenían nombre y apellidos: los de miembros notables de la administración imperial.

Cuando el bueno de Abdel Azîm despertó de sus sueños delirantes se topó con dos hombres de la guardia, apartados de su camastro lo más posible para no caer en contacto de la Lepra. Otro hombre, un escriba a quien había visto de tanto en tanto por los palacios imperiales y a quien se lo tenía por profundamente honesto e inflexible, extrajo una plumilla y tinta y se dispuso a escribir. Las negativas del enfermo, quien temía por su vida, se tornaron franca colaboración en cuanto los hombres de la guardia desenvainaron sus espadas curvadas.

Las declaraciones de aquel enjuto y pequeño hombrecillo de piel curtida convulsionaron por completo la frágil estabilidad administrativa del país: desvíos de dinero destinado a la mejora de servicios en regiones lejanas que iba a parar a particulares desde décadas atrás; nobles vendidos a simples contables que habían medrado en secreto hasta límites impensables; dinero en inversiones que jamás llegaba a donde debía.

Con razón tanto le había costado al fallecido Emperador Ossowa articular y mejorar la gobernabilidad de su nación: todo el dinero invertido durante años y dedicado a contratar sabios, escribas o contables, había acabado en los arcones de los mismos nobles que invertían el resto de su tiempo en quejarse amargamente ante su emperador acerca de las graves insuficiencias administrativas del Imperio Ghaznaví.

El disgusto fue tal que el joven Emperador Amir, con apenas 43 años, murió tras fuertes dolores en el pecho el mismo día en que recibió una relación de las personas implicadas en la terrible red de corrupción que había infectado hasta las propias mezquitas de la capital. En aquella lista se contaban varios de sus mejores amigos y confidentes.
Era el mes de Rayab de aquel infausto año de 1080, y el Imperio no tenía heredero en edad de gobernar.

Fue el príncipe Jammal, tío del emperador y ya un hombre anciano de 62 años, quien reaccionó en medio de aquel caos en que había caído la nación. Envió a la guardia a detener a los funcionarios y nobles acusados en la trama de corrupción; aunque muchos de ellos habían huido de la capital, los más confiados fueron torturados durante días y dieron más y más nombres. A lo largo de tres meses las detenciones se sucedieron, y a finales del año 1080 de la era vulgar comenzaron las ejecuciones sumarísimas. Jammal no era hombre famoso por su prudencia o por su contención: 583 hombres fueron ejecutados por el hacha, aun cuando muchos de ellos evidenciaban ser inocentes. Como reza el dicho popular, Allah el Misericordioso sabría escoger a los justos de entre los muertos.

Aprovechando la fama de inflexible y el temor que había despertado en la clase noble, y a sabiendas de que nadie se le opondría en todo el país, el príncipe Jammal se proclamó emperador entre los silbidos del hacha del verdugo. El Señor de los Mundos decidiría durante cuanto tiempo.

Tras un año desastroso, el Imperio trató de continuar con las obras proyectadas por el fallecido Amir: se llevaron a cabo las inversiones previstas en mejoras de todo tinte en diversas ciudades, pese a que el dinero era escaso. Trabajadores especializados y colonos acudieron a realizar las obras de las futuras ciudades de Ghazni y Hazarahat...

Y entonces cayó la segunda losa sobre el Imperio: no había recursos para construirlas.

Y el problema no radicaba en que la tremenda trama de corrupción hubiera acabado con el tesoro imperial, sino en la falta de previsión y una serie de errores consecutivos cometidos por el propio Amir, quien había fallado por completo en sus cálculos hasta el punto de afectar e impedir el imprescindible reclutamiento de tropas. No: a causa de la incompetencia del anterior Emperador, no habría ni ciudades ni soldados.

Entre amargas risas, que una de las más notables consecuencias del infortunio generalizado es que aviva la ironía y la mala leche, se decía en el Zoco de Kabul que si no hubiera muerto de dolores en el pecho, la cabeza del Emperador Amir hubiera sido la 584 en la cuenta de su tío Jammal.

El resto de notables del país cumplió en mayor o menor medida con lo que se esperaba de ellos. Antes de que se destapara la terrible trama de corrupción, el general Marwan viajó a Kash con el dinero necesario para ayudar al pequeño emirato a construir su capital; trabó amistad sin mucha dificultad con el Emir Amir Asim, y durante los años que pasó en la nueva capital contribuyó a que las relaciones entre ambos estados mejoraran mucho.

A su vez, el general Sadam dejó acuarteladas sus tropas en la región de Tadzik e inició un largo viaje que lo llevó hasta la lejana ciudad de Daman, capital de Nasik, donde iniciaría en los próximos años toda una serie de contactos diplomáticos con los dirigentes del lugar.

En el mes del Ramadán de 1083 llegó al Imperio Ghaznaví el General Yahim, enviado por Kash en substitución del fallecido Hamdam. El General no parecía hombre de mando, aunque sus subordinados aseguraban que era un excelente espadachín, pero resolvió con solvencia las labores de administración a las que fue destinado. Le llamaban El Tres Veces Afortunado, y en la corte se decía que él mismo había sido el autor de la muerte no sólo del General Hamdam, sino del mismo príncipe heredero de Kash.

Pero aun cuando las maledicencias siempre eran celebradas y gustaban de ser escuchadas en la corte, nadie creyó semejantes tonterías.
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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #23 en: 15 de Abril de 2006, 10:45:01 am »
Imperio Bizantino
(Ortodoxia Oriental Civilizado Nación Abierta)
Esteban, Emperador de Bizancio, Defensor de la Fe, Protector de la Ortodoxia Cristiana.
Diplomacia: Macedonia (P), Kyklades (P)

"Al joven Esteban le agradaba el sonido del suave repiqueteo de los pasos sobre las losetas de piedra de aquel largo pasillo. Tenía once años y ya era un niño más alto y fuerte de lo acostumbrado para su edad; su padre decía que estaba destinado a gobernar, que era más listo que él mismo y, con el tiempo, mucho más fuerte. A Esteban le enorgullecía escuchar aquellas palabras, aunque el hombre delgado y de andar suave que caminaba a su lado acostumbraba a relativizar esas opiniones de su padre. En aquellos momentos de euforia, el hombre lo devolvía al suelo diciendo cosas como "Alteza, nunca olvidéis que siempre habrá alguien más fuerte y más listo que vos".

El hombre era nervudo, de piel oscura y seca, y rasgos afilados en el rostro enmarcado por una corta barba castaña. Se movía con una agilidad asombrosa, aun cuando ceñía armadura, y según aseguraba su padre era un hombre obstinado, muy pragmático, y frío como pocos en el campo de batalla; tanto que, cuando comenzaban las hostilidades, se comportaba más como un contable que como un guerrero.

