Breondania. Humanos. JAVIER
El venado se mueve con rapidez entre los altos robles con los ojos inyectados en sangre y la lengua colgando de su morro. Sus flancos presentan numerosos cortes provocados por los arbustos que embiste sin titubear, y su pelaje está recubierto de sudor mientras los costados se mueven exageradamente.
A su derecha un enorme sabueso de pelaje gris y morro negro como el carbón corre para cortar su camino con una gracilidad que engaña al incauto y que se diría imposible para un animal de su fuerza y su tamaño, obligando al venado a desviarse bruscamente hacia su izquierda, donde aparece otro sabueso, éste de pelaje negro y una mancha blanca en forma de estrella de seis puntas en el pecho, que le cierra el paso y lo obliga a frenar bruscamente y lanzarse a una carrera desesperada hacia su espalda. Y por allí se acerca el Cazador, un hombre alto y de complexión fuerte vestido con ropas de cuero curtido que se mueve entre los brezos y los arbustos del bosque de robles como una sombra sin dejar ningún rastro de su paso, con largas zancadas que devoran con facilidad el terreno y le acercan a su presa.
El venado ve su muerte en ese depredador de dos patas que lo ha perseguido durante tres horas, y dejándose llevar por su instinto gira bruscamente a su derecha, intentando esquivar al sabueso gris para continuar su huída hacia el riachuelo que presiente tras la cercana colina.
Sombra tensa sus músculos preparándose para el salto y entreabre sus faúces, saboreando anticipadamente la sangre de su presa mientras sus ojos se fijan en el cuello cubierto de espuma sudorosa del venado.
Con la facilidad que dá la práctica Brian separa las sensaciones que Sombra le transmite a través de su vínculo de las que sus sentidos le proporcionan, y con una simple orden obliga al alaunt a cambiar su objetivo mientras su brazo derecho inicia un fluido movimiento fruto de la experiencia y todo su cuerpo acompaña el lanzamiento.
El sabueso gris obedece sin dudar la orden del Cazador y salta atrapando la pata delantera derecha del venado con sus poderosas mandíbulas, desgarrando pelaje y músculo y astillando el hueso de su presa, que desesperada se alza sobre sus cuartos traseros intentando golpear a su atacante. Mas el sabueso esquiva sin dificultad el golpe saltando lateralmente y espera la caída del venado, que se desploma exánime a sus pies con la larga lanza del Cazador atravesando su cuello.
Brian recorre los cuarenta metros que lo separan de su presa sin aminorar el paso mientras desenvaina su largo cuchillo de monte, y al llegar a la altura del venado extrae su lanza realizando precisos y profundos cortes en el cuello de su presa antes de abrir en canal al animal y seleccionar las porciones que serán la recompensa de su fiel jauría tras la caza.
A su alrededor sus diez grandes sabuesos esperan pacientemente, con las fauces abiertas y la lengua colgando entre las poderosas mandíbulas.
Sombra y Firme reciben las primeras carantoñas y las porciones más generosas, como corresponde a la hembra favorita y al líder de la manada, y el resto de alaunts reciben después sus porciones y la atención de su Cazador, que recompensa su fidelidad y buen hacer en la caza con caricias y palabras de aliento que satisfacen a los sabuesos que responden a tales muestras de afecto con movimientos de cola y juguetones lametones y mordiscos fingidos.
Un nuevo olor llega al hocico de Viento, que levanta su cabeza para percibir mejor el rastro mientras su cuerpo se tensa.
Una decena de presas se acercan siguiendo a su Cazador y el resto de alaunts abandona su comida y espera la reacción de Viento, que es el sabueso con mejor olfato de la jauría.
Cuando los olores se distinguen con mayor claridad el gran sabueso se relaja y vuelve a centrar su atención en la carne, y sus hermanos siguen su ejemplo. Los que se acercan no representan un peligro para su Cazador.
Brian sonríe tristemente mientras sigue preparando el venado y separa el corazón como ofrenda a Breondan. Pádraig ha tardado varios minutos en darle alcance con los guardias, la edad y las heridas empiezan a hacerse notar en la resistencia de su mentor, y cuando el veterano rastreador llega a la altura del Primer Cazador éste ya ha despellejado el venado y está preparándolo para moverlo.
Con la respiración agitada Pádraig se arrodilla al lado de Brian y murmura en voz baja para evitar que sus palabras lleguen a oídos de los guardias “Buenas noticias chico, los hermanos o’Domnhaill han encontrado rastros en el linde del bosque... el campamento que buscamos está cerca...”
“¿Seammus y Angus? ¿Cuántos muertos ha habido?”pregunta con sorna Brian provocando la risa de Pádraig.
“De momento ninguno, loado sea el Cazador...” responde sonriente Pádraig “...sólo han encontrado unos rastros antiguos y Niall y Seann han conseguido convencerlos de que volvieran a informar... y lo que les debe haber costado a los pobres siendo como son los o’Domnhaill... ni su padre era tan alocado como ellos... y a Diarmuid no se le llamaba el temerario sin motivo...”
Brian se alza y se cuelga el venado al hombro izquierdo para tener libre el brazo que empuña la larga lanza mientras Pádraig coje la piel y los trozos de carne que su joven señor ha separado del animal, y el Cazador murmura tristemente por lo bajo en voz tan queda que ni su fiel amigo lo escucha “Entre todas las cargas que soporta el Primer Cazador no tener un Hermano de Caza es sin duda la más pesada...”
