Autor Tema: LA BATALLA DE TAXILES  (Leído 3366 veces)

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Alejandro_L

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LA BATALLA DE TAXILES
« en: 25 de Octubre de 2006, 03:44:42 pm »
           Las banderas ondeaban al viento. Oriflamas oro y verde desafiaban la luz de la incipiente mañana con su brillo y fulgor, mientras las tropas hindús avanzaban.

           Atrás quedaba el tiempo en el que las gentes de la India combatían desorganizadas en violentas y salvajes luchas fraticidas; ahora, sus tropas habían adoptado las típicas formaciones macedónicas y caminaban sincronizadas en perfecta coordinación; de tal forma, que si no se observaba la tonalidad de la piel de los soldados que las integraban, bien pudieran pasar por griegas o macedónicas; no obstante, los hijos del Indo no habían olvidado su proverbial fiereza. Oriente y Occidente se daban la mano.

           El tiempo corría con parsimonia y la inmensa estepa regalaba oleadas de frío, pero por ningún lado se divisaba a los escitas. Los hombres empezaban a cerrar filas en formación de combate, esperando el inminente enfrentamiento con un enemigo aún invisible, lo que les hacía inquietarse, presos de un expectante nerviosismo.

           ¡ALERTA! ¡ESCITAS!-El alarido del explorador de avanzada malio se extinguió en su garganta, al mismo tiempo que una flecha se clavaba certera en ella, derribándole.

            Las tropas hindús formaron un muro de escudos, del todo inútil, ya que una tras otra, las oleadas escitas les rodeaban con una gran rapidez, cabalgando velozmente, utilizando la táctica que luego se conocería como “la de los partos”. Disparaban y se iban con la rapidez del rayo, logrando una y otra vez que sus enemigos no les alcanzasen, salva tras salva.

            La velocidad y certeza de los arqueros escitas a caballo eran inmejorables, diríase que sus manos estaban guiadas por alguno de sus dioses tribales, y que, incluso, poseídos por ellos, se acercaban imprudentes para rematar a los heridos con sus propias dagas, enloquecidos de peligro y sangre.

           Aquella locura duró hasta la puesta de Sol. Cientos de muertos reposaban en la llanura: cadáveres de cetrinos malios compartían agrestre mortaja  con barbudos y pintarrajeados escitas. “Bárbaros” del norte y “bárbaros” del sur, nacidos a miles de kilómetros eran igualados por la muerte en las estepas de Taxiles.

           Cuando el manto de una noche negra, sin luna, hubo caído, el mermado ejército hindú se replegaba, abandonando aquel lugar de hedor y muerte, dónde sus victoriosos enemigos se daban al saqueo, apoderándose de los brocados de sus tiendas de campaña y de las serpientes de oro macizo, colgadas de los abandonados estandartes, otrora pertenecientes a las más nobles de sus familias. Ellos, abatidos y desorientados, pero orgullosos en la derrota, regresaban a sus tierras, tras acabar con las batidas de escitas que los perseguían, dónde, si había ocasión, estaban dispuestos a morir con la lanza en la mano por su tierra malia y su emperador Sofites.

           Los gritos enardecidos de los escitas, ebrios de alcohol y victoria, resonaron hasta que Helios tornó de nuevo al cielo.


         Escrito extraído de un volumen semi-calcinado de la biblioteca de Alejandría, tras el incendio provocado por las tropas de Julio César.


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        PD: Las unidades mencionadas en el anterior relato no tienen porque ser las que realmente han intervenido en la batalla del juego, solamente se han utilizado a efectos de roleo, representando a los ejércitos típicos de ambos contendientes por aquella época.

                                                                          Alejandro
                                                             Máster de Alexandro's Empire

A fin de cuentas si la orden se ejecuta gano yo... y si no lo hace vos perd?is. ?Cu?l prefer?s pues?- Cardenal Richelieu.