Llegaron hasta una ventana bajo la cuál un grupo de guardias observaban entre risas una curiosa escena: un gato pardo trataba de comer el cuerpo muerto de un ratón, mientras tres cuervos lo asediaban intentando arrebatarle el manjar. Esteban se encaramó al alféizar.
–¿Qué te parece? –dijo.
–Me parece que esos guardias deben tener cosas mejor que hacer.
–Me refiero a...
–Sé a qué os referís, joven cachorro. –El hombre sonrió y agitó los largos cabellos de Esteban, quien refunfuñó un poco antes de alejarse del alcance de aquella mano repleta de cicatrices–. Me parece que el gato puede perder tanto la pieza como la vida.
–Eso creía yo. Son más. –Esteban situó la barbilla entre ambas palmas–. Siempre dices que la superioridad numérica es fon... fun...
–Fundamental. No infalible, no asegura la victoria, pero mejora enormemente vuestras posibilidades. Nunca enviéis a un hombre a hacer un trabajo que pueda completar con mayor efectividad un grupo de varios.
–Pero el gato es más fuerte, y más listo, y...
–...Y no puede defender dos flancos al mismo tiempo que pretende conseguir su objetivo. Esos cuervos son como un buen general, que sólo entra en combate cuando la batalla está ganada de antemano. Uno de ellos trata de cobrar la pieza, ¿veis?
–Sí.
–Los otros dos, mientras, se dedican a hostigar desde diferentes posiciones. Separan sus fuerzas, pero en lugar de disminuir su potencial lo multiplican.
–Sí. Como en el ajedrez.
–Exacto, joven cachorro. No os bastará con un sólo plan de ataque si pretendéis acabar con un enemigo capaz. Necesitaréis simultanear dos.

Abandonaron la ventana y siguieron caminando un buen rato. Luego tomaron asiento en un gran banco de piedra blanca, frente a una de las fuentes del Palacio Imperial.
–La lealtad será siempre vuestra mejor arma.
–Dice Miguel que la mejor arma del Imperio son sus grandes ejércitos y la fidelidad hacia Bizancio de los mejores generales del mundo.
–Miguel es un buen muchacho, joven cachorro. Pero tiene el cerebro repleto de fantasías y cantares –dijo el hombre mientras dejaba vagar la vista por entre los setos recortados de aquel pequeño patio–. No es Bizancio, alteza. No es el imperio. –El hombre sonrió–. Es vuestro padre. Los hombres morirían por él. Yo moriría por él.
–¿Morirías por mí, también?
–Por los cachorros del gran Constantino –dijo el hombre tras darle un coscorrón–, moriría y mataría.

Horas más tarde, cuando Esteban encontró a su hermano Miguel junto a varios jóvenes guerreros, pudo fanfarronear de haber paseado durante dos horas con el gran Halcón de Cilicia, el general Crisefio Petrión de Tarsus."

El joven Esteban, hijo del gran Constantino X y de Eugenia de Samos, se había convertido en Emperador con sólo dieciocho años. El año transcurrido desde la coronación, en febrero de 1079, oficiada en Constantinopla con premura y poco boato debido a los estallidos de rebeliones en todas las esquinas del Imperio, lo había cumplido embutido en su cota de mallas y anillos y rodeado por miles de guerreros fieles a Bizancio.

Mientras el Patriarca de Constantinopla situaba la corona sobre la cabeza del nuevo Emperador, el general Crisafio Petrión, quien fuera fiel lacayo de su padre, se había puesto en contra del joven Esteban negando el legítimo derecho al trono del cachorro de Constantino y poniendo a su ejército frente al Imperio. Crisafio siempre fue un estratega calculador, y el movimiento que lo había llevado a conquistar tres regiones imperiales hacía despertar murmullos de admiración entre la oficialía.
Esteban recordaba cada noche, cuando las risas de los hombres junto a las hogueras de los campamentos se apagaban dando paso a los grillos y los aullidos de los lobos, los sabios y repetidos consejos de su padre, siempre alentándolo a rodearse de hombres mejores que él y dando a sus sugerencias todo el valor que tenían. Recordaba en aquellos momentos los largos paseos junto al General Crisafio Petrión de Tarsus, llamado por los hombres "El Halcón de Cilicia", y todo cuanto aquél hombre delgado le contó en su niñez acerca del arte de la guerra.

En el año del Señor de 1079, Crisafio se había acantonado en las regiones de Isauria, Aleppo y su natal Cilicia, declarándose independiente y enviando mensajeros con misivas a Esteban en las que le recomendaba que dedicase sus esfuerzos a crecer y madurar, dejando tranquilo su nuevo reino.

Toda Constantinopla sabía bien que el Halcón de Cilicia era uno de los mejores estrategas del mundo civilizado. Sabían también que Esteban podía ser hijo del gran Constantino, pero que no siempre los hijos daban lustre al nombre de sus padres y, además, sabían que en aquel caso concreto el cachorro era demasiado joven. Los consejos de los hombres fieles de su padre iban todos en un sentido unívoco: "pacta", decían. "Sé amigo de Petrión".

Pero Esteban mantenía un silencio fúnebre mientras preparaba a su ejército para la guerra.

En Febrero del Año del Señor de 1080, un ejército compuesto por más de 15.000 caballeros bizantinos partió de Constantinopla y cruzó el Bosforo con el auxilio del general Nestor de Sardes en dirección al sur. En Bithnia, tomó el control de 5.000 caballeros más, cedidos por su hermano Miguel, quien permaneció en la región con la orden de mantenerse alerta ante posibles sorpresas.

Pese a que el ejército bizantino era enorme Crisafio Petrión había previsto el movimiento del cachorro; las defensas levantadas en Isauria y Aleppo permitirían a un ejército defensor bien entrenado y mejor dirijido controlar y rechazar a un atacante mucho mayor. Dudaba el general que el joven Esteban pudiera soportar asedios largos, sin una red de logística bien preparada durante años ni la experiencia necesaria para mantenerse con paciencia en su puesto cuando tus hombres no hacen más que morir a tu lado mientras los del enemigo siguen fuertes tras las murallas. Preparó su plan defensivo con la escrupulosidad acostumbrada, y hubo de reconocer el buen sentido del nuevo emperador cuando le llegaron noticias desde la región Bagdadí de Carhae que hablaban de un enorme contingente de jinetes musulmanes dirigiéndose hacia Vaspurakan. Al mando de aquellos infieles iba el anciano General Hussein, conocido de Crisafio y notable comandante de caballería.

Así pues, el cachorro había pedido ayuda al poderoso Emir de Bagdad. Sus consejos no habían caído en saco roto, se dijo Crisafio mientras finalizaba los preparativos en el sur del nuevo reino, iniciados para repeler un posible ataque de los infieles que ya había previsto mucho antes de recibir los informes del avance del contingente bagdadí. Poco después, a mediados de Marzo, llegaba al pequeño reino el capitán mercenario Menelao al mando de 3.000 caballeros fuertemente armados, contratado por Petrión para aumentar el ejército de choque con aquellos hombres curtidos y experimentados.

Pero Esteban era más listo de lo que nadie hubiera esperado; el ejército del norte, compuesto por los más de 20.000 soldados, y el contingente aliado enviado por el Emir, de casi 10.000 jinetes, no eran todo cuando había preparado para el general.

La noche del 7 de Abril del año del Señor de 1080, mientras Petrión dormía en su tienda de uno de los campamentos de Isauria, un grupo de diez hombres lograron apresarlo y sacarlo en las sombras de entre las mismas narices de su ejército. Mucho dinero debió correr en sobornos para que aquel sorprendente golpe tuviera éxito, pero lo cierto es que resultó decisivo en el devenir de la guerra: los ánimos del ejército rebelde, una vez descubierto el secuestro del Halcón de Cilicia, cayeron en picado. Apenas tardaron tres días en rendirse al Emperador, y las ciudades y regiones del joven reino de Crisafio Petrión regresaron al redil imperial poco después.

Cuando Esteban llegó al fin a Isaura para tomar el mando del ejército rebelde, los hombres que habían secuestrado al general Petrión salieron de su escondite en una red de cuevas subterránea cercana al campamento. Tras ser llevado hasta el Emperador, Petrión fue conducido a las mazmorras de Constantinopla. Hubo un inesperado momento de tensión cuando el capitán mercenario Menelao se plantó frente al Emperador exigiéndole el pago prometido por Petrión; era un hombre de honor, dijo, y el honor le obligaba a cobrar o a luchar. Esteban asintió, tras contemplar la expresión firme en el rostro de aquel joven capitán, y ordenó a sus contables que se le pagase lo acordado a tan decidido guerrero.