“Mi señor, ¿decíais algo?” pregunta en voz alta Pádraig preocupado por el cambio de humor que observa en el rostro de su rey mientras los hombres de armas los rodean.
“Nada importante, Pádraig...” responde el joven Aird Righ acariciando la cabeza de Sombra, que lame su mano izquierda mientras Firme apreta su cuerpo contra el costado izquierdo de su Cazador “volvamos con Fionn y el resto... en cuanto lleguemos seguiremos el rastro y prepararemos el encuentro con los moradores de ese extraño campamento...”
Fergus observó intranquilo a los nerviosos alaunts que a duras penas reprimían los ladridos de júbilo y correteaban alrededor de la decena de Cazadores que charlaban animadamente mientras esperaban la llegada de Iain. A través del vínculo notaba la excitación de Alasdair, ansioso por adentrarse en la caverna hacia la que se dirigían todos los extraños rastros que habían ido encontrando en las dos últimas semanas, y a duras penas lograba contener su exasperación y malestar mientras apretaba con fuerza la empuñadura de su espada.
“Aunque lo más probable es que no la contenga pero no se dé ni cuenta...” murmuró quedamente Fergus intentando aparentar una tranquilidad que no sentía para no inquietar sin motivo a los hombres de armas que siguiendo el ejemplo de los Cazadores charlaban distendida y animadamente en varios corrillos.
“No te enfandes con él...” dijo una voz queda a su derecha. Fergus giró su cabeza y sus ojos se encontraron con los de Dónnal, el veterano Hermano de Caza canoso y sarcástico que se había erigido en su mentor en esta su primera Cacería lejos de los Cotos de Breondania “el miedo no forma parte de su naturaleza... todos son así, lo desconocido y peligroso los excita, y nos toca a nosotros mantener la cabeza fría y calmar sus ánimos...”
“Ya lo sé... pero es que a veces Alasdair es tan...” dijo exasperado Fergus antes de callar al no encontrar un único adjetivo con el que definir al Cazador al que apreciaba más que a su propia vida y al que a veces desearía no haber conocido nunca.
“Puedes estar seguro que a él le pasa lo mismo contigo a veces...” repuso riendo Dónnal antes de guiñar un ojo y preguntar con sorna “y además... ¿tan seguro estás de que querrías verlo asustado?... es más... ¿crees que eres capaz de imaginarte a uno de ellos asustado?”
Fergus dudó unos segundos antes de responder mientras intentaba imaginarse el rostro de Alasdair con una expresión de miedo reflejada en él, y ante la evidencia se rindió y dejó escapar una risa algo nerviosa “Tienes razón, no soy capaz... me es tan imposible como imaginármelo sin ninguno de sus alaunts...”
“Ése es nuestra labor... acompañarlos en la Caza y ayudar a las Damas a regir los Cotos son obligaciones secundarias, la labor en la que nos debemos centrar es en tener miedo por nosotros y por ellos, ser precavidos y refrenarlos cuando se exaltan...” dijo seriamente Dónnal antes de reír quedamente “... es decir, contenerlos siempre... ni mi Muarmachaid ni tu Alasdair son lo que se dice tranquilos, creo que ese par dejan de ser un peligro sólo cuando se duermen...”
“Ni entonces... tengo los costados llenos de moretones... incluso cuando duerme se mueve constantemente...” disintió con una risa Fergus antes de preguntar quedamente “... ¿esto te dá tan mala espina como a mí?”
“¿Una cacería siguiendo unos rastros que ninguno de los Cazadores ni sus alaunts reconoce que nos lleva a una zona a la que ninguno de los campesinos y leñadores de los alrededores osa acercarse y que en todas las leyendas se considerada peligrosa y de mal agüero?” rebatió inocentemente Dónnal mientras clavaba una mirada acerada en Muarmachaid “Qué va... si preguntas verás como el resto de los Hermanos de Caza están tan tranquilos como nosotros dos... y que no hayamos encontrado rastros de animales en los últimos dos días me provoca una sensación de sosiego... difícil de describir...”
Fergus suspiró resignado mientras observaba cómo tanto Muarmachaid como Alasdair se giraban con semblante preocupado para mirarlos a él y a Dónnal, y a través del vínculo notó una oleada de inquietud y sincero aprecio proviniente de su Cazador, que se empezó a dirigir hacia él antes de que con un gesto Fergus le indicara que volviera con los otros Cazadores.
“Ellos nos defienden... nosotros los amamos y sufrimos por ellos...” murmuró quedamente Fergus sin notar la mirada de aprobación con que Dónnal lo observó al oír el comentario, y con una sonrisa algo forzada continuó hablando en voz más alta intentando aliviar algo el ambiente “Seguro que nos preocupamos demasiado... llevamos un par de centenares de hombres de armas... y tenemos a once Cazadores con nosotros... ¿qué nos puede pasar?”
“¿Tienes todo el día?” inquirió sarcásticamente Dónnal antes de responder a la mirada inquisitiva de Fergus con una carcajada “Por que eso es más o menos lo que me llevaría enumerar todas las locuras que once Cazadores pueden cometer... si quieres podemos empezar por la más obvia... esperar a que el rey abandonara Regioburgo para organizar esta expedición...”