Autor Tema: La batalla de Mieza  (Leído 1977 veces)

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bansee

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La batalla de Mieza
« en: 01 de Diciembre de 2006, 12:17:52 pm »
Lisímaco observaba sobre la colina. Las únicas tropas griegas que quedaban en macedonia se encontraban a sus pies. La via de escape había sido cortada por los babilonios, así que no tenían otra altenativa que luchar.. y morir.
A pesar de las derrotas recibidas, los griegos aún se contaban por miles... no iba a ser fácil. Pero esta vez, su ejército estaba bajo de moral, y la caballería pesada macedónica se contaba por centenares.
Lisímaco veía a los soldados con sus bruñidas armaduras y relucientes espadas. Ciertamente, no sólo los talentos ganan la guerra, pero ayudan... desde luego que ayudan...

"Acabemos con esta farsa"-grita lisímaco mientras sube a lomos de su sobervio alazán. Un caballo español de pura sangre, lo mejor de lo mejor.
El general aprieta con sus piernas la grupa de su caballo, que se encabrita sobre sus patas, relinchando de excitación.
"Es hora de que macedonia vuelva a estar unida. Jinetes, marchemos contra los griegos!".
Y como una exhalación, Lisímaco carga al frente de sus tropas. Rápidamente, una escuadra tras otra de caballería pesada marcha tras su señor, pero éste no puede ser alcanzado con facilidad.

Asi que la primera visión que tienen los griegos es de lisímaco, solo, cargando con su brioso corcel, manejando un enorme espadón con una sola mano y yendo directamente hacia ellos. Y a unos cien metros, seiscientos de los mejores jinetes macedónicos con armadura pesada, lanzas y espadones.
Los griegos ven la furia y el coraje en los ojos de Lisímaco.
Y Lisímaco ve el miedo en los ojos de sus enemigos. Y de esta manera, la batalla acaba antes de empezar.

[...]

Horas después, los cuervos celebran su segundo gran festín en poco tiempo. Diríase que en ningún lugar del antiguo imperio de alejandro los cuervos son tan numerosos y están tan bien alimentados como en macedonia. La guerra no es cruel para todo el mundo.

Lisímaco observa en silencio a su ejército. Las victorias les han fortalecido, y ahora los macedónicos tienen un poderoso ejército bien organizado y funcional.
"¿Y ahora que?"- es la pregunta que le pasa por la cabeza. "¿Los envio de vuelta a casa, a engordar y hacer el vago?. ¿O los dirijo a nuevas conquistas?"
La lluvia comienza a golpear con fuerza el campo de batalla. "Odio este tiempo."-piensa.
Seguidamente, su cabeza se aclara, y con decisión vuelve a montar su caballo. Sus comandantes se aprestan a rodearle, expectantes.
"Reunid vuestras tropas. Los babilonios se han portado bien, y precisan de nuestra ayuda. Nos vamos a Egipto."

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