Se enviaron correos a todos los mandos fieles al Imperio; el general Romano Tarconiata, quien acudía al encuentro del contingente dirigido por Hussein de Bagdad, dio aviso al aliado bagdadí de que la crisis había acabado. El musulmán regresó a casa para morir poco tiempo después a causa de su vejez (ver NF de Bagdad). 
El joven general Iván Ducas, nieto del recientemente fallecido Nicéforo Ducas, inició tras recibir el despacho imperial el plan de reconquista de las regiones continentales rebeldes. De nuevo ayudado por Nestor de Sardes, quien tras transportar al ejército del pequeño de los Ducas dedicó el resto de su tiempo a patrullar las costas bizantinas, Iván llegó a Macedonia con más de 5.000 hombres. Las autoridades de la región se negaron a capitular por las buenas, pero no soportaron la carga de los más de 2.500 caballeros bizantinos y las guarniciones macedónicas fueron masacradas por completo en la batalla de las Llanuras de Tesalónica. Tras doblegar la voluntad de los supervivientes y devolver la región a su lugar dentro del organigrama imperial, Iván dejó gran parte de sus tropasa modo de guarnición y embarcó de nuevo en dirección a las Cíclades, donde, consciente de la imposibilidad de resolver la situación de modo pacífico atacó directamente, desembarcando con las armas desenvainadas y luchando durante dos días por establecer una cabeza de puente en las playas de la mayor de las islas. Si en Macedonia apenas había sufrido bajas, las pérdidas en la batalla de las Cíclades fueron inmensas para el ejército del general Ducas; con todo, también la resistencia de las islas fue vencida y todos los líderes rebeldes ajusticiados en noviembre del año del Señor de 1083.

Mientras la guerra se desarrollaba a lo largo y ancho del territorio imperial los príncipes Juan y Miguel se ocupaban por dirigir las inversiones y administrar Bizancio. Juan permaneció todos aquellos años en la capital, gestionando las numerosas inversiones en todos los sectores: desde inyecciones de capital en las academias militares y equipamiento para los ejércitos, hasta contrataciones masivas en administración, así como fuertes desembolsos económicos en la mejoría de las estructuras de diferentes regiones imperiales.

Al fin, en diciembre del año del Señor de 1084, la paz había llegado a la mayor parte del territorio imperial. Sólo unas pocas regiones del sur permanecían en rebeldía, aunque tras la demostración de fuerza y habilidad del joven Emperador Esteban, quien había derrotado al general Petrión sin derramar una sola gota de sangre, los líderes rebeldes esperaban la llegada del hijo de Constantino con manifiesta inquietud.

"Ante el trono improvisado que los hombres habían erigido a las puertas de la gran tienda de campaña del Emperador, las tropas rebeldes de Crisafio Petrión desfilaban junto al resto del ejército en presencia del joven Esteban.
Tras el desfile militar, y las numerosas escenas de sumisión por parte de los dirigentes de la ciudad de Attalia, un grupo de la Guardia Imperial se acercó hasta donde aguardaba el Emperador. Custodiado por ellos caminaba el general Crisafio Petrión de Tarsus, el Halcón de Cilicia. Le habían golpeado, y el rostro firme y afilado mostraba signos de cansancio. Al llegar frente al trono, uno de los soldados obligó al líder rebelde a postrarse ante el Emperador.
–Crisafio. Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez.
–Sí. Mucho habéis crecido desde entonces. –Crisafio asintió, meditabundo–. Mucho.
–Es una gran desgracia que te opusieras a mi digno derecho sobre el trono de mi padre. Una gran desgracia para ambos.
Ambos hombres se miraron durante unos segundos en completo silencio. Crisafio no dejaba de asentir con la cabeza.
–Tres planes... –dijo al fin el Halcón de Cilicia, sonriendo–. Simultaneasteis tres planes en mi contra.
–Tuve el mejor de los maestros, Crisafio.
A una orden del Emperador, los soldados se llevaron al Halcón de Cilicia hacia el puerto. Dicen que el general, antes de embarcar, dijo al capitán de la Guardia que lo custodiaba "Ese hombre es el hijo de su padre. Cuidad de él". La respuesta del soldado fue simple "Descuida. Creo que ese cabrón sabe cuidarse solito".


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?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #24 en: 18 de Abril de 2006, 05:22:03 pm »
Emirato Buhwayida de Bagdad
(Mutahid Islam Civilizado Nación Abierta)
Abd al-Rahman Badr al-Din ibn Firuz 'Ammar al-Dowla, Emir y Protector de Bagdad
Diplomacia: Hahmar (A), Abadan (+6Yfc)

"¡Allah! No hay más dios que él, el viviente, el absoluto. Ni la somnolencia ni el sueño se apoderan de él. Suyo es lo que está en los cielos y en la tierra. ¿Quién podrá interceder ante él si no es con su permiso? Conoce su pasado y su futuro, mientras que ellos no conocen nada de su ciencia, excepto lo que él quiere. Su trono se extiende sobre los cielos y la tierra, y su conservación no le resulta onerosa. Él es el altísimo, el infinito"


Pese a todos los esfuerzos del Emir Abd al-Rahman Badr al-Din ibn Firuz 'Ammar al-Dowla en pos de la paz en los territorios que conformaban el poderoso emirato bagdadí, las circunstancias parecían aliarse en su contra año tras año. Cuando no eran las muchas revueltas internas causadas por la difícil convivencia entre diferentes cultos islámicos, era alguno de sus lugartenientes quien decidía independizar sus territorios llevado por la impía avaricia. La guerra de los últimos años contra el pequeño Emirato de Persia había desgastado tanto el ánimo popular (amén de los fondos del tesoro), que Abd al-Rahman resolvió acabar con la guerra del modo más inesperado: confiando el futuro del Emirato Persa, así como el de las regiones bagdadís de Zagros y Media, al control del Sultán de Turquía. Tal vez los ejércitos persas hubieran tenido la fortuna de enfrentarse y vencer en demasiadas ocasiones al ejército bagdadí, incluso luchando en franca inferioridad numérica; pero no tendrían tanta fortuna contra la mortífera caballería turca (ver NF de los Turcos Seljucidas).

Por ello ordenó a su heredero, Umar, que retirase sus tropas establecidas en Media hasta la región de Diyala, donde llegó en el año 1082 de la Ta'rij mawlid al-Sayyid al-Masih, o era del nacimiento del señor Mesías. Allí permaneció durante años, a la espera de posibles ataques enemigos. También el general Hisham recibió órdenes de acantonarse en Diyala, una vez aparecidos los turcos. Como éstos no aparecieron ni en Zagros ni en Media, a causa de la dureza inesperada de la campaña de asedio en Persia, el general resolvió marchar junto al heredero a principios de 1084, llevándose consigo las guarniciones de Zagros, Media y Hamadan. Cuando las tropas de Hisham abandonaron el territorio, tanto las dos regiones como la ciudad de Hamadan se revelaron contra la autoridad del Emir; nada importaba ya, pues aquellas regiones serían cedidas al Sultán de Turquía a finales del año 1084 de la era vulgar. Poco tiempo después de establecer los campamentos de invierno en Diyala, el general Hisham murió, se cuenta que de agotamiento, a los 56 años de edad, pasando todas sus tropas al control de Umar.

