Autor Tema: Sala de Autopsias del Doctor Donovan (y 2)  (Leído 4144 veces)

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Uve

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Sala de Autopsias del Doctor Donovan (y 2)
« en: 01 de Octubre de 2006, 06:39:17 pm »
"La sala, tan fría como siempre, parece mucho más grande de lo que en realidad es ahora que el doctor Donovan ha quedado solo en ella junto al cadáver del anciano. Se acercó con prevención; el espantoso hedor seguía allí, pero ahora ya no sentía nauseas. Procedía del cuerpo, de eso no cabía duda, y ni Elle ni los operarios que habían llevado al muerto hasta la nevera parecían sentirlo.

–Es imposible... –murmuró entrecerrando los ojos. Se acercó al cadáver hasta quedar justo al lado, al alcance de sus manos–. Tienen que olerlo.

Al tiempo, una voz en su mente a la que prefería no escuchar le decía en voz baja que el problema estaba en su interior. Que podía medir entre tres milímetros y cinco centímetros, y que lo encontraría en su cerebro en cuanto se decidiera a hacerse una tomografía axial computerizada. Tan sencillo y tan tremendo como eso, le decía la voz mientras el doctor paseaba la mirada a lo largo del cuerpo del atropellado.
En efecto era un hombre anciano. Muy anciano. Donovan se fijó en la extraña cualidad de la piel de aquel vagabundo, tan arrugada como cabría esperar pero de excelente tonalidad y extrañamente tersa, tan limpia de manchas hepáticas como la de un bebé. Debía gozar de una salud inusual, uno de aquellos cuerpos que parecen haber sido manufacturados con primor por la naturaleza en lugar de la producción en serie que somos todos los demás. La barba era larga, pero lisa y limpísima; aparte de las heridas manchadas por sangre seca, todo el cuerpo estaba limpio.
Se detuvo en el rostro, como acostumbraba a hacer. Nunca iniciaba una autopsia sin dedicar un tiempo adicional al análisis visual de la cara de sus clientes, en el caso de que la conservaran. Era un rostro hermoso, de nariz pequeña y orejas largas tanto por efecto de la edad como por su propia fisionomía; las mejillas habían perdido el color, pero el doctor casi podía imaginarlas sonrosadas, enmarcando junto a las cejas grises unos ojos que, aunque sabía azules, ahora sí permanecían fríamente cerrados y sin vida. Bajo la nariz y un bigote más oscuro que el resto de la barba, había unos labios finos y...

((el hombre era un muchacho de no más de quince años.))

...secos que parecían contraídos el uno sobre...

((pequeño, delgado, de ágil constitución y cabellos castaños y largos y rostro alegre y vivo))

El doctor trastabilló. Había visto... ¿qué demonios había visto apenas un segundo a...?

–¿Doctor? –dijo una voz a su espalda. Se volvió con rapidez, asustando a dos hombres uniformados, uno de los cuales llevaba en su mano derecha un papel de color rosa.
–¿Sí...?
–¿Doctor Donovan? –volvió a decir el mismo hombre. Ambos pertenecían al cuerpo; uno vestía el uniforme habitual de un CSI, en tanto el otro parecía un conductor de furgón médico de la policía–. Venimos a por el cuerpo del atropellado. Ya sabe.
–No, no sé. –Charles M. Donovan apoyó su cuerpo en la mesa de aluminio sobre la que reposaba el anci... el hombre muerto. Trató de disimular su confusión–. ¿De qué me están hablando?
–Nos lo llevamos. Lo quiere la central para una evaluación en Jersey.
–Nadie me ha dicho nada de un traslado.
–Es habitual. –El hombre le alargó el papel de color rosa mientras su compañero dejaba sobre la mesa de instrumentos la bolsa para transporte de cadáveres y salía de la sala para buscar la camilla que habían dejado fuera–. Es usted nuevo, y claro...

El papel era una copia del certificado de traslado, firmado por sus superiores. Todo correcto, maldita sea. Pero ¿por qué?"

Uve.
?En Italia, durante 30 a?os de dominaci?n de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor, fraternidad y 500 a?os de democracia y paz ?Y qu? nos ofrecieron? El reloj de cuco?.

Orson Welles.