Pontificado Romano Católico
(Romano Católico Civilizado Primacía Religiosa)
Severo III, Osric las ingles, Papa de Roma, Guardián de la Fe
Diplomacia: Milano Ch, San Pietro Ch, Sicily Ch, Apulia N/e, Spoleto Ch, Romagna Ch, Flanders Ch, Arras Ch, Brabant Ch, Holland N/a, Provence Ch, Languedoc Ch, Vermon N/a, Swabia N/a
En Septiembre de 1085, las fuerzas del khanato llegaron a Latium. La región que había regresado a las manos del Papado, y la llegada del Khan se esperaba desde enero del mismo año. Pero saber que vendrían y verlos llegar no era lo mismo, y la población de la región quedo sobrecogida al ver la enorme fila de guerreros, acompañados de mujeres y niños, que se perdía en el horizonte. Más de 70.000 personas formaban aquel comité, que seguía a un solo hombre, el poderoso Vlad, Khan de Kuban.
Casi la mitad de los 70.000 seguidores del Khan estaba formada por el gigantesco ejercito de Kuban contra el que no hacia tantos años se había combatido con fiereza en diversos puntos de Europa, demasiado cercanos a Latium para que la gente pudiese olvidar las historias de masacres y batallas que contaban los juglares de aldea en aldea.
La comitiva siguió avanzando durante varios días, atravesando la región, hasta que llegaron a las puertas de Roma. 70.000 personas se prepararon para acampar durante varios días en la región, tan solo Vlad y un pequeño grupo seleccionado entre sus mas fieles y veteranos guerreros atravesaron la puerta de San Sebastiano, entrando en la esplendorosa ciudad de Roma.
El Khan fue recibido por cientos de pajes, guardias y miembros del clero, que pronto comenzaron a procurar lo necesario para hacer la corta estancia de Vlad lo mas confortable posible. Pese a las reticencias de muchos, que difícilmente olvidarían el sangriento camino recorrido por aquel bárbaro para llegar hasta allí, tanto el bárbaro como su comitiva fueron aplaudidos mientras recorrían las arterias principales de la ciudad camino de las dependencias papales.
Sebero hizo esperar al recio guerrero durante dos días, mientras los preparativos de la ceremonia se finalizaban, y el día 12 de Septiembre del año de nuestro señor de 1085, la ceremonia mas multitudinaria de cuantas se habían visto en la ciudad desde hacia muchos años, tuvo lugar. El Arzobispo Pietro de Sicilia participo en la ceremonia junto con Sebero. Vlad fue bautizado y abrazo por juramento el catolicismo. El propio Sebero corono a Vlad como rey del Sacro Imperio de Italia, titulo por el que a partir de ese día habría de ser conocido Vlad.
La ceremonia no faltó de sorpresas, pues no solo la llegada del temido Vlad había despertado la expectación del pueblo, sino también la que seria la primera aparición publica de Severo, con las vestiduras negras que el mismo había impuesto recientemente como vestiduras pontificales. Según su visión, tan solo el hijo de dios en la tierra merecía usar el color de la pureza y la piedad. La elección del color negro para las vestiduras oficiales y no oficiales del pontífice, no fue del agrado de muchos de los purpurados, pero la doctrina mantenida por Severo, respecto a vestir de luto en señal de dolor por la crucifixión de Jesucristo, no pudo ser rebatida con opiniones estéticas intrascendentes.
Mientras la ceremonia se llevaba a cabo, miles de clérigos salieron de la ciudad y celebraron millares de bautizos, mientras los 70.000 bárbaros allí acampados abrazaban la religión bajo el lema “Catolicismo y pan”, y es que poco preocupaba a aquella gente a que dioses rendir culto mientras tuviesen el estomago lleno. Y ahora unos hombres, pálidos y con hábitos pasaban tienda por tienda mojándoles la cabeza, y dándoles de comer una miga del pan prometido. Ni uno solo se opuso al catolicismo, ni al pan.
El Arzobispo Pietro, que participaba en la ceremonia, tenia un papel destacado en la misma, era la forma en que sebero le libraba del poder político para encaminarlo a labores mas espirituales. Pietro apunto con uno de los traductores que se habían encontrado a última hora, todos los movimientos, las palabras y los juramentos del futuro rey de Italia. Pietro asumiría el papel de garante de la nueva fe del rey Vlad. Su mano derecha, su conciencia cristiana, para librar al mundo de las barbaridades que un sujeto como este llevaría a cabo si se le permitiese.
El Arzobispo no disfrutaba de ver como sus posesiones, su poder, su puesto, pasaba a estar sometido a la voluntad de aquel individuo, pero poco podía hacer. Su lealtad era para con Sebero, aun cuando Pietro consideraba que estaba equivocado.
Sebero finalizo la ceremonia leyendo varios pasajes del libro de Job. La elección no pudo ser mas acertada, y pronto Pietro se sintió aludido por la historia del hombre justo que debe comparecer ante Dios. El mensaje quedo claro para el Arzobispo. Aceptaría el destino elegido por Sebero, y seria recompensado por ello.
El Rey de Italia dejo roma 4 días después de la ceremonia, y 2 días después de jurar vasallaje a Sebero. (Ver NF Kuban)
Tras la marcha del nuevo rey, los enviados de la iglesia comenzaron atareados a cumplir los enormes encargos que Sebero les había hecho. Por cada territorio donde se asentasen los súbditos de Vlad, pasaría un Cardenal para construir una nueva iglesia.