En el norte, a la vez que enviaba un fuerte contingente de caballería hasta Bizancio en auxilio del nuevo Emperador, el Emir desplazó varios pequeños ejércitos a la espera de la posible llegada de las huestes del Khanato de Kuban: además de ordenar al señor de Edessa, el siempre fiel Ridwan, que se mantuviera alerta desde su región, el Emir Abd al-Rahman concedió al joven príncipe Baha al-Din el mando del importante ejército de Mesopotamia para que pudiera moverlo con rapidez hasta el lugar donde fuera que apareciese el Khan.

El príncipe era apenas un niño cuando recibió el mando en el año 1081, y la no aparición del Khanato, que según se rumoreaba había caído sobre las lejanas tierras infieles de Europa, lo dejó libre de responsabilidades en la tierra más rica de todo el emirato. Llevado por los furores incontrolables de la primera juventud, Baha al-Din se dio a toda suerte de vicios rodeado por mujeres de dudosa virtud y probando los alucinógenos más exóticos llegados desde la lejana Song. También el general Rashid, quien había acudido a Mesopotomia para auxiliar al joven príncipe en el caso de que hubiera de entrar en campaña contra el Khanato (y quien a sus 27 años ya no podía argumentar que eran los furores de la juventud quienes nublaban su mente), aprovechó la inercia del príncipe Baha al-Din para acompañar y auxiliarlo en las no tan nobles batallas que habría de librar entre perfumes y sedas. Cuentan que ambos hombres trabaron una fuerte amistad durante aquellos años de carnales depredaciones.

Cuando pareció evidente que los problemas bizantinos habían sido resueltos sin necesidad de que los soldados bagdadís entraran en combate, el veterano general Hussein, famoso por su habilidad como comandante de caballería, decidió regresar junto a su ejército hasta la norteña región de Carhae, donde arribó a principios del año 1081 de la era vulgar. Hussein, con 64 años de edad, fiel al emirato desde su primera juventud y a la memoria del Señor de los Mundos y su profeta Muhammad desde el momento de ser engendrado, murió a causa de los muchos males de la vejez en su campamento, entre los cánticos de sus casi 10.000 jinetes quienes celebraron el último viaje de su señor hasta el Al-Yanna donde por siempre cabalgaría a lomos de la mejor de las monturas del Misericordioso. La muerte del general Hussein fue muy sentida en el palacio del Emir, y su memoria honrada durante años.

El mayor problema con que hubo de lidiar el emirato en aquellos años se produjo mediado el año 1080 de la era vulgar, cuando Tariq, el Señor de Selucia, murió en sus tierras del sur a causa de prolongados dolores en los riñones. Su hijo Suhayl le sucedió en el trono de la región, y la primera de sus decisiones fue la de romper todos los tratados entre su padre y el Emir de Bagdad.

Sin embargo en esta ocasión los hombres del Emirato permanecían atentos; tal vez alertados por la larga enfermedad de Tariq, sin cura posible a decir de los mejores médicos del emirato, los servicios secretos bagdadís se habían puesto en marcha meses atrás averiguando cuáles eran las intenciones del heredero y preparándose para actuar en cuanto la situación lo requiriese. En el momento en que Suhayl se declaró en rebeldía fue apresado y obligado a abdicar en favor de Wâhed ibn-Ubayd, noble de Selucia de probada fidelidad al emirato. Suhayl fue desterrado y obligado a vagar más allá de As'sumann.

Muchos eran pues los gastos de mantenimiento militar a causa de los numerosos frentes abiertos, a los que hubo de sumarse el bajo índice de ingresos causado por diferentes cambios administrativos que entorpecieron el buen funcionamiento de los servicios de recaudación. Pese a todo, el Emir supo gestionar con eficiencia el dinero disponible y realizó grandes inversiones en educación y otras materias, además del continuado desarrollo militar previsto por Abd al-Rahman con el fin de no sufrir derrotas  tan vergonzantes como las sufridas contra Persia en los últimos años.

El mayor de los esfuerzos económicos se destinó a la mejora de infraestructuras de la Gran Biblioteca de Bagdad, la obra civil que había de llevar el nombre del Emirato hasta los últimos confines del mundo: no sólo se ampliaron las instalaciones abriendo dos nuevas alas en un edificio anexo, una de ellas destinada a estudios históricos y la otra a la ciencia médica, sino que se amplió con mucho el alcance del fondo editorial adquiriéndose pergaminos y volúmenes orientales llegados de más allá de la península hindú.

Pero, sin lugar a dudas, la mayor obra del Emir en aquel tiempo fue de tipo espiritual.
Si algo preocupaba a Abd al-Rahman desde que abrazara los caminos del Mutahid Islam era la difícil gobernabilidad de una nación pluriconfesional en la que, además, dos de las tres religiones que la componían eran hostiles entre sí. Los asesinatos de líderes notables chiítas y sunnitas se sucedían con demasiada frecuencia; muertes, torturas, mezquitas quemadas, saqueos... Regiones enteras recibían con desagrado a los nobles bagdadíes por el simple hecho de contemplar aspectos diferentes de lo que era una misma fe. El Emir estaba dispuesto a acabar con aquellas viejas rencillas acercando lo más posible las distintas ramas del Islam, por lo que decretó toda una serie de reformas internas en la fe Mutahid en las que se afirmaba la creencia en que el Islam era sólo uno, y que las distintas interpretaciones no eran excluyentes ni debían sus fieles ser hostiles de por sí hacia el resto. Los Imanes del Mutahid pusieron en marcha la divulgación de todas aquellas reformas, y el gran recibimiento con el que fueron aceptadas por la comunidad facilitó enormemente las labores diplomáticas de los nobles del Emir.

En la reforma religiosa emprendida por Abd al-Rahman en aquel tiempo se pedía igualmente el respeto hacia las Ahl al-kitab, o Gentes del Libro. No era la simple convivencia pacífica, ya regida y protegida por la ley de la Dimma, sino el acercamiento y el alivio de resquemores antiguos y ajenos al espíritu del Libro. Las numerosas misivas cruzadas con el Patriarca de Roma en los primeros años de aquel tiempo convencían al Emir de que tal acercamiento era posible, pese a las opiniones contrarias de los líderes sunnitas y chiítas del Oeste, quienes creían que el Patriarca de los infieles pretendía sentar con sus reformas los cimientos para la lucha armada contra la Umma, además de la creación de una gran orden religiosa de carácter militar y anti islámico.

La creación de las órdenes islámicas religioso militares del oeste, no obedecían sino a la necesidad de cumplir con la Yihad tal como era comprendida por chiítas y sunnitas. No dudaba el Emir de la buena voluntad de sus correligionarios, pero Abd al-Rahman creía firmemente en cuanto se decía en el Corán acerca de la Yihad, y no en las muchas interpretaciones que se daba al texto: al-Yihad significaba, sencillamente, "esfuerzo". Esfuerzo por la fe, intelectual, moral, físico; esfuerzo por conocer profundamente el islam. Ése y no otro era el significado correcto: esfuerzo. Por supuesto que el Corán autorizaba a todos los fieles a defenderse si eran atacados, o si sus territorios eran invadidos; el esfuerzo personal de cada creyente era, en tal caso, el de apoyar al resto de la comunidad.  Pero el camino hacia el belicismo activo de sus correligionarios del Oeste no era la respuesta, aun cuando tuvieran razón en sus temores: la respuesta siempre era el camino hacia la tolerancia. Los verdaderos muhayidín no eran sino aquellos que se esforzaban en el recto camino de Allah.
Y para proseguir con su Yihad, el Emir Abd al-Rahman Badr al-Din ibn Firuz 'Ammar al-Dowla debía hacer cuanto estuviera en su mano por la Umma: uniéndola, evitando las enemistades con otros creyentes del Libro.

Esforzándose por avanzar.

Como resultado de la buena práctica de las reformas emprendidas por el Mutahid Islam, el Iman Muhaid logró grandes avances en sus conversaciones diplomáticas en Hahmar; los nobles de la región decidieron aliarse con el emirato, y el general Abdel Razzâq envió emisarios a Bagdad para presentar sus respetos al Emir, poniendo a sus hombres y ejército a su servicio.
En la región de Abadan el éxito fue menor a causa de la súbita muerte del Iman cuando sumaba 71 años de edad. El Señor de Mundos, el Misericordioso, lo tenga por siempre a su lado.

Bismillahi ar-rahmani ar-rahim
« Última modificación: 18 de Abril de 2006, 09:25:23 pm por Uve »
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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #25 en: 19 de Abril de 2006, 06:06:03 pm »
Reino de Ghana
(Pagano Africano Nación Abierta)
Alaroye, Kabaka del Ufalme de Ghana.
Diplomacia: Galam (NT), Takrur (T).

En la Era del Pequeño Ñu que Pasta al Sol, cuando el mundo de los Hombres que Hablan era aún joven, los habitantes del Ufalme de Ghana vieron por primera vez el rostro del Enemigo.

En Mayo del año 1081 un pescador costero vio a lo lejos una extraña aparición; filas y filas de enormes naves, alargadas, de grandes velas cuadradas y con estilizada forma de serpiente, el hombre se estremeció al ver que más de 50 de aquellos barcos tomaron tierra en las costas de Senegal. Cuando casi un día después llegó a su poblado, el pescador encontró a alguno de sus familiares y amigos muertos entre llamas y destrucción, y a muchos de ellos, sobre todo a los más jóvenes, desaparecidos para siempre. Los pocos supervivientes, ancianos y mujeres, aseguraron que los seres que habían desembarcado de las extrañas serpientes tenían el pelo amarillo como el de los grandes cazadores de cebras, y la piel del blanco de las palmas de las manos; Leones Alzados, decían.

Leones crueles.

Las depredaciones noruegas asolaron las regiones de Senegal, Gambia, Takrur y Susu. Los Nobles Guerreros que podrían haberse enfrentado a los Leones Alzados llegaban siempre un paso por detrás de los extraños cazadores; el gran general Bomobonjiro de Tusyam entró en Senegal junto a su partida de guerra a finales de Agosto de 1081, cuando el enemigo ya había bajado en barco hasta Gambia; tiempo después, sabiendo que el malherido Gran Kabaka Alaroye iba a desplazarse hasta Tarkur para tratar de incorporar la región al reino, Bomobonjiro viajó a la mayor velocidad que permitían sus piernas hasta allí para defender por segunda vez la vida del Kabaka. Cuando llegó a Tarkur se encontró con dos desagradables sorpresas: los Leones Alzados ya habían saqueado gran parte de la región y, además, el gran Alaroye había fallecido sin recuperarse de las terribles heridas sufridas en Galam a finales del año anterior.

Y es que ése año anterior había sido muy poco productivo para los intereses del reino. Aparte de unas pequeñas inversiones en muy diferentes ámbitos del esqueleto del ufalme ghanés, que aumentaron la capacidad administrativa de los nobles y líderes, y de las obras para construir la nueva ciudad de Bamako en la región de Segu, nada parecía marchar como lo había previsto el Gran Kabaka Alaroye. El Señor del Trono de Marfil, decidido a llevar consigo prácticamente la mitad del oro de la nación al no fiarse de los contables de Kumbi-Saleh, era en sí mismo la persona más importante de Ghana y también la más peligrosa: cualquier accidente terrible, cualquier asalto por parte de bandidos sudaneses, podía destruir la frágil economía de la nación. Y pareció que los nobles de Galam conocían su querencia por el brillo del oro, pues apenas llegado a la región junto a su séquito de mujeres y su guardia personal fue atacado una y otra vez por pequeñas partidas de salteadores en apariencia desorganizadas. Los nobles de la región se excusaron por la numerosa presencia de bandidos en sus tierras, algo común por desgracia a decir de aquellos hombres; honraron al gran Alaroye y parecieron recibir con sumo agrado sus ofrecimientos de mejoras en cuanto a inversiones en la región. Pero lo que sí les parecía sumo era el agrado que sentían por la bolsa del Kabaka, y durante una noche oscura de Marzo fue atacado junto a todo su séquito por un numeroso grupo de salteadores, quienes salían de las casas particulares de los lugareños como si hubieran estado esperando al gran Alaroye.
O como si vivieran allí.
Durante la terrible lucha que se desató en aquella noche sin luz, el Kabaka Alaroye fue herido de gravedad y rescatado a duras penas por su general Bomobomjiro. La región no aceptó la versión oficial, y se rumoreó durante mucho tiempo que había sido el séquito del rey quien iniciara los combates por una causa desconocida.
Aunque el heredero Mumbaka permaneció en el lugar tratando de calmar los ánimos y apresar a los asaltantes, los lugareños de Galam perdieron gran parte de la confianza que sintieron antaño por el Kabaka del Trono de Marfil.

Después de aquel desastre y arribar a la región de Takrur, y muy poco antes de que llegaran los Leones Alzados, el gran Kabaka Alaroye moría a causa de las muchas heridas sufridas en Galam. El heredero Mumbaka se proclamó Kabaka y Señor del Trono de Marfil en Mayo de 1081; su primera decisión fue alistar algunas tropas para aumentar la capacidad y el número de componentes de su guardia personal; la segunda, ordenar un entrenamiento intensivo para el grupo de tropas que viajaban a su lado desde antes de la muerte de Alaroye. La tercera, viajar junto a sus tropas a Takrur para enterrar el cuerpo de su padre y convencer a los nobles de la región de que junto a Ghana crecerían más y más rápido que en solitario.

Lo que encontró fue una tierra asolada a causa de las depredaciones de los Leones Alzados. El gran general Bomobomjiro, llegado poco después que el nuevo Kabaka, dijo no haber podido impedir los primeros saqueos, pero ya había dispuesto las tropas para enfrentarse a los demonios blancos que aún permanecían anclados frente a las costas de Takrur.
Mumbaka, sorprendentemente, ordenó a su general que no tomara partido y que se mantuviera lejos de los poblados costeros.

Poco después de que los Leones Alzados marcharan para siempre de las tierras sagradas de África, dejando tras de sí un terrible rastro de muerte, pillaje y destrucción, los nobles de Takrur aceptaron pagar oro por la protección del ejército de Ghana, convencidos por el joven Kabaka de que sus grandes pérdidas no habrían sido tan cuantiosas de haber pertenecido a la gran nación ghanesa.

Bomobomjiro hubo de reconocer que Mumbaka, el nuevo Señor del Trono de Marfil, tenía la sangre tan fría como el agua del invierno. Confiaba en que tuviera, además, mejor cabeza que su padre y dejase el oro de Ghana descansando donde debía estar.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #26 en: 19 de Abril de 2006, 07:56:21 pm »
Reino de Dinamarca
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Hrolf, Rey de Dinamarca, Rey de Suecia
Diplomacia: Halland (Ea), Gotland (NT)

Tras alcanzar la anhelada paz en el encuentro celebrado en Trondheim (ver NF "Paz en el Norte"), el aún joven Rey Hrolf decidió dedicar todos sus esfuerzos a reflotar la debilitada economía nacional, herida a causa de la guerra de igual modo que los habitantes y la propia tierra danesa.
Y si quería devolver el brillo a la gran nación Danesa, comenzaría por dárselo a la capital, Viborg.