Sebero sin embargo, cumplidos sus planes hasta el momento, lidero durante los 4 años restantes, con la ayuda del Cardenal Carlo Estefano, la difícil labor encomendada a cientos de escribas hacia ya 6 años. La unificación del credo ortodoxo y católico, en un único libro.
La tarea que empezó como algo a largo plazo, se volvía más urgente por momentos. Los continuos viajes de Sebero, y de muchos de sus representantes por todos los territorios de Bizancio y Kiev, lograban rápidamente ganar el respeto, y la aceptación de miles de ortodoxos, que veían con buenos ojos la fe católica. El objetivo del libro en cuestión, no era otro que el de unificar los credos de ambas ramas del cristianismo, para permitir que tanto ortodoxos como católicos abandonasen sus diferencias, y volviesen a ser simplemente cristianos. La unificación de doctrinas no seria real tan rápidamente, pero si una obra podía recoger todas las doctrinas de ambos credos, la división cristiana desaparecería.
Cuidar del espíritu de los cristianos no evito que la iglesia cuidase también de su cuerpo, y las ayudas enviadas a Francia, Dinamarca, León, y Albain fueron fiel testigo de la beneficencia de la iglesia.
Algo que paso desapercibido para los ajenos, pero que ocupo todos los recursos y el trabajo de cientos de siervos de la iglesia, fue la llegada del rey de Venecia en Julio de 1085, poco antes de la llegada del mismísimo Vlad.
Carlo Cardiano, llego con una pequeña escolta, de no más de 2.000 hombres, que pronto se acomodaron en la ciudad santa.
El rey había acudido a la llamada de Sebero, y mostraba en público gran arrepentimiento por sus actos, aunque en privado, su arrepentimiento era patentemente nominal.
Los agentes Venecianos que habían sido enviados a proteger a Carlo, unieron sus esfuerzos a los bastos esfuerzos de la guardia romana. El rey apenas si podía moverse por las dependencias de Sebero, sin que uno de sus guardaespaldas, o de los de su santidad, le observasen, vigilando que nadie estropease el retiro que para la redención de sus pecados había exigido el pontífice.
Los días se tornaron semanas, las semanas meses, y los meses pasaron con gran lentitud ante los ojos cansados de un Carlo Cardiano que se descubría menos paciente de lo que hubiese creído. Pero la medicina del espíritu pronto actuaría, como esperaba Sebero, curando el alma de aquel hombre que a punto había estado de ser excomulgado.
Lo que ni Sebero, ni toda la corte veneciana ni el clero al completo podía esperar, era el desenlace de este arrepentimiento. El 5 de Junio de 1087, los siervos que atendían a su alteza Carlo cada mañana encontraron el cadáver del rey, tendido sin vida sobre la alfombra, atravesado el corazón por su propia espada.
La noticia corrió como la pólvora, y la guardia romana pronto comenzó a investigar las causas que habían llevado a esto. Pese a las evidentes pruebas de que Carlo se había suicidado, el asesinato del regente no podía descartarse tan rápidamente.
Sin embargo el informe fue concluyente, aunque la mayor parte no se hizo publico. Lo que si se hizo público fue que sin duda el rey de Venecia se había quitado la vida. Lo que solo llego a oídos de Sebero y otros pocos elegidos, fueron los hallazgos que entre las pertenencias del difunto se encontraron. Una cruz deformada e invertida, y diversas cartas sin remitente, que evidenciaban cuan alto habían llegado las conspiraciones del maligno en la ciudad de Venecia.
Por el buen nombre de Carlo, todo esto se oculto al público. Sebero quiso proteger así a su familia, pero aunque los protegió del escándalo y la ignominia, no pudo protegerlos de los hombres (Ver NF Venecia).
¿Por que ocurren las cosas? ¿Por qué la fortuna es tan esquiva y los designios del señor tan inescrutables? En estos pensamientos se encontraba sumido Severo mientras contemplaba las cenizas de los cientos de libros y manuscritos perdidos en el incendio de la biblioteca de Roma.
El incendio había empezado sin que nadie supiese como, pero de pronto en mitad de la noche los gritos de alarma sonaron al unísono en la ciudad al ver el fuego que devoraba la gran biblioteca. Las voces de los vecinos, habían servido de aviso para la guardia romana que pronto corrió a extinguir el incendio. Varios monjes murieron tratando de rescatar los cientos de volúmenes que allí se almacenaban para que no fuesen devorados por las llamas.
Parecía una cruel broma del destino que aquel emblemático edificio ardiese ahora, cuando en el gran incendio de 1067 se había salvado. Tristemente esta vez la biblioteca no tuvo la misma suerte.
Mientras celebraban las exequias por los muertos, entre los que se encontraba el hermano Tobías, el viejo bibliotecario nombrado por el propio Severo durante sus primeros años como pontífice. Y que aunque demasiado mayor para ejercer sus funciones aun vivía en la biblioteca cuidando de los sagrados textos.
Los daños materiales se podrían reconstruir, pero algunos de los textos que se perdieron tenían un valor incalculable. Y las vidas, casi media docena de muertos en total, y varios hombres que pasarían el resto de sus vidas sufriendo las agonías de las terribles quemaduras sufridas.
Las lágrimas del anciano pontífice no pudieron ser contenidas por este durante más tiempo, y finalmente corrieron por sus mejillas. Los últimos días de Noviembre de 1089, los paso el pontífice en soledad, tratando de encontrar respuestas a preguntas que no hacia en voz alta. Si obtuvo o no respuesta es algo que nunca supo nadie mas que el.