El enorme esfuerzo realizado en modernizar el estado de la capital dejó poco oro en las arcas del reino; pero quedaba mucho por hacer para mejorar la capacidad adquisitiva en el futuro, de modo que Hrolf empleó todo su tiempo en poner a punto la articulación de las líneas comerciales, abriendo varias nuevas y transformando alguna de las viejas de marítimas a terrestres.

Hrolf dirigió las muchas labores diplomáticas realizadas por los generales y nobles daneses en aquel tiempo, pese a que pasó gran parte de su tiempo en Trondheim. Cuando el tratado fue firmado, y el rey sintió que la paz no era sólo nominal, sino también de facto, tomó  la dirección del ejército danés y volvió hacia casa, devolviendo al rey Svein las regiones de Trondheim y Kopparborg haciendo honor a lo pactado durante aquellos años. Finalmente llegó a Birka, donde se encontró con Gunnar y donde esperarían junto a ejército durante un tiempo hasta asegurarse de que los noruegos también honraban el pacto. El rey aprovechó para cruzar mensajes con Ottar, Señor de Smaland, quien celebró las noticias de la paz con Noruega con cinco días de banquetes y borrachera.

El joven príncipe Swein Gokstadsen dedicó cinco años a mejorar las relaciones entre el reino danés y los nobles de Halland. Antaño miembros de Dinamarca, los nobles de la región habían recibido las noticias que hablaban de un armisticio definitivo entre los dos grandes países del norte con gran alegría y esperanza en los corazones. Recibieron a Swein con satisfacción, y sus encuentros condujeron al esperado regreso de Halland al organigrama danés.

El General Thorberg hizo lo propio en la isla de Gotland; aquellos paganos adoraban a los viejos dioses, y temían la aparición de los poderosos cascos de barco daneses y noruegos desde tiempos pretéritos. Cuando el General se dirigió a sus líderes proponiéndoles formar parte de la gran nación danesa, lo recibieron con miedo y desconfianza. Aún con todo aceptaron incorporarse a la corona, dejando que el Señor de las Tormentas y el correr del tiempo afianzaran sus relaciones.

El único momento triste de aquellos años de esperanza fue la inesperada muerte del General Halland en Marzo del año del Señor de 1084, apenas cumplidos los treinta años, tras ayudar a su rey como consejero e informador durante los días de la firma del tratado con Noruega. El General murió al ser atrapado por una terrible tormenta junto a sus hombres, cuando regresaba a Viborg para transmitir oficialmente las buenas nuevas.
No se encontró su cuerpo, pero un drakkar fletado por su familia surcó el mar del norte mientras ardía en la noche. Su recuerdo prevalecería en el ánimo de la nación durante muchos años, y el Rey Hrolf concedió honores y tierras a sus herederos.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #27 en: 21 de Abril de 2006, 02:03:48 pm »
PAZ EN EL NORTE

En septiembre del año del Señor de 1080 dos grandes hombres se encerraron entre las frías paredes de piedra del enorme Castillo de Svartørn, en Trondheim.

Por Noruega, su alteza real Svien el Temido, rey de los noruegos y la Escandinavia, Señor de los Mares del Norte, quien pese a contar ya con 57 años conservaba una figura impresionante: superaba con mucho el metro noventa de altura, y la gruesa capa de oso que portaba siempre sobre sus anchos hombros le daba el aspecto de un antiguo dios de las viejas sagas; los largos cabellos, así como la barba espesa y rizada, eran del gris amarilleado de quienes han sido muy rubios en su juventud, y los ojos, de un castaño muy poco habitual, miraban con la viveza de antaño desde las dos rendijas que formaban sus párpados arrugados.

Por los daneses su alteza real Hrolf Gokstadson, hijo de Gokstad, rey de Dinamarca y de Suecia a quien sus súbditos apodaban "El Joven" a causa de lo prematuro de su llegada al trono, quince años atrás, y sus hombres "El Grande" por sus demostradas habilidades en el campo de batalla. Era Hrolf otro hombre de gran talla, incluso para los estándares de las altas gentes del norte; aunque casi tan alto como su homónimo noruego, el rey de los daneses era mucho más delgado. Fuerte y muy diestro en el manejo de las armas, Hrolf era moreno de cabellos tan largos como sus barbas trenzadas, y miraba con suma frialdad desde unos ojos tan azules como el cielo de verano. Era un hombre silencioso y de gran practicidad, en contraste con el ruidoso y excesivo Svien, quien acostumbraba a hablar a grandes voces acompañando toda reunión de grandes cantidades de vino especiado del Lacio y cerveza caliente.

Y ambos hombres se odiaban.

En el año del Señor de 1063, el rey Gokstad había encontrado la muerte luchando junto al resto de los hombres de una división de la Guardia Real danesa contra miles de noruegos en la batalla de Halland. Hrolf se había criado en el odio hacia el enemigo, focalizado en la figura de Svien el Temido, quien tanto mal había hecho a Dinamarca. Svien, por contra, había perdido hijos y hermanos en la larga guerra contra su vecino del sur, y los últimos años debió pasarlos replegándose y defendiendo su propio territorio a causa de la diabólica maestría en el arte de la batalla del rey danés. Ambos hombres, atraídos al castillo de Svartørn por el Arzobispo Bukt, se miraban sin pronunciar palabra desde los dos lados de una gruesa mesa de roble, flanqueados por alguno de sus mejores generales y contemplados con escepticismo por el Arzobispo, quien desearía encontrarse en cualquier otro lugar antes que en la fría sala donde se celebraba la reunión.

Sobre todo, teniendo en cuenta lo que su Santidad le había encomendado decir a aquellos dos lobos.

Durante la primera semana de reuniones, ninguno de los dos reyes abrió la boca. Las conversaciones, desarrolladas en un dialecto sueco que todos conocían, parecían más bien un largo monólogo que el Arzobispo recitaba quizá para sí mismo. Recordó a los dos hombres lo mucho que ambas naciones habían perdido en la guerra; los gastos enormes, las muertes constantes, depredaciones, campos quemados, ciudades arrasadas... Habló de la necesidad de encontrar una vía para la paz que evitara que, a la larga, los dos reinos se debilitaran tanto como para acabar devorados por un enemigo mayor. Habló de lo grande que sería la Escandinavia si sus dos naciones alcanzaran y mantuvieran una convivencia en paz; de lo mucho que necesitaba la cristiandad a una Dinamarca y una Noruega fuertes y hermanadas y de lo mucho que su Santidad en persona anhelaba un pacto duradero en el Norte para poder construir un futuro mejor.

Y entre tanto los dos reyes se miraban a los ojos incesantemente, sin dar muestra alguna de escuchar lo que aquel Arzobispo decía. Hora a hora, día a día, mudos ojos castaños contra azules.
Después de la primera semana, los consejeros de los dos reinos comenzaron a lanzarse acusaciones mutuas, cortando las palabras del Arzobispo Bukt en cuanto iniciaba un nuevo discurso y alzándose repetidas veces de las mesas. De haberse permitido portar armas a las reuniones, en aquella segunda semana habrían muerto alguno de los mejores generales del Norte acuchillados entre sí en absurdas peleas infantiles. El delegado Papal apenas lograba poner orden cuando de nuevo se despertaban las discusiones de locos por culpa de un no sé qué que qué se yo que cada cuál hizo diez años atrás. En este estado se mantuvo el tono de las reuniones durante meses, entre amenazas de ambas delegaciones de abandonar la mesa para siempre.

En septiembre del año del Señor de 1080, cuando apenas se había avanzado, llegó al castillo de Svartørn el Obispo Gunthari. Nacido en Thuringia, el Obispo era bien conocido por su fiereza y talante inflexible, y acostumbraba a acompañar al Cardenal Schellenberg en campaña como uno de sus generales. Era delgado como una vara, de aire taciturno, escasos cabellos lacios y castaños y nariz aguileña, y no se distinguía precisamente por su discurso conciliador ni sus ánimos pacificadores. Le acompañaba un grupo de ochenta soldados pesadamente armados, cubiertas sus cotas de malla de un modo extraño por un sobreveste de tela negra, en cuyo centro, a la altura del pecho, refulgía una cruz latina de color rojo. Diríase que iban uniformados, aunque hasta aquel entonces nunca se había visto unidad militar alguna que cubriera sus armaduras con tocado alguno.

El Obispo Gunthari tomó asiento al día siguiente a su llegada junto al Arzobispo Bukt, quien no dejaba de mirar de reojo al torvo individuo que había sido enviado desde Roma para quién sabe qué. La presencia de aquel tipo contribuyó a que los ánimos se pacificaran, quizá por simple curiosidad, quizá porque ya se había dicho cuanto había de decirse. Una cierta expectación se despertó en la sala.

–He venido bajo la orden directa de su Santidad –dijo al fin Gunthari en su alemán natal con un tono seco que ofendía por igual a daneses, noruegos y delegado Papal– para dar testimonio de que la voluntad del Papa se transmite y llega alta y clara a quienes deben conocerla. Sé que el Arzobispo Burk tiene algo que decir; y sospecho que aún no lo ha hecho.
–Pues que hable de una jodida vez –dijo el príncipe Olaf, nuevo heredero al trono noruego–. Porque lleva meses balbuceando.

El murmullo de sonrisas que las palabras de Olaf inició en ambos lados de la mesa enmudeció en cuanto el súbito enrojecimiento del Arzobispo fue evidente para todos. Aquel hombre estaba sufriendo visiblemente.

–Yo... –Burk carraspeó. Tomando el vaso de plata de uno de los hombres de la delegación danesa dio un largo trago de vino–. Su Santidad Severo tercero, llamado "El Peregrino", tras consultar a ambas delegaciones en privado y comprobar que sin su socorro no habrá de alcanzarse acuerdo alguno, desea transmitir una oferta de paz a los reyes Svien y Hrolf en representación de las naciones de Noruega y Dinamarca.
–Ya sabemos quienes son los reyes de Noruega y Dinamarca –murmuró el General danés Harald–. Al grano, cura.
–Yo... El Papa... –Y Burk se lanzó–. El Papa Severo III desea expresar su deseo y voluntad por alcanzar la duradera paz que todos aquí deseamos para ambas dos naciones. Desea dar fe del esfuerzo que la Iglesia de Roma pretende hacer en ambos territorios para ayudar a la recuperación económica, y desea ofrecerse como garante de esa paz ante cualesquiera que ose corromperla. Ofrece pues la ayuda de la Iglesia, y pide a ambos soberanos el retorno a las fronteras anteriores al inicio de la guerra o a aquellas que ambas naciones, de mutuo acuerdo, resuelvan aceptar como las naturales para el futuro de la Escandinavia.

Los generales Harald y Olaf se miraron durante unos segundos. El primero fue quien habló, pero resultó evidente que lo hacía en boca de los dos.

–Todo eso está muy bien –dijo alzándose de la mesa. Luego señaló al Obispo Gunthari–. Pero lo que yo quiero saber es qué hará su Santidad si no aceptamos esa... oferta.
–Su Santidad... –Burk pareció meditar. Tomó aire con resignación evidente–. Su Santidad exige que se alcance la paz en el Norte a cualquier precio y a satisfacción de todos. La voluntad puede mover montañas, y si ambas naciones lo desean con sinceridad nadie puede dudar de que tal paz será un hecho. Si esa voluntad no existe por parte de cualquiera de los dos reinos, Severo III se encargará de traer la paz.
–¿Y cómo pretende hacerlo? –dijo Olaf mientras sonreía.
–Enviando a sus veinte mil Hijos de la Sangre de Cristo –dijo el obispo Gunthari, diríase que relamiéndose–. Expulsando de la fe de Dios a quien se niegue a pactar, excomulgando su alma y nombrándolo Anatema ante los ojos del Señor y los Hombres.
–¿Veinte mil, qué? –Harald miró hacia su rey–. El Papa no tiene veinte mil soldados.

Entonces, una risa tímida comenzó a crecer hasta tornarse atronadora. El Rey Svien se retorcía en su enorme silla oscura y reía a carcajada abierta mientras golpeaba la mesa con sus gruesas manos de oso. Los hombres, aturdidos en un principio, miraron de inmediato hacia el Rey Hrolf.
Y éste también reía.
El obispo Gunthari se alzó enfurecido de la mesa llevando la mano hacia algún estilete oculto entre las faldas de su túnica.
–¡Blasfemos! ¿Dudáis de las palabras de su Santidad...?

Svien tosía con grandes aspavientos, tal vez a punto de ahogarse de la risa. Hrolf dejó de reír y asintió con la cabeza.
–No –dijo al fin el rey de los daneses–. Ese cabrón sajón es muy capaz de sacar veinte y hasta treinta mil soldados de debajo de las piedras.
–Sí –rugió Svien corroborando las palabras de su enemigo–. Cabezotas como él, pocos he conocido. –Después, clavó de nuevo la mirada en los ojos del rey danés y se tranquilizó–. Dime, niño, ¿cuánto hace que todo esto empezó?
–No lo recuerdo –reconoció Hrolf–. Yo era muy pequeño.
–Yo tampoco lo recuerdo. ¿Por qué comenzó...?
–Fue ese noble danés –apuntó Olaf–. El tipo ése de Halland...
–Hrosskel –escupió secamente el general Halland–. Hrosskel "El Idiota". Hrosskel el traidor...
–Sí, cierto. Hrosskel. No era un hombre apto en nada. –Svien asentía mientras meditaba en voz alta–. ¿Qué hicimos con él, Olaf?
–Nada. Murió de un flechazo danés en la espalda hará dos años.
–Lástima. Debí haberle cortado la cabeza yo mismo.
–Sí... –dijo en un murmullo el obispo Gunthari–. Hubiera sido una gran idea.

Todos los hombres volvieron su mirada hacia el siniestro obispo.
Segundos después, el estruendoso volumen de las carcajadas de ambas delegaciones asustó a los pobres sirvientes que, una planta más abajo, seguían sin saber si era mejor idea huir ahora que estaban a tiempo o permanecer un día más en aquel maldito castillo.
Cuando las risas murieron, se cuenta que el Rey Hrolf de Dinamarca y Suecia dijo una sola palabra: "Hablemos".

Cuatro años más tarde, el acuerdo final para la paz entre Dinamarca y Noruega se firmaba en la misma sala fría del castillo de Svartørn. Nadie se atrevía a apostar si la nueva situación duraría mucho tiempo; pero se dice que una paz es tan duradera como lo difícil y duro que haya sido alcanzarla. Y forjar aquella paz había costado años de muertes y esfuerzos.

A Dios gracias, en el año del Señor de 1084.
« Última modificación: 21 de Abril de 2006, 02:12:29 pm por Uve »
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

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eneas

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #28 en: 22 de Abril de 2006, 12:34:02 pm »
Reino de Francia
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Louis VI, Rey de Francia
Diplomacia: Normandy F, Ponthieu F, Tolouse T, Narbonne F

En 1080 la vena reformista de Louis VI volvió a abrirse paso en el presupuesto de la corona. Espadas, armaduras y soldados salieron también del apretado presupuesto, pues las noticias de bárbaros habían corrido como la pólvora, y Francia necesitaba mayores guarniciones si había de proteger sus tierras.

Mientras los gastos se acumulaban, el príncipe Robert y el general Pierre habían recibido el encargo de subsanar las enormes deficiencias del aparato gubernamental francés, pero poner a estos dos hombres a una labor tan importante fue un error que la corona pago carísimo cuando año tras año los impuestos apenas alcanzaban una cuarta parte de lo esperado.

Pese al creciente problema que auguraban las bajas recaudaciones, los notables del reino estaban ocupados en otros menesteres, y nadie se dio cuenta de cómo disminuía el tesoro real.

El monarca francés no recibió estas noticias a tiempo, y creyendo que el reino estaba en buenas manos realizo campaña de contactos con nobles de Normandy, Tolouse y Narbonne. Los resultados fueron buenos pese a la escasa dedicación del rey en términos de tiempo, pero la imponente figura de Louis VI y su destacada capacidad dialéctica compensaban en gran medida las demás carencias.

Concretamente en Normandy, Louis VI concertó un matrimonio entre el hijo de Robert II, el joven Guillerme, y Constanza. La boda se celebraría en 1084, dos días después de que la joven cumpliese 15 años, y con Guillerme a punto de cumplir 35. Cuando la boda se celebro, la prematura muerte del príncipe Robert pocos meses antes de la boda, y la del Duque Robert acaecida ya en 1082, permitió que Guillerme se convirtiese en príncipe de Francia, y sus tierras se incorporaron a la corona.

En 1083 las continuas amenazas de Antoune acabaron con la paciencia de los gobernantes de Poitou. Antoune fue expulsado de la región, e incluso se envió una queja formal al rey francés, pero Antoune no iba a dejar que esto quedase así, y sin encomendarse a dios ni al rey, lanzo un ataque contra la región sometiendo rápidamente todos los focos de resistencia. Sin embargo su tozudez le costo la vida, y murió en los combates cuando la región estaba casi totalmente sometida.

El resto de las fuerzas francesas se mantuvieron en alerta ante cualquier acción de los múltiples enemigos del reino, pero las fronteras se mantuvieron tranquilas.
"Supongo que había que inventar las camas de agua. Ofrecen la posibilidad de beber algo a media noche sin peligro de pisar al gato."

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Re: Newsfax T16, 1080 a 1084
« Respuesta #29 en: 22 de Abril de 2006, 02:43:04 pm »
Reino de Noruega
(Romano Católico Civilizado Nación Abierta)
Svien el Temido, Rey de Noruega, Señor de los mares del norte.
Diplomacia:

Durante los duros días de negociaciones que llevarían a la firma del acuerdo de paz y defensa mutua con el reino de Dinamarca en 1084, el Rey Svien el Temido había dado diversas órdenes que permitirían que la nación noruega no quedase varada en tanto sus dirigentes permanecieran encerrados en el castillo de Svartørn (ver NF "Paz en el Norte").

La primera de sus decisiones fue aceptar las peticiones alargadas durante tanto tiempo de los habitantes de Trondheim, quienes deseaban modificar el nombre de su ciudad por el de una pequeña aldea situada, siglos atrás, en la misma boca de mar donde se erigió la ciudad. El nuevo nombre, Alesund, ayudaría a los lugareños a olvidar los años de asedio por parte de los daneses. Fue tal la satisfacción de los hombres de la región ante aquel en apariencia insignificante gesto del Temido, que más de dos mil jóvenes decidieron incorporarse a los ejércitos del rey, quien aprovechó la circunstancia para rodearse de fieles soldados en caso de que las negociaciones con los daneses se torcieran.

Poco después de entrar en el año del Señor de 1081 sucedieron dos acontecimientos notables para la nación noruega, uno de ellos triste y el otro motivo de celebración; el general Gutten, liberado por los daneses como muestra de buena voluntad al iniciar en Svartørn las negociaciones en pos de la paz, murió poco después de regresar a Oslo a causa de las muchas heridas sufridas en una de las primeras escaramuzas de Tröndheim. Su muerte fue recibida con gran dolor por el rey Svien, quien apreciaba el ánimo siempre alegre del general, su capacidad de liderazgo en el combate y su gran resistencia al alcohol.

A cambio, con gran alborozo se recogió el nombramiento como nuevo heredero al trono de Olaf, el hijo amado de Svien, en detrimento del hermano del rey, el príncipe Eric.
Eric no pareció acoger la noticia con mucha alegría; terriblemente decepcionado, tras desestimar la posibilidad de participar en las reuniones de Svartørn regresó a Oslo y dedicó aquellos años a controlar las finanzas de la nación y alejarse lo más posible de la vida pública.

Olaf, nuevo heredero al trono, tomó el mando de la principal flota de guerra de la nación y partió en el año del Señor de 1081 hacia las costas africanas, donde se dedicó a saquear y secuestrar esclavos durante casi dos años. Con las panzas de los barcos llenas tras su larga campaña regresó de camino a Oslo no sin antes detenerse en la ciudad portuaria de Al'Ushbuna, en la costa oeste del Califato de Córdoba, donde desembarcó a la mayor parte de los miles de esclavos africanos tras venderlos al Hâjib. Aquellos esclavos arrancados de sus familias en el lejano reino de Ghana acabarían trabajando como porteadores y albañiles en la ampliación de la Gran Mezquita de Qurtuba (ver NFs de Ghana y Córdoba).
Por desgracia, los frutos cosechados en la larga campaña africana fueron menores a los costes de financiación de la misma; Olaf confiaba en que durante los próximos años, con nuevos saqueos y salidas de vikingos, no sólo se recuperaría la inversión desembolsada por los más de cincuenta barcos de guerra que componían su flota, sino que las arcas noruegas crecerían sin freno de nuevo.

Entre tanto, el general Tryggvi dedicó sus esfuerzos a saquear las costas más cercanas del Báltico y el golfo de Finlandia. Tras dejar en la Germania al heredero imperial Maximiliam (ver NF del SIRG), y al mando de casi cuarenta drakkar pesados, el general saqueó sin descanso las costas de Musa, Turku y Obodoza. Además de aquellas expediciones en busca de oro, la partida vikinga de Tryggvi desembarcó meses después en Estonia y Latvia a la caza de nuevos esclavos.
Se cuenta que el general trató de fondear el Dvina hacia el interior, pero el calado de los drakkar se lo impidió obligándolo a regresar a Oslo en junio del año del Señor de 1083. Gracias sean dadas al Señor por impedir que las naves lograsen su propósito, pues poco después un terrible terremoto desencadenado por la furia de Dios destrozó aquellas tierras afectando al mismo lecho del gran río, que acabó desviándose a mucha distancia de su hasta entonces curso natural (ver NF del Principado de Kiev).
Un mes después de regresar a la capital, el general Tryggvi murió con su hacha de abordaje en la mano durante una alegre pelea tabernaria cuando acababa de cumplir los 48 años: un alma afortunada le abrió la cabeza como a un melón cordobés sin saber que acababa de matar a uno de los más grandes capitanes vikingos de la nación noruega.

Desde sus dependencias en el castillo de Svartørn, el rey Svien el Temido celebró la muerte de su general con una gran borrachera. El alma inmortal de Tryggvi moraría para siempre en las dependencias doradas del Valhala, junto al nuevo Dios y su hijo, el Crucificado.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

Orson Welles.